Autor
Javier Royo Espallargas, alias Javirroyo (Zaragoza, 1972) es diseñador gráfico e ilustrador. Empezó colaborando en diferentes fanzines y en 1994 dio vida a su personaje más conocido, La Cebolla Asesina. En 2004 participó en el equipo de redacción y como autor del semanario de humor gráfico El Virus Mutante, junto a Forges, Gallego & Rey, El Roto y Peridis. Ha trabajado como ilustrador para varias editoriales y para publicaciones como Interviú (ilustrando los textos de Juan José Millás), El País, Visual o El Semanal, y es fundador, editor y autor de la publicación semanal de humor gráfico online El Estafador. Es el creador de la marca de vinilos decorativos Chispum, en la que colabora como autor. Es también coautor de los libros Martín Berasategui y David de Jorge (Premio Junceda), La tortilla de patatas y Grandes cócteles del mundo, y autor de La Escuela (Premio Cómic de Aragón), Life is sho y Homo machus (Lumen, 2020). Laborachismo es su último libro. Es un tipo feliz.
Sinopsis
Hace mucho tiempo, en una época muy, muy lejana llamada Paleolítico, las mujeres y los hombres del planeta Tierra pudieron estar en pie de igualdad. Pero el Homo machus, un ser que se creyó superior, institucionalizó la violencia y la dominación sobre la mujer e instauró el perverso Imperio Patriarcal, que dirige desde una estación acorazada con potencia suficiente para impedir cualquier perspectiva de progreso femenino. Desde entonces, algunas tropas rebeldes han logrado pequeñas victorias, pero, tras varios milenios, ha llegado la hora urgente de la deconstrucción del LABORACHISMO.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Viernes. Y por aquí andamos ya a más de treinta y cinco grados. Creo que es un buen día para hablaros de Laborachismo de Javirroyo. El ilustrador y diseñador gráfico publica este nuevo libro ilustrado en el que hace un repaso a la historia del machismo desde que el mundo es mundo. No es la primera vez que Javirroyo se plantea esta cuestión. En 2020 ya vio la luz Homo Machus, otro volumen ilustrado con el que el autor lanzaba diversas preguntas -¿Cuál es el papel del hombre ante el feminismo y las nuevas masculinidades? ¿Es posible cambiar las actitudes sexistas y el ecosistema machista?-, y con el que pretendía visibilizar el machismo como herramienta para luchar contra él. Vuelve a ser ese su propósito.
Hablar de un libro como Laborachismo es fácil y difícil a la vez. Es fácil porque nos cuenta una historia a base de ilustraciones, un vehículo agradable y de cómoda comprensión. Y es difícil porque, para que entendáis todo lo que he sentido leyéndolo, os tendría que ir enseñando dibujo a dibujo. No obstante, además de fácil y difícil, Laborachismo es necesario. Lo son todos los libros a través de los cuales hay denuncia. Hasta que no tenemos las cosas delante de nuestras narices no somos capaces de verlo. Lo interesante, lo novedoso, lo original de este volumen es que nos acercamos al machismo desde un enfoque masculino. Ya os lo comentaba en la entrevista a Javirroyo (puedes leerla aquí). Me gustaría que más hombres alzaran la voz.
Laborachismo, con este título que nos propone un juego de palabras, invita al lector a viajar. De entrada, nada más abrir el libro, plantea un contraste.
El señor de la izquierda lanza una afirmación. A su juicio, categórica. Para él es una obviedad. Mientras que en la imagen de la derecha vemos a un grupo de mujeres del paleolítico que acorralan a un mamut para darle caza. Aquello era así. No hay invención posible. Las mujeres, aquellas hermanas nuestras que vivían sin tantas comodidades como nosotras, ocuparon un rol importante y activo. Fueron ellas las que salían a cazar, las que se encargaban de traer alimento a la tribu. De hecho, si observas el mundo animal, te puedes llegar alguna sorpresa porque las que cazan, por ejemplo, son las leonas, mientras que el macho se queda vigilando el territorio. Pero el tiempo fue avanzando, y a medida que los años se fueron sucediendo, el papel de la mujer fue quedando relegado al cuidado de la prole y al ámbito doméstico. Ahí fue donde todo se torció.
Se lo comenté al autor aquella calurosa tarde de charla. La lectura de este libro me ha producido un maremágnum de emociones muy convulsas. Si echo un vistazo a mi bloc de notas encuentro apuntes tales como: «La ilustración de la página 15 me oprime», «Ver esta ilustración me ha agotado, incluso estando sentada en el sofá», «Este dibujo me produce mucha tristeza». Y es verdad, he sentido rabia, ira, desolación, angustia y hasta ha habido momentos en los que me han entrado ganas de llorar. Tal cual os lo cuento.
Javirroyo muestra en estas páginas cómo fue evolucionando la vida de la mujer. Con respecto al mundo laboral, nos cuenta cómo dos mujeres se cruzan por la calle, cada una con paso presto a su puesto de trabajo. Estamos en 1800, y una le pregunta a la otra: «Parece que vamos avanzando, ¿eh?». La otra responde, cabeza gacha: «Parece...» Nunca unos puntos suspensivos tuvieron más significado. Y es que, qué queréis que os diga, a mí lo de la liberación de la mujer me suena a camelo. Lo he comentado mil veces en este espacio. A mi juicio, la liberación de la mujer consiste en salir de casa para ir al trabajo con una mochila mental que pesa una tonelada. De camino a la oficina vas pensando en que, a la salida, tienes que pasar por el supermercado para hacer la compra. Te vas a la oficina pensando que, cuando regreses, tienes que recoger la colada que dejaste tendida anoche, cinco minutos antes de acostarte. Te vas a la oficina pensando en la fiesta de cumpleaños que tienes que organizar a tu hijo, y aprovechas esa pausa del café, para salir corriendo a la pastelería de al lado de tu empresa para encargar la tarta. Y con suerte, estarás desempeñando tu trabajo sin que te llamen del colegio para comunicarte que tu hija tiene fiebre, o que se ha caído en el patio, o que ha vomitado. Sal corriendo, mujer. Y cuando por fin tu jornada laboral ha acabado -bueno, quiero decir la jornada en el exterior-, llegas a casa y te tienes que poner a ordenar, limpiar, cocinar, lavar, planchar... ¿Me queréis contar qué clase de liberación es esta? Mi madre se dedicaba a sus labores, concepto que figura en este libro y que me parece un eufemismo. En cambio, yo me dedico a mis labores y a un trabajo que me hace muy feliz, que me da mucha independencia económica, que me he ganado a pulso, pero que me cuesta la misma vida compaginar con la estabilidad de mi hogar.
Sí, parece que vamos avanzando. Ya lo dice Javirroyo. En 1978 tan solo un 28% de mujeres trabajaba fuera de casa. A finales de los 80 era casi el 43%. En 1992, cinco millones de mujeres se incorporaron al mercado laboral. Y un señor se lamenta junto a estos datos. «El fin del mundo», dice. Va a ser eso, que vamos directos hacia el acabose. Y ese fin del mundo casi llega con la Covid-19 y con él (o ella, ya no sé) surge el teletrabajo. Recuerdo aquella fotografía que circuló entre los grupos de Whatsapp. Me refiero a aquel cartel que una madre trabajadora tuvo que pegar en la puerta de su despacho provisional, durante el confinamiento, para que sus hijos no la interrumpieran a cada momento. Decía algo así como «Mamá está en una reunión. No entrar. La respuesta a algunas de vuestras preguntas es: No. En la lavadora. Fruta. No sé qué hay de comer,...» (puedes leer un artículo aquí). Todos nos reímos con aquello pero, a poco que lo pienses un instante, qué nivel de desesperación no tendría aquella mujer. Javirroyo refleja muy bien con sus ilustraciones cómo ha sido esa etapa de confinamiento en la que nos vimos obligados a trabajar encerrados desde casa. Hubo que compatibilizar el espacio y convivir con los nuestros veinticuatro horas al día. Saltaron chispas en muchos hogares.
En Laborachismo, Javirroyo tira de realidad. Se ha entrevistado con muchas mujeres que le han contado situaciones dantescas. Tenemos la historia de Alicia, estudiante de arquitectura que tiene que visitar una obra. Sin comentarios. También asoma por estas páginas Mireia, una fisioterapeuta que acudió a una clínica a hacer una prueba. Tuvo que ser testigo mudo de una desagradable situación entre dos hombres. La historia de Pilar me dejó atónita. Ella, teleoperadora de profesión, no siempre puede mantener conversaciones con su interlocutor porque este está a otros menesteres. Ejem, ejem. Por su parte, Susana es auxiliar en un laboratorio. Su superior es una mujer cuya actitud es inconcebible. Por último, Lola trabaja en radio. ¿Cómo te sentaría que te humillaran en antena?
Lo del machismo es una lacra social. He reflexionado mucho sobre esta cuestión y he mirado hacia dentro. Me he visto reflejada en las ilustraciones de Javirroyo. También he visto a mi pareja. Muchas de las situaciones que nos muestra el autor con sus dibujos se desarrollan bajo el paradigma de «LO NORMAL». Tú, mujer, encárgate de cuidar a los hijos, de preparar la cena, de no dar tu opinión porque tú qué narices entiendes de esto, de adecentar la oficina, de vestir sexi incluso para ir al trabajo,... Es decir, bajo el paraguas de «Lo normal» hay demasiadas cosas a desterrar. Lo normal debería ser que la mujer también cazara mamuts, al igual que lo puede hacer el hombre. Eso es lo normal. Para ello, hay que educar y reeducar. Educar a los pequeños en la igualdad, una labor que hay que hacer desde casa, cuidando los ejemplos que damos porque los niños son esponjas que todo lo absorben. Descomunal la siguiente ilustración.
Y reeducar que, bajo mi punto de vista, es lo más difícil. Los que ya tenemos una edad, educados en una sociedad machista y represiva, tenemos una ardua tarea por delante. Mujeres y hombres adoptamos comportamientos machistas sin, a veces, darnos cuenta. Lo llevamos tan interiorizado que supone casi una segunda piel. Por eso yo creo que es importante leer. Por eso creo que es necesario revisar nuestro comportamiento, analizarlo de manera ex corpórea, como si pudiéramos observamos desde fuera. He visto muchos comportamientos machistas en amigas con respecto a otras mujeres, incluso en mujeres que se consideran muy feministas. Y te ríes. Sí, te ríes. Es aquello de «Lo normal» que hablábamos antes. Sin embargo, libros como Laborachismo nos plantan de una manera sencilla frente a un espejo y nos ayudan a comprender dónde nos estamos equivocando.
Estructurada en cinco bloques (Del mamut a la Covid-19, El machivirus, Laborachismo, La machivacuna, La alternativa femenina), Javirroyo despliega a lo largo de más de doscientas páginas una serie de escenas ilustradas que son un reflejo de comportamientos machistas. Sus ilustraciones suelen ser de líneas básicas pero muy efectivas. Unos cuantos trazos le sirven para plasmar en papel su idea. A más sencillez en la composición del dibujo más conexión con el lector. Me divierte que sus personajes no tengan ojos.
En definitiva, te invito a asomarte a la propuesta de Javirroyo. Hay mucho que hacer, mucho que erradicar, mucho que aprender para llegar a la igualdad. Ojalá pronto exista una vacuna contra el machismo.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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