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JUAN RAMÓN LUCAS: ❝Me interesa el mal como elemento de nuestra propia condición❞

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El periodista Juan Ramón Lucas traspasó el umbral literario en 2019, cuando publicó La maldición de la Casa Grande. Se trataba de una novela, anclada en España, a finales del siglo XIX, en la que se narraba la historia de Miguel Zapata, el Tío Lobo, un empresario real de la Sierra minera de Cartagena-La Unión, sobre cuya estirpe pesa una maldición. 

Lucas vuelve ahora la mirada al yihadismo, a la red de captación de chicas occidentales por parte de jóvenes radicalizados, que se unen a la causa como esposas o esclavas. En Agua de Luna, el periodista y escritor narra la historia de Greta, una joven de buena familia que entra en contacto con el mundo islámico durante un viaje a Almería. La joven es captada y separada de su familia. Su padre, Julio Noriega, no duda en emprender un viaje para recuperarla.  

©Atresmedia
Marisa G.- Buenas tardes, Juan Ramón. ¿Qué tal va todo?

Juan R. Lucas.- Bien. Muy contento. Viviendo con mucha ilusión el nacimiento de mi segunda criatura literaria. Así que estoy feliz y expectante.

M.G.- Imagino que si repites, será porque aquella primera novela La maldición de la Casa Grande fue una experiencia gratificante para ti y encima obtuvo buena respuesta por parte de los lectores.

J.R.L.- Efectivamente. Seguí escribiendo porque me di cuenta que me gustaba y porque incluso había gente que estaba interesada en lo que yo podía contar. Disfruté mucho del proceso de documentación y escritura de aquella novela, como también he disfrutado de esta. De hecho, con Agua de Luna he disfrutado de una manera más seria porque he tratado de adquirir algo más de técnica, he escrito a diario para ganar músculo, y creo que, en esta segunda novela, se nota ese trabajo. Creo que está técnicamente mejor escrita.

M.G.- El tema no puede ser más atractivo. En ocasiones, ha sido un asunto que ha colmado los titulares de los informativos y de la prensa. Imagino que son estos casos los que te han empujado a escribir esta historia.

J.R.L.- La novela es una historia de ficción. Se basa en hechos reales y se construye sobre un escenario real, reforzado por la documentación. He procurado que todo lo que se contara fuera verosímil. Pero no quiero que se pierda la perspectiva de que es una historia de ficción, que lo que se narra en la novela son hechos que buscan la emoción literaria. Me interesaba contar esta historia partiendo de las propias emociones porque consideré muy interesante ese acercamiento a la devastación a través de la conmoción que provoca la literatura. Quería abordar lo que sucede alrededor de ese mundo que queda hecho cenizas cuando una chica de occidente toma una decisión tan drástica. 

En el fondo, lo que cuento, de una manera brutal porque es un caso extremo, es la dificultad que existe en las relaciones con nuestros hijos y, al mismo tiempo, la forma en la que las redes sociales y el tipo de comunicación que hemos universalizado nos hacen vulnerables. Estos serían los dos elementos centrales de la historia cuyo decorado es una realidad muy complicada y muy presente.

M.G.- El armazón de la novela se sustenta en dos hilos. Por un lado, ese padre que está buscando a su hija. Por otro, un narrador omnisciente que va narrando lo que le ocurre a Greta. Son dos hilos que llegarán a converger. ¿Es así?

J.R.L.- Así es. Agua de Luna es una novela que cobra todo su sentido cuando termina el viaje que el propongo al lector. Cuando esas dos voces -la del padre en primera persona y la omnisciente- llegan a converger es cuando el lector se da cuenta de la magnitud de la historia. Como me interesa que el lector me acompañe de la manera más intensa y entregada posible, voy sembrado dudas, abriendo expectativas, trabajando un poco la técnica de thriller para dar la sorpresa final. 

M.G.- Greta es una chica de buena familia y eso me ha resultado llamativo. Yo pensaba que las chicas que se dejan atrapar por estas redes eran jóvenes de un estrato social más bajo, sin estudios, sin embargo, tu protagonista no es así.

J.R.L.- Mira, normalmente este tipo de captaciones se hacen con chicas de cultura islámica o de extracción social no muy alta. Pero se han dado otro tipo de casos en Francia, Bélgica o Alemania, con chicas de clase alta. Me interesaba plantearlo así como recurso literario para establecer un contraste, para demostrar que esto le puede pasar a cualquiera. En cualquier caso, lo que he querido es plasmar una metáfora de la complicada relación que tenemos con nuestros hijos y mostrar un escenario extremo sobre la vulnerabilidad ante las redes sociales.

Insisto, todo esto no es más que el fondo de una cita literaria y conmovedora con el lector pero no pretendo sentar cátedra. Yo no soy experto en yihadismo. Mi investigación me ha servido para construir un escenario que fuera creíble y para que el lector conectara con la historia.

M.G.- ¿Y las familias cómo encajan este tipo de sucesos? Creo que la transformación se produce tan paulatinamente, tan poco a poco, que, cuando los padres se quieren dar cuenta, esa transformación está ya consumada.

J.R.L.- Es así. No nos damos cuenta de determinadas realidades hasta que nos han devorado. En un capítulo del libro se dice  que el mal está presente en todos nosotros pero solo nos damos cuenta cuando nos hemos conseguido librar de él o cuando nos ha devorado tanto que pasamos a ser su instrumento. Los padres son los últimos que se enteran de lo que le ocurre a sus hijas.  

M.G.- Debe ser complicado construir personajes como los yihadistas. Quizá los tenemos muy estereotipados. ¿Cómo te has enfrentado a ese proceso?

J.R.L.- En la corta experiencia literaria que tengo, he descubierto que el relato necesita de una implicación emocional del autor. No puedo construir personajes creíbles si no me convierto en ellos. En La maldición de la Casa Grande fui una mujer del siglo XIX y ahora tengo que ser Greta, su padre Julio Noriega, Alicia, Hassani y todos los personajes que pululan por una novela que es bastante compleja en ese sentido. 

Como me interesa el mal como elemento de nuestra propia condición, he intentado hacer un trabajo actoral y literario para meterme en la piel de los terroristas. He tratado de saber qué piensan, qué sienten, qué es lo que hace que personas normales tomen este fruto del mal que crece en determinados ambientes y se conviertan en parte de él. 

M.G.- Pero fácil no habrá sido. Es como borrar de un plumazo todo lo que uno es para adoptar una personalidad totalmente opuesta a la nuestra.

J.R.L.- En el trabajo de documentación he tenido acceso a papeles en los que hay declaraciones de terroristas y también he tenido acceso a un manual que utilizan los yihadistas para sobrevivir en occidente. Es algo que manejan algunos servicios de información. Es muy interesante lo que hacen, lo que piensan. Por otro lado, también he leído entrevistas con terroristas que lo fueron, con exterroristas. Son los que te permiten saber qué visión tenían. 

M.G.- Juan Ramón, hay algo en lo que he caído leyendo la novela. Siempre he pensado en las chicas y en sus familias pero jamás se me ha ocurrido pensar en que las familias de los yihadistas. Nunca me he planteado que estas familias también pueden sufrir.

J.R.L.- La decisión de una chica o un chico occidental de unirse a la lucha islámica, particularmente cuando además no proceden de cultura islámica es devastadora. Ahí es donde empecé a encontrar los cimientos de la novela, en los trocitos que quedan en la explosión y posterior incendio que se produce en la familia. Es brutal. Las madres y los padres pueden llegar a ser víctimas de un atentado terrorista en el que participan sus hijos. Imagínate lo que tiene que sentir la madre de un yihadista francés cuando se produce el atentado de Bataclán o la serie de crímenes que se producen en Francia. Esa mujer, que ya está destrozada porque su hijo se ha ido a no sabe dónde y a no sabe qué, cuando ve las consecuencias de lo que hace su hijo, debe sentir un dolor inmenso. En muchos casos será una muerte en vida. 

M.G.- Julio, el padre de Greta, va en busca de su hija pero claro, en una situación como esta, también participan los Servicios de Información, la CNI, la Guardia Civil, la Policía. En cuanto se da la voz de alarma, ellos activan un protocolo pero, ¿cómo hacen el rastreo? Creo que no lo tienen muy fácil.

J.R.L.- Tienen monitorizados muchos sectores en los que se sospecha que puede haber yihadistas o captación. Hacen una labor de investigación, de seguimiento, de descarte, y en muchos casos de trabajo sobre el terreno, el más peligroso. Lo que también he querido contar es la enorme dimensión de la renuncia que muchos de ellos hacen precisamente en nombre de un país, de una creencia o en nombre del compromiso profesional que adquieren. La gente de los Servicios de Inteligencia, de la Policía, son personas que renuncian hasta un punto que ni imaginamos.

M.G.- ¿Y qué porcentaje de éxito tienen? ¿Cuántas de estas chicas son recuperadas?

J.R.L.- Muchas más de las que salen. El caso de las españolas, entre 2014 y 2019, hubo como unas treinta chicas captadas pero se debieron de frenar decenas y decenas de captaciones. Una vez que las localizan, o las detienen e o impiden que salgan. Si no fuera por la profesionalidad y la capacidad que tienen todos estos agentes a la hora de anticiparse, tendríamos muchos más problemas y más atentados.

M.G.- En la novela, Greta entra en contacto con la comunidad islámica durante un viaje que hace con sus amigas a Almería pero, como comentas, se valen mucho de Internet y las redes sociales. Las nuevas tecnologías le ha allanado mucho el camino.

J.R.L.- Somos muy vulnerables ante los terroristas pero también ante los ciberdelincuentes. No somos conscientes de cómo de sometidos estamos al poder de corporaciones, de países, de grupos, hasta de marcas, cómo influyen en nuestras vidas. Las redes sociales aparecen como una especie de mensajero del mal. Me turba mucho la frivolidad con la que exponemos nuestra vida a las redes sociales. Y me preocupa mucho también la capacidad que tienen los terroristas, y cualquiera que pueda tener intereses contrarios a los nuestros o muy particulares, para moverse en redes sociales. Y no te hablo solo de la Dark Web. Te hablo de nuestras redes comunes, de las que usamos a diario por las que te puedes encontrar a pederastas, traficantes de todo tipo, o manipulares de conciencias. Lo hacen con muchísima solvencia. 

M.G.- ¿Y de qué armas se valen para captar a las chicas? ¿Qué mensaje les transmiten? No sé, ¿las seducen?, ¿las enamoran?

J.R.L.- El amor forma parte de este ecosistema. Muchas de ellas van enamoradas pero el amor está presente hasta cierto punto. El resto del engaño tiene que ver con unas condiciones que ellos saben explotar muy bien. En las redes sociales nos desnudamos tanto que somos capaces de expresar nuestro estado de ánimo, nuestras frustraciones, nuestra baja autoestima.  Cuando captan personas que están necesitadas de afecto, que se muestran solitarias, cabreadas con su ambiente, o con el sistema, es cuando empiezan a tirar del hilo muy despacio. Venden alternativas, poco a poco, y les van dando a entender que hay un escenario en el que ellas pueden sentirse mucho mejor. Les dibujan un escenario de lucha, de felicidad, de bien común. A partir de ahí pueden empezar a captarla, aunque no siempre lo consiguen.

M.G.- La estructura de la novela está muy pensada. Vas alternando el hilo del padre con el de la hija. Hay también un juego literario. Utilizas los versos de un poema encabezar ciertos capítulos.

J.R.L.- Son los versos de El lobito bueno, y tienen mucho que ver con la novela. El lobito bueno es un poema de José Agustín Goytosolo que Paco Ibáñez musicó en los años 70. Es un relato del mundo al revés. Es un juego que propongo  y que probablemente se entiende al final de la novela. Debajo de los versos de este poema hay una reflexión, un momento de mirada interior del padre. Ha sido complicado ordenar el puzle pero he conseguido que cada fragmento tenga vida propia. Por otra parte, he ido sembrando en el lector una serie de preguntas que tendrán su correspondiente respuesta al final

M.G.- Los personajes se moverán por muchos escenarios. ¿Cómo ha sido ese viaje por España, por Europa,...?

J.R.L.- En algunos casos ha sido un viaje imaginado. He estado en muchos de los lugares que aparecen en la novela pero no en todos. Por ejemplo, no he estado nunca en Mosul ni en Al Raqa. Y aunque he estado en Londres, no conozco la zona de Barbican. La he visto en vídeos, a través de mi compañera Celia Maza, que además da nombre a uno de los personajes. Luego, también he estado en Estambul pero de eso hace mucho tiempo. En definitiva, todo esto forma parte del proceso de documentación, del proceso de construcción de un escenario para hacerlo real y verosímil, para que el lector no se desenganche ni le entren dudas. La duda sobre las intenciones del autor es siempre mu mala para la fidelidad del lector.

M.G.- Por último, has hablado de la documentación, de ese manual, de los sumarios. Has hablado con mucha gente por lo que comentas en Agradecimientos. ¿Quién te ha abierto los ojos? ¿Qué ha sido lo más difícil de documentar?

J.R.L.- Lo más difícil ha sido el ciberespacio, que además es clave en la novela. Cómo se mueven los terroristas, cómo se trabaja en el ciberespacio, cómo se crea una aplicación,... Todo eso ha sido muy complicado. Y estoy satisfecho con el resultado pero sé que podría haber estado mejor.

M.G.- Por ir acabando, no sé si tienes en mente la siguiente.

J.R.L.- Sí tengo unas cuantas propuestas en las que estoy trabajando pero de momento quiero centrarme en esta.

M.G.- Gracias por atenderme Juan Ramón.

J.R.L.- Gracias a ti.

Sinopsis: Ella sabe que puede haber un paraíso en el mismo infierno.

No puede existir uno sin otro.

No es tu dolor el que quiero causar. Eres, como yo, una víctima, pero tu muerte te trasciende a ti, como el hecho de matarte lo hace conmigo. Eres el precio de un crimen que te sobrepasa…

Sin apenas darse cuenta, la joven Greta, aspirante a actriz, se ve envuelta en un terrible secreto que rompe con toda su vida presente y amenaza a su propia familia.

Cuando desaparece, Julio Noriega, su padre, inicia un viaje en paralelo al de ella, que llevará a ambos a un territorio de frontera entre el bien y el mal, la verdad y la mentira. Un universo tan cercano como peligroso y desconocido en el que se entrelazan el dolor y la esperanza. Un mundo al revés lleno de ángeles y demonios.

Desvelará ese secreto aunque tenga que ponerse en manos de asesinos. Aunque tenga que desafiar al hombre tranquilo.

¿A qué serías capaz de renunciar por amor, por una fe, por un país?



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