Fernando J. Múñez publicó La cocinera de Castamar en 2019. Hoy podemos ver su adaptación televisiva, protagonizada por Michelle Jenner, Roberto Enríquez, Hugo Silva, Maxi Iglesias o Fiorella Faltoyano. Para ser la primera novela para adultos del autor madrileño, el alcance ha sido extraordinario. Pero Múñez cambia el tercio. De los fogones al servicio del Ducado de Castamar, el autor se adentra ahora en el siglo XIII, y transporta al lector a una abadía en la zona de Urbión. Los diez escalones nos lleva al Medievo, con un protagonista que se llama Alvar León de Lara, un cardenal de la curia, que vuelve a su abadía reclamado por su antiguo mentor, porque este ha encontrado algo que puede hacer temblar los cimientos del cristianismo. Lo que se encontrará entre aquellas paredes lo descubrirás en la novela.
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Fernando J.M.- Sí, pero es normal. En la serie he participado como coproductor ejecutivo. Mi labor consistió en poner ciertas bases, en que se tuviera en cuenta ciertas cosas que a mí me interesaban y quedaran prefijadas a la hora de rodar. Por ejemplo, quería que el formato fuera panorámico, que los fondos estuvieran muy bien iluminados. Es decir, quería que ciertos aspectos técnicos cumplieran con unos estándares determinados para que la serie, independientemente de los guiones, tuviera una muy buena factura.
Luego, a partir de ahí, cedí el timón a los profesionales que eran los que tenían que dirigir la serie. Siendo honesto, si la hubiera dirigido yo, habría muchas cosas diferentes pero también te digo que otras tantas estarían igual. El lenguaje audiovisual es diferente al literario y aparte, adaptar un libro cuesta muchísimo dinero, hay que saber administrarlo muy bien, y hay que saber qué cosas se pueden hacer y qué no. En ese sentido, entiendo que una parte del resultado está sujeta a la adaptación y otra, al presupuesto. En cualquier caso, el espíritu de la novela está ahí. Pero como siempre digo, no debemos andar con comparaciones entre la novela y la serie. Es mucho mejor disfrutar de cada producto sin entrar en comparaciones.
M.G.- Bueno, aquella novela tenía mucha enjundia y una trama muy interesante, al igual que esta última. ¿Cómo nace la idea de para Los diez escalones?
F.J.M.- Por un lado, te diría que hay un gran homenaje a El nombre de la rosa. Más que nada porque, cuando uno dice Medievo, abadía y crímenes, automáticamente pensamos en Umberto Eco. A mí me impactó mucho la novela pero también lo hizo la película. Mi homenaje no es solo a la historia que se cuenta en el libro, sino también a lo que se cuenta en la película con Sean Connery haciendo de Guillermo de Baskerville y Christian Slater interpretando a Adso de Melk. Me interesaba recoger todo el imaginario de esta obra y tomarlo como punto de partida, para luego crear mi propia historia.
Por otro lado, lo que me empujó a escribir esta novela es viajar. Cuando me siento a escribir puedo viajar a otros tiempos, a otros mundos, a otras costumbres. Me gusta mucho mirar por esa mirilla para asomarme a 1283 y ver cómo era la vida entonces. Creo que el homenaje a Eco y las ganas de viajar han sido los dos pilares de esta novela.
M.G.- Fernando, ¿se puede contar que son Los diez escalones sin destripar la trama?
F.J.M.- No se puede contar mucho. Si decimos qué es exactamente Los diez escalones romperíamos la magia. Te diría que Los diez escalones tiene una parte puramente física y somática. Son un soporte físico que no tiene necesariamente que ser peldaños de una escalera. Por otro lado, ese objeto tiene un componente muy transcendental. Lo importante no es el objeto sino lo que hay en su interior. Es eso lo que transforma las cosas y lo que desencadena la tragedia en la abadía y lo que atrapará a Alvar y a Mario, su coadjutor.
M.G.- Hay una historia de amor también.
F.J.M.- Así es. Cuando a Alvar le dice su maestro que vuelva, él no quiere volver. Se ha criado en esa abadía que abandonó hace veinte años, dejando atrás al amor de su vida. Sabe que si se encuentra de nuevo con Isabel, esas heridas que tanto le costó cerrar, pueden abrirse de nuevo. Alvar tiene mucho miedo a volver a sufrir. Esa historia de amor va a vertebrar gran parte de la historia.
M.G.- Y te he leído decir que esta novela se puede entender como una extensión de la anterior porque tocas temas comunes.
F.J.M.- Sí, digamos que por debajo de toda la narrativa de Alvar, Mario y los crímenes me gusta tratar ciertos temas que ya se veían en Castamar como por ejemplo el machismo, a través de don Sancho, el marido de Isabel, o el clasismo. Aquí me centro en la intolerancia, en general, y en los malos tratos.
M.G.- La intolerancia y los malos tratos están a la orden del día. A lo que se le puede unir el fanatismo religioso.
F.J.M.- Es que somos herederos de aquellos mundos. El profesor Emilio Lledó siempre decía que somos historia, que hace falta mirar hacia atrás para entender por qué están ocurriendo ciertas cosas que ocurren ahora. El ser humano no deja de estar en esa batalla de ideas, contra los prejuicios, contra los dogmas inamovibles, esas ideas totalitarias que, al final, cuando se adueñan de la razón como parásitos terminan por generar graves conflictos en la sociedad. No solo basta con hacer literatura, también hay que inducir a la reflexión.
M.G.- Los diez escalones es un thriller porque hay suspense pero también hay mucha recreación histórica, al menos en lo referente a la vida monacal.
F.J.M.- Cuando dices que hay thriller, te diría que sí, pero me interesa que mis novelas no sean fácilmente clasificables. De cara al mercado se puede hablar de thriller medieval, pero en esta novela hay mucho más. Ya pasaba en Castamar. Por ejemplo, tenemos esa historia de amor pasional entre Alvar e Isabel, mucho menos amable que la de Castamar. Y este libro también tiene mucho de las novelas detectivescas al estilo de Sherlock Holmes y Watson o Agatha Christie.
M.G.- Has comentado que te gusta viajar en el tiempo cuando te sientas a escribir. Aquí has tenido que viajar muy atrás. ¿Cómo ha sido la labor de documentación? A mí es que me interesa mucho la vida dentro de estas abadías porque los monjes... Bueno, no todos eran tan estupendos. Tenían sus cosas.
F.J.M.- (Risas) Como en todas las comunidades, supongo que tendrían sus dimes y diretes. Cuando nos documentamos de una época, no dejamos de ser un intérprete. La vida dentro de los monasterios y las abadías era muy monótona. Debió de ser una vida muy anclada al rezo y al trabajo, muy lenta.
M.G.- Hay que reconocer que la cubierta del libro es muy atractiva, con ese monje encapuchado al que no se le ve el rostro.
F.J.M.- Estoy muy contento con la portada. Refleja muy bien la promesa que hay en el interior, ese viaje a los enigmas del Medievo.
M.G.- Pues estamos hablando en todo momento de los dos personajes principales, Alvar y Mario. ¿Cómo son? ¿Qué tipo de relación tienen? ¿En qué se parecen a los personajes de Eco?
F.J.M.- Alvar, al igual que Guillermo de Baskerville, ama los libros. Pero hay una gran diferencia entre ellos. Alvar es un cardenal de la curia y eso implica que tiene mando en plaza. Aun así, cuando llega a la abadía de Urbión se encuentra con lo que se narra en la novela. Me interesaba mostrar un contraste. Además, Alvar es un hombre que huye hacia el sacerdocio, después de que ocurra algo con Isabel.
En el caso de Mario, que no deja de ser el correlato de Adso de Melk, pasa más o menos lo mismo. Ambos comparten la ingenuidad, la bondad, pero la abadía se va a transformar en otra cosa y va a tener que enfrentarse a la perversión de los hombres crueles. De todos modos, hay diferencia de edad entre ambos.
M.G.- No podemos dejar de lado a Isabel, ese personaje femenino de la novela. Es una mujer que vive una situación muy complicada y compleja.
F.J.M.- Isabel es la heroína de esta historia. Se siente abandonada por todos. Por Alvar, por lo que ocurrió en el pasado. Por su padre, porque la obligó a casarse con don Sancho, un maltratador salvaje. Y también se siente abandonada por la propia Iglesia y la sociedad en su conjunto porque, desde que se casó con don Sancho, no ha dejado de sufrir. Su marido la veja, la maltrata, le miente y eso ha minado todo su valor. Sin embargo, en algún momento, Isabel se va a recomponer. Ella va a encontrar la fuerza para poder salir por sí misma de ese círculo de violencia. En este sentido, Isabel es una heroína extraordinaria porque, a las mujeres de hoy en día les cuesta mucho salir de un ciclo de violencia. Ella cuenta con la ventaja de no estar enamorada de su marido. Debe ser horrible para una mujer enamorarse de un hombre que luego resulta ser un maltratador. A Isabel, su marido le dice que puede irse, huir a donde quiera, pero que no olvide nunca que vaya donde vaya, él será su dueño. Pese a todo eso, Isabel tiene el coraje de levantarse y decir basta.
M.G.- Don Sancho, maltratador y despiadado, anda muy preocupado porque quiere que, a su muerte, lo entierren en lugar sagrado.
F.J.M.- Sí, sí,... Me gustaba el triángulo que se formaba entre Alvar, Isabel y Sancho. Con respecto a este último, no quería dejar a medias el tema del maltrato o tratarlo de manera edulcorada. Y más en el Medievo donde, si un hombre maltrataba a una mujer siendo su esposa, nadie levantaba una mano. Sancho es en el Medievo lo que hoy son otros hombres. Quería dejar constancia de que ese tipo de personas existían, aunque en aquellos tiempos había otros parámetros. Por eso ese triángulo del que te hablo es tan importante.
Por otra parte, Sancho no deja de ser un hombre dominado por sus propios miedos, que le han inculcado o que vienen de su pasado. Sus miedos no justifican su comportamiento pero al menos sí explican muchas cosas del personaje. Este tipo de personaje es el que me da pie para hablar de la intolerancia, de cómo los prejuicios anidan en los seres humanos y al final, la gente se agarra a una bandera para defender cualquier cosa. Hoy en día pasa igual.
M.G.- En las páginas del final encontramos un glosario. Es algo que me gusta encontrar como lectora, en según qué novelas.
F.J.M.- En principio, me gusta que la propia narrativa de la novela desvele las cosas, las auto-explique, sin embargo, he querido incluirlo en esta ocasión porque sé que en algún momento, alguien podrá decir que uso palabras desconocidas y no es eso. Me interesa utilizar palabras que aludan a la época y al lugar en el que estamos. Por ejemplo, si estamos en la abadía hay que usar términos como refectorio o sala capitular. Podía decir la sala de reuniones de la comunidad pero para qué si ya existe el término sala capitular. Creo que es importante recoger ciertos términos porque, de otro modo, iremos perdiendo todo ese vocabulario.
M.G.- Para terminar, sé que tú has hecho infantil y juvenil, aunque estas dos últimas novelas son de adulto. ¿Hay intención de volver a los más pequeños?
F.J.M.- No se trata de volver porque no lo he dejado nunca de lado. Siempre me ha gustado escribir para lectores de diez años para arriba. Para los más pequeños me cuesta más y creo que hay que tener ciertas cualidades.
M.G.- Fernando, gracias por concederme parte de tu tiempo. Ha sido un placer.
F.J.M.- Gracias a ti.
Sinopsis: En una época en la que se confundía a Dios con el Diablo, y donde el amor se enjaulaba bajo las leyes de los hombres, diez escalones podían mostrar la diferencia.
Reino de Castilla, 1283 d. C. Alvar León de Lara, cardenal de la curia, vuelve a petición de su antiguo mentor a la abadía que fue su hogar, que abandonó veinte años atrás con el alma rota por un amor imposible. Su maestro desea revelarle algo que cambiará el curso de la cristiandad.
Sin embargo, la llegada de Alvar desencadenará la tragedia: enigmas tras puertas ocultas, crímenes inexplicables, símbolos que conducen a pistas y pistas que conducen a trampas. Un descenso vertiginoso que le enfrentará a la mujer que desgarró su corazón, a la intransigencia de los cobardes, a la lucha por mantenerse entre los vivos y, finalmente, a los Diez Escalones.