Hace unas semanas, Edmundo Paz Soldán, boliviano y profesor universitario en Estados Unidos, visitó Sevilla para promocionar su nuevo libro de cuentos, La vía del futuro, editado por Páginas de Espuma. En un total de ocho cuentos, Paz Soldán explora los confines de la ciencia ficción, en el marco de unas historias que tratan de mostrar nuestra realidad de hoy día y cómo, sin que seamos totalmente conscientes, mantenemos peculiares relaciones con las nuevas tecnologías, las máquinas, los algoritmos,... Es decir, con todo aquello que, hace muchas décadas, se podía catalogar como, precisamente, ciencia ficción. Hablamos con el autor de este volumen.
Edmundo P.- Igualmente y gracias.
M.G.- Me quedan solo tres cuentos para terminar tu libro pero, en primer lugar, observo que has escrito muchísimo y en distintos géneros. No sé si eres un autor inquieto, prolífico,...
E.P.- Empecé a escribir muy temprano porque para mí la Literatura es una mirada, y siempre me ha interesado procesar la realidad a través de la escritura. No sé si soy prolífico o no pero procuro estar siempre con algún proyecto entre manos.
M.G.- Muy activo literariamente...
E.P.- Sí, con nuevos desafíos y buscando la manera de no repetirme.
M.G.- La vía del futuro es un volumen de cuentos que gira alrededor de la ciencia ficción. No es un género que acostumbre a leer, pero siempre está bien probar cosas nuevas. De todos modos, veo que es un género que tú ya has abordado en otros libros previos.
E.P.- Sí, pero la ciencia ficción tiene subgéneros. Escribí otro libro de cuentos (Las visiones, Páginas de Espuma - 2016) y una novela (Iris, Alfaguara - 2014) en los que, a través de la ciencia ficción, construía un universo diferente, con sus propias reglas, con su propio lenguaje. Pero la ciencia ficción de este libro es distinta, intenta evocar una mirada sobre nuestro entorno, sobre nuestro presente, o sobre un futuro cercano.
M.G.- ¿Qué te atrae de la ciencia ficción?
E.P.- Me parece que es un género ideal para el momento que estamos viviendo. La ciencia ficción tiene una larga tradición en trabajar la relación del ser humano con las máquinas, aunque siempre ha estado proyectado hacia un futuro muy lejano. Pero ahora que vivimos en un mundo en el que estamos constantemente en relación intensa con las máquinas, incluso afectiva, la ciencia ficción ofrece varias estrategias narrativas muy interesantes. La inteligencia artificial y los algoritmos están tan presentes en nuestra vida cotidiana que se han vuelto prácticamente invisibles.
M.G.- Has mencionado la palabra «algoritmo», que se ha convertido hoy día casi en la Biblia. Por redes sociales hay mucha gente que se queja de lo que los algoritmos muestran o no.
E.P.- El algoritmo decide lo que vemos y lo que no, qué noticias son importantes para nosotros y cuáles no. Ahora mismo hay un debate sobre Facebook, si hicieron cambios en el algoritmo para darle prioridad a noticias negativas, que nos provoquen indignación. Se dieron cuenta que la indignación es el motor de nuestras acciones. Las redes sociales son una parte importante de esa sopa de negatividad en la que vivimos.
M.G.- En el fondo, todo es manipulación.
E.P.- Exactamente. Y estos cuentos lo que pretenden es mostrar esa relación tan afectiva e intensa que tenemos con la máquina, el algoritmo, la inteligencia artificial. No podemos ni caminar cinco calles sin ver en el gps cuál es el mejor camino. Y aunque tenemos la idea de que la máquina, el móvil, el ordenador están ahí fuera, alejados de nosotros, en realidad están trabajando dentro de nuestra cabeza.
Hay una frase de Nietzsche que me gusta recordar. El decía que nuestras máquinas de trabajo están trabajando en nuestra cabeza. Es decir, mientras que nosotros programamos los ordenadores, los ordenadores nos programan a nosotros.
M.G.- El volumen cuenta con ocho cuentos. ¿Fueron surgiendo con el tiempo o te sentaste expresamente a escribir historias con esta temática?
E.P.- Leí un reportaje sobre un emprendedor técnico-científico que trabajaba en una compañía de coches autónomos, en Silicon Valley, y que fundó una iglesia consagrada a la inteligencia artificial (puedes leer un artículo aquí). Me pareció algo descabellado pero, días después, caminando por el campus de la universidad en la que trabajo, pasé junto a un edificio de informática y, a través de las ventanas, vi a los estudiantes frente a las computadoras, como agachados, como si estuvieran en una iglesia hincados de rodillas frente al dios de los ordenadores. Ahí fue cuando pensé que efectivamente ya estábamos adorando a las máquinas y fue así como se me ocurrió el primer cuento del libro. A partir de ahí empecé a estirar del hilo. Así que hay como una mezcla, entre el nacimiento natural del primer cuento y luego, una vez que vi el potencial, la intención de buscar diferentes situaciones que mostraran el mundo en el que vivimos hoy.
M.G.- Esa noticia es la que da pie al primer cuento, La vía del futuro que, a su vez, da título al volumen. Es un cuento muy coral, en el que se narra la fundación de una iglesia dedicada al culto de la inteligencia artificial, con su propio credo, sus profetas. Es un cuento en el que se habla de que las máquinas tienen sentimientos. Esta concepción viene de muy atrás. Quiero decir, esa idea ya figura en los textos de los grandes nombres de la ciencia ficción.
E.P.- En ciencia ficción siempre se ha tratado ese momento en el que las máquinas van a adquirir autonomía y van a dominar el mundo. De hecho, hay científicos que ponen fecha a ese momento y creen que eso ocurrirá para el año 2050. Pero a mí no me interesa tanto ese momento como los pequeños pasos que uno da, a partir de pequeñas cosas, para ir cediendo autonomía y poder a la máquina. Al final, vamos desarrollando relaciones de dependencia con la tecnología. Antes memorizábamos números de teléfono o los anotábamos. Hoy día, esa información está dentro de nuestro móvil. Si no tenemos el móvil a mano, no sabemos los números de teléfono de nuestros amigos o familiares.
Por otro lado, también tenemos una relación más afectiva, e incluso espiritual, con las máquinas. Todo esto es lo que me interesa realmente, más que la gran rebelión.
M.G.- En este cuento intervienen varios personajes. No sé exactamente cómo lo has querido enfocar pero yo lo interpreto como si se estuvieran sometiendo a un interrogatorio.
E.P.- Para mí, el desafío era manejar bien la información, tratar de incorporarla de forma disimulada, porque cuando leo un cuento me gusta aprender a través de la misma acción de los personajes. En este caso concreto, pensé que el mejor formato era presentar la historia como una investigación periodística. De este modo, podía facilitar al lector bloques de información sobre la construcción de la iglesia.
M.G.- Edmundo utilizas estos cuentos para hablar de otros temas, más allá de las máquinas y la inteligencia artificial. Por ejemplo, en El Señor de la Palma profundizas en las condiciones laborales. En ese cuento presentas a un empresario virtual -don Waltiño-, creador de una moneda también virtual.
E.P.- Don Waltiño es un Zuckerberg en versión local. Un empresario charlatán que solo piensa en su fortuna. En realidad, está explotando a sus trabajadores, solo que muestra ese rostro amable del capitalismo. Con su sonrisa alienta a sus trabajadores, para que aspiren en convertirse en alguien como él si siguen ese camino del emprendedurismo que él les marca.
En este cuento me interesaba ver cómo el capitalismo es capaz de reinventarse y crear nuevas formas de explotación a partir del uso de las nuevas tecnologías. Así, el empleador ni siquiera necesita estar cerca de sus empleados. Basta con ser un holograma. Y tampoco necesita pagarles en efectivo, sino a través de bitcoins o bitlletes, como es el caso del cuento. Todo se vuelve muy inmaterial, y ni siquiera te queda la posibilidad de rebelarte contra el empresario porque realmente no lo ves, es solo un holograma.
M.G.- Hay otros cuentos que hablan de ovnis, esos objetos voladores a los que estamos más «acostumbrados», frente a otros avances en ciencia ficción como los androides de compañía. Ese cuento en concreto, titulado La muñeca japonesa, me pareció terrorífico.
E.P.- La idea era mostrar la violencia de género desde un ángulo diferente. Me interesaban dos cuestiones. Por un lado, la ética que debe existir en la relación hombre-máquina. Por otro, la forma en que programamos tales máquinas porque es un camino de ida y vuelta. En países como Japón y Estados Unidos, la tecnología de los robots de compañía está muy avanzada, y esa relación entre robot y hombre es una especie de laboratorio que muestra igualmente cómo te relacionas también con otros humanos.
M.G.- Es un tema serio pero hay que decir que a estos cuentos no les falta el humor, aunque muy negro.
E.P.- Sí, aunque no soy bueno para la sátira porque no me gusta burlarme de ciertos temas. Estos personajes tienen un punto vulnerable. Incluso alguno de ellos está basado en personas que he conocido realmente. Son personajes entrañables pero que también tienen su lado cómico. Los cuentos tratan de encontrar ese equilibrio entre lo cómico y lo trágico de los personajes, como ese importador de androides en La muñeca japonesa. Es un hombre abusivo, aunque simpático. El desafío para mí como escritor era construir un personaje que tiene s¡un lado amable y otro más perverso.
M.G.- Hay otro cuento inquietante, Las calaveras, ¿Cómo se te ocurre?
E.P.- Ese es el cuento más personal. Durante mi luna de miel, mi mujer quería hacer submarinismo pero para ello, había que tomar unas clases previas. Yo no aprendí a coordinar ni a mover los pies como que decía el instructor. Y él, medio en broma, me dijo una frase que me impactó. Me comentó que si no aprendía, mi mujer me iba a dejar. Bueno, aquello pasó y, por suerte, hoy estoy muy bien en mi relación. Sin embargo, cuando pensé en este cuento, me planteé una historia sobre la ansiedad en la pareja, con un hombre muy inseguro, que no se siente a la altura de lo que su pareja espera de él. Es un cuento con un lado gótico, que habla de profundidades, de meterse en un agujero negro, allá en el fondo de la tierra, pero en realidad es un cuento de pareja, trabajado a partir de un paisaje bastante gótico.
M.G.- Entonces, ¿vas construyendo los cuentos a partir de chispazos de tu realidad?
E.P.- Exactamente. Y a partir de esos chispazos lo exagero todo. Utilizo experiencias personales que me ayudan a crear a los personajes.
M.G.- Edmundo, ¿tú crees que la ciencia ficción es un género en el que los lectores nos hemos interesado de manera irregular? ¿Es un género que ha pasado por altibajos?
E.P.- La ciencia ficción siempre ha tenido un grupo de fanáticos, muy frikis, pero el lector medio ha esperado que una novela de ciencia ficción se convierta en un clásico, hasta el punto de que ya ni siquiera se la etiquete como de ciencia ficción, para acercarse a ella. Creo que en los últimos diez o quince años, con el furor de la ciencia ficción en el cine y en la televisión, se ha producido un mayor interés por la literatura de género. La ciencia ficción es un gran instrumento para acercarnos a las disfunciones de nuestro tiempo. Es un buen género para narrar este presente tan lleno de contradicciones.
M.G.- La publicación de este libro ha coincidido con la publicación de otra novela tuya, titulada, Allá afuera hay monstruos. ¿Estoy en lo cierto?
E.P.- Sí, salió en Chile, Bolivia y Ecuador, a principios de año. Es una novela pandémica, que tiene que ver con un levantamiento político, el de una provincia que se siente olvidada por el gobierno central, que no se preocupa por la salud de sus ciudadanos sino únicamente por las cuestiones económicas. Es una novela política.
M.G.- De acuerdo. Pues, Edmundo, muchas gracias por venir a Sevilla y atenderme.
E.P.- Gracias a ti.