Nacionalidad: España
Director: Fernando León de Aranoa
Reparto: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Yaël Belicha, Martín Páez, Daniel Chamorro, María de Nati, Mara Guil, Pilar Matas
Género: Comedia
Sinopsis: Julio Blanco, el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales en una ciudad española de provincias, espera la inminente visita de una comisión que decidirá la obtención de un premio local a la excelencia empresarial. Todo tiene que estar perfecto para la visita. Sin embargo, todo parece conspirar contra él. Trabajando a contrarreloj, Blanco intenta resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables, y dando lugar a una inesperada y explosiva sucesión de acontecimientos de imprevisibles consecuencias.
Arranco las reseñas de este 2022 con una película de la que tenía muchas ganas de hablaros. Antes que nada, tengo que confesar (o re-confesar, porque seguro que lo he dicho más de una vez) que no me gusta Javier Bardem. En realidad, no me gustan los Bardem. Así, en general. Ni la fallecida matriarca (Pilar), ni el hijo mayor (Carlos) -al menos en lo cinematográfico, porque en lo literario no lo he catado-, ni el pequeño Javier. Jamás he podido conectar con ninguno de ellos. No obstante, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. En esta película, Javier Bardem brilla intensamente. Lo hace todo el reparto, desde el primero hasta el último.
El buen patrón nos mete en las entrañas de una fábrica de básculas. Se trata de una empresa familiar, de las que pasan de padres a hijos, cuyo actual director es Julio Blanco (Javier Bardem). No parece una empresa de gran envergadura, en la que los empleados son simples números o nombres. No. En Básculas Blanco son una gran familia. Al menos, así lo ve Julio, un hombre justo, ecuánime, tolerante y con gran capacidad de empatía. Para Julio, sus empleados son como sus hijos y, por tanto, hace suyos los problemas que aquellos puedan tener, tratando de ayudarles en todo lo posible.
La empresa, que ya ha recibido numerosos galardones, está a punto de conseguir uno más. Básculas Blanco es finalista al premio a la excelencia que convoca el gobierno local y andan a la espera de recibir la visita de la comisión evaluadora del premio. Todo tiene que estar impecable. Todo tiene que funcionar a la perfección. Y, por supuesto, la plantilla debe exudar felicidad por todos los poros de su piel, y mostrar una gran sonrisa. Pero la obtención del premio peligra. Julio tiene que enfrentarse a unos cuantos frentes que pueden echar por tierra sus planes. Por un lado, tenemos a José (Óscar de la Fuente), un empleado que se ha visto afectado por un ERE y ha sido despedido. Por otro, Miralles (Manolo Sollo), -uno de los brazos ejecutores de Julio-, pasa por un momento personal complicado. Tiene un lío de narices y no está centrado en el trabajo. Cada dos por tres mete la pata pero bueno, hay que comprenderlo. A todo ello, hay que unir la presencia de una becaria que, si parece tonta, no lo es en absoluto. Pero tranquilidad, Julio es el dueño de una fábrica de básculas. Aquí el equilibrio es fundamental y él tratará de manejar todos los problemas con calma. Y si la cosa no funciona, no problem. La trampa consiste en trucar la balanza para que la medida sea exacta.
¿Qué me ha gustado de esta película?
Grosso modo, me ha gustado en toda su amplitud. No creo que sea una película memorable pero tiene algo, no sabría muy bien decir el qué, -el ritmo narrativo, la personalidad del personaje,... - que consiguen que el espectador se mantenga atento a la historia. Por resumirlo de algún modo, diría que una de las cuestiones que más me ha gustado de la película es su evolución. Es decir, la narración va conduciendo al espectador por un camino de paso tranquilo. La trama parte de una situación idílica, el paraíso de todo contexto laboral, la idea de familia que se instaura en la empresa, la fidelidad como valor en alza, el «si tú estás bien, yo estoy bien y, por tanto, la empresa funciona». Pero nosotros, los espectadores, intuimos desde el primer momento que toda esa puesta en escena no es más que una utopía. Aquí hay gato encerrado y de los gordos. Tendremos esta sospecha desde las primeras escenas cuando, en una hipotética fiesta de despedida, tres jóvenes dejan la empresa para seguir su camino en otro lugar. Las palabras de Julio Blanco conmueven. Están llenas de buenos deseos y grandes esperanzas. Es el padre que ve partir al hijo en busca de su propio futuro. ¿Todo es tan de color de rosa? Obviamente, no. De otro modo, no tendríamos drama, y si no hay drama, no hay película.
Personajes e interpretaciones
Me han gustado varios. El personaje de Julio Blanco es magnífico. Definitivamente podría representar al jefe perfecto. Un tipo que antepone sus trabajadores a los beneficios de la empresa, que trata a sus empleados con absoluta consideración, que se involucra en sus vidas, tratando de ayudarlos en cualquier situación. Julio no tiene hijos porque sus hijos son sus trabajadores, a los que protege y ampara. Pero insisto, todos sabemos que la perfección no existe. Julio Blanco es un personaje con claroscuros y su verdadera naturaleza terminará por emerger desde lo más profundo de su ser. Ese es el momento que el espectador estará esperando con anhelo.
Y decía antes que Javier Bardem brilla. Se mete al espectador en el bolsillo y aunque sepamos que no es oro todo lo que reluce, el tipo cae bien. Con su carisma, su don de gentes, su labia,... sabe llevarnos a su terreno. A nosotros y a todos los que se le pongan por delante. Bajo mi punto de vista, el actor ata en corto a su personaje. Sabe lo que bulle en su interior pero calma, mucha tranquilidad, mucho equilibrio porque él de eso sabe muchísimo. Lo que ocurre es que resulta del todo imposible mantenerse sobre la tensa cuerda durante mucho tiempo y ¡boom! A Bardem, al que hemos visto con un gesto de aplomo, sereno, contenido, le cambiará el rostro. Se permitirá un momento de descontrol. Es un desahogo antes de volver a jugar sus cartas. Eso sí, en ocasiones, hombres como él, poderosos, con contactos y muy influyentes, a los que otros hombres de poder le deben favores, encuentran la horma de su zapato. Ahí lo dejo.
En cuestión de interpretación no podía dejar atrás a Manolo Sollo. Para mí es un personaje camaleónico, un actor que se adapta perfectamente a las peculiaridades de su personaje. En El buen patrón tiene escenas memorables, de esas que conmueven, pero a la vez provocan risa. Él, junto a Fernando Albizu, que interpreta al vigilante jurado de la empresa, aportarán la parte más cómica, y también más tierna a esta historia que, aunque parece sencilla, esconde mucho.
Me fijo ahora en el papel de la esposa de Julio. Adela (Sonia Almacha) juega el papel estereotipado de la compañera perfecta.¿Sabéis de esas mujeres, casadas con hombres ricos que, aunque no tienen necesidad, se buscan una ocupación? No se trata de sentirse útil, de realizarse, de aportar algo a la sociedad. Simplemente es una cuestión de ocupar horas y, por tanto, lo mismo da que sea un establecimiento u otro. Es un mero entretenimiento, un negocio que Julio le monta a su mujer, una tienda de ropa en cuyo interior, curiosamente, jamás veremos ni un solo cliente, y eso que la tienda sale con frecuencia en la película. Bueno, miento, sí entra una cliente pero la menos indicada, ¿quizá? El negocio tiene tan poca importancia que la caja registradora parece más un objeto de decoración al que se le presta poca atención y al que se mira con escaso interés.
Celso Bugallo tiene un papel breve pero qué actor más espléndido. Encarnará a Fortuna (un nombre no elegido al azar) en el papel de hombre para todo. Probablemente él sea el mejor exponente de esa fidelidad de la que Julio habla en sus discursos, -una fidelidad mal entendida, claro-, y seguramente también sea el hombre que mejor conoce a su patrón. Es un hombre sin futuro, un hombre que no tiene otro lugar, por eso estará para las duras y las maduras, aunque las cartas le vengan tan mal dadas.
¿Qué no me ha gustado de la película?
Un par de cosas. La primera, la vocalización de Javier Bardem. En ocasiones me ha costado entender lo que decía. O yo no oigo bien o este hombre habla como si tuviera la boca llena. La sala de cine estaba en absoluto silencio y de vez en cuando se escuchaba un ¿qué? (alguien preguntaba a su acompañante por lo que el actor acababa de decir).
Y dos. La historia tiene una pequeña-mediana laguna. Al menos, a mí me lo parece porque no se explica cómo se forja una relación personal entre dos personas que, de un modo u otro, están vinculadas a Básculas Blanco. Y no es una relación cualquiera, sino una que tiene peso.
¿Comedia o drama?
Ambas. Hay escenas divertidas, sí, pero no es una película de humor. No es desternillante, ni hilarante. Viendo El buen patrón te vas a sonreír (o reír si eres de risa fácil) pero en esta película predomina el suspense, con un aporte dramático que equilibra la trama.
El tempo
La forma de narrar la historia es un acierto. La acción se iniciará un domingo, cuando Julio está plácidamente en su magnífica y carísima casa con piscina, disfrutando de un desayuno junto a su esposa mientras alguien (ya sabremos quién) se dedica a arreglar la depuradora de la piscina. En domingo. Los días irán pasando y la situación se irá complicando cada vez más. Cada día será peor que el anterior aunque Julio, en esa fingida imagen de tranquilidad y control, tratará de mantener el tipo. La tensión irá subiendo y con ella nuestro interés por ver cuándo explotará la bomba que se lleve a todos por delante. Cada uno de los días a lo largo de los cuales se van desarrollando los hechos es como una gota malaya que va horadando el ánimo de Julio.
El desenlace
El final me ha gustado bastante. Cuando pensamos que la cosa no podía salir de otro modo, teniendo en cuenta la situación de poder de Julio, los hechos giran en otra dirección. En este caso, no es más sabio el diablo por viejo que por diablo. A eso se añade una escena final que cuenta más por el silencio sostenido que por las palabras que cruzan los personajes que la interpretan. Ahí lo dejo.
De la mano de Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol, 2002), volviendo a posar su mirada en el mundo laboral, con una banda sonora que para mí tiene toques operísticos, interesante e intensa por momentos, un guion inteligente y una interpretación soberbia, El buen patrón nos habla de las relaciones de poder, la falta de escrúpulos, la hipocresía y la manipulación en el contexto laboral, y también en el que contexto social, si extrapolamos un tanto la historia.
De cara a los Goya, cuya gala tendrá lugar el próximo 12 de febrero, parte con veinte nominaciones, entre ellas, los premios gordos: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor Protagonista (Javier Bardem), Mejor Actor de Reparto (Celso Bugallo y Manolo Sollo), Mejor Actriz de Reparto (Sonia Almarcha), Mejor Actriz Revelación (Almudena Amor), Mejor Guión Original,...
En definitiva, El buen patrón es aparentemente una historia sencilla, mundana, el relato de un jefe que se porta bien con sus trabajadores, pero no quedará ahí la cosa. A lo largo de todo el metraje la línea narrativa será horizontal e irá en ascenso, lenta pero segura, poco a poco, a fuego medio, pero más y más arriba, manteniendo en todo momento el interés del espectador que sabe que no todo es de color de rosa, que aquí hay algo más, algo que está a punto de ocurrir. Y ocurre. Como dije al principio, no será de esas películas que recordaré para siempre. Sin embargo, sí será de esas que no me importará volver a ver.
Tráiler: