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MONTSERRAT IGLESIAS: ❝He intentando dar voz a personas que nunca han sido escuchadas❞

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Montserrat Iglesias es profesora de Lengua y Literatura en Secundaria. Desde siempre le gustó leer mucho. Y escribir. Lo hizo de pequeña y adolescente pero a los 16 años tiró la toalla. No podía con la ficción. Su vida siguió adelante mientras en su interior no dejaba de bullir una historia, un relato familiar que hablaba de hombres y mujeres que tuvieron que abandonar su pueblo natal, en el que estaban sus raíces, en favor del progreso. Fueron los años de los embalses, de las construcciones de reservas de agua, repartidas por lo ancho de la geografía española. Pero para favorecer a la generalidad había que sacrificar la particularidad. Es lo que le ocurrió a la familia de Montserrat Iglesias, a sus abuelos, vecinos de Linares del Arroyo (Segovia),localidad que quedó sepultada bajo las aguas en 1951. Fue este uno de los aproximadamente quinientos pueblos españoles que fueron anegados y abandonados. Hoy día, cuando la canícula aprieta y la lluvia anual ha sido escasa, los restos de estos pueblos vuelven a ser visibles como fantasmas del pasado. Enfangados quedaron las viviendas, la escuela, el ayuntamiento, la iglesia, las plazas y las tiendas. También el cementerio y sus muertos.

La historia personal de sus abuelos es la que ha inspirado a Montserrat Iglesias para escribir La marca del agua. Pero solo es inspiración porque la novela es absolutamente ficción. Marcos, su protagonista, tiene que abandonar su pueblo -Hontanar- y mudarse a ese otro emplazamiento donde él y el resto de vecinos tendrá que iniciar una nueva vida. No camina solo. Con él lleva el cadáver de su hermana Sara, una joven con grandes sueños que ha decidido poner fin a su vida. Con el cuerpo inerte de la joven y lo poco que ha salvado de su casa, Marcos emprende un camino que también será un sendero de reflexión y recuerdos.

Hablamos con Montserrat Iglesias justo antes de las Navidades. 


[Fuente: web editorial]
Marisa G.- Montserrat, sé que has sido alumna de un máster de escritura creativa, en el que te inscribirte después de llevar muchos, muchísimos años sin escribir nada. Imagino que quisiste darte la última oportunidad. ¿Puede ser así?

Montserrat I.- En realidad, lo que quise fue cambiar mi vida. Debe ser por la crisis de los 40. Dejé de escribir ficción a los 16 años, aunque durante todo ese tiempo he escrito otras cosas. Soy profesora de Lengua y Literatura, y siempre he leído y he escrito mucho sobre literatura, pero nada de ficción.

A los 40 años pensé que mi vida tenía que cambiar. No sabía cómo hacerlo pero, de manera absolutamente casual, vi un máster sobre escritura creativa en Internet y me apunté. Fue de un día para otro. Soy una persona muy cuadriculada pero en ese momento reaccioné de forma totalmente impulsiva. Creo que fue de las mejores decisiones de mi vida.

Cuando llegué al máster me pregunté qué había hecho porque allí me encontré con gente con mucho bagaje, con muchos talleres y cursos, e incluso con cosas publicadas. Pero ya que estaba allí me propuse sacar esta historia que me rondaba desde la infancia, la que tenía en las entrañas.

M.G.- La marca del agua es tu novela más larga pero he leído que tienes una más breve y anterior.

M.I.- Sí, El terraplén. Yo pasé de 0 palabras de ficción a 263.000. Tengo cuentos que son todos malísimos. También esta novela corta, que igualmente tiene que ver con lo biográfico, pero enfocada en la infancia. Pero El terraplén me sirvió más para crear músculo.

M.G.- Y esta marca del agua, en la que ahora profundizaremos, fue tu trabajo fin de máster. Pero, ¿cómo se construyó la novela? ¿Te dejan sola para contar la historia o te fueron guiando?

M.I.- Ni una cosa ni la otra. Durante los dos años del máster hay que cursar una serie de asignaturas y luego tienes que entregar, como parte de la nota, un proyecto, que puede ser un libro de cuentos o una novela. Preferentemente, una novela. En una de las asignaturas que se cursan te van haciendo un seguimiento del proyecto final pero, en el fondo, estás tú sola. Muchos de los comentarios que me hacían en clase no me servían de mucho. En clase leía algún fragmento pero era algo muy descontextualizado. Era como abrir un libro y ponerte a leer por cualquier página. Aquellas lecturas me sirvieron para escucharme, para verbalizar lo que había escrito, pero la escritura es siempre muy solitaria.

M.G.- ¿Qué historia van a encontrar los lectores en La marca del agua?

M.I.- En lo temático, es la historia de una familia que se ve obligada a dejar un lugar para trasladarse a otro. Es una historia de desarraigo. Pero también es una historia de amor fraternal. En cuanto a la estructura, he intentado escribir lo que me gusta leer. La novela tiene un argumento sólido, bien estructurada, con unos personajes bien desarrollados, y un lenguaje que he intentado cuidar al máximo. También posee un tempo narrativo prosódico y pausado.

M.G.- Pero es una historia que está vinculada con tu pasado familiar.

M.I.- Sí. Mis abuelos, mi padre y mi tío tuvieron que dejar su pueblo y fueron trasplantados al pueblo de La Vid (Burgos), un pueblo de colonización que se construyó, primero como un proyecto de modernización del campo español, pero también para realojar a parte de la población que se quedaban sin casas, debido a la construcción de los pantanos. 

Desde la infancia se me grabó a fuego un sentimiento de nostalgia, que ha sido precisamente el chispazo para la historia.

M.G.- A mí siempre me han llamado la atención esos pueblos sepultados bajo las aguas, a raíz de la construcción de un pantano, como el de tu padre que, en la época de sequía, vuelven a resurgir como un fantasma. No sé si también es el caso de Linares del Arroyo.

M.I.- Sí, de hecho hay una foto que hemos utilizado en la promoción de la novela. No sé si se debió a una sequía o por el arreglo de la presa pero, en el año 58, el pantano se vació y quedaron al aire las casas. Luego, en la última sequía importante, hace seis o siete años, también se pudieron ver lo restos. Pero mi familia nunca ha ido a verlo. Si da pena ver la lámina de agua, más pena da ver los restos enfangados. Creo que eso es peor aún que no ver nada.

M.G.- Esta es una historia familiar. Tú, que te dedicas a la literatura, ¿por qué crees que las familias son una fuente inagotable de historias que nutren la literatura?

M.I.- Porque las familias es el origen de todo. Cuando construí el personaje de Marcos, sabía que tenía que construir también un conflicto interno, como es su desarraigo. Sin embargo, el verdadero motor de la historia es el conflicto familiar, la relación con la madre y con la hermana. Es lo que verdaderamente va a calar hondo. Lo que realmente queremos los seres humanos es querer y que nos quieran. ¿Y a quién queremos y quiénes nos quieren? Pues, la familia. Cuando eso no funciona, quizá sea de las peores desgracias que te pueden ocurrir. 

M.G.- El punto de partida es ese pueblo familiar pero la historia es ficción. No cuentas nada que le haya ocurrido realmente a tu familia.

M.I.- Exacto. Es todo ficción pero todavía, e incluso los más cercanos, no se lo llegan a creer. He conservado los nombres. Mi abuelo se llamaba Marcos y mi tía abuela, Sara. Pero a ella no le pasó nada, nada parecido a lo que cuento en la novela. Mi tía abuela murió joven pero estaba ya casada y con hijos. Sin embargo, mis primos leyeron la novela y fueron a visitar a su madre a la residencia para que les contara cómo se había suicidado la abuela Sara. No sé si será por la manera de leer o porque la novela tiene verosimilitud pero, a pesar de que digo y repito que todo es ficción, algunos se siguen sintiendo aludidos.

M.G.- Montserrat, la historia transcurre en un pueblo. Para escribir la novela te has tenido que impregnar de la vida en esos entornos, de la forma de hablar, del amor de los aldeanos por la tierra, del sudor en las labores del campo. Has tenido que hacer un ejercicio de inmersión en la vida rural.

M.I.- Es verdad que he hecho un ejercicio de documentación fuerte pero lo fundamental ha sido mi propia familia. He nacido en Madrid y he hecho mi vida aquí. Soy una mujer de ciudad. No soy ninguna neo-rural. Pero cuando en casa se cierra la puerta y se echa la llave, somos gente de pueblo. Hablamos distinto que cuando hablamos en la calle. Mis padres llevan aquí sesenta años y son perfectos urbanitas que están totalmente adaptados, pero dentro de la casa seguimos siendo gente que piensa como en el pueblo, que habla como en el pueblo, que reacciona como en el pueblo. En casa se habla muchísimo de aquellos años. Además de que tengo casa y voy mucho por allí, la inmersión la tengo en la propia familia.

M.G.- Y al margen de la familia,  ¿cómo ha sido el proceso de documentación?

M.I.- El proceso de documentación y de la estructuración de la novela me llevó seis meses. Soy muy minuciosa. Consulté los archivos de La Vid. Me leí todo lo que queda de Linares del Arroyo, que es poquísimo. Prácticamente no queda nada. Imagino que buena parte de los archivos quedaron bajo el agua. Pero sí puede consultar el censo. Por eso los nombres de los personajes son todos reales. 

Luego, para lo relativo a la naturaleza, la fauna, la flora, la geología,... tuve la ayuda de la Casa del Parque Hoces del Río Riaza. Me dieron una pila de libros y de documentación bastante considerable.

M.G.- No hemos comentado que la historia transcurre en los años 50, y a lo largo de un único día. 

M.I.- Así es. Marcos abandona su pueblo sobre las siete de la mañana, portando el cuerpo de su hermana Sara y sus pocas pertenencias. A lo largo del trayecto irá recordando cómo ha sido su vida. Llegará al pueblo nuevo sobre las dos de la tarde.

M.G.-Precisamente quiero preguntarte por Sara. Una mujer con sueños, a los que tuvo que renunciar. 

M.I.- Sí. Lo que quería era plantear una dicotomía. Por un lado, el personaje masculino que no pertenece al lugar y no quiere irse. Por otro lado, el personaje femenino que pertenece al lugar y quiere marcharse. El propio conflicto de la mujer en aquella época, de no poder hacer realmente lo que quería, sino aquello que la familia le indicaba que era bueno para ella, me sirvió para construir al personaje. 

M.G.- Marcos es el hermano de Sara, el personaje que va a narrar la historia. ¿Cómo es esa voz?

M.I.- Es una voz que salió con mucha dificultad pero es una voz que evoluciona. De la negación absoluta pasará a un comienzo de aceptación de lo que está ocurriendo. He intentado ser respetuosa con la manera que tenían de hablar en la época pero, en el fondo también es una voz muy literaria, con muchos ecos de la literatura española. Fundamentalmente lo que he intentado es dar voz a personas que nunca han sido escuchadas, personas que fueron protagonistas de aquella época y de aquella tragedia, y que nunca han tenido voz. Creo que eso es lo que más me ha interesado porque hay muy pocas novelas sobre pantanos y sobre este tema, y las que hay están enfocadas en los testigos, en los que vienen de fuera y cuentan lo que pasa. 

M.G.- Estamos hablando de un progreso en España, con la construcción de aquellos pantanos pero, un progreso que implicaba también un sacrificio.

M.I.- Sí, sí, es algo que menciono mucho en las entrevistas.  Pero esta no es una novela contra el progreso. Ellos sabían que aquel progreso tenía que llegar pero es un progreso que dejó atrás a mucha gente, a muchas víctimas. Y como no han tenido voz, no se las reconoce. Lo que pretendo es que se reconozca su sacrificio. La construcción de los pantanos era necesaria pero también fue necesario el reconocimiento que aquellas personas se merecieron.

M.G.- Hontanar es un espacio ficticio, pero imagino que inspirado en Linares del Arroyo. 

M.I.- Exacto. Mucha gente del lugar me ha escrito y me comentan que reconocen el lugar, pese a que el espacio lo tuve que cambiar. 

M.G.- La novela, de trabajo fin de máster, a ser publicada por Lumen.

M.I.- Fue una sorpresa. Mandé el texto de lo más tranquila porque tenía la absoluta certeza de que no me iban a coger. Con 45 años y una primera novela, ¿quién me lo iba a decir? Pero cuando me escribió María Fasce no me lo podía creer. Siempre digo que no he llorado todavía esta alegría. Fue tal la impresión al ver aquel correo que vomité. Fue mi reacción más inmediata.

M.G.- Pues esta novela ha supuesto ese empujón que necesitabas para ese cambio de vida que tú querías. 

M.I.- Sí quería cambiar de vida lo he conseguido.

M.G.- Desde luego. Montserrat, para terminar. Se dice en la solapa del libro que has sido lectora desde muy pequeña. ¿Recuerdas aquellos libros con los que empezaste a leer?

M.I.- Me aficioné a la lectura con Celia de Elena Fortún. Mi padre madrugaba mucho por su trabajo y mi madre me compró el primer libro de la serie para que se lo leyera a mi padre en alto, a la hora de la siesta. Pero al final, me aburrí de leer en alto. Quería leer solo para mí. Y pasé de Elena Fortún a Cumbres Borrascosas. A los trece años ya me había leído La Regenta

M.G.- La Regenta, con todo lo que conlleva su trama.

M.I.- Pues sí, con todo lo que conlleva. 

M.G.- Montserrat, no te robo más tiempo que sé que te tienes que ir a la radio. Muchas gracias por atenderme.

M.I.- Muchas gracias a ti.


Sinopsis: 19 de abril de 1950. El agua ya ha alcanzado la piedra que sirve de testigo: en menos de diez días Hontanar desaparecerá para siempre inundado por el pantano. Todos están celebrando la inauguración del pueblo nuevo, solo quedan allí los hermanos Cristóbal. Pero un suceso terrible les obliga a emprender precipitadamente el viaje: Marcos descubre a su hermana Sara colgada de un machón de la cuadra. Envuelta en la colcha que bordó durante años para un ajuar que ya nunca será utilizado y oculta entre sacos de patatas, Sara recorre ese camino en el carro de su hermano. Después de todo, siempre quiso irse del pueblo.

Durante el trayecto por un territorio que es ya un páramo, Marcos recuerda la historia de la familia, sus sombras y silencios: la llegada siendo unos niños cuyo origen su madre quiso esconder, los deseos de Sara por construirse una vida propia, la obsesión de la madre por el pretendiente perfecto que le procurase una buena boda, los sentimientos e impulsos no confesados, las traiciones y la relación con el ingeniero falangista encargado de las obras del pantano...





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