Nacionalidad: España
Director: Carla Simón
Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós, Berta Pipó
Género: Drama
Sinopsis: Durante generaciones, la familia Solé, cultiva una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña. Pero este verano, después de ochenta años cultivando la misma tierra, puede que sea su última cosecha.
Me gustan los dramas rurales. Todo lo que acontece en esos microcosmos que son los pueblos, las aldeas, los núcleos de población minúsculos y recónditos, suelen llamar mi atención. Creo que, en esos espacios, es mucho más difícil camuflar nuestra verdadera personalidad y pasar desapercibido. A la larga, termina saliendo nuestra auténtica naturaleza, y no siempre suele ser un rosario de virtudes.
Alcarrás nos traslada a un pueblo catalán leridano del mismo nombre. En él viven los Solé, una familia de agricultores que se ha ido ganando el pan, generación tras generación, con el cultivo de melocotoneros. En la casa familiar reside Rogelio (Josep Abad), el patriarca, el abuelo, demasiado mayor ya como para encargarse de las labores del campo. Tiene tres hijos: Quimet, Nati y Gloria. Los dos primeros viven en la misma casa con sus familias, trabajan el campo, subsisten gracias a la cosecha de melocotones. Pero la agricultura es un medio de supervivencia que cada vez pierde más valor. Cultivar la tierra, mantener las cosechas, recolectar y vender los frutos resulta cada vez más complicado. Demasiados gastos para el escaso margen de beneficio que dejan las duras jornadas de sol a sol. En este país, al circular por la carretera, cada vez es más frecuente ver enormes extensiones de placas solares. La tecnología está ganando la partida a lo tradicional, a la herencia, al legado de padres a hijos. ¿Para qué levantarse antes del alba y deslomarse cultivando la tierra si, con menos trabajo, vas a ganar más? Pero no todos están por la labor de cambiar el rumbo de sus vidas.
A ello hay que unir que las cosas antes se hacían de otro modo. En los tiempos de nuestros antepasados bastaba la palabra de un hombre y un apretón de manos para sellar un contrato que tenía toda su validez. Fue así como el padre de Rogelio consiguió las tierras que hoy cultivan los Solé. Esas hectáreas de terreno fue la compensación que él y su padre recibieron por ayudar a los Pinyol, los terratenientes del pueblo, en los tiempos de la guerra. Tú me ocultas, me ayudas salir ileso de esta cacería contra los ricos, y a cambio te regalo tierras. Pero no hubo ni papel, ni notario de por medio. Solo bastó la intención, la buena voluntad, y la palabra. Pero el tiempo pasa, los hijos olvidan lo que una vez alguien hizo por sus padres y ahora reclaman lo que creen que es suyo, las tierras que durante ochenta años han cultivado los Solé. ¡Fuera árboles frutales! ¡Arriba los campos de placas solares! ¿Qué van a hacer los Solé a partir de ahora? ¿De qué van a vivir si solo saben cultivar la tierra? Este es el drama que plantea Alcarrás, este es la problemática que desarrolla esta película, una circunstancia que cada vez se ve más en el campo español, que deja a familias enteras en la calle, sin trabajo, en favor de la energía solar que genera menos esfuerzo y muchos más beneficios que la agricultura. Alrededor de este conflicto irán floreciendo otras cuestiones: la dureza de la vida en el campo, las largas jornadas, las inclemencias del tiempo, la juventud encerrada en un entorno que ofrece pocas distracciones, la vida en plena naturaleza, las rencillas entre hermanos, la vejez y la resignación.
Alcarrás parte de una idea original, como es la destrucción del campo español, un tema poco tratado y que, sin embargo, está de total actualidad. Muestra el amor por la tierra de la que han vivido muchas familias durante generaciones enteras, deja ver lo complicado que es dedicarse a la agricultura, los escollos a los que hay que enfrentarse, la lucha titánica contra la burocracia de despacho y corbata, que no entiende de plagas, de sequías, de inundaciones.Alcarrás habla de la fuerza de las manos, de la frustración, de la impotencia contra el egoísmo, los intereses personales y una política agraria que deja vendido a los agricultores. Tras la fruta y la verdura que compramos a un precio desorbitado hay muchas horas al sol y a la intemperie. ¿Cuánto cobra un agricultor por lo que llega a nuestra mesa? ¿Qué gastos genera esa naranja que tomas como postre? Como siempre, habría que preguntar a todos los implicados para opinar con fundamento. Y tener en cuenta a los intermediarios. No lo olvidemos.
Qué me ha gustado de esta película
Como digo, la película parte de una premisa nueva, reflejando una cuestión que cada vez está más presente en nuestras vidas, y a la que parece que no damos demasiada importancia. Estamos tan acostumbrados a ser invadidos por la tecnología que nos parece natural todos esos kilómetros de paisaje en el que únicamente lucen grandes placas de color negro, que toman el sol desde que amanece hasta que anochece. Cambiamos el verde por el negro. Y realmente es importante encontrar nuevos recursos, nuevas formas de generar energía, pero el precio que se paga es demasiado caro. Tendremos luz y calor pero, ¿dónde compraremos la fruta, la verdura, las hortalizas? ¿De dónde vendrán? ¿A qué precio? Quizá no nos hemos parado a pensar demasiado en ello. Y entiendo que, para un agricultor resulta más rentable alquilar o vender sus tierras para que otros la siembren de paneles fotovoltaicos, antes que tener que madrugar, batallar con los reveses climatológicos, sufrir la pérdida de cosechas o lidiar con plagas, para llegar a un mercado en el que, cada kilo de producto, cada hora de trabajo, se paga a unos cuantos céntimos. Pero también entiendo el amor por la tierra, el respeto a nuestros antepasados, el cuidado de un legado. Dos posturas que Carla Simón recoge en este largometraje.
Por otra parte, Alcarrás me ha retrotraído a mi infancia. Creo haberlo contado en otra ocasión. Hasta prácticamente mi adolescencia pasé los veranos en el campo. No en un pueblo, sino en medio de la nada, en una casona grande, de muros muy anchos y encalados, rodeada de grandes extensiones de olivos. Desde por la mañana hasta por la noche lo pasaba en mitad de la naturaleza, buscando insectos, observando plantas, paseando entre árboles, y cruzando ríos. Bastaba con mi imaginación y un simple palo para vivir grandes aventuras. Y algo de todo eso vamos a ver en Alcarrás, a través de los niños de la familia, de Iris, y de sus primos, Pau y Pere. Un viejo coche, un "4 latas" destartalado y ruinoso, les basta para imaginar que están a bordo de una nave espacial. A estos pequeños los veremos vagabundear por mitad de los melocotoneros, hacer trastadas en los huertos vecinos, y contemplar atónitos cómo su futuro se diluye en las manos de otros. Eso para mí ha sido realidad llevada al cine. Y sin embargo...
Qué es lo que no me ha gustado de esta película
La pega más importante que tengo es la duración de la película. Un total de ciento veinte minutos me parece excesivo para contar el drama de esta familia, pero es que hay que tener en cuenta que el desarrollo es muy lento. Me paro a pensar por qué Simón ha contado esta historia con tanta parsimonia. Miro mi opinión de su largo previo, Verano 1993, y descubro que aquella película tampoco tenía un ritmo frenético, que nos hablaba más de emociones que de sucesos. Algo así hay en Alcarrás. Lo que verdaderamente quiere retratar Simón es lo que sufren los personajes. La culpabilidad que siente Rogelio por no poder ahora demostrar con papeles que las tierras son suyas; la ira y la frustración de Quimet al saber que va a perder todo el fruto de su trabajo; la incomprensión y el miedo de los pequeños cuando aparecen las excavadoras que van a cambiar su paisaje; la impotencia de Roger porque su padre no valora nada de lo que el joven hace; o el amor de Mariona por su abuelo, tratando de evitar que el hombre escuche comentarios que le hacen daño.
Por otro lado, también quiero pensar que la directora ha pretendido retratar con esa lentitud cómo son los días en el campo, las largas jornadas en las que todos los días ocurre lo mismo. Levantarse, ir al campo, recolectar frutos, llevar la cosecha a la cooperativa, irse a dormir y vuelta a empezar. Y así un día y otro día. En Alcarrás lo único que ocurre es el trabajo. Aún así, me parece mucho tiempo para permanecer sentado en la sala de un cine, para llegar a un desenlace que conocemos de antemano, pero que no deja de estar cargado de emoción y tristeza.
Otro aspecto que me chirría. Ya pasó con Verano 1993. La película está rodada en catalán y luego doblada al castellano. Ha habido mucha polémica en Twitter porque se exhibió en cines en versión original (es decir, en catalán), con subtítulos en castellano. Bueno, yo he visto la versión doblada y se nota muchísimo. Respeto la variedad lingüística de este país y entiendo a los cineastas que quieren rodar en un idioma u otro. Pero claro, si quieres llegar a más público tendrás que ofrecer las herramientas adecuadas, y a mí las películas españolas que tienen que ser dobladas al castellano siempre me producen una especie de desconexión, una escisión entre imagen y sonido, que dura solo una milésima de segundo, pero que está ahí y quedamente me expulsa de la historia. En cualquier caso, tampoco me ha resultado un obstáculo grave.
Personajes e interpretación
En esta película, los personajes forman familia, y la familia, una piña. Vivir del campo implica un esfuerzo descomunal y todos tienen que arrimar el hombro, desde los adultos a los niños, desde los hombres a las mujeres. Los personajes de Alcarrás componen un todo.
Rogelio es el cabeza de familia destronado. Es mayor, pero él se empeña en seguir trabajando. La culpabilidad le pesa. Es el personaje más vulnerable, el más débil. De todos ellos, creo que es el que más ternura puede despertar en el espectador.
Quimet es el hijo mayor. Es el que verdaderamente está al frente de todo, y el que más apego le tiene a la tierra, el que más protesta, el que se enciende, el que blasfema furibundo. Se lo llevan los demonios. La impotencia le sobrepasa a veces, sintiendo que no puede hacer más que tratar de seguir aferrándose a esos árboles que han sido cultivados por las manos de su familia durante años.
Natalia, la otra hija, la hermana de Quimet, representa todo lo contrario. Junto a su marido Cisco buscará otras soluciones. Entenderá que no hay nada que hacer, que la vida es injusta y que tratar de cambiar las cosas solo traerá más dolor. Hay que aceptar las cosas como vienen por eso, junto a su marido Cisco, mirará otras alternativas y eso acarreará aún más problemas en la familia.
Gloria es la última hija de Rogelio. Ella es la que más desvinculada está de la familia, la que se ha alejado del campo. A los ojos de Quimet eso será, en algún momento de reproches, como una traición.
Pero si tengo que decantarme por algún personaje en concreto lo haré por los niños, por Iris, por Pau y Pere, y también por la adolescente Mariona. Ellos me han transmitido naturalidad, frescura, verdad. Los niños de esta película son niños. No son seres diminutos a los que se les obliga a decir tal o cual frase de adulto que suena demasiado artificial. De Mariona me ha gustado su serenidad, su mirada silenciosa y esas escenas en las que la vamos a ver montando una coreografía junto a sus amigas para las fiestas del pueblo. Pero la tensión que se vive en su familia terminará por derrumbarla igualmente.
En cuanto a las interpretaciones, el reparto es totalmente desconocido para mí. Miro la trayectoria de estos actores y actrices y me encuentro con que unos han debutado en este largometraje, y otros han hecho algún que otro pinito en cortos o han tenido un papel muy secundario en otras películas. Carla Simón ha optado por recurrir a lo amateur local frente a lo profesional nacional. Quizá en un intento por dar verosimilitud a la historia, ha preferido alejarse de las técnicas de interpretación y dar más libertad al intérprete. Lo que parece un ejercicio de autenticidad me ha resultado más contraproducente que otra cosa. No sé. No he conectado mucho con el sufrimiento de ningún personaje. Me conmueve ligeramente el abuelo y Mariona. Son los dos personajes que más me han tocada la fibra. Y luego están los niños, que me han recordado tanto a mí cuando pasaba los veranos en el campo.
Música
A cargo de Pablo Cervantes, recomiendo prestar atención a las melodías de este compositor. Él no lo sabe, pero cada vez que me siento a ver una película española busco su nombre en los créditos. Mi conexión con él viene a través de su padre, al que conocí hace unos años. Recuerdo oírle hablar de su hijo, de las películas en las que participaba, de alguna que otra nominación. Me gustan los temas que compone para este tipo de películas, en las que las emociones priman sobre las acciones.
Alcarrás tiene una altísima valoración en webs de cine y ha sido avalada por la crítica. La nota media ronda el 8 aunque, si entras en profundidad en las opiniones, te encuentras que no son pocos los espectadores que no la ensalzan tanto. La mayoría habla de la excesiva longitud del metraje y de la lentitud del desarrollo. Analizando esas reseñas, te das cuenta que, o te enamoras de este largo o lo odias. Muchos hablan de obra maestra. Otros muchos de decepción. Yo no he llegado a tanto. Hay secuencias que me emocionaron y otras que me aburrieron. Así que prefiero quedarme en un discreto punto medio porque los extremos nunca me gustaron y/o solo me posiciono en ellos en circunstancias muy claras.
En definitiva, si vas al cine a ver Alcarrás tienes que saber a lo que vas. Te vas a encontrar un drama rural que avanza a pasos lentos, que trata la vida de una familia en el campo, luchando contra el progreso que lo pisotea todo. Premiada en la Berlinale y el Festival de Cine de Málaga, con más visos de ser un documental que una película, Alcarrás es, a mi juicio, una película con buen argumento pero poco compactada.
Tráiler: