Editorial: Lumen
Fecha publicación: septiembre, 2022
Precio: 18,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas:328
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-842640-775-7
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Lara Moreno nació en Sevilla en 1978 y creció en Huelva. Vive en Madrid. Además de sus cuentos recogidos en numerosas antologías, ha publicado los libros de relatos Casi todas las tijeras (Quórum, 2004) y Cuatro veces fuego (Tropo, 2008), así como los poemarios La herida costumbre (Puerta del Mar, 2008), Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013) y Tuve una jaula (La Bella Varsovia, 2019), que, junto con sus poemas inéditos, conforman el volumen Tempestad en víspera de viernes (Lumen, 2020). En 2013 recibió el Premio Cosecha Eñe por su relato Toda una vida, y Lumen publicó su primera novela, Por si se va la luz, que obtuvo un importante reconocimiento por parte de la crítica y de los lectores. FNAC la incluyó entonces entre los autores revelación del año. Le siguió Piel de lobo (2016), una espléndida muestra de la madurez narrativa con la que Lara Moreno dejó de ser una promesa para convertirse en una de las voces más destacadas de la presente narrativa en español. En 2020 publicó el ensayo Deshabitar. Un recorrido vital por las habitaciones de la crisis inmobiliaria. La ciudad es su última y esperada novela.
Sinopsis
En un edificio del barrio de La Latina, en el centro de Madrid, confluyen las vidas de tres mujeres. El pequeño piso interior de la cuarta planta es la casa de Oliva. Está atrapada en una peligrosa relación que ha transformado la pasión del inicio en una jaula. En el tercer piso, luminoso y exterior, pasa Damaris los días cuidando a los hijos de sus patrones. Cada noche regresa a su casa cruzando el río que divide social y económicamente la ciudad. Vino a España buscando un futuro mejor cuando un terremoto en Colombia truncó su vida. El mismo futuro que buscaba Horía, la mujer marroquí que llegó a Huelva para trabajar como temporera en los campos de fresas y ahora vive en la minúscula casa de la portería y limpia, en la sombra, las escaleras y el patio.
Esta novela cuenta la vida de las tres mujeres, su pasado y el cerco de su presente. Con una voz hermosa y afilada, solo la prosa de Lara Moreno podía cartografiar así un territorio y a quienes lo habitan, componiendo un retrato invisible, herido y valiente de la ciudad.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Lo comentaba el otro día por redes. Mi reentré está siendo muy dura. Después de un par de meses sin leer prácticamente nada, este septiembre me estoy adentrando en lecturas que remueven mucho por dentro, de esas historias que no te dejan indiferente. Lo positivo es que son relatos tan intensos que han conseguido que regrese al hábito de leer y al mismo ritmo lector que tenía antes del verano. Os confieso que me preocupaba no recuperar la pasión por la lectura después de un tiempo de desconexión con la literatura. A veces, me daba pereza sentarme a leer, y eso me tenía algo inquieta. Por suerte, el bloqueo ha pasado y ha sido gracias a esas últimas novelas que he leído, que me han anclado a la realidad y han conseguido despertarme de mi letargo.
Una de esas lecturas potentes que os comento es La ciudad, de Lara Moreno. A esta autora sevillana, criada en Huelva, y afincada en Madrid desde hace un par de décadas, la he leído en varias ocasiones. Primero fue con aquel Por si se va la luz, y un tiempo después, llegaría Piel de lobo. Del ambiente rural que encontrábamos en sus anteriores trabajos, Moreno se decanta ahora por trasladar al lector a escenarios urbanitas, a la ciudad, como indica el título de la obra. Y esa ciudad no es otra que la que acogió hace años, la ciudad de Madrid.
En la capital, en un edificio situado en la Plaza de la Paja del barrio de La Latina, coinciden tres mujeres: Oliva, Horía y Damaris. Las tres son muy diferentes entre sí. Vienen de lugares distintos del planeta y sus situaciones personales son también dispares. Sin embargo, las une la soledad, el dolor, la angustia, la tristeza y el desamparo.
Nada más abrir el libro, conoceremos a Oliva.
«Parece que dentro de la casa hubiera un animal. No un animal prehistórico y torpe, ni tampoco un animal acorralado, aunque tiene algo de todo esto. Es un hombre enfadado no se sabe bien por qué. Al menos ella piensa que nada de lo que les ha ocurrido jamás en la vida puede justificar ese enfado. Nada que ella haya hecho o dicho o siquiera sentido puede justificar esa energía que viene de montes lejanos o de lo más profundo de la tierra. De los mismos montes y del mismo socavón llegan a veces las palabras o la ternura. En algún punto en la mañana se torció el aire. ¿Cuál fue el momento exacto, qué milímetro de la sábana, qué paso a destiempo hacia la cocina, qué gesto? Ahora ya no se puede pensar en nada, en medio de la batalla el oxígeno difícilmente llega hasta el cerebro». [pág. 11]
Este es el primer párrafo de La ciudad, aunque los subrayados son cosa mía. El primer encuentro del lector con esta novela lo colocará en medio de una situación en la que algo va a ocurrir. Pero dejadme que os presente a las tres protagonistas con detalle.
Oliva
Estas son sus características:
- mujer blanca
- mediana edad
- española
- divorciada
- madre de una niña de pocos años, Irena
- maquetadora de libros
- económicamente independiente
- sociable
- convive con Max, su pareja.
Oliva es víctima de violencia de género. Se divorció de su marido cuando Irena era muy pequeña y, desde entonces, la niña pasa algunas semanas con el padre. Oliva y su exmarido mantienen una relación correcta. Pero ella rehízo su vida. Conoció a Max, se enamoró y comenzó una relación con él. Desde entonces viven juntos en el piso de ella. Lo que podría ser una relación normal, con sus momentos buenos y sus momentos peores, en realidad es un infierno. Oliva vive con un monstruo, un tipo bipolar que lo mismo es un compañero cariñoso y atento que, en cuestión de segundos, se voltea en un ser agresivo y violento.
Lara Moreno hace un retrato pormenorizado de cómo son los días en el interior de esa casa, de esa jaula. Nos mostrará los miedos de Oliva, las inseguridades, los propósitos de enmienda, los arrepentimientos, los intentos de encarrilar una relación que lo arrasa todo, que destruye, que humilla, que desgarra. Veremos a Oliva tratando de poner pie en pared, pero algo en su interior se lo impide. ¿Qué le ocurre? ¿Cómo manejar una situación así, en la que ella no entiende las reacciones de Max? ¿Cómo salir de esta situación? ¿Cómo proteger a su hija? Oliva lo tiene todo en contra. Max es un enfermo, un ser diabólico, un demonio, un maltratador.
Horía
Estas son sus características:
- mujer africana
- madre de Aziz, al que dejó en su país de origen
- ha trabajado como temporera en los campos de fresa de Huelva
- en Madrid, trabaja como portera
- sueña con reunirse con su hijo
Horía representa a todos esos hombres y mujeres que cruzan el Estrecho en busca de una vida mejor. Atrás dejan la miseria y el hambre, y se embarcan en una aventura para alcanzar sus sueños. Les prometieron una vida digna pero lo que se encuentran no es tan distinto a lo que dejaron en su país. A estos hombres y mujeres les llenaron la cabeza de buenas palabras: de jornadas laborales asequibles, de sueldos que les permitan vivir y ahorrar, de comida, de un techo digno bajo el que vivir. Pero la realidad es bien distinta. A Horía la veremos trabajar en los campos de fresa de Huelva. Es temporera, de esos trabajadores que llegan a España con un contrato de trabajo para varios meses, que caminan largos trayectos, en paralelo a la carretera, para llegar a los campos de cultivos, que tienen que aprender cómo recoger el fruto, conocer cuándo está listo para el consumo, cuál debe permanecer en la rama. Temporeros que viven hacinados, en covachas, sin agua potable, esclavizados por los patrones que miran a las mujeres africanas con ojos de lobo, que colocan una mano aquí o allá, que saben cómo conseguir aquello que se proponen porque ellas son vulnerables, están indefensas y quedan a la merced del amo.
Ese será el trabajo que desempeñará Horía en los primeros capítulos del libro. Pero una noticia viene a traerle más dolor. Por eso se trasladará a Madrid, y trabajará como portera en el edificio de la Plaza de la Paja.
Damaris
Estas son sus características:
- mujer colombiana
- viuda
- tiene hermana, madre e hijos que dejó en su país
- trabaja para una familia acomodada
- se encarga de las labores domésticas
- cuida de los dos hijos del matrimonio, dos gemelos a los que ella llama los reyecitos.
Damaris llegó a España después del terremoto de Armenia (Colombia), ocurrido el 25 de enero de 1999, que arrasó la ciudad. El seísmo la pilló en casa, sola. Los hijos estaban con la madre, venida desde Salento para echar una mano a su hija. Mientras almuerza, sintió la tierra sacudirse bajo sus pies y el mundo se vino abajo. Hubo muchos muertos. Damaris quedó viuda pero tanto ella como el resto de la familia salvaron la vida. Todo quedó destruido. ¿Qué hacer? Respaldada por un programa de colaboración humanitaria llegó a España para trabajar como empleada del hogar. Damaris es esa mujer que algunas familias tienen en sus casas, que se encargan de la logística del hogar, que se ocupan de los hijos, que lo tienen todo limpio, preparado, organizado dentro de la casa. Damaris lleva mucho tiempo trabajando para una familia del edificio ubicado en la Plaza de la Paja. Adora a sus reyecitos, los gemelos del matrimonio, a los que cuida como si fuera los hijos que ella dejó atrás. Aunque no es interna, sino que comparte piso con otras mujeres en su misma situación, tampoco tiene un horario fijo. Trabaja lo que tiene que trabajar y si tiene que ocuparse de la familia un fin de semana, también lo hace. Pero todo sea por ahorrar dinero, por acumular billete tras billete, incluso los 10 € que le dan para el transporte. Damaris prefiere caminar, aunque tenga que cruzar la ciudad entera hasta llegar a su casa.
Últimamente, Damaris no se siente bien. Nota como si su cuerpo se rebelara contra ella pero las mujeres en sus circunstancias no pueden permitirse ponerse enfermas. Tienen que seguir trabajando, y luchando. Lejos de su familia, preocupada por los suyos, Damaris se enfrenta a sus propios problemas porque esos, vayas donde vayas, siempre te persiguen.
Edificio de la Plaza de la Paja
En este inmueble coincidirán las tres mujeres. Lo saco a relucir porque, también en los bloques de viviendas se perciben las diferencias sociales. Según quién seas, inquilino de primera o de segunda categoría, tendrás una vivienda u otra, un piso luminoso, de grandes ventanas y balcones que dan al exterior, a la Plaza de la Paja, por donde entra la vida a raudales; o uno más oscuro, cuyas ventanas dan a un patio interior, con paredes ennegrecidas, sin opción a ver una pequeña porción de cielo azul. En una vivienda como esta última vive Oliva. Damaris tiene más suerte pero todo es por motivos colaterales. Y Horía vivirá prácticamente en un pozo.
Qué me ha gustado de esta novela
Quizá emplear la palabra gustar no sea lo más idóneo. Diría más bien que esta novela zarandea y eso es algo que agradezco, a pesar de la dureza de las historias. La narración irá permitiendo no solo conocer el presente de estas mujeres, sino también parte de su pasado. Sabremos cómo Oliva conoció a Max y cómo fueron los inicios en esa relación. Sobre Damaris y Horía conoceremos de qué forma y modo llegaron a España, con qué intención, qué buscaban, qué encontraron.
La parte que más me ha conmovido es la de Oliva. No es que la vida de Damaris y Horía me haya dejado indiferente. Nada más lejos de la realidad. Pero mi conexión con Oliva tiene una explicación lógica. Yo también soy mujer blanca, española, de mediana edad y convivo con un nombre. Lo único que nos diferencia es que yo no tengo hijos y que, hasta donde puedo llegar a entender, no soy víctima de violencia de género, ni física ni psicológica. Pero que hasta ahora no haya vivido una situación como a la que se enfrenta Oliva, no quiere decir que en un futuro no sea otra Oliva más. Lamentablemente, una nunca está libre de esas cosas. La vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Siempre he pensado que, si me viera en la situación de Oliva, sabría como terminar con todo. Si escucho en las noticias que una mujer ha sido asesinada por manos de su pareja, me da por pensar que en su lugar, yo cogería lo primero que tuviera a la mano y se lo lanzaría a la cabeza a mi agresor. Antes mato que me maten pero, qué fácil es ver los toros desde la barrera. Con el tiempo he ido aprendiendo que hay situaciones que te anulan y bloquean por completo, que una cosa es lo que quieres hacer y otra muy distinta lo que la paralización de tu cuerpo te permite hacer.
Por otra parte, los casos reales de violencia de género que saltan a los medios de comunicación, nos hacen entender que ninguna mujer está libre. Ninguna. No importa tu nacionalidad. No importa tu edad. No importa si tienes estudios o no. No importa si vienes de una familia con recursos o de otra más humilde. No importa si eres económicamente independiente o no. Ninguno de estos factores te libra de acabar viviendo una relación destructiva, violenta y aniquiladora. Porque ese es el caso de Oliva, una mujer independiente, con estudios, procedente de una familia normal, sin antecedentes de violencia, divorciada de un marido con el que mantiene una relación cordial, madre de una preciosa hija que lo es todo para ella, con amigas. Y sin embargo, Oliva está dominada por Max, sucumbe ante él, el dios todopoderoso que la somete a su antojo, el lobo con piel de cordero, el maltratador.
«Al principio esto era muy habitual. Max estaba haciendo cualquier cosa, mirando móviles de última generación en su ordenador, poniendo música o cocinando, o estaba mirándola y escuchándola contar algo muy importante y de pronto, no se sabe si por deseo o por imposición, la tomaba. Quizá no acababa de hacer el trabajo completo, simplemente le hacía lo necesario para vencerla, porque Max tiene un control absoluto sobre el cuerpo de la mujer». [pág. 27]
Sigo subrayando palabras que me parecen importantes. Son palabras que vienen a demostrar que Oliva no es más que una marioneta en manos de Max. «Él tiene un magnetismo arrollador con demasiadas aristas: depende de cómo le dé la luz, es un líder o un excluido». Oliva no puede desprenderse del mal, no puede alejarse de aquel que la está anulando como persona. ¿Cómo se puede vivir con alguien que explota sin motivo? Es de locos y Oliva casi enloquece, sin saber cómo manejar una situación que no responde a patrones lógicos, sin aprender a manejar una relación que descoloca, descentra, anula, humilla, destruye y arrasa. Ella nunca sabe cómo va a reaccionar Max, y siempre teme todos esos fantasmas que su pareja ve y que para ella, son del todo invisible. ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo reacciona Oliva frente a ese monstruo instalado en su casa? Como lector te sorprenderá. Como mujer te dolerá. Incluso podrás pensar que no lo entiendes. Pero imagino que hay que vivir algo así para comprender cómo es la vida de todas esas mujeres que están sometidas al yugo de un supuesto amor.
Lara Moreno hace un trabajo brutal al construir la historia de Oliva. Al adentrarse en la vida de este personaje es inevitable sentir una tristeza infinita. Hasta ella misma siente pena de sí misma. A pesar de tener trabajo, hija, amigas, como mujer se siente vacía, hueca. Reflejo de esa oquedad, encuentro un pasaje que me parece significativo. Oliva se afana por tener el frigorífico de su casa repleto de alimentos: berenjenas, cebollas, patatas, melocotones, media sandía, aguacates, plátanos, manzanas, quizá huevos, pero de los ecológicos, y pan, y aceite. Todo lo que sea necesario para que su frigorífico «esté repleto y lleno de alegría». Alegría. No importa que Oliva se cargue de bolsas como una mula, lo importante es que, algo en su casa esté lleno y transmita alegría. Algo. Lo que sea. Aunque sea el frigorífico. No sé vosotros, pero verla así, tratando de tapar agujeros emocionales me hundió. Con Oliva me he temido muchas veces lo peor. Ir leyendo, siendo testigo de discusiones violentas, escuchando gritos ensordeceros, sintiendo cómo Max crecía y crecía, convirtiéndose en un gigante de dimensiones descomunales que empequeñecían a Oliva, no podía evitar pensar y temer que, en una de esas, nos podíamos ir a un fundido en negro, que el ruido atronador podía convertirse, de un segundo a otro, en un silencio sepulcral, de esos que anuncian lo peor. Todos esos momentos generan una gran tensión en el lector, que van a conseguir que te remuevas incómodo en tu asiento, que contengas el aliento, mientras ves a Max como animal enjaulado y a Oliva tratando de desaparecer. Eso consigue Lara Moreno en estos pasajes que dedica a Oliva y Max, que no respires, que casi te tapes los ojos para no seguir leyendo. No quieres mirar.
La vida de Oliva da miedo y pena, aunque el que da miedo de verdad es Max. No sé muy bien cómo Lara Moreno ha podido retratar tan bien las reacciones, la ira, el descontrol de un maltratador. Leer la parte en la que Max está en todo su apogeo, en las cotas más altas de irascibilidad y violencia, te encogen sobre ti misma. Te haces un gurruño en el sofá y tratas de esquivar tanta violencia como emerge de esas páginas. La autora transmite muy bien cómo es la mente de este enfermo, enfermo de rabia, de celos, de inseguridad, de baja auto-estima. Y leyendo esos pasajes, viendo cómo Max trata a Oliva, no puedes esquivar la pregunta: ¿por qué Oliva aguanta esto? Y en este punto, la propia autora me responde a través de las entrevistas que ha concedido últimamente.
He escuchado a Lara Moreno hacer una reflexión en voz alta, algo en lo que me ha hecho pensar. Mientras leía esta novela, concretamente la parte de Oliva, me costaba trabajo entender que una mujer como ella pudiera permitir una situación así, y encima dentro de su propia casa. Moreno señala que esas preguntas que yo me estaba haciendo son las habituales: ¿Cómo lo consientes? ¿Por qué no cortas de raíz esta relación que te está destruyendo? ¿Cómo permites que un hombre así viva bajo el mismo techo que tu hija? Estas son las preguntas comunes y, sin embargo, jamás lanzamos preguntas del tipo: ¿Cómo es posible que Max se comporte así? ¿De dónde sale tanta rabia y violencia? ¿Por qué le está haciendo tanto daño a la mujer que supuestamente ama? Párate a pensarlo. Seguro que tú tampoco te has hecho estas otras preguntas que ponen el foco de atención en el maltratador y no en la víctima. ¿Por qué lo hacemos? La mujer ha estado estigmatizada desde que el mundo es mundo. Si algo le ocurre es por su culpa, porque ella lo ha provocado, porque ella ha incitado, porque ella viste de esta o de otra forma, porque ella sale de noche, porque ella se toma alguna copa. Creo que es necesario, no solo cambiar el discurso, sino también cambiar el punto de vista.¿No te parece?
En cualquier caso, y como apunté antes, te va sorprender el comportamiento de Oliva y es que ella también es presa de sí misma.
En cuanto a Horía, esta marroquí no es más que el exponente de esas mujeres africanas que vienen a España buscando una vida mejor. Cuando la reclutaron en Bel Mani, le prometieron unas condiciones que luego no se han cumplido. Mientras estuvo en los campos de fresa de Huelva vivió en condiciones penosas, trabajó duro y tuvo que lidiar con situaciones machistas. Su relación con los hombres nunca ha sido buena. En su país de origen, ya sufrió el abandono de su marido y el repudio de su padre, que se sentía avergonzado por tener una hija, una nieta, y ningún yerno. Pero Horía no solo sufre la violencia machista, sino también la institucional, la racista, la social. A Horía la sociedad le vuelve la espalda por ser marroquí, y las instituciones se lavan las manos frente a la problemática que ella vive. Sus miserias y penalidades se agravan cuando recibe una noticia sobre su hijo Aziz. Eso la obliga a trasladarse a Madrid, y allí acabará en la portería del edificio de la Plaza de la Paja.
De la vida de Horía se deduce dos cosas. Por un lado que, frente a la desidia institucional, frente al desamparo que mujeres como ella (y hombres, también) reciben por parte de los organismos de los países en los que tratan de construir una vida, la única solución que les queda es recurrir a la ayuda de los suyos, de los que son como ella, de los que están tan abandonados como ella. De este modo, a través de un igual, Horía llegará a Madrid, encontrará trabajo y tratará de averiguar alguna información sobre ese asunto que la tiene muerta de miedo.
Por otro lado, también percibiremos cómo Horía intenta mantenerse siempre en la sombra, como si el lugar que ocupara en la vida, y en ese edificio de la Plaza de la Paja, no le perteneciera. Trabajando en una portería, dedicándose a la limpieza del edificio, a la recogida de paquetes y cartas, lo normal es que coincida con los vecinos del edificio que entran y salen, sin embargo, ella trata de eludir cualquier tipo de contacto, que no sea únicamente por motivos de trabajo. Estar frente a alguno de los inquilinos del inmueble la asusta, le resulta complicado, y no solo por el idioma, que no maneja bien, sino también porque prefiere ser lo más invisible posible. Intenta evitar cualquier incidencia que la conduzca a la policía. Mientras más desapercibida pase, menos problemas tendrá. Pero también es curioso cómo los ojos de los vecinos pasan muy por encima sobre ella, como si fuera invisible. Habrá gente que la vea pero que no la mire, que no repare en ella, que no pregunte quién es, de dónde viene, que demuestre una falta de interés total porque, en la ciudad, cada uno tiene sus propios problemas como para prestar atención a los de los demás. Tan solo una única persona se parará unos instantes, por pura curiosidad e inocencia, a saber más de ella.
Sobre Damaris, ella representa a todas esas mujeres de origen latinoamericano que se dedican a limpiar, ordenar, organizar nuestras casas y cuidar a nuestros hijos. Cierto es que está lejos de su país y de su familia, que trabaja muchas horas, porque a veces sus patrones le piden jornadas extras a las que ella no se niega, que tendrá un salario pequeño y por eso se ve obligada a compartir piso con dos amigas más, que tiene el sueño de volver de visita a su país y que no sabe si lo conseguirá. Todo eso es cierto pero, bajo mi punto de vista, ella es la que tiene una vida más tranquila, porquelleva años trabajando para la misma familia, adora a los niños que cuida, y no la tratan mal. O por lo menos, no sufre el maltrato que recibe Oliva, ni tampoco va a padecer el revés que la vida le tiene reservado a Horía. En este sentido, su historia me ha conmovido menos, y probablemente tenga también que ver el hecho de que estamos muy acostumbrados a la presencia de latinoamericanas haciendo un trabajo que, como ha apuntado Lara Moreno, en sus intervenciones, antes realizaban las mujeres andaluzas y extremeñas. No sé, aunque su vida es también muy complicada, es la parte que menos me han estremecido.
En cualquier caso, la inquietud que siente el lector con respecto a este personaje tiene que ver con unos problemas de salud que Damaris comenzará a sentir. ¿Qué le ocurre? Yo me temí lo peor pero no quiero desvelar nada.
Oliva, Horía y Damaris, tres mujeres que se esconden, que conviven en la misma ciudad, en el mismo edificio, en el mismo tiempo, que son tan distintas y a la vez tan parecidas, que no miran porque tienen miedo a generar vergüenza, a ser vistas, y que tampoco son miradas porque para los demás son transparentes. En eso se resume sus vidas, en miedo y vergüenza, en dolor y angustia.
Qué no me ha gustado de esta novela
De nuevo, gustar no es la palabra más adecuada. Diría que lo que menos me ha convencido es el final, y no porque no sea tan intenso como el resto de la obra, sino porque Lara Moreno pone el foco de atención únicamente en Horía. Lo que inquieta a esta mujer tendrá resolución en las páginas finales de la novela, mientras que lo relativo a Oliva y a Damaris quedará más desdibujado. Pero, ojo, que ese desenlace es muy doloroso pero solo afecta a Horía. Por eso digo que me hubiera gustado que hubiera más equilibrio entre las partes al poner el punto y final.
Estructura y estilo
Con un narrador en tercera persona, La ciudad se estructura en capítulos cortos no numerados. Llama la atención que el texto no cuenta con ni una sola línea de diálogo, pero eso no quiere decir que los personajes no nos vayan a hablar con su propia voz. Las conversaciones quedarán insertas en la narración, componiendo un todo. En algún momento, las páginas plagadas de texto, sin apenas espacio, podrá dar la falsa sensación de ser una lectura densa. Sin embargo, no es así. Lara Moreno se encarga de ir desgranando la vida de Oliva, Horía y Damaris, manteniendo la atención del lector en cada momento, y este irá avanzando en la lectura, con temor, con angustia, pero con la necesidad de saber qué ocurrirá con estas tres mujeres.
La ciudad cuenta con una atmósfera opresiva, acorde a los hechos que se relatan. La narración es claustrofóbica, enfrentándonos a esa otra realidad a la que no queremos mirar a la cara. Lara Moreno enseña la cruz de la moneda, las sombras de las calles por las que transitamos. La ciudad te obliga a mirar de frente para no desviar la mirada, no esta vez.
Y así, la autora consigue transmitirte la amargura, la soledad, la desolación y el desamparo que sufren sus personajes. Se podría decir que la novela te engulle por completo.
En definitiva, me ha dejado muy tocada la lectura de La ciudad.Como digo, me ha conmocionado más la historia de Oliva, en la que vemos el poder que el hombre ejerce sobre la mujer, que la de Horía y Damaris, dos mujeres sometidas al racismo y víctimas de las desigualdades sociales, porque son pobres y vienen de otros países. Me ha acojonado conocer a Max, tan manipulador, tan maquiavélico, al que el sexo es lo único que lo calma. Para mí, la historia de Oliva y Max es la más dolorosa, la más impactante porque ninguna de nosotras estamos libres de convertirnos un día en Oliva. Y eso te mete el miedo en el cuerpo.
«... no sé por qué insistes en que yo puedo acercarme a ti cuando lo desee, porque eso no es verdad, porque siempre follamos cuando tú quieres, y porque no puedes pretender que me sienta segura si has sido capaz de apartarme de un empujón algunas mañanas, que no que quiero follar, coño, que me dejes, ¿ya no te acuerdas?, pero si ella ahora mismo le dice eso se haría de noche instantáneamente o algo peor, así que se calla y dice solo la verdad: es que hace mucho que no nos vemos». [pág. 195]
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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