El pasado 28 de septiembre, los termómetros marcaban 27º en Sevilla. En el interior de aquella sala se registraba una temperatura muy inferior. Nada tenía que ver la climatología de la ciudad ni la refrigeración industrial. Se trataba de la temperatura emocional.
Luis García Montero acudió a Sevilla aquel día para presentar su nuevo poemario, Un año y tres meses (Editorial Tusquets),un volumen que el autor granadino ha dedicado a Almudena Grandes. Me dispongo ahora a recoger brevemente las palabras del poeta, pero resulta mucho más gratificante escucharlo a él, con su propia voz, que leerme a mí. Para ello os dejo el audio de aquel encuentro que García Montero tuvo con los medios de comunicación.
El título
Fue ese el arranque de este encuentro, la aclaración del porqué de este título. «Este libro se titula así porque a Almudena le detectaron la enfermedad en septiembre de 2020 y murió en noviembre de 2021. Un año y tres meses después». En este poemario, el autor relata como mejor sabe, a través de la poesía, lo que supuso vivir con la enfermedad y la conciencia de la muerte que se fue instalando en su vida día tras día. El poeta afirmó que, cuando una persona vive una experiencia como esta, la vida pierde su sentido y tiene que ahondar en lo más profundo de su interior para recuperar ese sentido perdido. «Es un diálogo con el vacío y la desorientación».
La vocación por la poesía
El autor de Un año y tres meses confesó que escribir este libro ha sido difícil. En aquellas circunstancias no tuvo más opción que recurrir a la poesía. Ese ha sido siempre su vehículo para relacionarse con el mundo, «por eso acudí a la poesía, para encontrar sentido a lo que me estaba sucediendo y averiguar cómo la tradición poética había tratado los sucesos fundamentales de la condición humana: el amor y la muerte». Para García Montero, acudir a la tradición poética le sirvió para alejarse de un desahogo biográfico y acercarse a una reflexión sobre la condición humana, que transcendiera de su experiencia particular a una más general. En este sentido, dijo que había mucho de diálogo con la tradición literaria y aludió a obras como El libro del Buen Amor de Arcipreste de Hita, cuando se produce la muerte de Trotaconventos, a esos versos de Jorge Manrique («Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir») o a poetas tan cercanos como Joan Margarit, «que también escribió un libro poco antes de morir y que se publicó de manera póstuma». Nos aclaró que, en ese libro, Margarit se atrevió a afirmar que ese año previo a su muerte había sido el más feliz de su vida.
Joan Margarit falleció en febrero de 2021, nueve meses antes que Almudena Grandes. Su enfermedad había corrido en paralelo a la de la escritora. García Montero nos contó que, en aquellos meses de incertidumbres, Margarit y él hablaron mucho de la muerte. Y fruto de aquellas conversaciones y de las vivencias personales del poeta nació el poema que da título a la obra y que cierra el poemario.
Un año y tres meses
Como las narraciones de la lluvia
o los cuadernos de bitácora,
tuvo la enfermedad sus argumentos.
No me quejo de nada. Hoy sostengo
el optimismo amargo con el que respondimos,
septiembre, 2020,
cuando las citas médicas y el mar de los análisis
se mezclaron de un día para otro
con las arenas de la vida.
[...; pág. 67]
En este poema, el autor recoge la afirmación de su amigo Margarit, pero desde una perspectiva distinta. No desde el que se va sino desde el que se queda. «Después de una experiencia dolorosa y momentos muy difíciles, cuando el tiempo pasa y el dolor se convierte en convivencia con el recuerdo, yo también me atreví a decir que, a pesar de los malos momentos, ese año y tres meses de convivencia con la enfermedad iban a ser recordados como uno de los momentos más felices de mi vida». También reflexionó en voz alta, alegando que si algo duele mucho es porque ha sido importante. «La manera de despedirme de casi treinta años de convivencia con una persona es la felicidad de haberla podido acompañar durante los días de la enfermedad, de haberla podido cuidar, de haber podido cuidarnos, y de haber podido conversar con la vida y con la muerte». Todo esto es lo que ha ido escribiendo en el libro, todo ese diálogo con la enfermedad, con el miedo, pero también con la esperanza.
Completamente viernes
En 1998, García Montero publicó un poemario titulado Completamente viernes, a raíz del inicio de su convivencia con Almudena Grandes. Aquel volumen encuentra hoy su broche de cierre en Un año y tres meses.
«Tuve la suerte de que a Almudena le gustara mucho la poesía» y añadió con una sonrisa que siempre ha creído que ella se fijó en él porque era poeta. Recordó que el padre de Grandes fue también poeta y que en la narrativa de las novelas de la autora se puede encontrar fácilmente referencias a los poetas que le gustaban. «El corazón helado nace de unos versos de Antonio Machado». De hecho, sus lectores sabemos bien que, en sus episodios de aquella guerra interminable, estaba haciendo un importante homenaje a Benito Pérez Galdós.
Comentó el autor que, al inicio de su relación, él le regalaba libros de poetas que a ella le gustaban mucho.«Y en la última página en blanco, siempre le escribía algún poema de amor que le iba escribiendo». Todos esos poemas, escritos en las páginas traseras de aquellos volúmenes que él le regalaba, fueron recopilados para conformar lo que luego fue Completamente viernes. «Estos poemas(refiriéndose a los que contiene Un año y tres meses)son como el cierre de toda una historia de amor convertida en convivencia con el recuerdo».
Adelantó que le gustaría reunir en un solo ejemplar los poemas de ambos volúmenes. «Quizá para el año que viene».
Pudor y Memoria
Aseguró Luis García Montero que, a la hora de escribir este libro, había tenido en cuenta dos cuestiones muy importantes. Por un lado, el pudor. «Los que somos muy partidarios de los espacios públicos solemos ser también muy partidarios del pudor a la hora de contar las cosas privadas». Considera que, hoy día, estamos muy acostumbrados a contar muy alegremente cosas íntimas y personales que nunca deberían traspasar a la esfera pública. «En una época de redes sociales, donde todo el mundo dice lo que piensa antes de pensar lo que dice y saca, sin ningún tipo de pudor, lo privado a lo público, la poesía siempre ha sido el ejercicio de intentar hablar de la intimidad pero de una manera absolutamente pudorosa que no se convierte en patetismo, en amarillismo o en insulto». Afirmó que el pudor poético lo había marcado mucho a la hora de escribir este libro.
Enlazó ese afán de publicitar nuestras vidas con la gestión del tiempo, asegurando algo de lo que todos somos conscientes, que vivimos en una sociedad con demasiada prisa. «Se está mercantilizando el tiempo, hasta el punto de convertirlo en un objeto de usar y tirar». En nuestros tiempos, sabemos que lo que hoy ha acontecido, mañana estará olvidado. De ahí que los bulos y las mentiras corran libremente porque de lo que ocurra hoy, nadie pedirá explicaciones mañana. No obstante, la literatura permite un flujo distinto. «La literatura que cuenta cosas lo que hace es mantener en el presente los recuerdos que considera importantes y establece un diálogo con el futuro».
¿Por qué no contar la experiencia en prosa?
Sin embargo, eligió escribir un libro de poemas porque «es el medio en el que me siento más seguro». También porque la poesía había sido el género cómplice en su relación con Almudena Grandes, desde que se conocieron en un encuentro literario en 1992. «Por eso decidí dedicarle un libro de poemas».
Un libro lleno de calma
Durante la convivencia con la enfermedad es necesario cuidar y cuidarse. «Almudena hacía un esfuerzo para no darle excesiva importancia a las cosas o por mantener el optimismo», incluso cuando todo se volvió mucho más difícil. La familia también trataba de aferrarse a la esperanza para ayudarla a resistir. «Durante una enfermedad, los cuidados son importantes, y uno de los cuidados fundamentales es la calma».
Esa calma es la que anidó en la familia durante aquellos meses angustiosos, una calma que él también vuelca en los poemas de este libro. En Resistencia, se habla de una visita de Almudena al hospital, «porque la cosa se había puesto muy mal». A pesar de las recomendaciones médicas, Almudena no quiso quedar ingresada. Decidió regresar a su casa, a lo que seguramente era su refugio. En ese regreso, con la autora en silla de ruedas, vivieron un momento tenso con un taxista. El conductor mostró malos modos pero tanto ella como él optaron por mantener la calma. Ser paciente con el taxista, que también tendría sus propias batallas, y ponérselo también fácil a Almudena en esos momentos tan complicados.«La convivencia con la enfermedad es una convivencia de intento de comprensión del mundo. La conciencia de vulnerabilidad hace que cualquier tipo de prepotencia o afán de autoritarismo quede fuera de lugar».
Resistencia
[...]
"No has querido quedarte ingresada esta noche,
así que regresamos al cuartel
y el taxista no pone buena cara
cuando nos acercamos en la silla de ruedas
hasta su posición.
El hospital, la cuesta, el maletero,
la lentitud de tus rodillas
al entrar en el coche,
asaltan su paciencia.
Yo no se lo reprocho, no sabemos
cuáles son sus batallas,
mientras la historia cae resumida en nosotros
y en tu mano que guardo entre las mías".
[...; pág. 35-36]
Madrid y los espacios
Durante el tratamiento médico, los médicos recomendaron a la autora hacer algún ejercicio suave. Caminar se convirtió en un ritual para Luis y Almudena, caminar por una ciudad que conocían pero sin haberla visto realmente.«Vas cruzando la ciudad y la vas mirando con otros ojos», con la mirada del resistente. En estos poemas aparece esa nueva ciudad que se abría ante ellos, un recorrido por los lugares que se mezclaba con el diálogo interior. «Lo que era cotidiano adquirió otra trascendencia y por eso Madrid tiene importancia en este libro».
Y otro escenario más, esa localidad gaditana que gustaba tanto a la autora, refugio veraniego de otros tantos novelistas, cantantes y poetas. Rota siguió siendo un escenario habitual en la vida de la pareja, tras el diagnóstico de la enfermedad. En ese pueblo, los paseos por la orilla también se convirtieron en costumbre a la caída de la tarde, cuando el sol calentaba con menos virulencia, para evitar las posibles reacciones adversas provocadas por el sol y la quimioterapia. «Resulta que el crepúsculo y el mar son metáforas de la muerte en la tradición poética. El paseo por la playa me hacía recordar la canción de Góngora, aquel 'dejadme llorar orillas del mar', que yo cambiaba a 'dejadme soñar orillas del mar....'»
Las palabras más duras: vómito y mudanza.
Estas dos son las palabras del poemario que ha elegido como las más duras para él. El vómito que le provocaba aquel whisky que bebía, al que acudía cuando ya no podía soportar más la situación, siempre procurando que Almudena no lo viera. Esa era su principal preocupación, que la autora no advirtiera esos momentos de derrota.
La otra es mudanza. Desmontar el hogar en el que has vivido porque has comprendido que, para intentar volver a ti mismo, tienes que asumir que ya has cambiado, que la propia vida ha cambiado. «Empiezas a hacer mudanza y vas metiendo en una caja los recuerdos compartidos, hasta tu propio corazón, las ilusiones que ya no formarán parte de un futuro sino del pasado, y a ver cómo te entiendes con un presente donde ya el futuro ha perdido significación».
Con estas palabras se dio por concluido el encuentro. Se estaba bien en aquella sala, en la que flotaba un silencio mágico, donde la nostalgia, el dolor, la ausencia, pero también el recuerdo, el amor, y la alegría de haber vivido, estaban sentados a aquella mesa. Salí de aquel lugar con el sosiego pegado a la piel. Fuera me espera un cielo azul y el habitual bullicio de esta ciudad. Pero yo seguía con la mente puesta en este encuentro, en las palabras de Luis García Montero, y en todo aquel amor que había visto en sus ojos.
Sinopsis: Los poemas dedicados a Almudena Grandes por Luis García Montero.
Uno de los más hermosos libros de amor de la literatura reciente.
¿Es la tristeza, la devastación íntima, lo que nos da la medida de nuestro amor cuando perdemos al ser amado? ¿O será tal vez la intimidad de la convalecencia una extraña forma de ternura, el último asidero de la felicidad compartida?
Un año y tres meses reúne los poemas escritos por Luis García Montero a raíz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes. Son poemas que evocan con delicadeza y emoción contenida a veces, desatada otras, la enfermedad y la convalecencia de ella, la vivencia y la emoción de lo vivido. En sus versos se despliega el argumento del último paseo en verano, el diagnóstico inesperado, los cuidados, la noche de Fin de Año en el hospital, el desgarro del dolor, la casa vacía, los recuerdos convocados por la ausencia, los momentos de una larga historia de amor que aquí cobra todo su sentido.
Tal vez el libro más conmovedor de Luis García Montero, por la contención, la evocación serena de momentos angustiosos, la inmensa ternura evocando la complicidad y el recuerdo de la que ya no está. Tal vez por ello, y sin proponérselo, uno de los más hermosos libros de amor de la literatura reciente.