Autor
Antonio Tocornal nació en San Fernando, Cádiz. Cursó estudios de Bellas Artes en Sevilla y, tras una larga estancia en París, se instaló definitivamente en Mallorca. Sus cuentos cortos han sido premiados en cerca de cuarenta certámenes, entres los que se encuentran algunos de los más prestigiosos en castellano. Ha publicado las novelas La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie (Premio de Novela Vargas Llosa, 2017), Bajamares (Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba, 2018) y Pájaros en un cielo de estaño (Premio València de Narrativa en Castellano Alfons el Magnànim, 2020). Compagina la escritura con trabajos de asesoría, edición y corrección de estilo.
Sinopsis
Malasanta nace y crece en el prostíbulo de doña Expiración, en el municipio rural de La Ciénaga, donde ejerce su madre, Dámasa la Tuerta, y donde aguarda hasta tener la edad suficiente para seguir sus pasos; la que se presenta como su única alternativa. Tras más de media vida ejerciendo, consigue huir del lupanar y llegar a la ciudad donde poco a poco culminará su declive. La novela ofrece seis instantáneas de la vida de Malasanta, a las edades de 5, 15, 25, 35, 45 y 55 años, puesto que la prostituta es una mujer y son seis, y cada una de ellas es la consecuencia de las anteriores. Antonio Tocornal ha escrito un retrato perturbador e hiperrealista de la cara más sórdida del ser humano, narrado sin filtros ni autocensura, que trata de forma descarnada algunas realidades que incomodan pero que existen en nuestra sociedad y que afectan a grandes olvidados: la prostitución como esclavitud, la sexualidad de las personas con discapacidades físicas o psíquicas, la transfobia, la soledad de los ancianos y la vulnerabilidad de los indigentes.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Por este espacio han pasado ya algunas novelas premiadas con el Premio de Novela Felipe Trigo, tanto en el género largo como en el más breve. Recuerdo Al acecho de Noemí Sabugal, que recibió el galardón en 2011, El síndrome de Diógenes de Juan Ramón Santos (2019), La lluvia inglesa de Ana Muela Pareja (2021), o El efecto Foehn de Susana García Nájera. Y ahora le toca el turno a Malasanta de Antonio Tocornal, último ganador, junto con García Nájera, en la pasada edición.
De Malasanta se ha dicho que es una novela brutal, cruda o despiadada y a todas esas opiniones no les falta razón. Porque, efectivamente, la historia que nos cuenta el autor gaditano provoca sentimientos dolorosos, punzantes y desgarradores pero, a la vez, tales emociones se mezclan con otras mucho más dulces y benévolas. Malasanta es dura pero también es tierna. Malasanta es oscura pero también luminosa. Malasanta duele pero también divierte. Todo un cóctel de sensaciones que suben y bajan por la garganta del lector. Os cuento un poco.
Corre el año 1969. En La Ciénaga, lugar del que sabremos poco pero que a mí se me antoja un espacio anclado en el tiempo, se erige el prostíbulo de doña Expiración, donde ejerce Dámasa la Tuerta, «puta, portuguesa y rústica», tras ser abandonada por un titiritero, un lanzador de cuchillos que, además de dejarla tirada como un perro, la dejó también preñada y «le desgració un ojo por actuar borracho». ¿Cómo seguir siendo la ayudante de semejante saltimbanqui si Dámasa estaba llena de cicatrices por la mala puntería del susodicho? Los ropajes pueden ocultar las señales de una escasa habilidad, pero una cuenca vacía es una evidencia difícil de sortear. Así que, la que procedía de Trás-os-Montes, recayó en La Ciénaga, con un ojo de vidrio que irá rodando a lo largo de toda la historia, y de allí ya no salió más.
En la casa de doña Expiración, con un ambiente lleno «de gemidos, de gritos, de golpes, de insultos, y el vaivén de mil penes de hombres de paso», nace y crece Malasanta. Mientras la madre se afana en disolver las tensiones masculinas como si la cosa no fuera con ella, dejándose poseer por los hombres con resignación e indiferencia, la madame acoge a la niña bajo su techo. A Malasanta la conoceremos con cinco años, viendo a su madre abortar en más de una ocasión, y haciendo uso de los fetos expulsados, «como gorriones heridos», de un modo que mejor descubráis vosotros mismos en la lectura.
Con quince años se encargará de cuidar a Niño Truncado, un joven adolescente, hijo de Anhelo Truncado, que «tenía pelo de poeta, ojos de explorador triste». Nació sin extremidades pero «sus genitales eran titánicos, majestuosos y funcionaban con la fuerza de un ingenio de pistones de muchos caballos de vapor». Dos adolescentes. Malasanta respirando sexo desde que nació y Niño Truncado con un brío impetuoso. Blanco y en botella... La relación que se forja entre ellos también deberá ser descubierta por vosotros. Así como lo que le ocurra a los veinticinco años, con Candela, una compañera transexual del burdel; a los treinta y cinco con Modesto Baldío, un representante de mercería con ganas de encontrar el amor; a los cuarenta y cinco con Cándido Fogoso, un joven ingenuo que alcanza un gran descubrimiento, casi sin darse cuenta. Y así, hasta llegar a la edad de cincuenta y cinco, último capítulo en el que se topará con Próspero el Polilla, un indigente entregado a la crueldad de unos Youtubers, de los que obtener algo de rédito. Todo ello para llegar a un desenlace que viene a corroborar la teoría de que nadie puede huir de su destino. Esta es la vida de Malasanta, escrita desde antes de nacer.
¿Qué me ha gustado de esta novela?
Por un lado, la sorpresa que me acompaña a lo largo de la lectura. Te recomiendo no leer la sinopsis y dejarte impresionar, desconcertar o conmover por el relato.Malasanta es una novela de supervivientes, de personajes que nacen en el lado más desdichado de la vida, con pocas oportunidades, y cuya única misión es tratar de mantenerse a flote. Para Malasanta, como para su madre, o como para el resto de personajes, la felicidad es un estado excepcional que prácticamente no les corresponde. No la buscan tampoco. Lidian con lo que les ha tocado en suerte y con eso tienen bastante tarea.
Al relato no le faltan desgracias pero, y aunque os parezca paradójico, entre tanto drama y tanta angustia, a mí hay escenas que me han parecido divertidas.Tocornal teje la historia con el hilo de la ironía y el sarcasmo. De entrada, no hay más que echarle un vistazo a los nombres de los personajes. Abre la novela Baltasara del Santo Sepulcro Piernavieja Reguilón, como si fuera una aristócrata que enreda un apellido tras otro para plasmar su sagrada distinción. Pero fíjate en Malasanta, en Cándido Fogoso o en Modesto Baldío. Geniales oxímoros, nombres que caricaturizan y como tal, nombres que dibujan sonrisas. Me he encontrado con escenas berlanguianas, situaciones esperpénticas, como bodas que se tornan en funerales en apenas dos segundos. Son esos momentos que, más allá del drama que supone para sus personajes, generan comedia y también alivio, porque no voy a negar que Malasanta duele. Especialmente porque su autor muestra la realidad sin ningún tipo de aditivo edulcorante. Las cosas son como son y así las nombra.
Tocornal pone ante nuestros ojos un mundo sórdido que existe más allá de ese círculo en el que nos movemos. Con la vida de Malasanta, el autor retrata aquello que nos resistimos a mirar. ¿Lo que no vemos, no existe? Tú mismo conoces la respuesta a esa pregunta. Y precisamente, por esa inmersión en los bajos fondos, la novela se etiqueta como dura y tremenda. Debo admitir que algunos pasajes te dejan - y permitidme la expresión-, con las patas colgando. No tienes escapatoria. Ni siquiera te planteas la salida de cerrar el libro. Muy al contrario, la historia ejerce un curioso efecto de atracción que te incita a seguir adelante. Vas leyendo, a veces con un ojo medio cerrado, como con esa pose que adoptamos cuando vemos una peli de miedo, hasta llegar a un valle, entre cuyos árboles se cuela un tímido rayo de sol. Perturba la viveza de las descripciones, la nitidez en la planificación de escenas pero, en mi caso, nada de eso ha funcionado como rechazo sino más bien como un revulsivo. Yo quería saber qué más le deparaba a Malasanta, cómo se desarrollarían las relaciones que va hilvanando a lo largo de esas décadas.
Temas
Y así, el lector va conociendo las miserias de la prostitución, con mujeres despiadadas que explotan y extorsionan, y con otras que son meros recipientes donde el hombre vacía su insatisfacción; conoceremos cómo se gestiona la sexualidad de un joven discapacitado, condenado al ostracismo y al olvido, sentenciado a ver el paso de la vida a través de una ventana; veremos la aversión, la inquina y el aborrecimiento frente a aquel que busca y defiende su lugar en el mundo, tan incomprendido, tan estigmatizado, y violentado; asistiremos al derrumbe de los sueños de un hombre, esperanzado en alcanzar aquello que tanto anhela, para acabar más hundido de lo que estaba; comprobaremos la falta de respeto por la vejez pues, cumplida una edad, nos volvemos invisibles y nos transformamos en trastos viejos; o entenderemos la fragilidad de los indigentes, escoria de la sociedad, basura que hay que esconder o diana para mofas y burlas crueles.
Si te asomas a tu ventana, si caminas por la calle con la clara intención de ver y no solo de mirar, entiendes que todos los palos que Tocornal toca en esta novela están tan cerca de nosotros que, si fueran hogueras, terminaríamos quemados. Pero como dice nuestro refranero: Ojos que no ven, corazón que no siente.
Estructura y estilo
Lo que Antonio Tocornal hace en esta novela solo puede recibir un nombre: maestría. La obra reboza inteligencia narrativa, derrocha elegancia y se viste de un léxico precioso y preciso, de ese que ya difícilmente encontramos en los escritos de hoy, más preocupados por llegar lejos que por ofrecer calidad. Tocornal despliega belleza y juega con los contrastes. Habrá encuentros sexuales sórdidos y denigrantes frente a otros que son casi místicos, impregnados con una pátina sagrada que recuerda a antiguos rituales de tiempos milenarios.
Con una evidente ausencia de diálogo, el texto fluye a buen ritmo, saltando de década en década sin que, en ningún momento, esos saltos temporales provoquen lagunas en nuestro entendimiento. Y digo de década en década porque el texto se compone de seis capítulos centrados en los cinco, quince, veinticinco, treinta y cinco, y cuarenta y cinco años de Malasanta. Un retrato, a grandes brochazos, de lo que ha sido su vida.
Malasanta ha sido una gran lectura. Siempre digo que leer por leer está muy bien, que las lecturas que te sirven para desconectar un rato, para olvidar un mal día, o para pensar en otra cosa son estupendas, pero luego están las otras, las que marcan a fuego, las que te dejan huella, las que te enseñan sin darte cuenta, o las que consiguen que rumies pregunta tras pregunta. Esas otras lecturas son otra cosa. Y esa otra cosa es Malasanta.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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