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PEP COLL: ❝La huida de los judíos por los Pirineos ha sido un tema que los historiadores han tratado tardíamente❞

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La semana pasada pude conversar telefónicamente con el novelista Pep Coll. Autor de diversos libros (El salvaje de los Pirineos; Las señoritas de Lourdes Premi Sant Jordi 2007; o Dos taüts negres i dos de blancs.....), acaba de publicar una extraordinaria novela, La larga siesta de Dios. Centrada entre los años 1940 a 1944, Coll narra los sucesos acaecidos durante unos años muy convulsos, centrándose en el periplo que tuvo que vivir un grupo de judíos para huir de los nazis, una trayectoria que les obligará a cruzar los Pirineos. Su intención era llegar a un lugar libre, aunque ese lugar de libertad, paradójicamente, no era otro que la España franquista.

En La larga siesta de Dios, su principal protagonista será Samuel Silverstein. Un hombre que, habiéndolo perdido todo, encuentra sentido a su vida salvando a los niños judíos del exterminio nazi.

Muchos más detalles, en la conversación que mantuve con el autor.

[Foto cedida por la editorial]
Marisa G.- Buenas tardes, ¿Pep Coll?

Pep C.- Hola. Buenas tardes. Sí, soy yo mismo.

M.G.- Hola Pep. ¿Qué tal? Soy Marisa, de Sevilla. Encantada de saludarle.

P.C.- Igualmente. Marisa.

M.G.- Un saludo. Me alegra escucharle y conocerle. Es la primera vez que hablamos. Me gustaría hablar de la novela que usted acaba de publicar, La larga fiesta de Dios, pero antes de entrar en materia, antes de entrar en la novela de reciente publicación, he estado mirando los libros que lleva usted escrito desde que empezó, y me llama la atención que prácticamente todos sus libros están en catalán. Hay pocos títulos traducido al castellano, ¿no?

P.C.- Sí, pocos. Hay algunos en francés, un par o tres, y luego, algún otro en otra lengua, como el italiano. Pero, básicamente, todos en catalán.

M.G.- De hecho, La larga siesta de Dios, que es la última que usted ha publicado, realmente la escribió en catalán y está traducida al castellano.

P.C.- Sí, sí, sí. Bueno, los escritores, o al menos yo, con una lengua que dominemos ya es suficiente. Hay pocos autores bilingües.

M.G.- La larga siesta de Dios es una obra que narra, entre otras muchas cosas, un periplo a través de los Pirineos. Me gustaría saber por qué ese viaje o qué le diría usted a los lectores sobre la trama de esta novela.

P.C.- Bueno, es una trama un poco compleja, que no quiere decir complicada. Es una novela coral. Los Pirineos aparecen, en principio, como una vía de salvación a la situación en que se encuentran unos chicos de un orfanato. Son chicos y chicas judíos acogidos por la Cruz Roja suiza. Los Pirineos, al final de la obra, serán la meta que, en cierta manera, tendrán que atravesar para alcanzar la libertad. Una libertad en la España franquista, un sitio que no es excesivamente libre, políticamente, me refiero.

M.G.- Exactamente. ¿Y qué le impulsa a usted a escribir esta novela? Esta novela que es casi como una gran oda épica. Como usted comenta, es una obra compleja en la que vamos a ver un mundo en constante cambio. Hay historia, aventuras, miserias, muchos personajes. ¿Qué le impulsa a escribir todo este compendio de sucesos y de hechos?

P.C.- Bueno, en principio, la situación de estos años de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo, en un lugar como el sur de Francia, donde reciben toda una avalancha de gente del sur. De hecho, hay muchos españoles y catalanes que, acabada la guerra, se han exiliado. Y luego hay otra avalancha que baja desde el norte porque los nazis los están empujando desde Bélgica, desde Luxemburgo, o desde Holanda. Y en ese entorno se origina como una especie de guiso, ese cassoulet que dicen los franceses, un plato típico de Toulousse, que es como una especie de potaje donde hay de todo. Esto es lo que, en principio, me atrajo de esta historia. Y luego, también, el hecho de que los personajes, la mayoría de ellos, viven situaciones extremas, sobre todo teniendo en cuenta la situación de la mal llamada Francia libre, pero ocupada por los nazis, con un régimen aliado controlado desde Vichy.

Esta situación da mucho de sí porque, en estas situaciones extremas es cuando realmente se conocen los límites de la naturaleza humana, al encontrarse entre ser un colaborador o un traidor. Y esto es lo que, en principio, me atrajo, aunque también está la presencia de los Pirineos, que son unas montañas que conozco bastante bien.

M.G.- Que conoce usted bien y que aparecen en más de una obra, no solamente en esta. Es decir, usted suele desarrollar tramas de sus novelas en esta zona.

P.C.- Sí, yo nací en un pueblo cerca de los Pirineos, bueno en el pre-Pirineo. Podríamos decir en la parte sur, ya tocando a los Pirineos. Aparte de por la cuestión familiar y de mi infancia, los Pirineos me han interesado por muchos otros motivos, por ejemplo, por las leyendas. Estos valles han conservado historias muy antiguas y han sido también como un refugio de mitos y leyendas. También me ha interesado por la altura de las cimas, que superan los tres mil metros, y por ser frontera, algo que a veces parece un inconveniente pero, en muchos casos, es un privilegio. El hecho de encontrarte en un lado o en otro puede salvar vidas.

M.G.- Es una novela muy coral, pero quizás el protagonista, o que es el que resalta más entre todos, es un judío, Samuel Silverstein, que perderá a toda su familia. Él adoptará la misión, como para darle sentido a su vida, de guiar y salvar a una serie de niños judíos. Hubo muchos hombres y muchas mujeres en esos años que pusieron en riesgo su vida por salvar a los más desfavorecidos. Conocemos nombres. Pero Samuel entiendo que es verdaderamente un personaje de ficción, aunque lo que ocurre en la novela sí está inspirado en hechos reales.

P.C.- Sí, bueno, en principio, él es un personaje de ficción, pero lo que él hace lo han hecho muchas otras personas con nombre cambiado. Él es colporteur, un oficio muy curioso y muy entrañable. Eran una especie de vendedor ambulante pero que llevaba la mercancía a cuestas, en una especie de armario mochila, donde llevaba pequeños objetos de higiene, maquillaje femenino, hojas de afeitar, objetos religiosos, estampas, rosarios,... Este personaje, que me cae muy, muy bien, iba por las aldeas y por los pueblos, vendiendo su mercancía. Ellos llevaban una especie de pasaporte, firmado por los gendarmes, con los que se podían mover, algo que era muy importante para cualquier espía o para personas como Samuel, que realizaba una especie de actividad clandestina con los judíos. 

Y como has dicho antes, cuando se derrumba toda su vida, cuando se encuentra con este vacío inmenso al morir toda su familia, se topará con un chico. Uno le salvará la vida al otro. Empezará entonces una segunda vida.

M.G.- Ese chico será Philippe. Pero antes de hablar de los niños con los que él tratará o de los niños que vamos a ver en la novela, sí me gustaría saber un poco más sobre Samuel. Él lo perderá todo y esa pérdida le provocará una crisis de identidad e incluso una pérdida de fe. Estamos hablando de un hombre judío, con unas creencias religiosas pero claro, llega un momento en el que él no entiende cómo ese dios en el que él cree, permite ciertas cosas.

P.C.- Sí, sí. Sufre un golpe mucho más fuerte que cala también en este sentido. Samuel, no solo pierde su familia, sino que también pierde a Dios con esta revuelta interna. 

La familia, antes de empezar el viaje, reza. Es así como empieza la novela, con la familia rezando la oración del viajante, una oración judía muy bonita, en la que piden a Dios que les guarde de todos los percances que puedan encontrarse en el viaje, etcétera. Pero Dios no cumple con lo que se le ha pedido y es ahí donde se produce ese fuerte choque entre sus creencias y la rebeldía contra Dios, en esa especie de noche oscura que él padece. Todo esto es lo que da título al libro, esa larga siesta de Dios, como si hubiese desaparecido, al menos, por ahora. Porque luego, en el desenlace final, se verá que no era una muerte de Dios ni era un sueño eterno, sino que era tan solo una siesta, en el sentido metafórico.



[Si prefieres oír nuestra conversación, dale a play]



M.G.- Samuel formara parte de una organización clandestina para salvar a estos niños. ¿Cómo funcionaban estas organizaciones? ¿Cómo eran? No sé si había muchas de este tipo,... Imagino que habría unas cuantas.

P.C.- Sí, bueno, había de diversos tipos. Estaba la llamada Armeé Juive, es decir, el ejército judío. Era un grupo armado que luchaba al lado de los aliados y contra los nazis, pero tenía una sección encargada, sobre todo, de los niños. Como su objetivo final era Palestina, en cierta manera todos eran sionistas, es decir, partidarios del futuro Israel, como nación política, pues se preocupaban mucho de intentar rescatar a niños judíos. En aquel momento, los judíos en Francia, como en toda Europa, estaban perseguidos por los nazis. Los tienen confinados en balnearios, en hoteles, en lugares aislados y allí los tienen controlados. Eran como campos de concentración pero no de exterminio. Solo los tenían retenidos. Y de allí, tratan de rescatar a los niños. Los sacan con la excusa de que tienen que ir al médico, por ejemplo. Y luego, ya no regresan. A los niños rescatados tratarán de mantenerlos seguros en pueblos pequeños, en aldeas, en casas aisladas porque están menos controladas por los gendarmes. En estos lugares, son los gendarmes los que cazan a los judíos, y no la Gestapo, como ocurre en otros lugares.

M.G.- Estamos hablando de que la novela es coral. De hecho, tan coral que prácticamente los capítulos van encabezados por los nombres de los personajes. Hay muchos niños en la novela y estos son niños de la guerra. Son niños que prácticamente crecen sin infancia. ¿Cómo vamos a ver a los niños en esta novela?

P.C.- Bueno, estos niños del orfanato están aislados de sus padres. Se podría decir que están así desde 1938, desde la terrible noche de los cristales rotos. Son niños recogidos por la Cruz Roja suiza en Alemania. Al principio, los han trasladado a Bélgica, esperando que quizás pase todo este odio, esta persecución en Alemania. Pero la cosa se ha complicado con la guerra y ellos van a parar al sur de Francia. Y por lo tanto, estos niños se hacen mayores, se hacen adolescentes en el orfanato. Ya no son niños, ya son jóvenes, ya son adolescentes, porque algunos llevarán hasta cinco años en el orfanato. En cierta manera, me interesaba este tema porque la crisis de la adolescencia se une a la crisis que tiene el mundo, a esta persecución increíble. 

M.G.- Hay dos niños que me llaman especialmente la atención. Antes hemos hablado de Philippe. Este chico es un personaje que, independientemente del contexto social y político que le ha tocado vivir, es un chico que además tiene una malformación. ¿Hasta qué punto esto le va a afectar personalmente?

P.C.- Le afecta mucho. Él quiere ser como los otros.  Él, que no es judío y por tanto, no sería perseguido, quiere ser como sus compañeros normales, como esos niños que no tienen el labio partido. Es un superviviente desde pequeño. Es increíble que haya sobrevivido con este defecto de la boca, sin que se le haya operado. Sufrirá una crisis de adolescencia.

En principio, Samuel lo quiere adoptar pero él no acepta. Luego, cambiará de opinión. Él quiere hacerse amigo de los compañeros del orfanato, de los niños judíos que son los líderes. Incluso se fugará con ellos, cuando se podía haber quedado tranquilo, porque a él no lo persigue nadie. Es un niño que está en una situación con estas características.

M.G.- De los líderes, quizás deberíamos de mencionar y hablar un poco de Helmut. Es un adolescente con ideas de hombre. Él quiere aportar su grano de arena a lo que se está viviendo en ese momento.

P.C.- Sí, él es un chico de carácter bastante violento, que admira a los militares y que, en cierta manera, sobre todo cuando se hace mayor, quiere irse al maquis con Enric, un maquis catalán. Su ideal es luchar contra los nazis personalmente. Tiene muchos defectos. Bueno, se podrían ver como defectos pero no lo serán porque, de hecho, al final, él será uno de los líderes gracias a los cuales, podrán huir o intentar huir.

M.G.- Estamos hablando de estos niños, de Samuel, que es judío. También hay franceses, hay alemanes, y hay catalanes exiliados en su novela. ¿Qué me podría contar de estas familias catalanas?

P.C.- Bueno, esta familia se ha quedado cerca de Cataluña porque creen o confían que, según cómo vaya la guerra, volverán pronto a su casa. Estarán pendiente, sobre todo Ramón, el padre de la familia, de lo que está pasando en la guerra. A Enric, un hermano de Ramón, no le gusta el campo. Él ya ha luchado en la guerra española. Lo que intenta es unirse a los maquis y luchar contra los nazis.

M.G.- Los tiempos de crisis son una ruina para unos, pero para otros son una gran oportunidad. Esto lo hemos comprobado no hace mucho, durante la pandemia. También es así en las guerras. Es algo que veremos en la novela, cómo hay personajes que se aprovechan de las míseras circunstancias del prójimo.

P.C.- Sí, sí, sí, como en toda guerra, como se ve ahora en Ucrania, ¿no? Hay corruptelas, estraperlo, mercado negro, habitualmente controlado por los colaboracionistas. Los franceses temían el comunismo. Los nazis, en un principio, verán a los franceses como anticomunistas y, por tanto, podrán continuar conservando sus riquezas.

Sí, como en toda guerra, hay corruptelas y gente que se aprovecha de la situación.

M.G.- La acción de la novela se inicia en mayo de 1940. Llegará hasta 1944. Somos muchos años en los que ocurren muchísimas cosas. Maneja usted muchos sucesos y muchos personajes. Para escribir un libro como este, ¿cuánta documentación ha tenido usted que manejar?

P.C.- Mucha. La huida de los judíos por los Pirineos ha sido un tema que los historiadores han tratado tardíamente. Por el lado francés, es algo que no interesaba políticamente a las diversas repúblicas francesas, porque el tema de la persecución de los judíos en Francia ha sido algo bastante incómodo, por la manera por cómo se vieron obligados, o no, a enviar a los judíos al exterminio. Y por el lado español, también ha sido algo que se ha estudiado tardíamente. Hay historiadores como Josep Calvé, que ha estudiado esta zona alta de los Pirineos catalanes. Ellos han estudiado este tema en el terreno. Muchas fuentes derivan de entrevistas hechas a gente mayor, que habían hecho de guías o de pasadores. Son estas personas las que han facilitado información.

De todo esto ya hay bastante publicación pero hay otras cuestiones. Es una situación bastante compleja. He tardado unos tres años en construir la historia y luego también en andar a pie.

M.G.- ¿Ha visitado usted los espacios?

P.C.- Sí, sí, sí. Me gusta subir a la cima de las montañas y visitar todos los collados de los Pirineos. Mientras más altos eran, menos vigilados estaban. Técnicamente, y sobre todo en algunos meses, eran bastante difíciles, especialmente para personas que no estaban acostumbrados a ir por la montaña. Además, la cara norte de los Pirineos es mucho más fría, mucho más helada y, por tanto, estos collados empinados se convierten en auténticas paredes de hielo.

M.G.- Entiendo. La travesía tuvo que ser bastante complicada, muy complicada. 

Pep, por ir terminando, en una novela de estas dimensiones, en todos los sentidos, se intercalan muchísimos temas. ¿Qué reflexiones le gustaría que el lector extrajera tras la lectura?

P.C.- Muchas. Una de ellas sería, por ejemplo, la cuestión de la enseñanza. Es decir, cómo educar a unos niños y a unos adolescentes teniendo en cuenta el ambiente que les ha tocado vivir. No es lo mismo un programa de estudios en una situación de paz que en una situación de guerra. O, en una colonia que en una metrópoli.

Los maestros del orfanato se plantearán si es más útil enseñar matemáticas o gimnasia. Si son niños perseguidos, quizá sea más útil ponerlos en buena forma física que no enseñarles latín o matemáticas. La cuestión está en saber qué es más útil para estos niños. Esta sería una de las reflexiones.

Otra sería cómo reaccionamos los humanos en situaciones extremas. ¿Hasta qué punto el Holocausto fue bestialista? No solo en relación a los verdugos sino también a las víctimas. Es decir, cómo bestializa estas situaciones extremas.

Y, como última cuestión, ver cómo esta es una situación muy actual, en el mismo sentido del título. En la guerra de Ucrania, vemos cómo Putin ha despertado a Dios de la siesta. En la Rusia que, durante un siglo ha sido atea, ahora vemos cómo los patriarcas asisten a todos los mítines de Putin, y cómo Putin asiste a actos religiosos. En cierta manera, los políticos, sobre todo en regímenes autoritarios, es como si despertasen a Dios de la siesta. En un momento de crisis de muchas ideologías, acuden a Dios. Rusia era comunista y se diferenciaba del capitalismo. Ahora es más capitalista que la Europa occidental, acuden a Dios como signo de identidad.

M.G.- Pep, no le quiero robar más tiempo. Le agradezco muchísimo que me haya atendido. La larga siesta de Dios, una novela extraordinaria y espero volver a hablar con usted con el próximo título.

P.C.- Encantado, Marisa. Encantado de hablar un rato con ustedes.

M.G.- Un saludo desde Sevilla.

P.C.- Adiós. Buenas tardes.

M.G.- Buenas tardes.

Sinopsis: Una expedición condenada al fracaso.

Unos adolescentes huyendo de la barbarie.

Unas montañas demasiado altas para alcanzar la libertad.

Francia, mayo de 1940. Samuel Silverstein, un transportista de origen judío, se encuentra atrapado dentro del éxodo de fugitivos que las tropas nazis empujan hacia el Midi. A resultas de un bombardeo de la Luftwaffe, Silverstein lo pierde todo y comienza una nueva vida como agente de una organización clandestina que trabaja para salvar a niños judíos, escondiéndolos en las zonas rurales. El trabajo de vendedor ambulante le facilita los movimientos por los pueblos y masías de los valles del Ariège. Pronto descubrirá un monasterio en ruinas donde sobreviven decenas de niños y adolescentes, bajo la amenaza constante de los gendarmes a las órdenes del gobierno de Vichy. Mientras la barbarie nazi arrasa Europa y los judíos esperan que Yahvé se despierte de una vez, atravesar los Pirineos parece la única opción de escape.

Pep Coll teje con traza, vigor y emoción una novela que, desgraciadamente, nos toca de cerca.


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