No conocía a César Sebastián pero para a mí, que tanto me gusta el género ilustrado, es un placer descubrir a un nuevo ilustrador. Y más aún si me aproxima a una obra como Ronson, en la que cualquiera con cierta edad puede verse reflejado.
Ronson es una obra gráfica que publica Autsaider Cómic, editorial al que le vengo siguiendo la pista desde hace tiempo por su particular línea de edición, y el esmero con el que tratan todo lo que sacan a mercado. Son ediciones llenas de detalles que convierten el libro publicado en una joya. Es lo que ocurre con Ronson, la primera obra larga de Sebastián. Hablo telefónicamente con el autor.
César S.- En Valencia. De hecho, en plenas fallas.
M.G.- Es cierto, es cierto.
C.S.- Si oyes algún petardo, no te preocupes.
M.G.- De momento, no se escucha nada.
Bueno, vamos a hablar de Ronson, tu última publicación. Es la primera vez que te leo. Soy muy aficionada al cómic, a la novela gráfica, a todo lo ilustrado. Y abro tu libro, César, y a mí que me gusta leerlo de cabo a rabo, la biografía del autor, la sinopsis, los agradecimientos, y en tu libro, no hay nada de eso. ¡Nada! Así que, como no sé quién eres, me gustaría que nos contaras quién es César Sebastián.
C.S.- Sí, la verdad es que el libro es un tanto intrigante, porque ni siquiera tiene un texto en la contraportada. Es solo el contenido magro.
Yo nací aquí en Valencia, aunque me crié en un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, que se llama Landete. Y mi familia paterna proviene también de un pueblo pequeño que es en el que inspira, de hecho, la historia de Ronson. Se llama Sinarcas, pertenece a Valencia, pero está en el interior. Estudié Bellas Artes. Siempre me he dedicado a dibujar. Mi gran pasión es el cómic, aunque me dedico más profesionalmente también a la ilustración y a la docencia. He publicado sobre todo historias cortas, en antologías, entrevistas, cosas por el estilo. Pero Ronson es mi primera novela gráfica, mi primer trabajo largo. He tardado mucho en hacerlo.
M.G.- ¿Y por qué no incluir nada? No sé si eso es decisión tuya, o si es cosa de la editorial. Me parece muy curioso que no haya nada.
C.S.- En realidad, estuvimos tanteando la idea de poner un texto en la contracubierta. Pero claro, no sabía muy bien si yo iba a ser capaz de hacer justicia o de sintetizar el contenido de Ronson. No es una novela gráfica, tradicional, en el sentido de que no narra una única historia, una trama, ni nada por el estilo. Al final, optamos por que fuese más bien un objeto así muy sugerente e intrigante, que el lector tuviese que adentrarse en sus páginas para saber exactamente de qué iba. Por eso, igual mucha gente ha pensado que el libro lo había hecho alguien más mayor que yo. Tengo treinta y cuatro años, pero en el libro se narran los recuerdos, las vivencias de alguien mayor.
M.G.- Yo lo pensé. El narrador es una voz con bastantes más años que tú. Lo primero que hice fue buscar en Internet quién era César Sebastián y me encontré a una persona joven. Y a los futuros lectores, ¿qué les dirías sobre lo que van a encontrar en este libro?
C.S.- Bueno, Ronson es una novela gráfica, como comentabas antes, pero bebe también de la tradición oral y casi del folclore. Si tuviera que describir de qué va, diría que Ronson trata sobre un hombre ya maduro, que echa la vista atrás sobre su infancia, una infancia que transcurrió en un pueblo pequeño, como otros tantos pueblos pequeños de España. Este protagonista reflexiona sobre la memoria, cómo la memoria nos permite formar una propia idea de nuestra vida, de nuestra identidad y, sobre todo, también reflexiona sobre cómo era, de forma muy específica, su infancia, las características de esa España rural, desde la década de los 60, y las cosas que él echa de menos porque le resultaban entrañables. Y también se habla de cosas que son bastante terribles, vistas desde nuestra vida actual.
M.G.- De eso hablaremos después. Creo que estas historias están inspiradas en cosas que te contó tu padre.
C.S.- Efectivamente, sí. El punto de inspiración son los recuerdos de mi padre. Mi padre no es una persona leída ni tiene inquietudes culturales como las mías, de cómics y tal, pero tiene muy buena memoria y es muy locuaz. Le gusta hablar de sus recuerdos. Me di cuenta que mi padre tenía una memoria bastante extraordinaria. Los amigos con los que compartió su infancia no recuerdan las cosas con tanto detalle como mi padre.
En algún punto, decidí hacer seriamente una novela gráfica, recopilando todas estas historias. Muchas de las cosas que mi padre me contaba me producían asombro, y otras eran muy bonitas, muy entrañables. Algunas de ellas eran cercanas a mi propia infancia. Me generaban como sentimientos un poco ambivalentes. Empecé a grabarle. A veces, sin que él lo supiera. Lo grababa con el móvil, le iba preguntando cosas, y luego hacía la transcripción.
El resultado es una obra de ficción. Tiene mucho de fabulación pero digamos que el germen o la base está en los recuerdos de mi padre.
M.G.- Tiene un tono un tanto nostálgico, ¿no? Vas leyendo la historia, te vas adentrando en los recuerdos. Tiene ese tono de ese tiempo pasado, de esa vida de cuando uno era un niño, inocente, y la vida era de otra manera.
C.S.- Quizá tenga un poco de nostalgia, pero no tanto por la época sino porque, si uno ha tenido una infancia feliz, pues echa un poco en falta esa despreocupación, esa inocencia que uno tiene cuando es niño. Pero no es un relato que se recree en la nostalgia. Yo intenté tomar una cierta distancia, como narrador, con respecto a lo contado, e intenté que la parte gráfica mostrase la realidad como es, sin posicionarme, sin intentar guiar demasiado al lector. Y luego hay algunos sucesos que narra el protagonista, y que son también desagradables. No es como si todo fuese una arcadia.
M.G.- Has hablado de la memoria. Se hace hincapié en los recuerdos y en ese juego curioso de la mente. A veces recordamos las cosas no como fueron sino como nos interesa.
C.S.- Sí. Cuando me lancé a hacer el cómic, me centré en los hechos concretos que mi padre me narraba pero, cuando empecé a transcribir todas esas conversaciones, me paré a pensar, casi de forma automática, en la memoria en sí misma, casi como un axioma, como un fenómeno que ocurre a veces sin que sepamos muy bien por qué y que teje una telaraña casi enigmática, ¿no? No sabemos muy bien de dónde salen todos esos recuerdos y si son realmente verdad. A veces nos damos cuenta de que no son del todo verdad, cuando contrastamos un suceso vivido con otra persona cercana. Empecé a reflexionar sobre eso, sobre la propia memoria en sí, porque es la generadora de identidad, pero al mismo tiempo no es un mecanismo muy fiable. Estamos continuamente reescribiendo nuestros recuerdos conforme los vamos re-visitando a lo largo de nuestras vidas. Me parecía que era como un tema de temas porque la memoria es un tema que agrupa a todos los demás.
M.G.- Hay una cosa muy curiosa que creo que nos pasa a todos, por lo menos a mí me pasa y al protagonista también, y es cuando revisita los lugares de su infancia siendo adulto y descubre que antes todo le parecía mucho más grande.
C.S.- Sí, sí, eso nos ha pasado a todos. La mirada infantil es muy ingenua y a veces uno querría recuperarla. Cuando eres niño todo te resulta nuevo y todo te resulta maravilloso. Con el paso del tiempo uno se acostumbra a ver las cosas y, al tenerlas más vistas, como que ya no te sorprenden tanto.
Y también ocurre por ejemplo con ciertas películas de dibujos animados, que uno ve cuando es niño, y luego las vuelves a ver de adulto y las recuerdas mucho más largas, más épicas, llenas de eventos maravillosos. De adulto la analizas, y te das cuenta de que no era para tanto. La mente de un niño lo hace crecer todo como si fuese una levadura mágica.
M.G.- Y ocurre también con las lecturas. Cuando uno, por ejemplo, lee una novela en época estudiantil, en el instituto, y después la vuelves a leer, cuando tienes veinte años más, resulta que es una lectura totalmente distinta a la que hiciste.
C.S.- Así es. Pensamos que somos una única persona pero, en realidad, somos muchas encarnaciones distintas a lo mejor de nuestra vida. Vamos cambiando muchísimo.
M.G.- En Ronson haces un retrato, inspirándote en los recuerdos de tu padre, de la vida en los pueblos. Retratas cómo era esa vida, en la que todos los vecinos eran el tío tal, la tía cuál, donde había muchos apodos. Es decir, tú haces un retrato de cómo era la vida en los pueblos, con costumbres que aún hoy se siguen manteniendo.
C.S.- Sí, sí, totalmente. De hecho, mi padre, cada vez que se refiere a alguien del pueblo, usa el apodo. Los nombres son algo más genérico, algo que se puede repetir, pero el apodo es una cosa totalmente única.
En Ronson hay un episodio, con una pequeña disertación sobre los apodos. Me parece una cosa maravillosa.
M.G.- Son muy ingeniosos.
C.S.- Y, a veces, crueles. Es un fenómeno que me interesa mucho.
M.G.- Bueno, y de crueldad también hay algunas escenas en el libro. A ver, crueldad vista desde nuestra perspectiva. En esta historia vamos a ver a algunos niños cometiendo auténticas barbaridades con animales. Hoy, yo veo esto con mis ojos de adulta, pero de niña también he hecho este tipo de trastadas. Todos hemos hecho cosas así.
C.S.- Es algo que todo el mundo me está diciendo estos días.
Estos comentarios es el testimonio de que hemos progresado moralmente, de que tenemos una mayor empatía hacia los animales. Hay una mayor empatía, en general.
No puedes culpar a un niño de hacer esas cosas y, mucho menos, a un niño de la época porque todo esto era una parte de la normalidad, de la vida cotidiana de entonces.
Hoy día tenemos otro tipo de crueldad que antes no existía.
M.G.- Aunque hayamos hecho estas barbaridades, porque ya te digo que yo también las he hecho, después nos hemos convertido en adultos, o generalmente nos convertimos en adultos, que no hacemos estas cosas y que incluso amamos mucho a los animales.
C.S.- Claro, yo el primero. He cambiado muchísimo también en ese aspecto. Pero me parecía interesante. Si uno quiere retratar esa época y, sobre todo, la infancia, tiene que contar estas cosas. Al contrario, estaría falseando la realidad. Quería contar las cosas de manera fidedigna y no ocultar las caras incómodas. Hoy en día, se trata al lector de forma un poco paternalista, como si tuviésemos que cuidar a la gente de no ver cosas desagradables. Las cosas desagradables son las cosas desagradables que existen en nuestro día a día, y la ficción tiene que retratarlas también.
M.G.- O lo escatológico, que también nos llamaba mucho la atención cuando éramos pequeños.
C.S.- Sí, hay algo de escatología en el libro. No hay mucha gente que lo haya destacado pero a mí todas esas cosas me hacían mucha gracia. Pretendía que el cómic tuviera también mucho humor. Esas cosas me divierten mucho dibujarlas.
M.G.- César, la narración es muy sensorial. Se va aportando mucha información a través de todo lo que se recibe por los sentidos. Por ejemplo, se habla mucho del sabor de los dulces, o de los chicles bazokas. Hay muchas referencias a los olores del tabaco, de la gasolina, de la abuela.
C.S.- Sí, es que muchos de los recuerdos que mi padre me narraba tenían que ver con eso. Por ejemplo, hoy estamos muy acostumbrados al olor de la gasolina y a mucha gente le desagrada. Pero mi padre me decía que, en aquella época, que apenas había vehículos, era un olor muy extraño y fascinante. Era un olor extraordinario. Y pasa con muchas de estas cosas.
Hoy en día, nuestros sentidos están saturados de imágenes, de olores, de sonidos y de todo tipo de cosas. Pero claro, en aquella época, probar un dulce no tan fácil. Cuando uno probaba un dulce era porque eran fiestas. Me interesaba plasmar todo eso en el cómic. Puedes describir el sabor con gran fidelidad e incluso ilustrar cómo eran esos productos.
M.G.- Estamos hablando de Ronson, que es el título del volumen. Descubrimos qué es Ronson a medida que vamos leyendo.
C.S.- Sí, sí, sí. Mucha gente me pregunta qué es Ronson pero, claro, hay que leerlo porque si lo explico se estropea una parte muy bonita del libro. Tiene que ver con un objeto que, en cierto modo, encapsula la infancia del personaje. Mucha gente me pregunta si es como el rosebud de Ciudadano Kane y, bueno, sí, es un poco así. Ronson es un objeto que se parece un poco al rosebud de Ciudadano Kane.
M.G.- Las ilustraciones, en algunos casos, funcionan como metáfora. Por ejemplo, cuando tienes que hablar del paso del tiempo o de la devastación que produce el paso del tiempo en las personas o en los objetos, pues por ejemplo dibujas las distintas etapas de un árbol. Ese árbol que está naciendo, que se hace mayor hasta que se convierte en un tronco, sin nada más. O sea, usas la ilustración en plan metafórico.
C.S.- Sí, sí. En cómic, el lenguaje visual es súper rico. A veces, parece que, por un automatismo, nos limitamos a narrar las cosas de manera como muy directa y literal. Pero creo que el cómic permite metáforas visuales, utilizar un lenguaje más cercano a lo poético, hacer figuras visuales que escapen de los mecanismos más obvios.
Ese primer capítulo del libro quería que fuese como una especie de paseo, casi como un paseo psico-geográfico, por los lugares del pueblo en el que el personaje compara o retrocede a su propio pasado. Era algo que me interesaba mucho.
Además, aunque lo descubrí posteriormente, eso me recordaba al trabajo de un fotógrafo que me gusta muchísimo, el de William Christenberry. Fue un pionero de la fotografía a color en Estados Unidos. Él provenía del sur de los Estados Unidos y su familia luego emigró. Cuando regresó a su ciudad natal, décadas después, se dedicó a fotografiar casas abandonadas, como para dar testimonio de esa vida campesina que hubo en otros tiempos. Fotografiaba la maleza tomando posesión de las casas abandonadas. Esa es una estética que, por alguna razón, me atrae mucho.
M.G.- Pues tenemos que hablar de los colores. Es muy llamativo que solo predomine un color, que no sabría muy bien cómo definirlo. No sé si es ¿ocre?
C.S.- Es un color pantone pero no recuerdo ahora el número. Y sí, se podría decir que es ocre. Esa era la idea, que fuera un tono verdoso. Quería que fuese un color que evocase la época y el paisaje. Cuando me subo a la azotea de mi casa en el pueblo, depende de la estación del año, ves los campos más o menos verdes. Este color aúna esa gama cromática de los alrededores del pueblo.
M.G.- A pesar de que me gustan mucho los libros ilustrados, desconozco la terminología que usáis. ¿Cómo caracterizarías tu forma de dibujar, tus ilustraciones?
C.S.- Bueno, diría que mi estilo de dibujo, especialmente en el caso de Ronson, es de línea clara. Intento que la línea quede muy desnuda, sin emplear claro-oscuros. Es un estilo naturalista porque intento reflejar la realidad de una manera muy próxima a como es, sin deformarla mucho gráficamente. Creí que era el estilo idóneo para esta historia, porque, en primer lugar, quería reflejar las cosas con el mayor rigor posible. Este lenguaje gráfico es, en cierto modo, muy riguroso y casi aséptico, por momentos. Al mismo tiempo, es un estilo muy claro, de manera que invita al lector y lo seduce con facilidad. A los lectores que no estén acostumbrados a leer cómics, no creo que le haya resultado un lenguaje muy críptico. Creo que permite a cualquier persona a leerlo con mucha facilidad.
M.G.- Estéticamente, llama la atención este color que hemos comentado, pero también el troquelado de las páginas. Es la primera vez que me encuentro un libro con las páginas troqueladas así.
C.S.- Yo también. Fue una idea de mi editor, de Ata Lassalle. Cualquiera que conozca un poco el catálogo de Autsaider Cómics, quedará deslumbrado. Todos sus libros tienen alguna característica, algún pequeño detalle de producción que lo hace único y que además refuerza un poco el propio contenido del libro.
Con Ronson, creo que Ata pensó un poco lo mismo, que el diseño del libro, las cubiertas y el tema del troquelado reforzara el contenido y lo convirtiese en un objeto, en una pieza única.
Con lo del troquelado, se intentó imitar o emular el troquelado propio de las fotografías antiguas. Me decía Ata que es un detalle modesto pero que, al mismo tiempo, lo hace bonito, como esas fotografías antiguas y únicas.
M.G.- Hay ilustraciones de fotografías que me han sobrecogido. Por ejemplo, hay una en la que aparece el protagonista de niño, montado sobre un burro con su abuelo. Yo tengo una foto exactamente igual.
C.S.- Muchas de esas imágenes las reinterpretaba un poco, o cambiaba algún detalles pero eran fotos que cogía de mi propio álbum familiar. Tenía ahí mucho material gráfico. Reconstruir esa época y ese lugar requería de documentación fotográfica. No te puedes inventar las cosas. Aquí necesitaba referencias reales. Me inspiré en muchas fotografías que dieron pie a estas ilustraciones.
M.G.- César, hablando de Autsaider, me maravilla que una editorial, tal y como está el sector hoy, se pueda mantener dedicándose a un único género. Y luego, estáis los autores. Ayer hablaba con una escritora de romántica que decía que mucha gente consideraba ese género como algo menor. Llevando esta reflexión al mundo del cómic, ¿cómo lo ves tú? ¿Está el género en auge?
C.S.- Bueno, creo que, a día de hoy, se publica muchísimo. Hay una cantidad enorme de títulos que se publican y por eso, también no se le da la oportunidad a los libros para que tengan una vida más larga. Todo esto forma parte de la propia maquinaria editorial. No es el caso de Autsaider. Al margen de que tienen una producción increíble y mantengo un contacto muy cercano con el equipo, una de las cosas por las que me gusta trabajar con ellos es porque siguen la filosofía de producir pocos libros, pero muy cuidados, dedicándoles la atención que necesitan.
En España, hay muchísimo nivel en cómic y tienen una calidad increíble. También hay una gran diversidad de voces. Antes, el mercado del cómic se limitaba a unos géneros muy específicos, destinados más a un público infantil. Hoy día, hay cómics de todo tipo, una variedad que lo abarca todo. Cualquier persona puede encontrar un cómic que le interese.
Por otro lado, creo que el cómic ya se mira de forma distinta. La gente no piensa tanto en un medio de expresión menor, en comparación con la literatura. Todavía hay un poco de condescendencia, sobre todo, de desconocimiento por parte de mucha gente, que solo ha leído lo que leyó de niño y no ha leído nada nuevo. Pero bueno, creo que, poco a poco, iremos ganando terreno, aunque aún queda mucho por hacer.
M.G.- Yo defiendo mucho género, porque me parece muy paradójico que todos hayamos empezado a leer con los cómics y ahora, de adulto, no se lean. Pero bueno.
César, si no me equivoco, hoy es el día del cómic [la entrevista tuvo lugar el viernes 17 de marzo], ¿verdad?
C.S.- Hoy es el día del cómic, exactamente.
M.G.- Hablando precisamente del género, tiene su propio día.
C.S.- Sí, es el primer año que se celebra y la verdad es que es una iniciativa que está muy bien, para poner el género sobre la palestra. Aquí hay grandes creadores, hay industria. Creo que todo suma.
M.G.- Y tú, ya para terminar, ¿qué otros ilustradores me recomendarías?
C.S.- Guau, pues aquí hay muchísimos. En España, una barbaridad. He leído obras de autores que me gustan mucho, algunos compañeros, como por ejemplo, Pep Domingo (Nadar). Ha publicado hace poco un cómic fabuloso que se llama Transitorios, es una obra que recopila pequeñas historias cortas. A mí me parece una maravilla. También está mi colega Adrián Bago, que es un autor que publica igualmente en Autsaider, un historietista fabuloso. Él publica mucho en torno a la auto-ficción, con muchísimo sentido del humor y con una visión así muy aguda a nivel político. Y otro colega, no tan conocido como debería, es Jaume Pallardó, que publicó una obra que se llama La muerte rosa. Es una otra de ciencia-ficción.
También te podría recomendar El arte de volar de Altarriba o Paracuellos de Carlos Jiménez, que es otro grandísimo clásico, uno de los grandes cómics que se han hecho aquí. No sé, te podría recomendar un montón.
M.G.- Pues de todos los que me has dicho, el único que me suena es Paracuellos, así que tomo nota de todos los demás para ir echándole un ojo.
César, no te robo más tiempo. Vamos a dejarlo aquí, si te parece.
C.S.-Estupendo, encantado de hablar contigo.
M.G.- Pues nada, un placer.
C.S.- Muchas gracias. Adiós.
Un clásico instantáneo, como dice Eduardo Bravo. Un libro de esos que puedes leer y releer, que no pierden impacto y que circula por una vía paralela a las tendencias o a las modas. Recursos propios innovadores, que de puro novedosos son absolutamente ajenos a lo que se estila. El dibujo merece capítulo aparte, una maestría entre la línea clara y lo académico que, con un increíble dominio de la anatomía en las diferentes edades del hombre, hace llorar a John Byrne, incluso al propio John Buscema cada vez que se acuerda de sus dibujos de los hermanitos Maximoff.
RONSON es la primera novela gráfica de César Sebastián.