Autor
Miguel Becerra Ortiz (Madrid, 1970). Se educa en la localidad gaditana de La Línea de la Concepción. Estudia en la Universidad Complutense de Madrid Imagen y Sonido; y realiza cursos de dirección de cine, producción y guion cinematográfico.
Ha dirigido y producido más de 13 cortometrajes, siendo productor de dos largometrajes, cosechando reconocimientos internacionales y nacionales: Instituto Cervantes de Manchester, en la UMIP Universidad Menéndez Pelayo… Tiene el honor de ser el primer Andaluz en recibir el premio RTVA al mejor Director Andaluz en 2004 y ha ganado como Productor Asociado un premio Goya (2006). Posee, además, más de 150 premios por todos sus trabajos y ha sido tres veces nominado en la Academia de Cine.
Comienza a estudiar la figura de Jesús de Nazaret hace 25 años y desde entonces se va formando con profesores especialistas en la materia. Aunque no es un erudito, siempre dice que “Soy un humilde caminante que aprendo cada día que me regala de vida mi amigo y gran jefe, Jesús de Nazaret”.
El Rabí de Galilea es su primera novela y su segunda incursión en la narrativa.
Sinopsis
Lo humano y lo divino se dan la mano en esta novela de ficción del director de cine, Miguel Becerra, para hacernos meditar sobre los múltiples aspectos que vertebran las características esenciales que conforman la dimensión terrenal y trascendental del considerado hombre más importante de la historia de la humanidad: Jesús de Nazaret.
Una obra que nos adentra en la magnitud histórica del llamado Hijo de Dios, poniendo el acento en su vertiente más humana, ensombrecida en muchas ocasiones de forma intencionada para no eclipsar su luz divina ¿Fue ese hombre algo más que un sedicioso crucificado en tiempos de Poncio Pilato? ¿Un Profeta desechado o tal vez un Mesías inesperado? ¿Un alborotador de masas o un agitador de conciencias? ¿Un Rey de Reyes de un reino tan intangible como inentendible por la sociedad de su tiempo? ¿Quién lo envió y para qué? Estas y otras muchas cuestiones son las que nos plantea la lectura de esta obra, sumergiéndonos, sin prejuicios, en dudas históricas que nos acercan al Rabí de Galilea más humano.
A ti y solamente a ti, corresponde acercarte a la figura del Nazareno del modo que elijas. Es posible que acabes cuestionándote si Jesús fue un Enviado, un Profeta o un Mesías… o si tal vez, fuera las tres cosas, como concluye el autor de esta novela, que nos ofrece una visión histórica, tan particular como imprescindible, para acercarnos a la figura de Aquel que vivió para hacernos visible la imagen del Dios invisible. Aquel que nos hace creer, aun sin haber visto.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Los sevillanos tenemos ya un pie puesto en la Feria de Abril pero el otro todavía lo mantenemos en la Semana Santa. No sé si lo habré comentado alguna vez por aquí, pero soy creyente. A mi modo, pero creyente. Los que me sigan por redes sociales se habrán percatado ya de esta cuestión. Decir esto, en según qué ámbitos, puede cambiar radicalmente la imagen que los demás tienen de una, pero no es algo que me preocupe. Me crié en una familia en la que la palabra Dios estaba presente, más en la boca de mi madre que en la de mi padre, quien en los últimos años me confesó que no creía en nada. Nunca discuto por este asunto. Jamás. Respeto la postura del que tengo enfrente, pero también pido respeto para la mía propia. Y con lo de a mi modo me refiero a que no sigo los preceptos establecidos. Mi fe y mis creencias tienen mi sello personal por eso no comulgo (nunca mejor dicho) con todos los pareceres de la Iglesia, como institución. Aplaudo lo aplaudible (que lo hay, aunque algunos se resistan a creerlo) y critico la postura eclesiástica sobre algunos temas que, a estas alturas del partido, me parecen totalmente desfasadas. Hay que modernizarse.
Con respecto a la figura de Jesús de Nazaret, siempre he dicho que si me ofrecieran la oportunidad de viajar en el tiempo, no lo dudaría. Elegiría viajar a los años 30-33 AD. Me hubiera gustado ver con mis propios ojos lo que se cocía en aquel tiempo y en aquel lugar concreto. Me hubiera gustado ser testigo de los sucesos que acabaron a los pies del Gólgota. Me hubiera gustado escuchar lo que aquel hombre, hijo de un carpintero, decía a todo el que se le acercaba. Porque a nuestras manos ha llegado una versión, digamos oficial, pero también se han manejado otras teorías controvertidas. ¿Un mesías? ¿Un loco? ¿Un líder político? En definitiva, me hubiera gustado estar presente para verlo con mis propios ojos y oír con mis propios oídos. Por eso, porque me atrae Jesús de Nazaret, veo películas (hasta ahora, la que más me ha impresionado fue la que rodó Mel Gibson, La pasión de Cristo), y leo libros. Aunque la Biblia no la he leído entera todavía. Y por todo esto, estos días pasados de Semana Santa, entre procesión y procesión, he leído El Rabí de Galilea de Miguel Becerra. Os cuento un poco en detalles.
A grandes rasgos, El Rabí de Galilea narra los últimos años de Jesús. La narración se inicia en el año 30 AD, en una fría madrugada, con un Pilato de sueño intranquilo e inquieto. Algo le preocupa.
«Soñó Pilato y recordó cada escena al despertar, situación insólita pues no era de esos a los que les tiembla la mano al juzgar ni vive con el arrepentimiento que se asocia ineludiblemente a su alto cargo ejecutor. Es por ello por lo que la concreción del recuerdo de las brumas que tanto habían alterado su ánimo le obligara, al menos, a plantearse si el destino de ese hombre estaba escrito y si acaso fueron verdades las que escuchó de su boca las escasas ocasiones en que acertó a escuchar su voz». [pág. 34-35]
A esta escena le seguirán las que todos conocemos, y que constituyen los momentos más conocidos de la vida de Jesús: el encuentro con Juan, el Bautista; los días en el desierto; los milagros; la expulsión de los mercaderes del templo; la aparición de María Magdalena; la traición de Judas; el prendimiento; el juicio y la liberación de Barrabás; la crucifixión, muerte y resurrección.
No obstante, lo novedoso de esta novela es que Miguel Becerra aporta datos de los que jamás había oído hablar. Por ejemplo, aquel soldado romano que clavó la lanza en el costado de Jesús, para verificar que ya había expirado en la cruz, y que tenía por nombre Longinos, tenía un defecto de visión. Según se nos cuenta en la novela, tras clavar la lanza, del cuerpo de Jesús emanó sangre mezclada con agua. Pues bien aquella infusión que salpicó la cara del romano, curó el defecto de visión que tenía Longinos.
«Longinos cayó al suelo de rodillas. Sus lágrimas transmitían verdad y arrepentimiento, tal vez se maldecía por ser él, y no otro, quien en acto de servicio experimentó la magia del momento que le tocó vivir». [pág. 41]
Es la primera vez que oía esta historia. Y no será lo único que llame la atención. A lo largo de la lectura me he ido encontrando con diversas piezas de información más o menos novedosas. De algunas circunstancias sí había oído ya hablar. Por ejemplo, mucho se ha especulado sobre si Jesús era hijo único o no. Becerra cuenta que el Nazareno tenía varios hermanos y hermanas: Simón, Judas, María, Salomé, Jacobo, José y Ruth. Aunque sí había escuchado que María y José tuvieron más hijos, nunca había leído ni cuántos fueron, ni sus nombres. Y también había leído sobre la posibilidad de que la traición de Judas fuera algo acordado, aunque no del modo en el que el discípulo lo llevó a cabo.
Me ha gustado ver la relación entre Jesús y su padre José. Siempre se ha hecho mucho hincapié en la conexión de Jesús con su madre María pero,¿qué pasa con José? Su papel siempre ha quedado muy difuminado en la Historia. Después de la anunciación, de los esponsales, del viaje a Belén donde nacerá su hijo,... poco se sabe de él. ¿Cuándo murió? ¿Cómo afrontó Jesús la muerte de su padre? El autor de esta novela concede a José más protagonismo del que me había encontrado hasta ahora en otras lecturas. Jesús pasa momentos con su él, conversan, se sinceran. Según la novela, fue una figura importante en su vida.
«José me enseñó a vivir con amor, respeto, me enseñó a servir a Dios, me enseñó a ver a nuestro Padre como nuestro Dios... Me enseñó a ser humilde, hijo de un artesano que trabajaba con sus manos, de sol a sol. Fue elegido sin su consentimiento y aun así cumplió a sabiendas de que se murmuraría sobre su honor, y él lo aceptó porque me quería y siempre me quiso. No quiero que se vaya, no aún. Lo necesito». [pág. 45]
Sin embargo, otros asuntos narrados en este libro me llegan a sorprender porque, ¿trabajó realmente Jesús para otras personas como el autor alude? ¿Realmente tenía Barrabás el encargo de matar al predicador en la celda que compartieron? Si los datos que se aportan en esta novela te parecen inverosímiles o te preguntas de dónde salieron, Miguel Becerra aclara que estás ante una obra de ficción pero, en la Nota de Autor, añade también lo siguiente:
«Cada personaje, cada suceso, está tratado respetando la historia, los Evangelios y bebiendo de otras fuentes siempre fidedignas». [pág. 227]
Sea como fuere, lo que sí os puedo decir es que hay pasajes especialmente dolorosos. No es que el autor se regodee a la hora de describir los momentos de sufrimiento de Jesús porque no lo hace, pero no he podido evitar sentir congoja al leer algunas páginas. No tiene nada que ver con que el protagonista de esta historia sea el hombre más famoso de la Historia de la humanidad. Es que, el calvario al que fue sometido, los instrumentos de tortura que se emplearon, los castigos infligidos, la mofa y la burla,... escuecen.
¿A quién va dirigido este libro?
Es obvio que, principalmente, a quienes, como yo, sean creyentes. En mi caso, debo decir que me ha gustado esta lectura. Cierto es que, muchas de las cosas que se narran no me pillan por sorpresa pero el autor sí ha conseguido despertar mi curiosidad en ciertos pasajes. Sin embargo, no creo que sea solo una lectura para creyentes. Tratándose de una obra de ficción, como alega el propio autor, cualquier lector se puede acercar a estas páginas. Además, cuenta con un capítulo introductorio, del que os hablo un poco más adelante, sumamente interesante. Estad atentos
Ilustraciones
Aderezan la narración una serie de ilustraciones hechas a carboncillo, por lo que predomina el color gris. No obstante, en todas ellas destaca siempre algún detalle en color rojo, tonalidad que funciona a modo de metáfora, anticipando el dolor, el derramamiento de sangre y la muerte.
Tales ilustraciones vienen de la mano de Teresa Guzmán y acompañan muy bien al texto.
Estructura y estilo
Empleando ocasionalmente el recurso del flashback, Becerra nos cuenta el presente y el pasado de Jesús, aunque por su infancia y adolescencia pasará muy de puntillas. Con un total de veintinueve capítulos numerados y titulados, algunos de ellos dedicados a personajes que rodearon al Nazareno (Juan, el Bautista o María Magdalena), el autor se centra principalmente en la edad adulta de Jesús. Más concretamente, en las vivencias que se suceden tras la traición de Judas y el prendimiento en Getsemaní.
Toda la obra está escrita en tercera persona, salvo parte de uno de los capítulos finales en la que será el propio Jesús el que se dirija a nosotros. Ese quiebro en la voz narrativa provoca un efecto instantáneo en el lector, amplificando la conexión con lo narrado. Creedme si os digo que se me puso un nudo en la garganta.
Es importante resaltar que la novela cuenta con un prólogo y un capítulo introductorio en el que se nos habla del sufrimiento que vivió el Hombre, desde un punto de vista médico. Ambos apartados de la obra están firmados por Francisco Javier Torres Gómez, especialista en Anatomía Patólogica y también escritor. En tal introducción, titulada De los signos de tortura de Nuestro Señor Jesucristo, Javier Torres hace un análisis interesantísimo sobre diversas cuestiones.
«Intentaremos aportar una visión médica de un creyente que deja de lado sus creencias en pro de una narración que pudiera explicar todo aquello que nos ha sido legado en los evangelios, pero que, en cualquier caso, diferirá obligatoriamente de la verdad absoluta, que a todos nos ha sido prohibida, incluyendo las evidencias encontradas en la Síndone de Turín, que aportan información incompleta de un cuerpo yaciente sometido, qué duda cabe, a un shock traumático que por sí solo justificaría la muerte de un mortal». [pág. 18]
En estas páginas, este médico nos habla de asuntos tales como la hematidrosis (la exudación de sangre), la posible pérdida de visión de Jesús, o de lo complicado que hubiera resultado que a Jesucristo lo crucificarán atravesando sus manos con clavos, ya que tal disposición daría pie al desgarramiento de las palmas.
«Olvidémonos de las heridas por clavos, pues no era el modo de operar de los romanos. En caso de aceptarse como excepción el caso de Jesús, esos clavos nunca se hundirían en las palmas de las manos, pues el desgarro tisular subsiguiente terminaría por seccionar sus anclaje y el miembro se desprendería del stipes». [pág. 29]
Serán muchos otros datos interesantes los que se aporten en esta sección que, si bien está redactada por un médico y se hace alusión a algún término más técnico, las conclusiones manifestadas se entienden perfectamente.
Poco más os puedo contar. Reitero que esta lectura me he agradado y con eso me quedo.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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