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LETICIA RODRÍGUEZ DE LA FUENTE: ❝Mi padre siempre está conmigo❞

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Nací en 1970. Este dato que, a priori, puede resultar vacío de contenido, tiene mucho peso en según qué circunstancias. Formo parte de la generación X. Dicen que fue la última que vio a sus hijos jugar en la calle, todo el día, sin supervisión de adulto, y sin que por ello corriera peligro nuestra vida. Fuimos también la generación E.G.B., la de las excursiones a la playa que duraban largas horas o la que, si usabas protección solar, era como máximo del 8 o del 10. Y en el panorama televisivo, fuimos los hijos de Los payasos de la tele, la generación que vio en familia el concurso 1,2,3 responda otra vezo la que se quedaba atónita frente a la pantalla cuando emitían El hombre y la tierra. Porque los de la generación X crecimos con una voz singular resonando en nuestros oídos, la que todavía hoy suena en los míos, la de Félix Rodríguez de la Fuente. Todavía tengo fresco en mi memoria tantos y tantos capítulos en los que el naturalista, fallecido en 1982, tras un trágico accidente aéreo, nos mostraba la naturaleza en estado puro. Así que me hizo especial ilusión conocer a Leticia Rodríguez de la Fuente, hija del conocido divulgador, que ha hecho muchas cosas, y muy dispares en la vida, pero que ahora parece que ha encontrado su sitio en el mundo.

Leticia gestiona una granja de flores desde hace tiempo. Han sido años de aprendizaje, y no exentos de dificultades, pero su pequeño rincón ha transformado a la mujer que era. A raíz de este proyecto de vida, Leticia publica Tocar tierra (Espasa), un libro en el que nos habla de su pasión por la floricultura, a la vez que entrelaza sus vivencias entre flores con recuerdos de la infancia y  con reflexiones. 


 Un primer libro dedicado al padre

Tocar tierra es un título que está muy en conexión con el acto físico de hundir los dedos en la tierra pero también con la idea espiritual de volver a casa y de poner los pies en el suelo. Esto es lo que significa este título para la autora. 

Leticia ha dedicado esta primera publicación a su padre. Nos contó que le había resultado muy fácil escribir este libro.  «No sabría cómo explicártelo, pero yo me sentaba a escribir y salía, salía, salía todo. Ha sido como una catarsis realmente». Confiesa que su primera intención era escribir únicamente sobre su granja de flores, y sobre cómo lleva a cabo los cultivos. Sin embargo, poco a poco, se le fue colando su parte personal de tal modo que la escritura ha supuesto como una especie de psicoanálisis.

Con respecto a la dedicatoria, «mi padre siempre está conmigo. Está todo el día conmigo». Tanto es así que su padre está muy presente a lo largo de todo el libro, aludiendo constantemente a él. «Yo hablo con él todos los días y le digo, joder, me metí en este lío, a ver si me sacas».

Una granja de flores con grandes obstáculos

El objetivo que se marcó Leticia, la granja de flores, supone el hilo conductor de este libro. Un proyecto que le ha traído grandes alegrías pero también grandes quebraderos de cabeza. Ella se define a sí misma como una mujer de carácter impulsivo, «muy compulsivo». Dice que nunca piensa en las consecuencias de los actos que emprende. «Si algo me enamora y me gusta, me meto de lleno en ello. Nunca soy consciente de las dificultades que puedo encontrar».De esas pulsiones termina aprendiendo porque siempre consigue sacarse las castañas del fuego«Yo funciono así, pero no por nada, sino porque es mi carácter. No podría ser de otra manera».

Cuando decidió abrir una granja de flores desconocía todo lo relativo al clima. La granja está ubicada en la vega del río Ungria, donde el clima es muy frío, y especialmente húmedo, en invierno. «Yo lo llamo Siberia porque es realmente desagradable».  Al margen, destacó que la tierra de cultivo es muy arcillosa y que el terreno está lleno de piedras. «Con lo que es muy difícil cultivar». Por otra parte, aseguró que no tenía equipo humano, «pero me daba igual». Y le daba igual porque no podía huir de esa tierra de la que se había enamorado. «Luego todo se fue resolviendo a medida que iba implicándome en el proyecto».Cree que todas las dificultades que ha encontrado se han ido solventando casi por intervención divina«Te lo digo de verdad. O sea, yo daba un paso y el universo daba otro veinte a mi favor».

Y a través de esa "intervención divina", primero apareció Quique, un joven agricultor, que la ayudó a montar la infraestructura. Entre los dos colocaron el sistema de riego. Y en cada paso, fue consultando a otras personas que le enseñaron cómo tratar la tierra para cultivar flores. «Me acuerdo que llevaba un puñado de tierra al vivero en el que compraba normalmente y le consultaba a los profesionales». Allí encontraba asesoramiento, consejos que Leticia ponía en práctica en su granja, cultivando siempre lo que en esa tierra se dé bien. «Es muy fácil hacer trampas pero, si se trata de un cultivo sostenible y orgánico, tienes que ser honesta».

Una pasión que le viene de pequeña

Insisto en que Tocar tierra no es solo la narración de la puesta en marcha y posterior funcionamiento de una granja de flores sino, como hemos dicho antes, es también un libro en el que Leticia metafóricamente se desnuda y nos cuenta experiencias personales. Entre esos episodios figura uno que a mí me ha parecido especialmente tierno. La autora se remonta a su infancia, a un día en casa de su abuela, llena de flores y macetas como son todas las casas de todas las abuelas y a esos primeros contactos con las plantas,  podando las macetas de su abuela. «Eso fue una epifanía total. Una de las varias epifanías que he tenido con el mundo del jardín. Lo que pasa es que no lo hice caso». Quizá aquella experiencia ya estaba marcando su camino solo que aún necesitaba recorrer otros caminos, perderse por otros senderos,  para volver a conectar con lo que la estaba llamando.  Leticia asegura que tiene el recuerdo de ese día muy fresco en su memoria, aunque para otras cosas no tiene retentiva ninguna. «Yo borro mi pasado constantemente y eso, entre dos o tres cosas más, se me ha quedado grabado».

El mundo de la jardinería en España

A lo largo de la conversación surgió la visión que tiene la autora del sector de la floricultura en nuestro país. Según ella, el mundo de la jardinería no interesa a los jóvenes sino que es un mundo de gente mayor. «Para trabajar la tierra se requiere de mucha madurez interior». Es una profesión en la que se precisa unos tiempos, ser paciente, y observar en silencio «y eso, una chaval o una chavala joven no lo tiene y normal que no lo tenga».




Leticia comenta en las primeras páginas del libro que en España había muy poca cultura floral. Le pregunto si esto ha cambiado y me responde que sí, que todo ha cambiado a una velocidad increíble. «Hoy tiras una piedra y salen veinte floristas estupendas». Además, comentó que el ser humano ha cambiado también en sus relaciones con las flores porque antes solo comprábamos flores para funerales, nacimientos de bebés o eventos. Sin embargo, hoy compramos flores por comprar flores, sin una funcionalidad determinada, simplemente porque nos agrada tener algo bonito a la vista.«En mi caso, no es tanto la belleza como la sensación de crear hogar. La casa deja de estar vacía cuando pongo flores».

La tierra, madre de todos

Asegura que este libro también es un alegato en favor de la madre tierra.«Las plantas son el oxígeno que respiramos porque son la depuradoras del planeta». Comparó la tierra con la macrobiota de nuestro intestino. «Si tu macrobiota no está equilibrada, no está sana, tu salud se resiente». La ingesta de antibióticos, o medicación fuerte altera nuestra macrobiota y lo mismo ocurre con la tierra. «Cuantos más tóxicos le metemos, ya sea para abonarla o para matar bichos, más desequilibramos el ecosistema. Así, lo único que conseguimos es que, a larga, tengamos muchos más problemas que antes». Advierte que debemos cuidar mucho más el planeta porque todo lo que hacemos, -cultivos de cereales  o producciones lácteas,...- lleva gran cantidad de químicos.«Aunque este es un discurso muy peligroso en el que no quiero entrar. Respeto porque puedo entender que hay de dar de comer a mucha gente y hay muchas familias que viven de ciertos negocio». Con su argumentación, no pretende Leticia enmendar la plana a nadie porque «además esto no se resuelve con prohibiciones, sino con buscar fórmulas alternativas, pero es una realidad que, si machacas la realidad, machacas la vida».

Flores orgánicas. Flores imperfectas

La granja de Leticia se centra en los cultivos que encajan según las propiedades de la tierra y de la climatología. No fuerza. No manipula la naturaleza.«Yo no soy un negocio puro y duro porque no tengo un objetivo económico, ni tengo que facturar millones al mes, ni tengo un gran equipo de empleado. Lo mío es mucho más fácil». Asegura que en el mercado de la flor se fuerza mucho la maquinaria y que se emplean recursos, como los pesticidas para conseguir lo que hoy se busca, flores perfectas.«Pero a mí me gustan las flores imperfectas porque la propia naturaleza es imperfecta». En su granja, apuesta por la flor de cercanía y orgánica, por esa flor local que no es fácil encontrar porque no viajan bien, no soportan la refrigeración. Se refiere, por ejemplo, a las dalias.  Nos comenta que las que vienen de Holanda llegan en muy malas condiciones porque no soportan la refrigeración, y ahí entra en juego su proyecto, el ofrecer a los floristas de la zona dalias locales.

El cultivo que cambia el carácter

Hablar con Leticia es hacerlo con una mujer hiperactiva, que ha hecho mil cosas en su vida y no ha dejado de moverse de un sitio a otro. Pero la jardinería y la floricultura le han cambiado el carácter.«Yo he sido muy compulsiva, muy impaciente, muy de querer las cosas ya pero, en este mundo, hay que tener mucha paciencia». No puedes hacer nada si el clima cambia y de repente destroza tu mejor cultivo de temporada. «He notado que, cuanto más me lleno de paciencia, menos rabia interior siento». Se sonríe al recordar que siempre ha sido una mujer de cogerse intensos cabreos pero ahora se ha vuelto más compasiva con la gente, más comprensiva. 

Ilustraciones

En paralelo al texto, Tocar tierra cuenta con las ilustraciones de Sena Cifuentes, amiga a la que acudió Leticia. Son dibujos realizados en gris, sin color, algo que me llamó la atención porque, tratándose de flores y de sus vistosos colores, pensé que las ilustraciones serían mucho más vivaces. Sin embargo, son monocolor, una elección que realiza aposta. «Quiero que la gente sueñe. No quiero dárselo todo hecho». De este modo, lo que la autora pretende es que sea el lector el que le ponga color a las ilustraciones con su imaginación.«Quería algo sencillo como es la naturaleza. No quiero florituras»

Un libro para todos los lectores

Tratándose de jardinería, ¿estamos ante un libro para el público en general? Fue tajante en su respuesta: «Sí». Tocar tierra es un libro del que se puede aprender mucho.«Creo que cuando escribes con honestidad de tu experiencia vivida, conectas con el público porque en el fondo todos somos iguales. Todos tenemos las mismas movidas. A todos nos cuesta encontrar un espacio».


Sinopsis: Las reflexiones de una jardinera que ha heredado el amor y el respeto por la naturaleza.

Leticia Rodríguez de la Fuente nos invita a acompañarla en un recorrido por su granja de flores (que es también un recorrido por su vida), donde nos describe lo que se encuentra en cada zona: la casa, el jardín, el huerto de flores para cortar, la alberca de agua viva, los rosales, las flores de bulbo, las vivaces y gramíneas… Todo ello en un relato a medio camino entre la reflexión personal de una mujer que ha creado algo único en España y los consejos prácticos para aprender a cultivar, hacer ramos o centros de flores, conocer las ventajas de cada tipo de flor y aprender a distinguirlas en todos sus detalles.

Como dice Menchu Gutiérrez en el Prólogo: «Al final de este libro apasionado queda la  imagen de una jardinera a solas con sus manos. La fe de unas manos entregadas a una tarea en la que desaparece».


 


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