Nacionalidad: Reino Unido
Director: Florian Zeller
Reparto: Hugh Jackman, Vanessa Kirby, Zen McGrath, George Cobell, Hugh Quarshie, Anthony Hopkins
Género: Drama
Sinopsis: La ajetreada vida de Peter junto a su nueva pareja Emma y su bebé se convierte en un caos cuando su ex esposa Kate reaparece con su hijo adolescente, Nicholas, un chico problemático con el que es difícil comunicarse, por agresivo y distante, y que acaba de abandonar la escuela.
Últimamente me está costando encontrar una película que me guste. Veo mucho cine, pero la mayoría de las películas terminan por aburrirme. Cuando encontré este largometraje en Amazon Prime me pareció una buena propuesta. No es que Hugh Jackman sea un actor que me chifle, pero sí me llamaba la atención el argumento, así que me senté a verla. Se me hizo larga (123 minutos) y algo lenta, así que la pausé y la terminé de ver al día siguiente. Si me hubierais preguntado antes de la pausa, os hubiera dado una valoración menos positiva pero, una vez vista, y sin que me haya resultado imprescindible, tengo que reconocer que todo el minutaje merece la pena por llegar a ese final. Al menos, para mí.
Peter es un hombre de negocios que vive con Beth, con la que tiene un bebé. La pareja lleva una vida apacible hasta que Kate, la ex mujer de Peter aparece en la puerta de la casa pidiendo ayuda. Peter y ella tuvieron un hijo cuando estaban juntos. Nicholas, un adolescente, está teniendo problemas.Al parecer lleva casi un mes sin ir al instituto y su madre ya no sabe qué hacer con él. El joven se cierra en banda y no se comunica. Kate siente que su hijo la odia y le da miedo. Peter decide hacerse cargo del asunto. Habla con Nicholas y este le explica que no se siente bien, y que no sabe lo que le pasa. La situación en casa es tensa, porque no se lleva bien con la madre y no se aguantan mutuamente. Al final, deciden que el joven pase una temporada en la casa del padre, lo que no hace mucha gracia a Beth.
El traslado a casa del padre implica cambios a todos los niveles y para todos, pero parece que la mudanza y el nuevo entorno favorecen al joven. Los primeros días todo parece rodar bien pero, poco a poco, se comienzan a repetir los mismos patrones de comportamiento. Nicholas vuelve a las andadas, comienza a faltar al instituto de nuevo, y además tiene enfrentamientos con su padre y con Beth. Esta última no lo tendrá fácil. Todos harán lo posible por encontrar una solución a la situación que vive Nicholas. El joven acude a terapia y habrá que tomar decisiones difíciles.
La cuestión es que la situación empezará a volverse insostenible y los acontecimientos se precipitan hacia un final trágico (no os voy a mentir), que conmueve y acongoja hasta robarte el aliento. Se te queda mal cuerpo, sinceramente, pero así es la vida.
Qué es lo que me ha gustado
Antes que nada os advierto que puedo hacer algo de spoiler, necesario si quiero explicaros qué podéis encontrar en esta película.
Florian Zeller se mete de lleno en tierras movedizas. Lo hace no solo en esta película, donde escribe el guion y dirige, sino que, seguramente lo hace también en su libro (Le Fils, 2018), en el que se inspira la cinta. A veces huimos de lo que nos hace daño y eso mismo harán algunos espectadores cuando sepan con exactitud qué temas se tocan en este largometraje, pero la depresión, los pensamientos suicidas, la auto-lesión y, definitivamente, el suicidio están ahí. Y, lamentablemente, son cuestiones que también afectan a los jóvenes. No pocas veces se ha advertido del aumento de suicidios en adolescentes.
En El hijo veremos a un joven deprimido. Lo veremos totalmente desubicado, confuso, y solo, muy solo. La adolescencia es una etapa terrible, que va a definir, como lo hace la infancia, nuestra madurez. Pero cuando a un joven le toca vivir alguna circunstancia dramática en el seno familiar, como puede ser la separación de sus padres, no todos reaccionan del mismo modo, no todos lo aceptan por igual, sino que inmediatamente aparece la sensación de abandono y, en algunos casos, el sentimiento de culpa (¿se han separado por mi culpa?).
Zeller tiene tacto a la hora de tratar estas cuestiones. No se excede en el planteamiento ni en la exposición de la problemática de Nicholas. Tampoco dulcifica. Veremos el sufrimiento del joven, cómo su monstruo interior lo va devorando, aunque intente camuflarlo. También seremos testigos de la desesperación de unos padres que no saben qué hacer, ni qué decisión tomar, ni cómo ayudar a su hijo. Los padres no siempre pueden salvarte de todo, aunque de pequeño te enseñaran a nadar para que no te ahogaras. Los padres no siempre son los héroes que veías de pequeño, sino que pueden llegar a decepcionarte o a hacerte sentir mal. Nicholas no soporta la vida. Así, en general. Y eso le lleva a emprender un camino que no tiene baldosas amarillas y a encontrar alivio en el propio dolor, aunque resulte algo paradójico y nadie lo entienda.
Para narrar esta historia, Zeller va directo al grano. A veces emplea alguna metáfora para resaltar una idea, juega con la conexión invisible que se establece entre padres e hijos desde el nacimiento, o recurre, en cierto modo, a un círculo que se cierra para llegar a ese final del que os hablaba antes. Un final que se transforma momentáneamente en un sueño; un desenlace que, aunque se vea venir, no deja de ser impactante.
Así que, después de vista en su totalidad, tengo que admitir que esta película me ha gustado, aunque antes dijera que me parecía demasiado larga (que lo es), pero quizá Zeller pretende que el espectador acompañe a Nicholas en esos momentos de soledad en los que se pierde en sus pensamientos, sean cuales sean; necesita crear la atmósfera que requiere un drama como este, en el que padre, madre e hijo bucean en su interior.
Interpretación y reparto
Padre. Madre. Hijo. Son los tres personajes que van a sobresalir por igual. Aunque, quizá se potencie más la relación del padre y el hijo. Por ejemplo, en ese final, veremos únicamente al padre (no puedo explicar más), pero no a la madre. Esto es algo que me ha llamado la atención.
Peter es un padre al que le cae la problemática de su hijo como un jarro de agua fría. Hasta ahora, había vivido feliz. ¿Que se separó de su mujer? Bueno, no es ni el primero que lo hace ni tampoco será el último. Todo el mundo tiene derecho a enamorarse, desenamorarse, y volver a rehacer su vida. El problema está en que uno no vive solo en el mundo y, por tanto, nuestras decisiones también repercuten en los demás. Cuando se da cuenta de las consecuencias que tiene su divorcio con Kate es cuando asoma el sentimiento de culpa. Peter entra en un bucle porque para contentar a unos -o para solucionar un problema-, provocará otros, así que lo veremos haciendo equilibrio. Le lloverán reproches por todos lados. Por otra parte, es interesante señalar que, a su vez, la película explora en una subtrama la relación que el propio Peter tuvo con su padre. Este último interpretado por un magnífico Anthony Hopkins, actor capaz de meterse en cualquier papel, pero que borda esos personajes tan villanos. Lástima que su aparición sea tan exigua.
Por su parte, Hugh Jackman hace un gran papel. Al menos, yo me lo he creído. En los momentos más dramáticos se palpa su sufrimiento y ese sentimiento de culpa que comentaba antes.
En cuanto a Kate, hace lo que puede. Pone de su parte, lo intenta una y otra vez, no importa las veces que sea rechazada, no importa si cada vez que da un paso se topa con un muro infranqueable. No importan los te quiero sin respuesta. Nada de eso importa si se trata de su hijo, pero levantarse cada día con la sensación de haber fracasado como madre es duro. Es así cómo se siente este personaje. ¿Qué ha hecho mal? ¿Cuándo se torció todo, si no hace tanto eran felices? Los recuerdos de una vida en la que predominaba la alegría y el amor volverán a ella para acentuar la sensación de abandono y fracaso que tiene.
Laura Dern es la actriz encargada de dar vida a Kate. Me ha gustado su trabajo. A través de ella, me he podido imaginar a todas esas mujeres que llegaron a la maternidad con miedo e ilusión, pero a las que ahora, con sus hijos adolescentes, solo les queda el miedo. ¿Quiénes son esas personas a las que dieron a luz? ¿Quiénes son esos jóvenes con los que conviven?
Pero quien sin duda destaca es Nicholas. El joven está sumido en un profundo pozo. No entiende el mundo en el que vive, no se entiende ni él mismo. Cuando tu peor enemigo eres tú, necesitas un ejército que tire de ti y te saque del abismo. Nicholas vive montado en una noria emocional. Dice que lo intenta cada día pero que no puede. A veces, lo veremos en la superficie. Otras estará varado en el fondo. La presión a la que te sometes a ti mismo se ve incrementada por la que generan los demás, por eso respondes lo que ellos quieren oír y por eso no te queda más remedio que camuflar la verdad. Pero esa solución es solo temporal. A la larga, no se puede ocultar lo que es innegable.
El papel de Nicholas lo interpreta Zen McGrath. Hay espectadores que hablan de sobreactuación o de que no expresa la depresión que su personaje sufre. Pues, en lo que a mí respecta, a mí me ha parecido una interpretación muy creíble. Son sus ojos lo que lo dicen todo. El actor aporta al personaje esa mirada intensa que, a veces parece serena pero, en realidad, es falsamente serena. No sé explicarlo mejor. Yo he visto en sus ojos decepción, miedo, soledad, y mucha tristeza.
Vanessa Kirby como Beth es la que sale peor parada. Su papel es más bien secundario y su interpretación sí me ha parecido más bien fría.
En definitiva, El hijo es una película que me ha gustado. Tienes que saber a lo que te enfrentas si decides sentarte a verla. Y tienes también que tener algo de paciencia porque, como suele ocurrir con las películas largas, en algún momento se entra en un valle. Pero creo que Zeller hace una aproximación a estos delicados temas con bastante acierto. Estamos ante una historia que nos invita a reflexionar, a tener los ojos muy abiertos para advertir los problemas silentes que puedan tener nuestros hijos. Por todo ello, creo que merece la pena su visionado.
Por cierto, que Zeller ya llevó al cine otra obra suya. El padre, protagonizada por Anthony Hopkins, también pasó por este espacio (podéis ver la reseña aquí). Aquella me pareció más extraordinaria que esta y también aquella hablaba de problemas y deterioros mentales. Luego, tuve la oportunidad de ver esa historia en teatro, interpretada por Ernesto Alterio. Me dejó muy KO. Parece que Florian tiene una tercera obra, llamada La madre. Habrá que esperar a verla en cine porque en teatro ya se puede ver (o leer, claro).
La tenéis en Amazon Prime.
Tráiler: