Nacionalidad: España
Director: Rubin Stein
Reparto: Milena Smit, Jaime Lorente, Carlos González Morollón, Anastasia Russo, Teresa Rabal, Ruth Gabriel, Ana Blanco de Córdova
Género: Thriller
Sinopsis: Cuando Lola pierde los bebés que estaba esperando, también pierde su fe en Dios. Con la esperanza de recuperarla, acude junto a su marido Adolfo a un convento de monjas donde conocen a Tin y Tina, dos angelicales hermanos de siete años por los que Lola se siente extrañamente atraída. Aunque Adolfo no siente lo mismo, deciden adoptarlos. Con el paso del tiempo Lola empieza a caer en una espiral de sospecha y obsesión con los niños y sus macabros juegos religiosos.
Llevaba unas semanas dándoles vueltas al catálogo de Netflix y, cada vez que me saltaba esta película, sentía curiosidad. Por redes sociales, también he visto algún que otro comentario sobre este largometraje, pero ahora mismo no recuerdo en qué sentido, si era una opinión positiva o negativa. En lo que a mí respecta, Tin y Tina es lo que pudo ser y se quedó a medio camino. Os cuento.
España. 1981. Adolfo y Lola son un joven pareja que contraen matrimonio, con la enorme ilusión de formar una familia y tener hijos. Lola se queda pronto embarazada pero lamentablemente perderá a los bebés que esperaba. Con la mala suerte de que, además, se han producido complicaciones y no podrá concebir nunca más. Lola se hunde de tristeza y pena. No puede superar la pérdida y se resiste a creer que nunca podrá ser madre. Adolfo, preocupado por ver a su mujer en ese estado, le propone acudir a un convento cercano, un orfanato, en el que poder adoptar un hijo. Con cierta reticencia por parte de Lola, la pareja visita el convento. Allí conocerán a dos gemelos, unniño (Tin) y una niña (Tina) de siete años de edad, que fueron acogidos por las monjas cuando los abandonaron con solo una semana de vida. Los niños, que parecen albinos, son tan inteligentes que pueden tocar el órgano a la perfección. Enseguida Lola se interesa por ellos. Adolfo cree que los niños son demasiado grandes pero cede con tal de que su esposa recupere la felicidad. Así que el matrimonio lleva a los niños a casa. En el interior de sus maletas, muchos crucifijos y estampas. Desde el primer momento, Adolfo y Lola observan que los niños son muy religiosos. Se saben la Biblia de memoria, recitan pasajes, y pretenden llevar a cabo las enseñanzas aprendidas en las Escrituras. Sin embargo, cualquier cosa llevada al extremo no puede ser buena. Y eso es lo que ocurrirá en el hogar de Adolfo y Lola. Los niños, de aspecto angelical y aparentemente inocentes, comienzan a poner en práctica costumbres un poco raras y juegos un tanto extraños que, a priori, son acogidos por el matrimonio como algo divertido. Lo que ocurre es que la cosa se va agravando porque los niños parecen tener una particular visión del bien y del mal y, aunque Adolfo cree que su mujer exagera, Lola comienza a sospechar de la inocencia de estos niños. Dicho sea de paso, al perro de la familia tampoco parece que le haga mucha gracia las nuevas incorporaciones familiares.
Ocurrirán muchas cosas que por supuesto no voy a contar. Algunas bastante predecibles. Hasta llegar a un desenlace que a mí me ha parecido un tanto absurdo. Por eso digo que esta película pudo haber sido otra cosa.
Qué me ha gustado y qué no me ha gustado de esta película
El punto de partida es interesante. Paradójicamente, y por aquello de que a los niños siempre se les ha considerado inocentes y puros, e incapaces de ningún tipo de maldad, han servido como elementos de suspense e intriga en las películas de terror. Nunca falla. Como aparezca un niño, la crueldad está servida. Y eso es lo que podemos esperar en Tin y Tina. Con el aliciente de que la caracterización de estos pequeños recuerda mucho a la de aquellos otros de la novela de John Wyndham, The Midwich Cuckoos, y de la que posteriormente se hicieron un par de adaptaciones al cine. Cabello rubio, casi blanco, ojos claros, y mirada perturbadora. Pero niños, al fin y al cabo. Niños que tratan de pasar por rubios querubines como aquellos que ya vimos en ¿Quién puede matar a un niño? de J. J. Plans y que Narciso Ibáñez Serrador llevó al cine en 1976.
Toda la trama de la película gira alrededor de dos grandes temas. Por un lado, la maternidad. Lola no concibe la vida sin ser madre. Para ella es un trauma no poder criar a un hijo. En consecuencia, Adolfo está dispuesto a lo que sea por lograr el sueño familiar. Por otro, la religión, -el fervor frente a la pérdida de fe-, que veremos en el personaje de Lola y de los niños. Aunque podría añadir un tercer tema que se toca en menor medida, el hecho de ser diferente. El aspecto de los niños llama la atención y ya sabemos que los niños no se callan una. Por eso en el colegio se burlan de ellos y pasa lo que pasa. Pero todos tenemos nuestras particularidades. La propia Lola es distinta a los demás. Algo le ocurrió de pequeña que también la ha marcado. No añado más.
Otra cuestión que me ha gustado es la ambientación. A mi juicio está muy conseguida. Hay un montón de referencias a la época. Y si ya peinas canas, te gustará reencontrarte con programas infantiles o grupos musicales cuyos grandes éxitos sonaron durante mucho tiempo. Me parece que, dado que la película es de ámbito doméstico, estas referencias son muy acertadas porque son vivencias que los nacidos en los 70 y 80 conocemos bien. Me chirrían algo más los hechos socio-políticos que se mencionan, como el golpe de Estado.
Pero ese interesante inicio se va tornando en algo más tedioso. En vez de subir, la película decae y, por tanto, también mi interés. Algunas escenas resultan poco creíbles. También hay momentos bastante predecibles. Y no sé yo si algún dato casa con la realidad del momento. En los 80, diría que Papá Noel nos importaba un pimiento y pasábamos de él. Así que, casi que me ha molestado la mención que hace sobre el barbudo.
Además, lanzo pregunta: ¿Quizá sea un poquito larga? Sí, es posible. Pero en esta ocasión, no es una cuestión que me haya lastrado mucho.
Personajes e interpretaciones
Lola y los niños son los que llevan la voz cantante. Lola es una mujer que no cree en Dios. La pérdida del bebé que llevaba dentro la ha alejado de toda creencia religiosa, por eso no ve con buenos ojos esa obsesión de Tin y Tina por el Creador. Esta confrontación que, tanto los pequeños como ella llevan con suavidad, aparecerá frecuentemente en el metraje. Inicialmente, ella respetará el pensamiento de los niños. Y Tin y Tina tratarán de dirigir a Lola hacia la luz. Pero como dije antes, la cosa se va torciendo cada vez más y esa suave confrontación inicial se vuelve en enfrentamiento puro y duro.
A la vez, Lola batalla con su interior. Es madre pero no es madre. Tiene hijos pero no los ha parido ella. Hay como mucho caos dentro y eso la convierte en un personaje contradictorio.
Interpretada por Milena Smit, la joven a la que conocimos en No matarás, tengo que admitir que la actriz me ha gustado más en otros trabajo. Aquí no me ha entusiasmado. Me parece que la frialdad que muestra encaja muy bien en algunos de los personajes que ha hecho pero, en este caso, en el papel de madre me falta algo.
Del marido solo puedo decir que representa a lo que era un marido entonces. Trabajo, cerveza y fútbol. No me comas la cabeza con paranoias y cuestiones domésticas que eso es tu terreno. Y, ¿qué dices? ¿Que quieres trabajar? Anda, y haz que ese niño deje de llorar. Así es Adolfo, aunque también es un esposo cariñoso con su mujer. Bueno, hasta que Lola ve fantasmas donde no los hay, según él.
El papel de Adolfo le toca a Jaime Llorente. Nada digno de mención.
De los niños, mejor no digo nada. Bueno sí, dan algo de grima con esos camisones largos, que le llegan hasta los pies.
Teresa Rabal en el papel de monja no está mal.
Localizaciones
¿No os gusta ver una película en la que reconocéis algunos escenarios? Me refiero a esos espacios más recónditos y no a avenidas o conocidos monumentos de grandes ciudades. Es lo que me ha pasado con Tin y Tina. Y es que desconocía que esta película se hubiera rodado en Sevilla. En los últimos años, no es extraño toparse con calles cortadas y set de rodajes en los márgenes del río, en el barrio de Triana, o en otras zonas colindantes. De todos modos, la ciudad no asoma mucho y es poco reconocible, salvo por un inmueble que para mí tiene un significado especial. Porque, el supuesto convento en el que Adolfo y Lola adoptan a los gemelos es el Monasterio de Santa María de las Cuevas, epicentro de la Expo'92 y que hoy acoge el CAAC, es decir, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Aprovechando que el edificio está rodeado por un lado, dos escenas de esta película -una diurna y otra nocturna- lanzan una fotografía preciosa.
En definitiva, os comento que Tin y Tina nació originariamente como un cortometraje (lo que me recuerda que hace mucho tiempo que no traigo una tanda de cortos por este espacio) que puedes ver aquí. Creo que no es una película sobresaliente. Más bien es de esas que se dejan ver, con su toque de suspense e intriga, pero cuando llegas al final dices: «Vale. Ay, que no se me olvide que tengo que comprar pan para el desayuno de mañana». Poco más. No sé si falla el guion, si fallan las interpretaciones, o es una mezcla de todo. Se ve y punto.
Sin castigo, no hay salvación.
La puedes ver en Netflix.
Tráiler: