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JUAN TRANCHE: ❝Todos hemos oído hablar de gladiadores pero no sabíamos que también había gladiadoras❞

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La literatura es maravillosa. ¿Cuántas cosas hemos descubierto gracias a las novelas y a sus autores? ¿Cuánto hemos aprendido? El conocimiento es infinito y el acceso al mismo resulta mucho más fácil gracias a la literatura.Y en esta reflexión cabe el nombre de Juan Tranche. El autor es otro amante más de Roma. Su pasión es el mundo de los gladiadores. Ya lo demostró con su primera novela, Spiculus. Y ahora vuelve este autor a llevarnos de la mano hasta la misma arena de un anfiteatro para descubrir que en Roma había mujeres gladiadoras.¿Lo sabías? Yo no tenía ni idea y por eso es maravillosa la literatura. Y por eso hay que dar las gracias a autores como Juan Tranche, porque me ha permitido que hoy me acueste un poquito más sabia. 

Con el autor de Gladiadoras, novela publicada por Planeta, pude conversar telefónicamente hace unas semanas. Ahí va nuestra charla. 

© Carlos Ruiz B.k
Marisa G.- Bueno, Juan, un placer saludarte. Yo es la primera vez que hablo contigo. De hecho, también es la primera vez que empiezo a leerte porque yo no había leído tu novela anterior. Así que tengo un montón de preguntas que hacerte, tanto de ti como de la novela. Si te parece, podemos empezar.

Juan T.- Pues será un placer contestarte a todo eso.

M.G.- Pues para abrir boca, he sabido que vas a asistir al Certamen de Novela Histórica de Úbeda el próximo otoño. 

J.T.- Sí, allí estaremos.

M.G.- Es tu primera vez.

J.T.- Efectivamente. Me hace mucha ilusión.

M.G.- ¿Tienes ganas, entonces?

J.T.- Muchas, muchísimas. Fíjate que yo, cuando empecé a escribir mi primera novela, siempre tenía el objetivo puesto en el certamen de Úbeda. Yo siempre decía que quería presentarla al certamen. Lo que pasa es que, mientras que llegaba la fecha, pues la presenté a tres editoriales y tuve la suerte de que dos me hicieron oferta. Por tanto, al final, aquello se quedó en aguas de borrajas. Pero es cierto que siempre tuve como objetivo presentarla al Certamen de Novela Histórica de Úbeda. Así que ir ahora, imagínate la ilusión que me hace.

M.G.- Allí coincidiremos entonces porque para mí, también será la primera vez que asista.

J.T.- Qué bien. Pues nada, para los dos será algo nuevo, así que seguro que los dos descubriremos muchas cosas.

M.G.-Seguro que lo pasamos genial.

J.T.- Eso seguro. Todo el mundo que ha ido me ha dicho que se lo pasa muy bien. Que no sea solamente hablar de libros sino que disfrutemos también. 

M.G.- Seguro que sí. 

Bueno, Gladiadora es tu segunda novela. Veo que te gusta el tema de los gladiadores porque ya en Spiculus, en la primera, hablabas de ellos. Sin embargo, en esta última publicación te centras en la figura de la mujer. A mí me parece muy interesante porque desconocía que había mujeres gladiadoras. Porque esto no es ficción, ¿no, Juan? Realmente había mujeres gladiadoras.

J.T.- Así es. Como ves, soy un amante del mundo de los gladiadores. De Roma, en general, y de los gladiadores, en particular. Siempre he dicho que los gladiadores me hacen sentir cosas que me llenan por dentro. Cuál fue mi sorpresa cuando, estando investigando, hace muchos años descubrí que hubo mujeres gladiadoras y que nunca se había hablado de ellas. 

En la primera novela me quise centrar en la figura de un gladiador que existió de verdad, el mejor gladiador de la época de Nerón. Y como fue en esa época cuando empiezan a resurgir todas estas mujeres gladiadoras, quise contar un capítulo sobre ellas. Pero al final cambié de idea y, en vez de un capítulo, lo dejé en un guiño. De ese modo, en la siguiente novela podría contar la historia entera y escribir una novela exclusivamente sobre las mujeres gladiadoras. Así que, lo que hice fue hacerme eco de un relieve que es la prueba más irrefutable de que las mujeres gladiadoras existieron. Es el relieve de Halicarnaso, que se encontró en Turquía y que ahora está en el British Museum. En ese relieve se ve a dos mujeres en actitud combativa. Sabemos que son mujeres porque debajo aparecen sus nombres: Achilia y Amazona. En torno a ello, lo que he tratado ha sido de ficcionar cómo pudieron ser sus vidas. He tratado de contar la vida de dos mujeres completamente diferentes, aunque fueran de la misma época, pero pertenecían a dos mundos completamente distintos, como son el de una fémina - una mujer de clase social alta-, y el de una mulier -una mujer de clase social baja-. Por tanto, respecto a ese relieve, lo que he procurado ha sido contar cómo fueron sus vidas, contar cómo fueron las mujeres gladiadoras y lo difícil que lo tuvieron en una época dominada por la voluntad de los hombres.

M.G.- Fíjate que yo he debido de ver ese relieve porque he visitado el British Museum, pero no me he dado cuenta de que fueran mujeres. Yo creo que esto no lo sabe nadie.

J.T.- Es que pasa desapercibido. La gente pasa y si no lees el cartel que pone Gladiatrix, no nos imaginamos que son mujeres gladiadoras. La presencia de las mujeres fue, evidentemente, en menor medida que la de los hombres, pero también estuvieron ahí. Y lo tuvieron más difícil, porque no solamente luchaban como los hombres, peleando por su vida, sino que también luchaban contra las fuertes y rígidas costumbres de todo un imperio que hizo todo lo posible porque no estuvieran ahí, hasta que las prohibió.

M.G.- Oye, qué valor más importante tiene la literatura en estos casos. Una figura como la de la mujer gladiadora, que debería aparecer resaltada en la Historia, es decir, en el estudio de la Historia de la Humanidad, y que sea la literatura la que nos descubra que estas mujeres existieron...

J.T.- Así es. Todos hemos oído hablar de gladiadores. Sin embargo, nunca habíamos reparado en que ellas también existieron. Te agradezco que me lo digas porque me ha parecido muy bonita la forma en la que lo has dicho, que la literatura también tiene que ser para poner en alza el valor que tuvieron este tipo de mujeres. Así que me parece que lo has expresado de una manera preciosa.

M.G.- ¿Y cómo eran las vidas de estas mujeres? Porque estamos acostumbrados a ver películas o a leer libros, en los que los gladiadores siempre son hombres; entrenaban porque había como una escuela; había mucha rivalidad entre ellos y peleaban a muerte. Pero en el caso de las mujeres, ¿cómo funcionaba la cosa?

J.T.- Bueno, las reseñas que tenemos sobre ellas son tan sumamente pocas que desconocemos cómo era el modo de vida, pero nada nos impide pensar que fuera diferente a la de los hombres. Y te explico el porqué. No es tan fácil como la gente pensaba. No era como decir, venga Marisa, vamos tú y yo a luchar en la arena. No, eso no es un gladiador. Un gladiador es, como bien dices, una persona que ha estado entrenando en un ludus. Por así decirlo, era como un centro de alto rendimiento, donde además vivían. Ahí se pasaban todo el día entrenando. No solamente de forma física sino también de manera mental, para sobreponerse al dolor y al miedo. Además, tenían una alimentación muy controlada. Contaban con los mejores médicos, médicos incluso de emperadores, que se dedicaban a curar a los gladiadores; tenían sus termas;... Es decir, había todo un mundo alrededor de ellos. Pero nada nos impide pensar que la vida de las mujeres que se dedicaban a la gladiatura fuera diferente. Como te digo, ser gladiador implicaba una especie de post-formación que también ellas tuvieron que pasar. Así que, seguramente, la vida de las mujeres fue exactamente igual que la de los hombres. Eso sí, en los ludus estarían separados. Es decir, los hombres estarían en unos barracones y las mujeres en otros. 

Pero fíjate si es curioso que, aprendiendo sobre los gladiadores, descubres que no solamente hubo gladiadoras, sino que el dueño de una escuela de gladiadores es un lanista. Y también hubo mujeres lanistas. Tenemos documentadas a dos. Una de ellas, Flavia Lycia, será también uno de los personajes que aparece en la novela. Es un personaje que está dando mucho que hablar por su valentía. Por mucho que fuera mujer, y en esa época las menospreciaran, en su casa nadie le decía lo que tenía que hacer. Así que no solo teníamos gladiadores sino mujeres lanistas, y nunca se ha hablado de ellas. 

M.G.- ¿Y siempre fue así? Es decir, ¿desde el momento en que surge la figura del gladiador masculino, a la vez, surge la figura de la mujer gladiadora o eso fue posterior?

J.T.- Bueno, la primera cita de gladiadores la tenemos en el año 264 aC. Fue un combate homenaje en el funeral de un gran senador, de Brutus Pera. La primera de las mujeres fue doscientos años después, nada más y nada menos. Lo sabemos a través de Nicolás de Damasco, más o menos, en torno al año 50 o 40.  Las luchas de gladiadores, como hemos visto, empezaban siendo una especie de acto en el funeral de un gran guerrero o de una persona notable. Y esa cita dice que, a veces, los hombres solicitaban que las más bellas mujeres de su pertenencia lucharan a muerte entre sí. No habla de las más fuertes; no habla de las más aguerridas; no habla de las más valientes, sino que habla de las más bellas, cosa que no sucedía con los hombres. Por tanto, ya desde el principio se maneja la teoría de la lucha entre gladiadoras como acto de excitación sexual. Como me han dicho en alguna entrevista, y no me gusta hacer comparaciones con el presente, la lucha de gladiadoras vendría a ser lo que hoy es la lucha en el barro, ni más ni menos. Podría ser un buen paralelismo.

A partir de ahí ellas empiezan a hacerse notar un poco. El relieve de Halicarnaso debió de ser el zenit de estas mujeres. No hay ningún relieve masculino que homenajee un combate como el que tienen las mujeres. Así que, empezaron de menos pero acabaron por todo lo alto. Empiezan doscientos años después que los hombres pero están doscientos cincuenta años como protagonistas en la arena, hasta que  Septimio Severo las prohíbe definitivamente. 




M.G.- Era un divertimento sexual. He leído que luchaban con el pecho descubierto. ¿Era realmente así?

J.T.- Sí. Si miramos el relieve se ve que una de ellas parece que tiene un pecho descubierto. Se tiende a pensar que las mujeres luchaban en igualdad que los hombres y los hombres luchaban, obviamente, con el pecho descubierto. Pero, de todos modos, hay muchas dudas al respecto. Si se trataba de una mujer de clase social baja, bueno, podía luchar con el pecho descubierto pero, si se trataba de una fémina, eso era impensable. 

Pero luego hay otro dato curioso. Los romanos eran muy pragmáticos. Ellos introdujeron mejoras para que los duelos fueran cada vez lo más igualados posibles. Que una mujer luchara con un pecho descubierto debía de ser tremendamente incómodo. Probablemente los romanos introdujeran ahí algún tipo de mejora o solución. Por otros mosaicos que nos han llegado, vemos a mujeres practicando deporte que llevan puesto como una especie de tela en el pecho. Es el marmillare que lo que busca es que el pecho no sea una incomodidad. Es decir, era una especie de top deportivo. Así que hay quienes piensan que las gladiadoras llevaban puesto algo así. Y hay también historiadores que piensan que, de ninguna manera, llevarían eso puesto porque con ese top ya no se vería la sangre cuando el gladius mordiera la piel y eso era precisamente lo que buscaban los romanos. Como ves, tenemos tan poca información de ellas que desconocemos si esto fue así o no. Pero bueno, todo nos hace indicar que luchaban con el pecho descubierto.

M.G.- Hablemos ahora de las tres grandes protagonistas de tu novela: Helena, Valeria y Domicia. Como peculiaridad, unas eran nobles y las otras, esclavas. ¿Cómo eran estas mujeres? ¿Cómo se relacionaban entre ellas?

J.T.- Bueno, aunque son mujeres de la misma época, las féminas y las mulieres eran dos puntos completamente antagónicos. Por un lado, tenemos a Helena, que es la que representa la clase social baja, la esclava. La única esperanza de todo esclavo es ser libre el día de mañana. Eso es lo que vamos a ver en el personaje de Helena. Será un personaje al que el amor hacia otro de los personajes, hacia Antinoo, será el que la lleve a convertirse en gladiadora. 

Por otro lado, tenemos a dos hermanas, a Valeria y a Domicia, que representan a las feminae, a las mujeres libres. Aunque ni siquiera podían elegir con quién casarse, fíjate la libertad que tenían. Ellas pondrán su rebeldía en este punto y en otros. Sabemos que, a partir de la época de Adriano, no te voy a decir que tuvieran derechos, pero sí tenían, de alguna manera, algún que otro privilegio. 

Todas las mujeres de la novela tienen un afán de superación, de anteponerse a todas las dificultades que los romanos y el imperio les iba a poner en su camino. 

M.G.- Son mujeres antagónicas pero si extrapolamos sus intereses, sus anhelos, podrían ser mujeres de hoy día, que luchan por su libertad, por sentirse seguras, por tener las riendas de su propia vida.

J.T.- Pues sí, porque realmente la historia no ha cambiado tanto. Es decir, la historia es cíclica. Es cierto que ha cambiado la época y las circunstancias, pero las preocupaciones, los miedos y todas esas cosas que tenemos en la cabeza ya lo tenían los romanos. Con mis novelas, lo que intento es, basándome en la antigua Roma, contar y denunciar algunas cosillas que suceden hoy día.

M.G.- El amor es una pieza importante en la novela. Algunas de estas mujeres se mueven por amor. Otras lo harán por evitar un destino más o menos predestinado. Pero, con respecto al amor, tú te adentras también en el amor homosexual. Mencionas a Antinoo del que estaba enamorado Adriano.

J.T.- Sí, para mí es importante hacer una oda al amor. El amor es lo que nos mueve a todos. Por el amor hacemos locuras y hacemos muchas cosas, de las que, a veces nos arrepentimos, y a veces, pues no. Pero yo quiero que el amor esté siempre muy presente en mis novelas.

En este caso, quería contar dos relaciones o casi tres relaciones de amor. Una es ese amor que comentas entre Adriano y Antinoo, el que probablemente sea la relación homosexual más famosa de la historia. Pero también quería verlo desde el punto de vista de la que siempre ha pasado al olvido del tiempo, como tantas mujeres, que era Vibia Sabina [se refiere a la esposa de Adriano]. ¿Cómo vivió Vibia Sabina ese amor? ¿Cómo vivió Vibia Sabina el conocer que el emperador, que su esposo, había de alguna manera decidido que su concubino fuera un hombre. Yo quería contar todo eso desde el punto de vista de ella. Y sobre todo, quería contar también otra relación, la relación por la que empieza la novela, la de Antinoo y Helena, y cómo ella, por amor, trata de perseguirlo por todo el imperio. Luego descubrirá el amor en otra persona pero bueno, eso lo dejamos para que la gente lo pueda descubrir.

M.G.- Y la venganza tampoco va a faltar en una trama como ésta. De tal modo que la novela histórica, y quizá sea una tendencia general ahora, se convierte también en una mezcla de géneros. Es una forma de hacerla más amena, para que el lector entre con mayor facilidad en la trama y que no sea una novela histórica pura y dura.

J.T.- Pues te agradezco que lo digas, porque al final es lo que yo he procurado. Lo llevo diciendo varias semanas. Al final, no deja de ser tres novelas en una. Por un lado, tenemos esa parte histórica de las gladiadoras, que me parecía fundamental contarla, pero, por otro, también tenemos un thriller. La novela está contada como un thriller, en la que siempre pasa algo para que el lector siempre tenga ganas de seguir leyendo. Se podría decir que es un thriller ambientado en la antigua Roma.

Luego, otra parte de la trama estará protagonizada por las prostitutas. Van a tener que averiguar qué está pasando con ellas, quién está detrás de las violaciones, de las agresiones, y de los asesinatos que se están cometiendo contra las prostitutas en las calles de Roma. 

Y, por último, el amor. Ese amor que hemos comentado ya. He intentado que todo esto fuera como un reloj para que todo fluya, y para que todo converja en una historia final. Por tanto, como ves, son muchos ingredientes metidos dentro de una misma novela y de muchos géneros.

M.G.- Has mencionado el asesinato de las prostitutas, que será como una especie de subtrauma, y que irá cobrando fuerza. ¿Qué retrato haces de la Roma del año 124 dC de Cristo, que es cuando se empieza a desarrollar la historia? Haces también un retrato de una sociedad con doble moral, porque estas mujeres, estas gladiadoras, a las que jaleaban, por decirlo de alguna manera, en la arena, fuera de ella eran casi unas apestadas, como esas prostitutas que aparecerán muertas.

J.T.-  Eso es. Al final los romanos tenían una doble moral tremenda para esto. Es decir, en el anfiteatro adoraban a quienes fuera del mismo, no consideraban ni personas. Y de hecho, tenían un título, la infamia. Eran infames los gladiadores, las actrices, las prostitutas,... Es decir, prácticamente no tenían la ciudadanía romana, no tenían derechos. De hecho, no los querían ni cerca de sus viviendas ni en sus cementerios. Eran un estigma de la sociedad. Pero luego, por las noches iban en busca de los brazos de las prostitutas, como digo y denuncio en la novela. Y también se exaltaban cuando veían a los gladiadores. He querido contar esa Roma. Estamos acostumbrados a ver una Roma majestuosa e imperial, pero yo quería contar la Roma oscura, peligrosa y de doble moral.

Desgraciadamente, no hay día en el que no encendamos la tele y no veamos una noticia de un grupo de infames que han cometido violaciones y agresiones contra mujeres. Esto mismo quise trasladarlo a la antigua Roma. ¿Qué ocurría con estos casos en Roma? Invito a los lectores a que vean cómo, en algunas cosas, todavía debemos aprender de los romanos. 


[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]


M.G.- Estamos hablando mucho de personajes femeninos pero en esta novela también hay mucho personaje masculino. Están los gladiadores y, por supuesto, sus entrenadores. Y habrá también abogados que se situarán al lado de las mujeres y las apoyarán.

J.T.- Sí, claro. Evidentemente teníamos que poner ahí a ciertos personajes que, de alguna manera, fueran el apoyo de las mujeres.

En esta novela, hay grandes personajes masculinos, buenos y malos. Hay muchos lectores que me están diciendo que ciertos personajes les encantan como Valeria Iucundo o Probus. Y otros personajes a los que odiarás un poco. Al final, en toda novela de ficción tiene que haber buenos y malos. Y otro personaje, como Lü, del que es imposible no encariñarte. Así que sí, hay grandes personajes masculinos, grandes personajes femeninos, y también alguno que otro les va a hacer sufrir un poquito como Catilio Severo, Hostiliano y compañía.

M.G.- Aprovecho para decir que habrá personajes reales.

J.T.- Efectivamente. Hemos hablado de estas dos gladiadoras, Achilia y Amazona, pero también hemos hablado de Adriano, de Antinoo y Vibia Satina. Y luego hay otros personajes como Catilio Severo. Pero habrá también magister, como Tito Flavio y, especialmente, Hostiliano.

Yo quería poner el acento en Hostiliano porque, al final, y de alguna manera, la otra prueba arqueológica que tenemos que demuestra que las mujeres gladiadoras existieron es gracias a ese relieve, en el que Hostiliano se jacta de ser el primero en ofrecer luchas de mujeres gladiadoras en Ostia Antica, muy cerquita de Roma. He querido apoyarme en estos personajes reales para crear al resto de personajes de ficción.

M.G.- Has comentado que no hay mucha información sobre las mujeres gladiadoras, salvo ese relieve que se encuentra en el British Museum. ¿Qué sabes de estas dos gladiadoras, de Achilia y Amazona? ¿Cómo eran sus vidas?

J.T.- Esa ha sido la mayor dificultad. Hay mucha gente que me dice que no se puede creer que, de un relieve, haya podido sacar una novela entera. Pero es que, viendo ese relieve, empecé a imaginarme cómo podían ser sus vidas. Y me han salido 575 páginas.

La información que tenemos de ellas es realmente escasa. Como te he dicho antes, sí que sabemos que la vida que llevaban en el ludus no era muy diferente a la de los hombres. En torno a ello, pues he tratado de documentarme.

Soy más experto en la parte de los gladiadores, quizá lo que más me ha costado entender es la diferencia entre mulier y fémina. Ahí es donde, más o menos, me he tenido que documentar un poco más. Siempre digo que, para que el lector lo entienda en un párrafo, primero tiene que entenderlo el autor. Y eso es lo que he tratado de hacer,  pasar por los datos muy por encima, para que no abrumen. Que todo sea muy rápido. Sí me gusta meter alguna curiosidad pero sin regocijarme. Lo que pretendo es que sea una novela contemporánea pero ambientada en la antigua Roma.

M.G.- Cuentas en los agradecimientos cómo ha sido esa labor de documentación. No solamente te has tenido que documentar sobre cómo era la vida de las mujeres, sino que también has tenido que estudiar sobre temas tan peculiares como la acupuntura o la elaboración de mosaicos. Incluso has hablado con gente que hace recreaciones de luchas entre gladiadores. No sabía que fuera una práctica hoy día. 

J.T.- Sí, sí que hay. Afortunadamente, tenemos ahora mismo un momento de salud de las asociaciones de recreación histórica en España que es maravilloso. Precisamente, yo pertenezco a una de gladiadores, como te puedes imaginar. Invito a la gente a que venga a alguna fiesta de recreación en la que haya lucha de gladiadores porque les va a sorprender muchísimo. Y en estas asociaciones también hay mujeres que luchan como gladiatrix.

A mí, estas asociaciones me han venido de maravilla para que el lector, cuando lea los combates, se aproxime a ellos de la manera más real posible. Solamente viéndolos y solamente practicándolos es como descubres ciertos golpes que, de otra manera, serían imposible de conocer. Siempre menciono que hay un golpe muy típico entre los gladiadores, que es dar una patada con la pierna al escudo, por la parte de abajo, para que se levante por arriba, y por ahí meter la espada.

Mi idea era que el lector que se acerque a Gladiadoras sienta que se ha metido en una cápsula del tiempo, que ha viajado a la antigua Roma y está siendo uno más en el anfiteatro. He pretendido meter los cinco sentidos del lector en la novela para que pueda sentir en lo máximo posible, cómo eran estas luchas. Y para ello, ha sido imprescindible la labor de las fantásticas asociaciones de recreación, a las que les doy mi agradecimiento al final de la novela.

M.G.- Juan, ¿y es verdad que la película Gladiator, que tiene tantísima fama, tiene tantos errores?

J.T.- Sí, sí que es cierto. Pero no hay ninguna película o ningún libro que haya hecho tanto por los gladiadores como Gladiator. Siempre digo que uno tiene que acercarse a las películas y a los libros, aunque no a todos, de manera escéptica. Es decir, tenemos que pensar que nos van a contar una historia con la que nos van a entretener. 

Mira, te voy a poner un ejemplo. Cuando un gladiador obtenía un número X de victorias, le daban una espada que simbolizaba su libertad. Nadie dejó nunca constancia de cómo era ese acto. Esa es la labor del novelista, el intentar, dentro del mismo tono, contarlo de alguna buena manera. Pero en el caso de Gladiator, es curioso que ninguno de los gladiadores que aparecen cumple con la vestimenta que tenía que llevar un gladiador. Sin embargo, es una película que cumple su función a las mil maravillas, que no es otra que entretener. Para mí, eso lo hace como ninguna otra película o como ningún otro libro. Por tanto, hay que aplaudirla en ese sentido. Pero sí, tiene muchos errores.

Y luego, respecto a Cómodo, su vida y su muerta ya fueron lo suficientemente dramáticas como para tener que alterarla tanto. Pero claro, contar que un hombre, por venganza vuelve a Roma y quiere luchar contra él, eso es una historia maravillosa. Pero si miramos el rigor, siempre le digo a la gente que,  si quiere saber más, pues que se acerque a los libros de historiadores, donde podrán aprender más sobre el mundo de los gladiadores.

M.G.- Pues una vez le pregunté a Santiago Posteguillo por qué volvía una y otra vez a Roma con sus novelas. Me comentó algo muy curioso. Me dijo que, desde el punto de vista narrativo, Roma ofrece un montón de recursos dramáticos porque es una época en la que hay muchas batallas, traiciones, revueltas,...  Dijo que Roma era un paraíso para un novelista. ¿Es también tu opinión? Es decir, ¿Roma es el caldo de cultivo más productivo para un novelista?

J.T.- No seré yo, y menos a don Santiago Posteguillo, el que diga lo contrario. Por supuesto que es así. Siempre descubres algo que te sorprende. Siempre hay una historia. Todos hemos oído hablar de gladiadores pero no sabíamos que también había gladiadoras. Como esta historia, hay muchas más. Roma es como una cebolla a la que le vas quitando capas y siempre encontramos algo. Siempre hay una historia que está rodeada de intrigas, de misterios,... que permiten al novelista dar rienda suelta a su imaginación. A los que nos gusta, Roma es una auténtica golosina.

Hace un par de meses se me cruzó otra historia y he pensado que será para la siguiente novela porque nadie ha contado esto. Para que veas que siempre puedes descubrir un tema o un personaje maravilloso. Por tanto, estoy completamente de acuerdo con el maestro Posteguillo.

M.G.- Total, que vas a seguir escribiendo sobre Roma, por lo que veo.

J.T.- Exactamente. Sí, sí, sí. Además, es que, una vez que conoces el mundo romano, no me veo escribiendo sobre otra cosa. A no ser que el día de mañana me digan que me tengo que olvidar de Roma y escribir sobre otra cosa. Hoy por hoy es donde me siento seguro, donde me siento cómodo, y donde me siento feliz. 

M.G.- Bueno, pues estaremos encantados de que sigas escribiendo sobre Roma. Juan, no tengo más preguntas. Solamente te emplazo a que nos veamos en octubre, en Úbeda.

J.T.- Será un placer conocerte en persona.

M.G.- Igualmente. Lo dejamos aquí. Muchas gracias por atenderme y que tengas buena tarde. 

J.T.- Muchas gracias a ti por tu entrevista y por este ratito. Y también te deseo que tengas una muy buena tarde.


Sinopsis: En la arena luchaban por su vida.

En Roma luchaban por defender aquello en lo que creían.

Juntas demostraron que todo es posible.

Año 124 d. C. Helena y Valeria son dos jóvenes romanas procedentes de mundos muy distintos: una esclava, la otra noble. Sin embargo, ambas tienen que tomar decisiones que ponen a prueba su valentía. Cuando el emperador Adriano se enamora del esclavo Antinoo, el gran amor de Helena, la joven se ve obligada a convertirse en la mejor gladiadora de todos los tiempos, algo nunca visto para los romanos, y así tratar de acercarse a Antinoo. Por su parte, Valeria, hija de un abogado de renombre, sueña con vencer al destino que le espera como esposa y madre en una época gobernada por la voluntad de los hombres.

Año 131 d. C. El pueblo de Roma celebra el combate de gladiadoras más increíble que jamás se haya visto. Movidas por el anhelo de libertad y la venganza, dos mujeres se enfrentan en un duelo definitivo. El duelo de la eternidad.


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