Sandra Aza es un nombre conocido por muchos lectores. Basta con hacer una búsqueda por Internet para comprobar que su primera novela, Libelo de sangre, ha sido leída por no pocas personas. Y no solo eso, sino que fue una obra elogiada y recomendada. Si he de ser sincera, el nombre de Sandra Aza no me sonaba más allá de ver algún comentario en Twitter, así que, cuando me propusieron conversar con ella, me puse las pilas, y traté de averiguar quién era realmente la persona que se escondía tras una novela que había cosechado tan buenas opiniones. Primero, indagué sobre la autora y descubrí que Sandra es una mujer madrileña, abogada de profesión, a la que los procesos judiciales y los juicios le quitaban demasiado tiempo para lo que era verdaderamente su pasión, la escritura. Así que, colgó la toga y opositó, para tener un trabajo que no le robara tanto tiempo y, de este modo, poder encontrar la manera de compaginar laboro y escritura.
Y sobre la novela, comencé a leerla, no sin antes informarme sobre su trama. En primer lugar, leí que este título había sido publicado en 2020 por otro sello editorial, distinto al que lo distribuye ahora -Planeta-. No me pareció extraño. Cuando una novela tiene éxito, en ocasiones es rescatada por otra editorial y la obra vive una especie de resurrección. Libelo de sangre traslada al lector al Siglo de Oro, concretamente a 1620. En el Madrid del siglo XVII, donde el oropel convive con la miseria más absoluta, Sebastián Castro y su esposa son acusados falsamente de sacrificar a menores cristianos para llevar a cabo rituales. La Inquisición toma cartas en el asunto y de la persecución y apresamiento consigue librarse Alonso, el hijo mayor del matrimonio. Con la ayuda de dos pícaros, el muchacho tratará de liberar a sus padres y eximirlos de toda culpabilidad.
Sandra Aza visitó Sevilla la semana pasada y tuve la oportunidad de sentarme a conversar con ella. Ahí va nuestra conversación.
Marisa G.- Sandra, un placer conocerte y un placer tenerte aquí en Sevilla, con este novelón que has escrito y que se llama Libelo de sangre. Empezamos esta entrevista con dos preguntas. Por un lado, entiendo que esta es tu primera novela. Y, por otro, creo que Libelo de sangre se publicó en 2020 y ahora la rescata la editorial Planeta. ¿Es así?
Sandra A.- Sí. Bueno, lo que pasa es que es una reedición y claro, como la he escrito de arriba a abajo, pues la verdad es que es un libro nuevo. Se puede considerar un libro nuevo, vamos.
M.G.- Eso te iba a preguntar, si habías modificado mucho la historia de 2020 o no. ¿Mismo título pero una historia diferente?
S.A.- A ver, la trama argumental es un poco igual pero, vamos, está reescrito de arriba a abajo, realmente.
M.G.- Y tú, ¿por qué te sientas a escribir? Esa inquietud por escribir, ¿de dónde viene?
S.A.- Creo que desde siempre. He escrito desde que tengo uso de razón. Hay personas que dibujan, pero mi manera de pasármelo bien era escribir.
Siempre tuve en la cabeza la idea de escribir un thriller histórico sobre Madrid en el siglo XVII y la Inquisición. Son dos temas que me gustan muchísimo. Madrid en el Siglo de Oro y la Inquisición. Pero claro, ejerciendo la abogacía era muy difícil porque la abogacía y la literatura son incompatibles. Las dos necesitan muchísima dedicación y ninguna de las dos tiene horario. Era prácticamente imposible ponerme a escribir. Y digamos que la historia estaba dentro de mí, y fue creciendo y creciendo, hasta que llegó un momento en el que no me dejaba en paz. Era como, no quiero dejar mi profesión, no quiero dejar mi vida, porque estoy muy a gusto, me encanta la abogacía, y no quería meterme en una aventura como esta porque yo no sabía lo que era. Me lo imaginaba. Pero incluso lo que me imaginaba que es no lo es porque esto requiere un sacrificio y una dedicación absoluta. Sin embargo, el sueño de escribir una novela pudo más que todo lo demás. Al final, me obligó a aparcar mi vida para darle vida a ella.
M.G.- Fue una decisión muy valiente porque nunca se sabe cómo va a funcionar una novela.
S.A.- Claro, fue un salto al vacío. Lo que pasa es que, al plantearme dejar la abogacía, me tenía que buscar otra cosa porque las facturas me iban a seguir llegando y tenía que seguir pagando la hipoteca. Entonces, me saqué unas oposiciones y ya, con un horario un poco más definido, pude compaginar el trabajo y la escritura.
M.G.- Llama la atención que, siendo tu primera novela, que para escribirla has dejado tu trabajo y has opositado, no te aventuras con una historia sencilla y breve, sino que te metes en un relato de casi novecientas páginas, y con todo lo que ocurre dentro de la novela.
S.A.- Sí, sí, ya te digo. Es que la novela estaba dentro de mí. Simplemente fue un embarazo. Se fue gestando, creciendo, y cuando ya estuvo formada dentro de mí, entonces fue cuando empezaron las contracciones. Fue como un parto pero además, el parto de la elefanta porque tardé un montón de tiempo. Al principio, solo tenía el germen en la cabeza pero esto empezó a crecer, a crecer, a crecer. Y seguía escribiendo, seguía mi instinto, me iban surgiendo tramas,... Al final, la historia fue conectando ella sola porque yo iba escribiendo y me preguntaba de vez en cuando cómo iban a engarzar todas esas tramas con el germen inicial de la novela, pero un buen día ocurrió la magia. De repente, ¡pum!, todo conectó, todo encajó y todos los personajes encontraron su lugar en el puzle. Pero vamos, al principio no tenía ni idea de que iba a ser así de gorda. Pido disculpas al lector.
M.G.- No, no, no te disculpes.
Bueno, esta novela se titula Libelo de sangre, algo que la mayoría desconocemos qué es. ¿Qué es un libelo de sangre, Sandra?
S.A.- Los libelos de sangre eran acusaciones falsas. Se culpaba a los judíos de secuestrar niños cristianos para torturarlos, crucificarlos, y después coger su sangre y utilizarla en rituales oscuros. Esto ocurría realmente así. Se han sucedido en España y en toda Europa, desde tiempos inmemoriales.
M.G.- Cuéntamos que va a encontrar el lector en la novela
S.A.- Lo que el lector va a encontrar en la novela es un doble crimen ritual. Encuentran a una doncella violada hasta la muerte y a un muchacho, al que le han extirpado el corazón. Nadie duda de que se trata de un crimen ritual y el pánico se extiende por la Villa porque claro, que una mujer haya sido violada, pues no pasa nada, pero que a un muchacho le hayan extirpado el corazón, esto ya tiene visos de herejía y no gusta nada.
A partir de ahí, las elucubraciones empezarán a correr en los mentideros y pronto surge un libelo de sangre contra un escribano de la Villa, Sebastián Castro y su mujer. Cuando la larga sombra de la Inquisición, que será la encargada de investigar lo sucedido, cae sobre ellos, Alonso, el hijo mayor del matrimonio, conseguirá escapar. Este muchacho de trece años será el verdadero protagonista de la novela y tratará de buscar la manera de rescatar a sus padres. Eso lo obliga a meterse en los bajos fondos de un Madrid desconocido para él porque, hasta ahora, ha vivido entre algodones. Pero ese Madrid es muy duro y sórdido, muy peligroso, del que él lo desconoce todo. Contará con la ayuda de dos pícaros indigentes, que se las saben todas en ese mundillo. Ellos representan la nobleza, el símbolo de la amistad. No tienen nada que ofrecerle, salvo la amistad. Con Alonso correrán toda una aventura, y ellos le ayudarán a mantenerse en pie, y a seguir adelante con su único objetivo, el de rescatar a sus padres.
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M.G.- Y en ese proceso de rescatar a sus padres, no sé si lo podemos desvelar, tú ya me lo dices, Alonso quiere estudiar. Cuéntamos un poco qué es lo que pretende este joven.
S.A.- Para rescatar a sus padres busca todos los medios para hacerlo. Él descubrirá que las cosas en la vida no son tan fáciles, que cuestan mucho, que se necesita mucho más que buena voluntad para conseguir las cosas y que es mucho más fácil que se dé la injusticia que la justicia. Y al ver las grandes injusticias que hay entre ellos, con la acusación de sus propios padres que son inocentes, le surge la vocación de defender, honrar y servir a la justicia.
M.G.- Y como este personaje va a ejercer la profesión a la que tú has estado vinculada mucho tiempo, no sé si a Alonso le has prestado cosas de tu personalidad, a la hora de encarar un proceso.
S.A.- Bueno, no lo sé. Creo que todos los personajes tiene un poco parte de mí, incluido los malos malísimos. Han nacido todos de mí, con lo cual, todos tienen algo de mí. Los malos, también. Mi gente me decía que era una sádica por las cosas que se me ocurrían. No sé, creo que todos los personajes tiene un poquito de mí. Alonso tiene algo de mí, por supuesto, como su voluntad, su coraje, sus ganas de tirar para adelante. Pero si me preguntas si me siento identificada con algún personaje, te diría que con ninguno y con todos porque, al final, todos han nacido de mi tintero, ¿no?
M.G.- Es una novela amplia, casi novecientas páginas. Es cierto que Alonso será el protagonista principal pero aparecerán muchos más personajes secundarios. He leído sobre algunos de ellos y me llama la atención sor Casilda.
S.A.- Sí, sor Casilda es la monja tornera de la inclusa. La inclusa era una institución muy importante en la época porque eran tiempos en los que llovían los niños abandonados. Además, es una institución que ha perdurado a lo largo del tiempo, y que tiene muchas historias con mayúscula y también muchas historias con minúscula, por la crudeza y lo doloroso de entrar en los lares del olvido, que le llamo yo. Era atravesar el torno y te quedabas hasta sin nombre. Esto, en aquella época, tenía muchísima importancia porque es que era tal la cantidad de niños que llegaban a la inclusa que las monjas tenían que alquilar amas de cría y ofrecerles un jornal. Había muchas mujeres que venían de Toledo y Guadalajara para ofrecerse como candidatas. Había tantos niños abandonados que, en Toledo y Guadalajara, había más niños incluseros que oriundos. Era un aluvión de niños abandonados.
M.G.- Estamos ante una novela que se ubica en ese Madrid, del que hablaremos un poco, pero que cuenta con temas como la lealtad, la amistad, el amor. No nos podemos olvidar del Santo Oficio. Todos conocemos las cosas que hacían, los ajusticiamientos, la coraza, las llamas, las hogueras. Tú, a la hora de escribir esta novela, imagino que habrás hecho una incursión bastante profunda en lo que era la Inquisición. ¿Con qué te has encontrado?
S.A.- Pues me he encontrado con la sorpresa de que nos han contado cosas que no eran así, que la Inquisición no era como nos la han contado. Era una institución muy dura, extremamente dura, pero a la vez era un tribunal muy riguroso. Tenía un procedimiento muy regulado, muy respetado y bastante garante dentro de lo que era la época. Y desde luego, la Inquisición española era muchísimo más garante que el resto de las inquisiciones europeas, cuando nos han contado todo lo contrario. Parece que la Inquisición española era sanguinaria, un desmadre de cremaciones y torturas. Y bueno, al ahondar en la institución e irme a los archivos, porque en la Inquisición española se transcribían todos los procedimientos, al leer esas transcripciones, descubro que, en tres siglos y medio, el número de sentencias no superaba las diez mil. Estamos hablando de trescientos cincuenta años y oye, diez mil personas, pues tampoco estaba tan mal. Es que, en la cruzada contra los cátaros, en un solo día se mataron a veinte mil personas. Pero claro, nos ha quedado el sambenito, y nunca mejor dicho porque era la túnica que le ponían a los reos inquisitoriales, de la Inquisición sangrienta. Y resulta que la Inquisición española era la menos sangrienta de todas las europeas.
M.G.- Pero había falsas acusaciones y quemaban a gente que no era culpable.
S.A.- Sí. A ver, desde luego, había muchos inocentes que terminaban en la hoguera pero los delitos de hoguera en la Inquisición eran muy, muy, muy extremos. No era tan habitual como nosotros pensamos, ni siquiera con las brujas. Tanto que se dice de los juicios de Zugarramurdi, resulta que de las veintinueve mujeres encausadas, murieron seis quemadas y otras cinco murieron en prisión. Una de ellas hasta se suicidó. El resto se salvó precisamente por un inquisidor. Se habla mucho de Torquemada pero no tanto de Alonso de Salazar y Frías, que fue el que consiguió salvar a estas mujeres del delito de brujería.
En Libelo de sangre lo que hay es una trama en la que se muestran los engranajes de la Inquisición, pero los de verdad, sin alimentar el morbo ni para contar cosas que no existían. Lo que se cuenta en Libelo de sangre con respecto a la Inquisición se ajusta al rigor histórico. No hay morbo, pero tampoco hay intención de lavar la cara porque la tiene sucia. La Inquisición española era lo que era, pero eran más sangrientas las europeas. Era un tribunal duro en el que te juzgaban por decir «lo juro por Dios». No se podía tomar el nombre de Dios en vano. Eso, en España, era peligrosísimo. De ahí salió la expresión «pardiez». Para no decir «por Dios» se decía pardiez.
M.G.- Ah, qué curioso.
S.A.- Y también se decía «voto a bríos» porque bríos era como Dios. En vez de decir «juro por Dios», decían «voto a bríos». Como juraras por Dios en público te metías en un problema.
M.G.- Pues te iba a preguntar por el escenario pero, aprovechando lo que comentas, adelanto la pregunta sobre la documentación. Has tardado cuatro años en construir esta novela. Has leído mucho, pero habrás aprendido mucho también.
S.A.- Una barbaridad. Sobre todo he aprendido humildad. Ha sido un baño de humildad brutal, porque claro, yo empecé la historia pensando que sabía mucho. Y cuando me enfrenté a la página en blanco, a la hora de describir cosas, lo que comían, a qué hora se levantaban, cómo hablaban, cómo se comportaban,... me di cuenta que no tenía ni idea de nada. Entonces, empecé a profundizar en ese periodo previo de documentación que se extiende a lo largo de toda la novela. En cada capítulo había un reto, buscar el detallito para describir cómo eran las ventanas de la casa de los pobres, si tenían cristales o no. ¿Dónde bebían? ¿En una taza o en un vaso? ¿Eran de cristal, de hojalata o de qué? ¿Cómo se expresaban? ¿Qué vestían o qué llevaban en los pies? El suelo de las casas, ¿cómo era? ¿De madera, de barro o de tierra? Ese fue mi baño de humildad porque creía saber mucho y me di cuenta que lo ignoraba todo.
M.G.- ¿Quizá, lo más difícil ha sido transcribir o retratar la forma de hablar de aquella época?
S.A.- A mí me costó. En Libelo de sangre, se entienden perfectamente todas las palabras porque no es castellano antiguo pero es verdad que en esa época no te llamaban cobarde, sino temebrisas. O, en vez de maleante, te decían asustasierpes.Si eras rico, eras un dueño. Si eras pobre, un lamecharcos. Ese tipo de expresiones que en aquella época eran muy habituales y se han perdido totalmente. Pero eran bonitas. Puedes insultar con una elegancia brutal. Y es que, hasta al destinatario del insulto, le puede hacer hasta gracia. Son expresiones que se podrían recuperar. El castellano es tan rico que es una pena que lo limitemos a una serie de expresiones y dejemos fuera otras tantas que lo hacen más rico y más bonito.
M.G.- Libelo de sangre transcurre en Madrid. Una ciudad que ha sufrido muchos cambios desde entonces. ¿Cómo era la vida en ese Madrid?
S.A.- Había bastante pobreza. Estamos en el barroco. Estaba el brillo de la Corte pero, detrás de esos reflejos que eran tan brillantes y que no te dejaban ver más allá, había muchísima indigencia, muchísima mendicidad, muchísima necesidad. Pero, al mismo tiempo, era una ciudad chispeante, vibrante, hipnótica,... Era mágica. Por sus calles paseaba Quevedo, Góngora o Lope de Vega. Vas paseando por Madrid, por el centro, y sabes que ese suelo lo pisó Lope de Vega o que en esa casa murió Cervantes. Y también tienes la cárcel de la Corona, y puedes ver las mazmorras. También Velázquez andaba por allí, por el Alcázar, como pintor de cámara de Felipe IV. Estaban los corrales de comedia donde se representaban las obras de Lope, con Lope como público. Era fascinante. Era una ciudad con mucha indigencia y mucha necesidad porque todos venían a la Corte a buscarse la vida pero, al mismo tiempo, era una ciudad con mucho ingenio. Hasta para pedirte una limosna te hacían una copilla o te hacían una poesía.
M.G.- Y los personajes se van moviendo por las calles de Madrid hasta el punto de que decides añadir un apéndice, unas notas históricas. Muchas de ellas relativas precisamente a las calles, aclarando que tal calle es hoy esta otra. Vas dando apuntes para que el lector se ubique bien dentro de la ciudad.
S.A.- Sí. Tenemos, por un lado, el mapa que está en el interior del libro. Es el primer mapa que hubo de Madrid. Además, coincide con la época porque el mapa retrata la ciudad entre 1614 a 1622, mientras que la acción de la novela se inicia en 1620. Y, por otro lado, tenemos las notas históricas al final del libro que sirven para indicar al lector que tal calle antes se llamaba de un modo y ahora de otro.
M.G.- Por ir terminando. Escribes una novela histórica, imagino que también te gusta leer el género. No sé si tienes algún referente.
S.A.- Me gusta mucho autores como Jorge Molist o Gonzalo Giner. También me gusta mucho una trilogía de Kate Mosse o las novelas de Matilde Asensi. Y por supuesto, me gustan mucho los escritores del Siglo de Oro.
M.G.-Como última pregunta, he leído que algunos lectores han comentado que, en el desenlace, quedan algunos flecos sueltos como si se dejara una puerta abierta para una segunda parte. No sé si es esa la intención.
S.A.- El libro termina. Tiene su desenlace pero la historia es susceptible de seguir.
M.G.-Entonces, hay intención de una segunda parte.
S.A.- Sí, sí,... Como es susceptible de seguir, creo que voy a seguir.
M.G.- Sandra pues lo dejamos aquí, con este pedazo de novela que has escrito. Un placer tenerte en Sevilla y poder conversar contigo.
S.A.- Muchísimas gracias. Ha sido un placer.
Sinopsis: Un doble y salvaje asesinato; un ritual hereje; una familia destrozada por la Inquisición. El Siglo de Oro como nunca te lo han contado.
Rigor, suspense y un estilo narrativo impecable se unen en Libelo de sangre.
Durante el crudo invierno de 1620 un espantoso crimen ha sembrado el pánico en cada rincón de Madrid: una joven ha sido violada y enterrada junto a un niño al que le han extirpado el corazón. Nadie en la Villa duda de que se trata de un asesinato ritual, y pronto surge en los mentideros un «libelo de sangre» contra el escribano Sebastián Castro y su esposa, una acusación falsa que culpa a los judíos de sacrificar a menores cristianos para realizar magia negra.
Por suerte, Alonso, el hijo mayor del matrimonio, ha conseguido escapar de la Inquisición, encargada de investigar el delito, y de sus horribles métodos; pero ahora deberá enfrentarse a otros peligros no menos terribles: el frío, el hambre y a los miserables que pueblan las calles.
Devastado y sin más ayuda que la de dos pícaros vagabundos, intentará llevar a cabo el único objetivo que lo mantiene con vida: rescatar a sus padres.
Cuando la fe en Dios encendía corazones, pero los delitos contra ella prendían hogueras.