Susana Martín Gijón se está convirtiendo en una experta en la historia de Sevilla. A través de sus novelas, las que protagoniza Camino Vargas, aprendí muchas cosas sobre los múltiples rincones que pueblan esta ciudad, por los que paso siempre con prisas, y en los que jamás reparo. Así que, leer a Susana no solo es un mero entretenimiento sino que también es una manera de aprender. Y, sin duda, seguiremos aprendiendo mucho sobre la ciudad de la Giralda si asomamos nuestras narices a lo último que acaba de publicar. La Babilonia, 1580, nos traslada al siglo XVI, a la vida en la ciudad hispalense, cuando Sevilla era epicentro del mundo y capital del comercio. Estamos ante una lectura a la que no le falta ni uno solo de esos elementos tan necesarios para conseguir enganchar al lector. Entre las páginas de esta novela, habrá suspense, muertes, investigaciones criminales, aventuras e historia. Un combo que convierten a La Babilonia, 1580 es una lectura que no te puedes perder.
Protagonizada por dos jóvenes -Damiana, que ejerce la prostitución, y Carlina (o sor Carolina, que viste los hábitos en el convento fundado por Santa Teresa), La Babilonia, 1580 arranca con la muerte de una prostituta. La flota de Indias está a punto de partir pero los diversos asesinatos están conmocionando la ciudad, y más aún a un gremio, el de los marineros, que ve en las muertes signos de malos augurios. A la investigación de los asesinatos se unirá la búsqueda de un talismán y de un librillo, que guardan las claves de un tesoro.
Alejándose del siglo XXI, la autora opta por plantearse un reto que, a mi juicio, lo ha superado con creces, al construir una novela que se lee con fluidez e interés. A su paso por Sevilla, pudimos hablar con Susana. Aquí os dejo nuestra conversación.
Susana M.- Hola Marisa, el placer es mío. Me hace mucha ilusión pisar mi tierra otra vez.
Sí, es verdad, eso forma parte del territorio de la ficción. Hay una nota previa en la que hago un homenaje a la tradición del manuscrito encontrado, que ya utilizaron las novelas de caballerías, tantísimas de ellas, como es el caso de Miguel de Cervantes en El Quijote, o Umberto Eco en El nombre de la Rosa. Tiro de ese tópico del manuscrito encontrado. Juego con él, con esa dosis de humor que, como persona del sur, me caracteriza un poquito, y me parapeto en esa ficción también para darle el protagonismo a otra escritora, una escritora a la que la Historia, inmerecidamente, se lo ha quitado y que, de alguna manera, yo intento restituir en esta novela.
La Babilonia, 1580 es muchas cosas. Es una novela histórica, de aventuras, pero también es un thriller, es novela negra, y tiene una parte de denuncia social. Y además, de alguna forma, es mi pequeño grano de arena para restituir el protagonismo de las mujeres, un protagonismo que nos ha sido vedado en la historia de la literatura y también, en cuanto a personajes históricos, es un homenaje a voces como la de esta escritora que comentamos, sobre la que podemos profundizar más si quieres.
M.G.- Lo haremos. Sevilla sigue siendo escenario de tus novelas. Con tus libros siempre se aprende mucho sobre esta ciudad. Sin embargo, hay un importante cambio de registro entre lo que has escrito hasta ahora, con Camino Vargas, y lo que has escrito en esta última publicación. ¿Por qué alejarte tanto en el tiempo? ¿Por qué seguir hablando de Sevilla pero desde el siglo XVI?
S.M.- Bueno, para una autora son retos. Mantenerse en la zona de confort, por mucho que cada novela aborde temas diferentes, no te gratifica igual. He sido siempre muy lectora de novela histórica y nunca me había lanzado. Me parecía el momento pero, a la hora de elegir época y lugar, ¿dónde me iba a ir? Pues a Sevilla, porque ya conocéis mi trayectoria. Y si elijo Sevilla, ¿qué mejor época que esa de máximo esplendor, como fue el siglo XVI, donde esta ciudad era la capital comercial, centro neurálgico del Viejo y del Nuevo Mundo, con tanto oropel, tanta opulencia, aunque también con muchas sombras? Y como deudora de la novela negra me centraré mucho en esas sombras.
M.G.- ¿Y cómo has afrontado ese cambio de registro? No debe ser fácil sumergirse en el siglo XVI.
S.M.- No, no lo ha sido. He necesitado de muchísima documentación y muchísima concentración. Hasta que no pasó un año estudiando, y preguntándome dónde me he metido, no empecé a encontrar mi voz, la que reconocen y tienen asumida las y los lectores. Cuando ya sé cómo visten, cómo son las calles por las que pasan, cómo hablan, qué es lo comen,... en fin, cuando ya tengo todo eso en la cabeza, es cuando la historia empieza a fluir. Antes de eso, me parecía inverosímil porque no hacía más que tropezar a cada paso. Así que sí, ha sido un proceso muy exhaustivo, de estudiar mucho, de recorrerme las calles dónde se situaba la Mancebía sevillana, y ese trazado de la tapia que la encerraba, o dónde estaba el convento de las Carmelitas descalzas, el Hospital de Bubas, la zona del Arenal, cerca del río con las naos amarradas en el puerto,... Todo eso había que recorrerlo. Al menos, yo lo he recorrido porque soy muy exhaustiva en ese sentido. Y también he navegado durante unos días en la réplica de un galeón, como el de la época. Cuando todo eso estaba en mi cabeza y casi en mi piel, fue ahí cuando consideré que estaba preparada para que los personajes me dejaran guiar con más soltura.
M.G.- Aprovecho lo que estás comentando ahora porque resulta llamativo y especialmente digno de mención el lenguaje empleado. Obviamente estamos en el siglo XVI, y no se hablaba igual que ahora. ¿Te ha costado mucho recrear la forma de hablar de entonces? Yo he tenido que buscar algunas palabras, como por ejemplo albayalde, porque no sabía qué es lo que era. Pero me parece que tienes un dominio de la forma de hablar de la época bastante acertado.
S.M.- Ese es el trabajo previo porque, si no, no se podría escribir con naturalidad y habría que frenarse cada dos o tres palabras. Cuando lo tienes todo en tu cabeza, entonces sí, pero ¡vive Dios! (ríe) que ha sido un proceso intenso que luego se disfruta.
El lenguaje de una novela, de alguna forma, nos enriquece y nos refresca términos. También, en ocasiones, nos hace buscar algún término pero sin que ralentice o se tropiece porque, aunque se entienda por el contexto, a lo mejor te apetece saber más exactamente a lo que se refiere. Todo eso, como lectora, a mí me enriquece.
M.G.- Dentro de esa Sevilla del siglo XVI, centro neurálgico del comercio con las Indias, te centras en dos colectivos que, por decirlo de alguna manera, eran muy desfavorecidos, los últimos escalones de la sociedad. Son las prostitutas y las monjas.
S.M.- Sí. Las dos principales protagonistas -Damiana y Carlina-, son dos amigas de la infancia, dos huérfanas de Triana, uno de los arrabales más desamparados de Sevilla, por aquel entonces. Con el tiempo, cada una de ellas ha tomado un camino distinto, buscando ambas su supervivencia.
Carlina ha logrado profesar en un convento donde no podía entrar cualquiera, sino que se necesitaba una dote. En alguna ocasión, alguna viuda que no tuviera descendencia dejaba a la Iglesia su patrimonio, para que aquellas chicas que tuvieran vocación pero no tuvieran recursos, pudieran acceder a un convento. De este modo, Carlina va a conseguir entrar a profesar en el convento de las Carmelitas Descalzas, el que fundara Santa Teresa en Sevilla. Esto le va a permitir dos cosas. Por un lado, no pasar hambre como ya la había pasado o, al menos, tener garantizada la supervivencia, poder llevarse algo de comer a la boca cada día, y no cuando era niña que solo comía cuando podía escaquear una pieza de fruta. Por otro lado, cultivarse. Para una niña como ella, el aprender a leer y a escribir era prácticamente imposible. Estando donde está, en el convento que fundó Santa Teresa y que gobierna la priora letrera -personaje real e histórico- lo va a tener más fácil.
En cuanto a Damiana, ella va a ejercer la prostitución para sobrevivir. Pero, por duro y desagradable que sea el trabajo, lo ejerce dentro del recinto legal para hacerlo, y eso le garantiza también unos mínimos de supervivencia. Hay un padre, lo que viene a ser el proxeneta, que la protege junto al resto de mujeres dentro de la botica, algo que no tenía cuando se veía obligada a ejercer de forma ilegal en las casillas del puerto o en cualquier otra zona de la ciudad. Ahí sí que estaba desprotegida y le podía ocurrir lo que fuera porque estaba arriesgando su vida. A su manera, Damiana también ha conseguido llegar lejos para partir de donde partía, con muy pocas posibilidades de supervivencia.
A partir del detonante del primero de los crímenes, las dos van a confluir de nuevo y van a tener que investigar juntas, así que van a verse obligadas a ese reencuentro.
M.G.- Es una novela histórica pero también tiene elementos del thriller porque, como mencionas, hay crímenes. Empiezan a aparecer prostitutas muertas. Además, aparecen en esos barcos que se están preparando para el viaje al Nuevo Mundo. Pero, ¿qué más va a encontrar el lector en esta novela, al margen de esa parte negra?
S.M.- A ver, sobre todo es una novela histórica, aunque también es una novela de aventuras. Vamos a ir viviendo diferentes escenarios y los personajes van a pasar por una serie de peripecias. Por supuesto, tiene los elementos del thriller y de la novela negra, que son reconocibles en mí, con capítulos cortos, que acaban en alto, y giros de guion. Todo esto lo va a encontrar el lector, pero con ese plus de adentrarnos en la historia de nuestro país y, en concreto, en Sevilla.
M.G.- Estamos hablando de la prostitución que se ejercía en la Mancebía, una zona que no está lejos de donde estamos hablando ahora. Toda esa parte de cómo se ejercía la prostitución en Sevilla me ha parecido sumamente interesante. Por apuntar alguna cosa. Se podía ejercer a partir de los doce años. Había prostitutas legales e ilegales. Los establecimientos tenían que estar legalizados por el Cabildo. Y me llama la atención dos datos más. Uno, que los propietarios de esas boticas eran la capellanía y las comunidades religiosas, algo muy contradictorio. Y otra, que las mujeres que ejercían la prostitución no podían ser naturales de Sevilla ni tampoco tener familia en la ciudad. Muy curioso todo esto.
S.M.- Sí, sí, era otra de las ordenanzas de la Mancebía. Claro, tenemos que ponernos en el contexto. Estamos en una época en la que, ya de por sí, tenía una violencia estructural feroz, por supuesto, hacia las mujeres pero también el salvajismo y la violencia estaban muy integrados en el día a día. Ver a una niña de doce años prostituyéndose era algo natural. De hecho, cuando se ponía ese límite legal era porque, fuera de la Mancebía, te podías encontrar cualquier cosa, ¿no?
Y luego, lo de la doble moral, la hipocresía. Por un lado, vamos a ver al padre León, personaje histórico real, intentando disuadir a los hombres que van allí, para que se vuelvan a sus casas, y a las mujeres para que abandonen la prostitución. Él fundó incluso una casa pía para mujeres arrepentidas y esto está documentado. Pero, por otro lado, y como dices, la mayoría de las casillas, y de las boticas, como se las llamaban, donde ejercían estas mujeres, pues eran patrimonio de instituciones religiosas que les están pidiendo un alquiler. O sea, el proxeneta de turno tiene que pagar mensualmente un dinero a la iglesia para que estas mujeres puedan ejercer la prostitución.
M.G.- Me parece muy curioso todo. Y claro, Sevilla, en aquella época, no era la Sevilla que conocemos hoy. Era menos bonita, menos agradable, y mucho más peligrosa. El comercio con las Indias traía mucha riqueza a esta ciudad y eso daba pie al pillaje y a que los marineros acudieran a esas boticas para desahogarse. Imagino que habría muchos lupanares como este de la novela, como La Babilonia, el centro donde ejerce Damiana.
S.M.- Sí, La Babilonia es una botica ficcionada pero podría ser una de las boticas más cotizadas dentro de la Mancebía sevillana. Fuera de eso, todo lo que hubiera era ilegal. Esa prostitución ilegal se podría encontrar en tabernas, en mitad de la calle, en el Arenal, jugándose la vida completamente. Pero bueno, al menos, dentro de la Mancebía había unos mínimos.
M.G.- El papel de las mujeres en esta novela es muy importante, y no solamente por las dos protagonistas. Haces un homenaje a esa mujer que intentaba romper esquemas y salirse de lo que estaba socialmente establecido. Por ejemplo, en el caso de Carolina, la amiga de Damiana, tiene muchas inquietudes culturales, le gusta leer. Y luego también tenemos a la priora del convento de la que hablas en las páginas finales, una mujer que lo tuvo muy complicado. Haces alusión a esa idea de que el conocimiento en la mujer era reflejo de soberbia.
S.M.- Sí, las propias monjas lo consideraban así. Y llama la atención cuando, precisamente, los monjes eran, de alguna forma, uno de los sectores más cultivados. Sin embargo, en el caso de las mujeres que profesaban la religión estaba mal visto, incluso por ellas mismas, salvo excepciones, como es el caso de Santa Teresa o de la priora letrera, como la propia Santa Teresa llamaba a María de San José. Precisamente por eso, Carlina busca este convento porque, al menos, las que lo regentan, de alguna forma, tienen una amplitud de miras que no tienen las propias hermanas con las que vive el día a día.
M.G.- En la novela también vamos a ver al Santo Oficio. De hecho, esa monja letrera, esa priora, sufrirá en sus propias carnes los estragos de la Inquisición.
S.M.- Sí, esto forma parte de la historia y está totalmente documentado. La propia Santa Teresa, en su paso por Sevilla, fue acusada por la Inquisición de iluminada, junto con María de San José, con la priora letrera. Fueron absueltas. La Santa abandonó Sevilla y se fue a seguir fundando conventos, pero María de San José siguió aquí. Volvieron de nuevo a acusarla, además, traicionada por sus propias hermanas y el propio confesor del convento. La encarcelan y finalmente la absuelven de nuevo. En 1579 es repuesta en el cargo, aunque ella no quería, y en 1580 comienza la acción de la novela. O sea, imaginemos en qué situación se encuentra esta priora en ese momento, llena de recelos y desconfianza, cuando tropieza con sor Catalina, que está haciendo cosas raras que no le cuadran. Lo que la priora no sabe es que está investigando los crímenes junto con Damiana.
M.G.- Por hablar un poco de la estructura de la novela, el lector y yo misma nos sorprendemos en la lectura. Estamos hablando de Damiana, de sor Catalina, de Sevilla, de 1580, en una narración cronológica. Sin embargo, vamos a encontrar unos capítulos intercalados, unos pasajes que parecen de un libro, de unos pueblos en guerra. No sé si puedes comentar algo al respecto.
S.M.- Sé que esos capítulos descolocan un poco porque se van a otro lugar, que ni siquiera ubicas bien. Sabemos que es el siglo XIV y, en un principio, no parecen tener nada que ver con lo que se nos está contando de Sevilla. Pero claro, cualquier lector con un poquito de intuición sabe que eso le va a llevar a alguna parte. Y, efectivamente, al final, ambas tramas se van a entrelazar.
Son capítulos que van apareciendo cada tanto, con una grafía diferente, en los que se van transcribiendo narraciones orales del imperio de Mali en el siglo XIV. Para mí esto ha sido uno de los hallazgos más interesantes. Esas narraciones que se han transmitido de generación en generación, que han llegado hasta nuestros días y que narran la historia de esta dinastía del imperio de Mali. Esa narración nos va a llevar hasta un secreto fascinante, clave de la novela que no podemos desvelar aquí.
M.G.- No lo vamos a desvelar, no. Bueno, la documentación ha sido complicada. Cuéntame un poco en qué te has basado para documentarte, a quién has recurrido, has leído, con quién has hablado.
S.M.- Bueno, de todo. He estado dos años documentándome. Me he recorrido las librerías de viejo de la ciudad, que han sido para mí un gran tesoro. Una de las ventajas de estar en Sevilla, además de poder pasear por los lugares, es también el hecho de poder encontrar esos tesoros, esas librerías de viejo que en ninguna otra parte hubiera encontrado. Y, por supuesto, los archivos. También he recurrido a diversos ensayos, como el de Morales Padrón, Pablo Emilio Pérez-Mallaína, que además me ha ayudado con algunas dudas, o Esteban Mira Caballos, otro historiador de Carmona que, además, tiene también artículos académicos que me han venido muy bien. En los agradecimientos aparecen algunas de las personas que me han ayudado pero ha habido otras muchas porque, por mucho que yo me pase dos años estudiando no puedo saber tanto como el que ha pasado la vida consagrado a ello. Sabes que siempre recurro a las personas que conocen bien cada materia.
M.G.- Mañana te metes en un barco, si no me equivoco.
S.M.- Sí, mañana me meto en un barco, pero ya enrolé en una réplica de galeón y estuve navegando un tiempo. Pero mañana (se refiere al día 7 de septiembre) nos vamos a subir a la nao Victoria 500, muy cerca de la Torre del Oro, para hacer una visita guiada. Aunque es de 1519, es decir, anterior al año de la novela, tenemos el privilegio de tener en Sevilla una nao del siglo XVI, permanentemente anclada, que además es museo. Podremos conocer el espacio para imaginarnos cómo vivieron, cuando por fin embarcan hacia las Indias, Damiana y los personajes del libro.
M.G.- Yo he visitado esa nao y el espacio es muy reducido para todos los que viajaban en ella.
S.M.- El galeón es algo más grande que la nao pero vamos a poder imaginarnos cómo viajaban. Vamos a poder ver el camarote del piloto, de Eugenio de Ron, en la novela, y el resto de partes del barco.
M.G.- Bueno, Susana, un placer volver a verte, y volver a leerte. Yo estoy disfrutando mucho de esta lectura.
S.M.- Le he puesto el corazón y la cabeza. Así que me alegro. Gracias.
M.G.- Gracias a ti.
Sinopsis: Año del Señor de 1580. Sevilla vive su momento de máximo esplendor como capital del comercio entre el Nuevo y el Viejo Mundo.
La Flota de Indias de Su Majestad está a punto de zarpar cuando la piel arrancada del rostro de una mujer y su cabellera pelirroja aparecen ajustadas como un disfraz macabro al mascarón de proa de la Soberbia, el buque de guerra que abre el convoy. Próxima al barrio portuario del Arenal, en una zona cercada por altos muros, se encuentra La Babilonia, el prostíbulo más cotizado de la Mancebía y donde ejerce Damiana. A pocos metros de allí está el convento de las carmelitas descalzas, donde vive en clausura sor Catalina. Ambas fueron amigas en la infancia y se verán unidas de nuevo a fin de averiguar quién cometió tan brutal asesinato y por qué. Para hacerlo pondrán en peligro sus propias vidas, pero también el secreto mejor guardado de la Corona.