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MANUEL RÍOS SAN MARTÍN: ❝Somos la primera especie que podemos decidir si queremos tener hijos o no❞

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La última vez que Manuel Ríos San Martín acudió a Sevilla para promocionar una novela fue en junio de 2021 y llevábamos mascarilla. Luego, como me comentó al final de la entrevista, ha visitado otras veces esta ciudad por motivos cinematográficos, pero esa es otra cuestión. Admiro mucho a los autores que son capaces de llevar un ritmo regular en las publicaciones de sus novelas, construyendo historias entretenidas y con las que se aprende sobre alguna temática. Es el caso de este autor madrileño. Manuel Ríos San Martín ha dedicado buena parte de su vida al mundo del cine y la televisión. Productor, guionista y director, su nombre está detrás de producciones que todos guardamos en nuestra memoria, como Médico de familia, entre otras (puedes ver su biografía aquí). Pero no fue hasta 2016, cuando decidió ponerse en el lado de los escritores con Círculos (Suma de Letras). Luego llegaría La huella del mal (2019), Donde haya tinieblas (2021) y ahora El olor del miedo (2023). 

De entrada, tengo que confesaros que su última publicación, El olor del miedo, me ha gustado mucho. Con este autor, el lector ha llegado a aprender de prehistoria, de religión, o de arte, y ahora aborda el mundo animal. Me declaro amante y defensora de los animales. No sabría decir si me disgustan los zoológicos. Pero sí me hierve la sangre con el maltrato animal. Y maltrato hay en esta novela, historia que se desarrolla en Valencia, en el parque de animales de la capital del Turia, donde Elena es veterinaria. Allí reside Blanca, una elefanta albina que es el símbolo del parque. Pero, un buen día, mientras los cuidadores tratan de averiguar si el paquidermo está embarazado o no, se produce un brutal atentado contra la integridad de los animales allí confinados. Alguien dispara contra Blanca y muere. A partir de ese momento se iniciará una investigación criminal pero, ¿se puede considerar la muerte del elefante como un asesinato? ¿Es viable invertir recursos públicos en la muerte violenta de un animal? ¿Acaso los animales y los seres humanos estamos al mismo nivel? 

El olor del miedo no solo nos regala una historia entretenida sino que, además, nos invita a reflexionar sobre el papel del hombre, el comportamiento animal, la transmisión de los genes o el amor a los animales. A su paso por Sevilla, tuve la oportunidad de conversar con el autor. Ahí va nuestra charla. 

Marisa G.- Manuel, nos vimos en junio del 2021. Tiene mucho mérito escribir una novela cada dos años.

Manuel R.- Sí, sí, no me quejo. Pero es verdad que, entre la documentación, que me lleva mucho tiempo, y la estructura, que la trabajo mucho, no soy capaz de escribir más rápido. Pero bueno, aquí estoy.

M.G.- Aquí estás. El olor del miedo ha salido hace muy muy muy poco tiempo. El 30 de agosto si no me equivoco. Veo por redes sociales que te está dando grandes satisfacciones con ese feedback que estás recibiendo. Yo voy por la página 200 y estoy muy enganchada. 

M.R.- Sí, está siendo muy bueno. Las redes sociales están siendo muy amables, muy cariñosas. Los actos de presentación están yendo muy bien. En Madrid ha sido una locura. He hecho dos presentaciones en Madrid, llenas, abarrotadas, con gente de pie. Y luego, también  muy bien en Galicia y Valencia. Estoy contento. 

M.G.- Dices en los Agradecimientos que esta novela creció gracias a un encuentro en la radio con Pepa Crespo. ¿Eso cómo fue?

M.R.- Sí. Pepa es la directora de comunicación del parque de animales de Valencia. Yo estaba promocionando mi anterior novela, Donde haya tinieblas, en Valencia, y coincidimos en la radio. Ella hacía una entrevista justo antes que yo y la oí hablar del zoológico. Por entonces, andaba dándole vueltas a una idea, a un tema con animales de fondo, al asesinato de un animal en vez del de un ser humano. Así que estuve hablando con ella. Le dije que quería visitar el zoo pero no como un turista, sino por dentro. Si quería ambientar una novela en un zoológico tenía que conocer su funcionamiento. Y ella me invitó. Estuve tres o cuatro días conviviendo con los cuidadores, con los veterinarios, viéndolo absolutamente todo. Y no solo es que el espacio me funcionara sino que vi que el sitio está también lleno de misterios y recovecos. Me quedé una noche. Allí se oía a los leones rugir, a los elefantes barritar,... Era necesario porque, en la novela, hay personajes que se van a quedar por la noche en el zoo. 

M.G.- ¿Y por qué ese interés por los animales? Entiendo que debes de ser amante de los animales. Es algo que se nota en la novela.

M.R.- Siempre digo un poco en broma que, de niño, mi madre, en vez de leerle cuentos infantiles, me leía los libros de Félix Rodríguez de la Fuente. 



[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]



M.G.- A quien está dedicada la novela.

M.R.- Efectivamente. Siempre me han interesado mucho los animales. Hoy en día, vemos en redes sociales que a la gente le encantan. Tienen mascotas y cuelgan vídeos de perros, de gatos, de elefantes,... Pensé que, por un lado, es un tema que a mí me interesa y, por otro, es un tema que interesa a la sociedad. Además, hay tanta novela negra que, al abordar una investigación policiaca desde otro lado, creo que el lector lo va a agradecer. Le puede sorprender esta novela.

M.G.- El olor del miedo narra los hechos que ocurren en un parque de animales, el que está, como has mencionado, en Valencia. Allí se produce la muerte violenta de una elefanta albina. Alguien le dispara desde cierta distancia. Así arranca una investigación policial pero, digamos que hay una segunda investigación, la que lleva a cabo una de las cuidadoras de los elefantes. Elena también quiere saber quién ha matado al elefante.

M.R.- Así es, efectivamente. Quería que hubiese una segunda investigación. Le pregunté a la policía cómo investigarían la muerte de un animal. Me respondieron que, por las características especiales del caso, lo investigarían como si fuese el asesinato de un ser humano. Y eso ya me pareció peculiar. Pero, de todos modos, yo quería que hubiese una persona especialmente implicada en la trama, que fuese una persona cercana a la víctima, porque tienes que generar que el lector sienta interés por saber qué ha pasado. Elena, la veterinaria que cuida a la elefanta, tendrá un sospechoso nada más arrancar la novela porque en el zoológico han venido pasando cosas en el pasado, como pequeños boicots y tal, y, enseguida, ella tiene un sospechoso. A partir de ahí, y junto con un chico senegalés que también trabaja en el parque, lleva a cabo una investigación muchos más emocional que la que emprende la policía, porque la novela es muy emocional. Ella se pondrá en peligro y hará cosas ilegales. Es decir, hay dos investigaciones en paralelo que además dan mucho ritmo a la novela porque se irán intercambiando una con otra.

M.G.- Tu novela es un thriller que me parece muy original porque, como comentas, la víctima es un animal, un elefante albino. Hay mucho debate en la novela sobre si la muerte violenta de un animal se puede considerar asesinato y si al animal se le puede catalogar como víctima. Nunca me lo había planteado.

M.R.- Por eso es un planteamiento original. Teóricamente no se le puede llamar asesinato a la muerte violenta de un animal, pero realmente se parece mucho a un asesinato. 

En las novelas negras, todos hemos matado ya a muchas chicas en lugares emblemáticos, a chicos en sitios misteriosos, y llega un punto donde el lector ya  tiene como unos cánones establecidos y se sabe las dinámicas. Pero aquí, de repente, muere una elefanta y creo que las opciones para el lector son infinitas. A partir de ahí, creo que genera mucho interés este caso, que el que genera otra novela en la que puedes ir adelantando determinadas cosas. 

M.G.- ¿Y entonces la policía se toma tan en serio este tipo de casos y los investiga concienzudamente? Porque las condenas son irrisorias. Lo comentas en el libro.

M.R.- Sí, sí, a mí me dijeron que sí. Creo que, en el momento en que escribí esta novela, la condena era de dieciocho meses. Ahora, con la nueva ley, puede que haya aumentado un poco. Por esto, sitúo al policía encargado de la investigación como un viejo rockero, un tío de sesenta años, muy irónico, muy socarrón, que se pregunta por qué le han encargado investigar la muerte de un bicho, cuando él es un policía de toda la vida.  E incluso habrá lectores que se pregunten por qué se investiga la muerte de un animal. Así que, están todas las posturas representadas y creo que es algo que funciona bien. 

Luego, el policía tiene una nieta de nombre Coral que queda muy impactada con la muerte del elefante. Hay un momento en el que ella coge a su abuelo y le pide encuentre al que lo ha hecho, y ahí la investigación se vuelve más personal.

M.G.- Ese policía se llama JP, del que hablaremos más adelante. Pero es que esta novela nos coloca un debate tras otro. Por ejemplo, otra pregunta: ¿Es justo que, para entretener al hombre y proporcionarle un espacio de ocio, los animales tengan que estar encerrados?

M.R.- Bueno, creo que ese es un debate en el que no se puede decir sí o no. Es demasiado complejo. Por un lado, los zoológicos como el de Valencia son lugares con instalaciones muy muy buenas. Son realmente impresionantes. Y por otro lado, los animales que están allí no son animales capturados en la naturaleza y destinados al zoológico, sino que son animales que vienen de otros zoológicos peores, de circos, de tráfico ilegal. No llegan al zoo porque los traigan de África. Así que tenemos que partir de eso.

Luego, hay que tener en cuenta que los zoológicos modernos tienen unos programas educativos muy potentes. De verdad, hacen una labor divulgativa muy grande entre los niños que visitan los parques a diario, a los que le dan cursos y charlas.  Y aparte, tienen una fundación que trabaja con ciertas especies en origen. Por ejemplo, en el parque de Valencia hay unos chimpancés que están en peligro de extinción. Pues bien, la Fundación Bioparc colabora en África, en Senegal concretamente, con la Fundación Goodall, en un programa muy bonito que cuento en la novela, para ayudar a esos mismos chimpancés. Es un programa que, además, ayuda a la mujer. En el lugar en el que se están quemando bosques para cultivos, las enseñan a cultivar pero, a la vez, evitan que se destroce el medio ambiente, y protegen a los chimpancés. Por eso, el sí o el no es algo muy complejo. Los zoológicos modernos hacen una labor divulgativa que está muy bien. Por supuesto, siempre puede haber gente a la que no le gusten.

M.G.- Manuel, me parece curioso que, en la novela, a la hora de referirte al espacio, usas más la palabra parque de animales que zoológico porque la palabra zoológico siempre ha sido un término muy peyorativo.

M.R.- Sí, depende del personaje. El policía siempre lo llama zoológico porque a él le da todo igual. Sin embargo, el concepto es más parque de animales. En Valencia, y en Fuengirola donde hay otro parecido, le llaman parque de inmersión. Es un parque que no tiene vallas. Entras en el parque y no hay vallas. Ves a los chimpancés sin que haya vallas por medio. Lo que hay es una montaña en un lado, y un río en el otro. Es decir, de los chimpancés te separa un río que hay entre medio. ¿Por qué? Porque los chimpancés no cruzan el agua. Les da miedo. Y como solo ves un río, pues tu sensación es de estar viendo a los animales en su sitio natural. Y también es mucho más agradable para ellos.

Y para las jirafas cuentan con un espacio destinado a ellas que es como el estadio del Sánchez Pizjuán o el Villamarín. Es un espacio verdaderamente gigantesco. En plena naturaleza, las jirafas siempre duermen de pie porque tienen mucho miedo a los depredadores. Sin embargo, en el parque, cuando se hace de noche, se acercan a la puerta del cobijo en el que duermen bajo techo. Se acercan a la puerta como pidiendo que les abran. Entran y allí se tumban para dormir. Es decir, el parque es un sitio sin miedo. Si les preguntáramos a las jirafas qué prefieren, si ser devoradas por los leones pero estar en libertad, o estar en el parque muy bien y sintiéndose seguras, no sé qué responderían.

M.G.- Bueno, JP es uno de los protagonistas, junto con Elena. Él será el policía encargado de investigar la muerte de la elefanta. Es un tipo con un humor muy ácido, que siempre lleva una coraza puesta. Es muy escéptico y llama a los animales usando el término bicho. Es un hombre que se extraña que haya gente capaz de amar más a los animales que a las propias personas.

M.R.- Sí, sí, sí. Últimamente estoy haciendo encuestas sobre este tema en mis redes sociales. El otro día preguntaba si los animales y los seres humanos somos iguales. El 49% no dijo que los humanos fuéramos más importantes. Las respuestas se dividieron en dos grupos. El 51% dijo que los seres humanos éramos más importantes. Y el 49% restante respondió que, o que éramos iguales, o más importantes que los animales, o que no sabría contestar. Creo que vivimos un momento en el que hay mucha fascinación por los animales pero también pienso que hay mucho desconocimiento sobre los animales. Es decir, hemos visto muchos vídeos en Internet donde hacen cosas muy monas, pero realmente no sabemos cómo son los animales. Por eso, en este libro,  hay una pequeña parte divulgativa. Creo que, cuando lo acabas de leer, entiendes un poco más el comportamiento  de los animales. 

M.G.- Sobre ese comportamiento voy a mencionarte algo después que a mí me ha dejado totalmente noqueada. Pero, volviendo a los personajes. JP tiene una compañera que se llama Violeta. Es mucho más joven que él y con una mente más abierta. Me gusta mucho el contraste generacional que existe entre los dos, ese pique,... Pero se llevan muy bien. Incluso, Violeta respeta mucho a JP y lo admira.

M.R.- Me gusta mucho trabajar los contrastes, efectivamente. Y Violeta responde a algo que me han contado últimamente, que en los estudios de criminalística casi todos los estudiantes son mujeres jóvenes. Mujeres que luego se tendrán que enfrentar a la realidad de un asesinato. Y Violeta será una de esas chicas que se enfrenta a la realidad. Aunque parece una chica muy frágil, según avanza la novela, vamos viendo que no es así, que es muy inteligente, que tiene fuerza, capacidad de decisión,... Cualidades que ella misma irá descubriendo. Violeta llega siendo muy tímida, muy apocada, pero en la novela evoluciona mucho. Es algo que a mí siempre me interesa, que los personajes evolucionen. 

M.G.- Y también tendremos a Elena, la veterinaria, que, al margen de su amor por los animales y su implicación en el caso, lucha contra un dilema personal, íntimo e interior.

M.R.- Sí, es la primera novela que escribo con una historia de amor, un poquito más clara. Hay un triángulo amoroso. Elena tiene una pareja. Es una mujer mayor que ella. Y luego, hay un chaval que trabaja en el parque, un senegalés, que a ella también le gusta. Elena se va a mover entre esas dos personas pero esas dos personas van a jugar de una manera muy simbólica. No es que Elena tenga una historia de amor con las dos, sino que Cristina representa a la mujer madura, inteligente, muy centrada, que la ayudará en la investigación desde el punto de vista más cerebral. Cristina es informática. Trabaja para una empresa informática y sabe mucho del tema. Puede hackear móviles. Ella es como la cabeza. Sin embargo, Sidy, el chico senegalés es todo lo contrario. Él representa la pasión, la fuerza, la energía, la juventud, el amor por la naturaleza y el riesgo. Entonces, digamos que ella no solo está eligiendo entre dos personas, sino que está eligiendo entre dos maneras de vivir.

M.G.- Tu novela no solo nos acerca al mundo animal sino que también vas desgranando, poco a poco, diversos temas. Hablas del amor, en el caso de Elena, pero también tratas el tema del duelo, el que Elena siente por la muerte de la elefanta porque, para ella, es como si hubiera muerto un familiar. E igualmente, abordas el tema de la maternidad, una cuestión muy interesante que tendrá diferentes acercamientos, según el personaje.

M.R.- Sí, de una manera distinta. El duelo en los humanos también lo comparo mucho con el duelo de los propios elefantes, que es uno de los animales que hacen más duelo cuando se muere alguien de la familia. Ellos viven mucho el duelo. Es un animal que nota la muerte y, de alguna manera, le apena. No sabemos hasta qué punto, pero claramente le afecta.

Y luego, también aparece el tema de la maternidad. Hay algo sorprendente y es que, desde hace 3800 millones de años, los seres vivos transmiten los genes sin más. Desde las bacterias hasta las panteras, los peces,... todos han ido transmitiendo sus genes sin más. Y sin embargo, ahora el ser humano nos podemos plantear qué queremos hacer. Somos la primera especie que, después de 3800 millones de años, podemos decidir que no queremos tener hijos, o intentar no tener hijos, o intentar tenerlos. Es decir, tenemos libertad por primera vez en toda la historia de la evolución. A mí eso es algo que me llama mucho la atención y de esto no se habla. Y bueno, en la novela también se plantea un poco este tema como reflexión. Esto es algo que nos diferencia de los animales. Tenemos la capacidad de decidir si tener descendencia o no.

M.G.- Y, al hilo de lo que comentas, hay otro personaje, Marina Santaolalla, una profesora universitaria. Ella en sus clases habla sobre la evolución de las especies, sobre el comportamiento animal y sobre esa transmisión de los genes. Hay una reflexión muy interesante porque, además, ella compara mucho el comportamiento humano con el de los animales. Llega a decir que los hombres hemos abandona muchos de esos comportamientos que sí mantienen los animales.

M.R.- Sí, sí, sí. Lo que yo quiero con mis novelas es que, primero sean un policiaco que entretenga y con el que la gente se lo pase bien. Eso es obligatorio. Pero también intento que los lectores se queden con algo más. Igual que en La huella del mal, la gente aprendió mucho sobre prehistoria y la hice reflexionar un poco, aquí pasa lo mismo. Con esta comparativa entre humanos y animales, cuando terminas la novela, creo que has podido reflexionar un poco sobre ti mismo, sobre cómo somos los humanos, sobre por qué hacemos las cosas que hacemos. Si esos comportamientos son culturales o vienen realmente de la biología más primitiva. Si aprendes, es algo más que te llevas al leer la novela. Te quedas con unos conocimientos y una pequeña reflexión.

M.G.- Te quedas con muchas cosas, Manuel. Es verdad lo que comentabas antes del mundo animal, cuando pensamos que todo es maravilloso. Me he quedado alucinada con los datos que aportas. Por ejemplo, los delfines jóvenes raptan a las hembras y las violan durante varios días. Y como esto, leo en tu novela otras muchas cosas más. 

M.R.- Sí, sí, sí. A veces tenemos esa sensación de que los animales son maravillosos y los humanos somos los malos. Y la realidad es que hay de todo. No es que sea el comportamiento más habitual en los delfines pero es verdad que, en ocasiones, se ha grabado a delfines machos raptando a una hembra para tener sexo con ella no consentido, por decirlo de alguna manera. Pero también hay casos curiosos entre los elefantes. Por ejemplo, cuando los elefantes machos empiezan a crecer y se hacen jóvenes, las madres los echan de la manada y los mandan a la selva. Son como unos chavales adolescentes perdidos que van destrozándolo todo, que van metiéndose en líos, hasta que encuentran a un elefante macho. Y cuando encuentran a ese elefante macho, este deja que lo sigan y les enseña a comportarse. Me pareció fascinante cómo estos elefantes camorristas andan por ahí hasta que, de repente, llega el elefante macho y les dice: Oye, hay que saber ser elefante. No se puede ir por ahí rompiéndolo todo. Bueno, son comportamientos como muy curiosos que la gente no conoce. Creo que saber esto hace que te intereses más por los animales y no solo por los vídeos esos graciosos, en los que se ve cómo un elefante coge un sombrero y se lo pone.

M.G.- Y todo esto me lleva a preguntarte por la documentación. Obviamente habrás tenido que leer mucho y aprender mucho, para luego transmitirnos todo lo que has leído. Hablas de los libros de Juan Luis Arsuaga en la novela. Imagino que habrán sido libros de cabecera. ¿Qué más material has tenido que manejar?

M.R.- Como te decía antes, desde niño, siempre me ha interesado el tema. Así que siempre he leído mucho sobre animales y he visto muchos documentales. Pero, una vez que decido que iba a escribir una novela, aparte de los libros de Arsuaga, donde analiza de manera muy interesante la evolución, he hablado también con etólogas que me han recomendado otros libros. También he ido a algún refugio de chimpancés que hay cerca de Madrid y he hablado con primatólogos. Así que sí, he hablado con un montón de gente para que lo que se diga en el libro esté documentado. Aunque tenga un barniz literario, porque siempre lo va a tener, que siempre tenga un fondo de biología, de comportamiento animal que sea, de verdad, creíble.

M.G.- Y no solo has tenido que aprender sobre comportamiento animal o sobre actuaciones criminales, aunque esto último es habitual en las novelas policiacas, sino que también has tenido que profundizar en cuanto al hackeo de ordenadores y dispositivos electrónicos.

M.R.- Pues también, sí. En Agradecimientos está todo. Cada día se lleva más que los autores, al final del libro, demos gracias a la gente porque escribir una novela es muy complejo. En esta novela, hay dos páginas de agradecimientos, donde hablo de cazadores, tiradores de precisión, francotiradores, etólogos, policías, comisarios,.... Y, efectivamente, tengo un amigo que sabe mucho de hackeo de móviles y siempre dice que los expertos en eso son los israelíes. Bueno, pues lo que cuento en la novela sobre el hackeo, que también tenga una base creíble. Que si alguien que entiende del tema, lee esta novela, que no diga que no me he documentado.

M.G.- Manuel, esta novela se llama El olor del miedo. ¿A qué huele el miedo?

M.R.- Pues yo tengo un olfato fatal, así que no lo sé. Busqué en Internet y no hay ninguna respuesta que me parezca brillante. No sé. Habría que preguntárselo a los animales.

M.G.- Muy bien. Lo dejamos aquí. Un placer tenerte de nuevo en Sevilla. Estoy disfrutando mucho con la lectura. En dos tardes me he plantado en doscientas páginas,...

M.R.- Pues ya verás porque las últimas doscientas son vertiginosas. O sea que,...

M.G.- Gracias.

M.R.- A ti.

Sinopsis: No hay animal más peligroso que el ser humano.

Elena es un animal de la especie humana, una veterinaria apasionada que se deja la vida en el parque zoológico de Valencia para proteger a los seres que ama: elefantes, chimpancés, leones… Ella los cuida con mimo y los salva del peligro hasta que un tirador comienza a sembrar el pánico.

¿Quién es ese criminal oculto que pretende aniquilar los ejemplares más bellos de otras especies? La peculiar investigación, llevada a cabo por un veterano de la UDEV y una joven inspectora, parece un laberinto sin salida. Según el código penal, matar a un animal no se considera «asesinato». ¿Entonces? ¿Vale más la vida de un ser humano?

Elena se apoyará en Cristina, su pareja, y en Sidy, su amante y compañero en el parque, para desenmascarar al culpable sin importar que tenga que romper la ley. Entre triángulos amorosos e insólitas sospechas, todo está servido para que corra la sangre. ¿Podría ser ella la siguiente víctima?


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