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EL BAILE DEL FUEGO de Carlos Fidalgo

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Editorial: La esfera de los libros
Fecha publicación: marzo, 2023
Precio: 19,90 €
Género: novela histórica
Nº Páginas: 304
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 9788413845258
[Disponible en eBook y Audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]

Autor

Carlos Fidalgo (Bembibre, León). Su primera novela fue El agujero de Helmand, una sutil historia de terror ambientada en la última guerra de Afganistán con la que obtuvo el Premio Tristana de Novela Fantástica en 2010. Le siguió La sombra blanca en 2015, otra novela de fantasmas y aliento corto situada en la guerra de trincheras, y el libro de relatos Septiembre negro, sobre las zonas oscuras del olimpismo, que recibió el Premio Tiflos de Cuento en 2016. También es autor de El país de las nieblas, colección de cuentos que transcurren en un Bierzo legendario.

Con Stuka, Premio Letras del Mediterráneo de Novela Histórica en 2020, escribió sobre la violencia que sufren las mujeres en tiempo de guerra a partir de la historia de un avión siniestro.

Premio Cossío de Periodismo de Castilla y León, sus reportajes en Diario de León han inspirado algunos de los personajes y sucesos narrados en El baile del fuego.

Sinopsis

Amalia Quiroga interpreta un fragmento de El amor brujo en el piano de cola del Club Lyceum en la Casa de las Siete Chimeneas, y a Vicente Yebra, aspirante a fotorreportero del que es mejor no fiarse, se le rompen todos los esquemas. Nunca ha visto a una mujer al piano. Nunca ha contemplado a nadie tocando una pieza con tanta energía. Y nunca se hubiera imaginado que esa noche, a punto de asistir a un recital de Lorca, iba a ser el comienzo de una historia de amor insólita.

El baile del fuego es una intriga vertiginosa, una pasión que nace con un beso súbito, se queda en suspenso durante la guerra civil, y reaparece en un local canalla de la Gran Vía de Madrid frecuentado por estrellas de cine y toreros, y donde aún resuena el eco de una sirena como las que imaginaba Álvaro Cunqueiro.

[Información tomada de la web de la editorial]


El pasado 21 de octubre, en el marco del Certamen Internacional de Novela Histórica ❝Ciudad de Úbeda❞, tuvo lugar la presentación de la novela El baile del fuego, del periodista leonés Carlos Fidalgo. La organización del certamen me propuso acompañar al autor en esta presentación y no me lo pensé. No conocía a Carlos Fidalgo. Nunca había leído nada suyo, así que me estreno con El baile del fuego (La esfera de los libros). El resultado ha sido muy gratificante. Os cuento.

La trama de la novela se articula en dos partes, dos bloques que no tienen nada que ver con su armazón estructural, sino con el tiempo narrativo. Una primera parte transcurre en el año 1991. Uno de los protagonistas de esta novela, Vicente Yebra, cuenta a un tal Pedro la historia de su vida. Yo no os voy a desvelar la identidad real de «ese Pedro», pero Fidalgo sí destapó el guiño durante la presentación. Así que, si te pica la curiosidad, solo tienes que ver el vídeo que os dejo, en el que se recoge parte de lo dicho durante el acto. Este presente de 1991 aparecerá esporádicamente a lo largo de la narración, a través de breves diálogos entre narrador y oyente, pero el grueso de la historia transcurre en el pasado.

Y a ese pasado viajará el lector para ser testigo directo. Viajad mentalmente a finales del año 1935. Ubicaos en Madrid. Concretamente en la Plaza del Rey, donde se erige un inmueble de ladrillo rojo, no de mucha altura, y en cuyo tejado se pueden ver siete chimeneas, que dan precisamente nombre al edificio, La Casa de las Siete Chimeneas. En ese 1935, el inmueble alberga el Lyceum Club, una asociación de mujeres que organizan conferencias, conciertos, lecturas,... Cualquier tipo de actividad intelectual puede tener lugar entre esas paredes. 


«Es un edificio de ladrillo rojo, uno de los más antiguos de Madrid, porque se levantó durante el reinado de Felipe II. Allí vivió una amante del rey, hija de uno de sus monteros y casada con un capitán de los Tercios de Flandes para guardar las apariencias. Enviudó muy pronto y murió asesinada después de dar a luz a una niña. Su cadáver desapareció, su asesino también». [pág. 22]


Al Lyceum Club, al que despectivamente llamaban «el club de las maridas», acude Federico García Lorca, «en la plenitud de su talento», para hacer una lectura de sus poemas contenidos en Poeta en Nueva York. Mientras la lectura se inicia, y para amenizar la espera, una bella joven de nombre Amalia Quiroga interpreta El ritual del fuego, una pieza de El amor brujo de Manuel de Falla. A la sesión de aquel día acude, en calidad de fotógrafo, otro joven, Vicente Yebra. El muchacho trabaja como tipógrafo en el diario Ahora, el rotativo del que, por aquel entonces, era subdirector Manuel Chaves Nogales. A Yebra le apasiona la fotografía. Su presencia en el Lyceum Club no está respaldada por el periódico. Ha acudido de motu propio para fotografiar a Lorca, y luego tratar de vender sus fotos al periódico. Sin embargo, el poeta de Granada quedará en segundo plano cuando Yebra contempla por primera vez a Amalia tocando el piano. Vicente queda totalmente prendido de la belleza de la joven y tratará de hacer lo posible por conversar con ella. Así se conocen, y así comienza una historia de amor, una historia que va a perdurar a lo largo del tiempo, que se mantendrá casi hasta nuestros días porque Vicente no dejará de amar nunca a Amalia. No obstante, la vida da muchas vueltas. El destino separará a los jóvenes. Y para saber si hay reencuentro o no, solo tienes que leer la novela. 

Pero El baile del fuego no es solo una historia romántica. Fidalgo retrata el contexto histórico y socio-político de nuestro país a través del paso de los años, ya que la acción se desarrolla desde ese 1935 hasta nuestro pasado más reciente. Veremos el final de la República y la llegada de la guerra civil, aunque la contienda bélica no tendrá excesivo protagonismo en la historia, más allá de una incursión en el mundo de los corresponsales de guerra. De ahí, el tiempo seguirá pasando y podremos comprobar cómo la ciudad de Madrid trata de sacudirse las miserias de la posguerra. Son los años 50, la edad dorada del cine, de las grandes producciones cinematográficas, y de los actores y actrices, que colmarán las páginas de los periódicos y de las revistas. 

Realidad, ficción, leyenda y fantasía se mezclan en esta novela, que te permitirá asomarte etapas históricas extraordinarias, con personajes que van desde las Sinsombreros hasta actrices como Ava Gadner.

Vicente y Amalia

Pero entre los múltiples personajes reales que van a pulular por las páginas de esta novela, hay que destacar a dos jóvenes que serán los protagonistas, sin excepción. Ya os he presentado brevemente a la joven pareja, pero os contaré algo más en profundidad. Os diré que Amalia es de familia pudiente, procedente de la Mariña de Lugo. Reside en Madrid, concretamente en la Residencia de Señoritas, y estudia piano en el conservatorio. Desde primer momento se nota que tiene más mundo que Vicente, que es una joven más decidida, que sabe lo que quiere y, lo que es más importante, lo que no quiere. A Amalia la vamos a ver con ganas de exprimir la vida, cometiendo alguna que otra travesura, sin importarle el qué dirán. De hecho, en la residencia la apodan la «calientabraguetas». Su relación con Vicente se basará más en esas ganas de sentirse viva que en el enamoramiento porque, lo que a Amalia le interesa de verdad, es la música y el piano. No obstante, su relación con Vicente le traerá algún que otro contratiempo y será ella la que, como dijo el autor en la presentación, «esconde el misterio de esta novela».


«Acercó su boca a la mía, sin más explicaciones, y me besó como nunca antes me había besado ninguna chica. Es decir, tomando ella la iniciativa. Fue un beso decidido, casi un beso robado, un beso cálido, sin titubeos ni vacilaciones. Un beso descarado, bien plantado en los labios. Amalia sabía lo que quería, no era ninguna novata, y aquella provocación, porque eso es lo que era, parecía una continuación de su desafío al piano». [pág. 19]


En cuanto a Vicente, el joven procede de Ponferrada pero reside y trabaja en Madrid. Al contrario que Amalia, su familia es muy humilde. Le apasiona la fotografía y porta una Kodak Baby Brownie, «una cámara de baquelita», que se compró por el precio de 1 peseta, y con la que la mayoría de las veces hace fotos borrosas.

De los dos personajes, hay que destacar que Vicente Yebra tiene un trasfondo real. Carlos Fidalgo se ha inspirado en una persona que existió realmente, en Vicente Nieto Canedo, un fotógrafo de León, al que el autor conoció al ejercer el periodismo, un hombre al que el reconocimiento a su labor de fotógrafo, le llegó al final de sus días. «Vicente Yebra se inspira en Vicente Nieto Canedo, sobre todo, al principio», aclaró el autor. Porque para construir el personaje en los años 50, «me fijado más en dos fotógrafos de Madrid, que trabajaban en el mundo taurino». Eran fotógrafos que buscaban fotografíar a las actrices de Hollywood en locales como Chicote, Pasapoga o Villa Rosa, mujeres bellas y famosas que se sentían atraía por el ambiente taurino.

Nieto Canedo nunca supo que él estaba inspirando al personaje de esta novela, pues su fallecimiento se produjo antes de que esta historia fraguara en la mente del autor.


[Si prefieres escuchar parte de la presentación, dale al play]


Del Madrid intelectual al Madrid de la farándula

El baile del fuego nos va a mostrar la ciudad de Madrid desde diversos ángulos. Antes de que se inicie la guerra civil, vamos a ver el lado más intelectual de la ciudad. Muchos serán los nombres que asomen por esas primeras páginas, como el propio Lorca, mencionado anteriormente, pasando por María de Maeztu, presidenta del Lyceum Club y directora de la Residencia de Señoritas, donde se aloja Amalia Quiroga; Alberti y su esposa María Teresa León; Clara Campoamor, Victoria Kent, Zenobia Campubri o Ernestina de Champourcín. Era un mundo luminoso donde la voz de la mujer era tenida en cuenta, un tiempo en el que las mujeres se congregaban para debatir y conversar sobre cuestiones de interés, y también para luchar por sus derechos. 

Pero la Residencia de Señoritas no era la única institución que se centraba en la mujer. En la novela se nos hablará también del Instituto Internacional de Señoritas, «filial española de la institución norteamericana que se había instalado en Madrid a principios de siglo»,  o el Ateneo Feminista Magerit, que contaba con bar americano y biblioteca, y diversos salones para tomar el té o para jugar al bridge, donde «se bailaba el charlestón y el foxtrot, y las mujeres fumaban sin complejos». Eso sí, estaba prohibido hablar de política y de religión, «y tampoco se permitía el paso a ningún hombre, salvo a la planta principal y siempre que lo hubiera invitado alguna de las socias». Era el Madrid del Café Barbieri, con sus mesas de mármol; el del hotel Ritz, con sus normas de acceso y alojamiento; el Madrid de Dalí, y del amor imposible de Lorca.

Sin embargo, aquel Madrid tenía los días contados. En el ambiente ya se respiraba la tensión. Tuvieron lugar huelgas, desórdenes públicos, el Frente Popular gana las elecciones y «el clima político se volvió irrespirable». La guerra civil estalla, pero ya os comenté antes que el conflicto bélico no tendrá especial importancia en la novela, sino que quedará reducido a un segundo plano, del que os hablaré más adelante. 

Y, pasados aquellos años terribles, y poco a poco, Madrid volvió a la vida. La gente quiere divertirse, olvidar los malos momentos vividos, la lucha fratricida, las muertes, la sangre y el dolor. De aquel Madrid intelectual de la República, cuyas listas fueron esquilmadas, pues los que no fueron asesinados tuvieron que exiliarse, pasamos al Madrid de la fiesta nocturna y de los locales de moda. Serán los tiempos de Pasapoga y de Chicote, de la orquesta de Xavier Cugat, de los actores y actrices nacionales e internacionales, que acuden a este país, fascinados por el ambiente taurino. Por los clubes nocturnos pasaron muchas actrices del momento y algún que otro actor de la tierra trató de seducir sin éxito a la que solo tenía ojos para un traje de luces.


«Perico tenía miles de botellas en el sótano y se las mostraba a los clientes importantes. Algunas actrices, como Sofía Loren, que se encaprichó de una botella sinuosa porque se parecía a su figura, se atrevieron a pedirle uno de aquellos envases tan vistosos». [pág. 204-205]


Y en aquel resplandor, aparece el animal más bello del mundo, la hermosa Ava Gadner, enamorada del torero Luis Miguel Dominguín. Sobre la presencia de la actriz en España nos habló Carlos Fidalgo durante la presentación y nos explicó que se formó un «triángulo de amor, lujuria y celos»  entre el torero, la actriz y el que era todavía su esposo, Frank Sinatra, y al que le llegaban rumores de infidelidad desde España. Por entonces, Ava Gadner participaba en el rodaje de La condesa descalza y, ni corta ni perezosa, en los descansos del rodaje, cogía un avión y se plantaba en Madrid para ver al torero. 

La guerra civil y los corresponsales de guerra

Y aunque dije que la guerra civil es un mero telón de fondo porque, como comentó el propio autor, él no quería escribir una novela sobre la guerra civil, sí hay que mencionar algunas cuestiones. Por ejemplo, en esta novela podremos saber más sobre el hotel Gran Vía, «tan funcional, tan americano», donde comían y cenaban los periodistas acreditados por el gobierno republicano durante la guerra. O entrar en el edificio de la Telefónica, desde donde estos periodistas enviaban sus crónicas, firmadas por nombres como Ernest Hemingway, Martha Gellhorn, Robert Capa o Virginia Cowles, «otra periodista de raza, muy guapa y muy atrevida que también cubriría la guerra desde el bando nacional».


«Los corresponsales extranjeros transmitían sus textos desde la cuarta planta y en la quinta se encontraba la Oficina de Información y Propaganda que dirigía Arturo Barea, el de La forja de un rebelde que  han puesto hace poco por televisión. Por el día tenían prioridad los cables diplomáticos, por eso los periodistas esperaban al anochecer para enviar sus crónicas». [pág. 246-247]


La guerra transformó la fisonomía y la utilidad de diversos edificios de Madrid. Si el Hotel Florida, «edificio mítico», quedó destruido por los bombardeos, otros se convirtieron en hospitales de sangre. 

En cualquier caso, y para cerrar este apartado, Fidalgo aclaró durante la presentación que la guerra civil en esta novela funciona como una bisagra, una puerta que permite pasar al lector de una estancia a otra, de un escenario a otro, de ese Madrid de las Sinsombreros, intelectual, donde las mujeres brillaban con luz propia o, incluso, con una luz más intensa que la de sus maridos, -pensemos en María Lejárraga a la que el autor le hace un guiño en las primeras páginas de la novela-, a ese otro Madrid con brillo también, pero este de lentejuelas.

Leyendas, fantasía y hechos reales

Historia, amor, guerra. Pero el autor no se queda ahí sino que introduce otros elementos que adornan la narración. Fidalgo se hace eco de las diversas leyendas que corren por Madrid y que tienen como protagonista diversos edificios de la ciudad. Son historias que forman parte del imaginario colectivo y que el autor ha introducido adecuadamente en la trama de la novela. Es lo que pasa con La Casa de las Siete Chimeneas, en cuyo interior dicen que aún transita el fantasma de una mujer, la que fue amante de Felipe II. Carlos nos contó que aquella mujer murió asesinada y fue emparedada en el inmueble. Su cuerpo fue hallado mucho tiempo después y las malas lenguas cuentan que hay noches en las que se la puede ver en el tejado del edificio, señalando con una antorcha en dirección al Palacio Real. En el vídeo te cuenta más detalles sobre esta leyenda.

También, el edificio de la Telefónica arrastra un pasado oscuro, protagonizado por Goyito, el fantasma de un niño que se pasea por el interior del inmueble y que murió durante la construcción del edificio. Eso, por no mencionar los pasadizos que supuestamente taladran el subsuelo de Madrid, túneles que conducen a sus usuarios a encuentros prohibidos, lejos de miradas indiscretas.


«En el barrio me habían dicho que un pasadizo secreto comunicaba el antiguo escenario del teatro, convertido en cabaret a la francesa, con el primer local donde estuvo el café, y las artistas lo usaban para reunirse de forma discreta con hombres adinerados». [pág. 92]


Y aunque, nada más abrir el libro, encontramos la siguiente leyenda «La mitad de las mentiras de este libro son ciertas (Adaptación de un dicho irlandés)», en El baile del fuego hay tanta realidad como ficción. Más allá de la guerra, y del paso de los diferentes nombres conocidos por las calles de Madrid que veremos en la historia, hay que unir también la narración de ciertos hechos trágicos que ocurrieron realmente en aquellos años. Carlos Fidalgo relata el accidente que involucró al tranvía de la Bombilla y a una furgoneta de reparto; o el accidente de tren ocurrido en Torre del Bierzo, en el que murieron más de 100 personas, «que fuera de León quedó silenciado porque no dejaba en buen lugar al gobierno de Franco», y del que el autor da más detalles en el vídeo de la presentación. 

Por otra parte, a esta novela no le faltará tampoco un ligero toque de fantasía, espejismos que principalmente giran alrededor de la figura de Amalia y que dan a la historia un aire mágico.


«Y fue en el centro de la laguna, al atardecer, mientras su pelo se oscurecía un poco por la falta de luz, cuando descubrí que las manos le azuleaban al contacto con el agua, como si quisiera mudar la piel». [pág. 49]


Estructura y estilo

Escrita en primera persona, El baile del fuego se estructura en tres partes: El amor que se centra en el final del año 35 y la II República; La Sirena, con guiños a Pontevedra, la tierra de Álvaro Cunqueiro; y El fuego, que retrata el Madrid de los años 50. A lo largo de esos tres bloques se distribuyen un total de 48 capítulos, de corta extensión. 

El baile del fuego es una novela que se lee con agilidad. Cuenta con un ritmo sosegado que permite al lector adentrarse en la historia con suavidad, para ir descubriendo los distintos momentos por los que pasarán sus personajes. 


Poco más os puedo contar de esta novela, la primera que leo de Carlos Fidalgo, cuyo título tiene muchas lecturas. Ese fuego que nos abre camino puede hacer referencia a muchas de las cuestiones que aparecen en la obra, como a la pieza que Amalia toca al piano en el Lyceum Club, al color de su cabello, el fuego de la guerra o del accidente de tren que ocurrió en Torre del Bierzo. El baile del fuego, como reza su subtítulo, es «una historia de amor, en tiempos de guerra y paz», cuya lectura he disfrutado y que os recomiendo.




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