Carla Nyman es una joven escritora y dramaturga. Tan solo ha soplado veintisiete velas y ya ha publicado varios poemarios, algunos premiados, y ha estrenado varias piezas teatrales, por las que ha recibido también algún que otro galardón. Además, imparte clases de escritura dramática en la Universidad de Salamanca. Me maravilla ver a gente joven tan brillante. Siento que, a pesar de que las nuevas generaciones navegan en un caos, pues tienen pocas oportunidades a su alcance para desarrollar su extraordinaria formación, hay un sector de la juventud que ha conseguido sacar la cabeza y hacer lo que más le gusta. Creo que ese el caso de Carla Nyman, que acudió a Sevilla para promocionar su primera novela, Tener la carne(Reservoir Books). En esta novela, una madre y una hija asesinan al novio de esta última. La acción se desarrolla en Almería y, tras el asesinato, las mujeres, que se declaran culpables y reconocen ser las asesinas, tratan de ponerse en manos de la justicia. Para ello, contactarán con un juez, un magistrado que jamás responde a los intentos de comunicación de las dos mujeres. Os dejo con nuestra charla.
Marisa G.- Carla, te doy la bienvenida a Sevilla. He empezado a leer tu novela pero también me he interesado por saber quién es Carla Nyman. No es la primera vez que me siento a conversar con un joven que ha pasado por la Fundación Gala. Me gustaría saber cómo crecéis dentro de los programas que se imparten en la Fundación.
Carla N.- Creo que es el primer contacto que tenemos con la idea de que la escritura no es solamente un hobby, sino que también es una profesión, un oficio. Gracias a la Fundación, de repente tomé conciencia sobre la escritura, sobre el arte en general o la creación. Escribía de pequeña, también durante la carrera, poemas, obras de teatro, pero no sabes que esto tiene todo un engranaje profesional detrás, y que te puedes dedicar a ello. Es en la Fundación Antonio Gala cuando dices que vas a concentrar todas tus energías y tu esfuerzo, para que esto se convierta en tu trabajo.
M.G.- Tu vida ha estado más enfocada a la poesía, y especialmente al teatro. Ahora que has entrado en novela, ¿ha supuesto un reto para ti?
C.N.- Sí. Esto lo suelo decir mucho, que todos los géneros, de alguna manera, están interrelacionados, los géneros literarios. Esta novela empezó siendo justamente una obra de teatro, un monólogo teatral, pero tenía, de algún modo, aires de novela porque creo que todo está interrelacionado y esa voz, la de la protagonista, podía ser perfectamente la voz en primera persona de una narradora, en el caso de la novela. Poco a poco, se fue volcando en lo que viene a ser la tipología narrativa. Pero vamos, que sigue siendo un monólogo en sí, un monólogo teatral.
M.G.- Digamos que fue un proceso natural. Es decir, el texto o la historia en sí es la que te ha conducido a la narrativa.
C.N.- Exacto. También fue por una cuestión de querer experimentar. Al principio, era un monólogo, con diálogos intercalados de la madre. Pero, poco a poco, empezó a coger mucho poder la voz de ella y no tanto la de la madre que, al final, se veía dentro e involucrada dentro de su monólogo. Fui probando y fui experimentando, hasta que finalmente empieza a salir esta narración.
M.G.- No lo hemos dicho pero la historia habla de una madre y una hija que matan al novio de esta última. Sabremos desde el principio que ellas lo han hecho porque además se considera culpable. Lo importante en esta historia es el cómo y el porqué, cuestiones que iremos descubriendo a lo largo de la novela. Pero, ¿cómo nace la idea para esta novela, la de un asesinato en estas circunstancias y de este modo?
C.N.- Fíjate que el asesinato era algo que no tenía claro. Creo que surgió de forma natural, también. Son dos mujeres, que eso sí lo tenía claro, con una relación materno-filial, en la que parece que una es la otra. Están como mezcladas y fusionadas.
En el verano de 2021, estoy en la playa de Garrucha, cuando empiezo a escribir esta historia como obra de teatro. Me interesan las relaciones de poder que ocurren en las relaciones heterosexuales y las relaciones materno-filiales llevadas a un extremo. Me dije que, de esta historia solo podía salir un asesinato. Me planteé estirar la historia hasta un lugar extremo, para que ocurriera algo verdaderamente trepidante y perverso.
M.G.- Pues te iba a preguntar precisamente por qué la acción transcurre en Almería. Estamos muy acostumbrados a encontrar en novela ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla,... Almería me parecía una novedad y tú ubicas la acción de tu novela porque estabas allí veraneando.
C.N.- Sí. En el 2021, estuve allí dos semanas. Creo que lo ambiento ahí porque es un espacio no del todo turístico pero sí veraniego. Me dije que, si en algún sitio tenía que ocurrir un asesinato, debía ser en una playa un poco más deshabitada. Y ahí estaba Garrucha.
M.G.- Comentan de tu novela que es un thriller almodovariano. Realmente, si lees la sinopsis, si empiezas a leer las primeras páginas, te das cuenta de que no le falta razón. La historia rezuma ese humor un tanto absurdo que, a veces, hemos visto en las películas de Pedro Almodóvar. Pero tú, ¿qué le contarías al lector sobre este libro?
C.N.- Le diría que se aventurara, que no tuviera ningún tipo de prejuicio, que no tuviera ningún tipo de condicionamiento, de moralidad, ni nada por el estilo, sino que entrara a leer y que entrara en la mente de esta protagonista. Al final, creo que su mente no deja de ser un reflejo de la mente que tenemos todos, con pensamientos, a veces, totalmente estrambóticos, perversos, e incluso perturbadores, pero que no terminamos nunca de verbalizar por esa imagen que damos, porque nos relacionamos desde la imagen pública. Así que, le diría al lector que entrara con toda la calma y sin prejuicio alguno.
M.G.- Hay humor pero también hay drama. De tal modo que esta novela es una tragicomedia.
C.N.- Exacto. Eso era importante porque, si hay drama, no debía caer en el dramatismo ni en el regodeo del drama. Había que hablar de ciertas cosas pero desde el humor, desde la sorpresa, desde el extrañamiento, porque eso es lo que permite justamente poder hablar de esas cuestiones y así no se cae en esos pozos demasiados oscuros.
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M.G.- Has hablado hace un momento de la relación materno-filial. Esa relación entre madre e hija, que vemos en la novela, ¿responde un poco a la relación que vuestra generación tiene con sus progenitores?
C.N.- Siempre ha ocurrido que las relaciones, sean materno-filiales, paterno-filiales, las relaciones humanas, en general, cuando se estrechan demasiado, las confianzas se vuelven extremas y se empiezan a estrechar tanto los vínculos y las emociones que llega un momento en el que se convierten en algo terrible e incluso perverso.
Lo que me interesaba era retratar a estas dos mujeres que están habitadas por la ausencia, atravesadas por el duelo, y lo único que tienen es la una a la otra. No tienen mucho más. Eso es lo que hace que el vínculo se tenga que estrechar, que todo se vuelva más hostil y, paradójicamente, es el único amor que tienen.
M.G.- Estamos hablando mucho de la madre, pero ¿qué papel ejerce el padre en esta historia?
C.N.- El padre simboliza a todos esos hombres que han pasado por la vida de ellas. Está el padre, está Bruno, que es el novio de la hija, y luego está el juez. Son tres hombres ausentes. Bruno está ausente porque es un cadáver. El padre lo está porque nunca se hizo responsable. Y el juez, porque nunca responde. El padre, al igual que el resto de hombres, representa a esas personas que han provocado un descuido en ellas dos, que las han atravesado desde la ausencia, y ellas tienen que acarrear con ese duelo. Por eso están acarreando un cadáver, y el cadáver no deja de ser el padre, el novio y el juez. Son todos los hombres que no les han dado los cuidados que ellas necesitaban.
M.G.- Con respecto a ese juez es un personaje fantasma. Es verdad que nunca responde pero, ¿no es cierto que ella fantasea un poco con él también? Hay un capítulo en el que le pide que le cuente cosas de él, que ropa usa, cosas así.
C.N.- Sí. Como todas las personas en la vida de estas dos mujeres están ausentes, la única manera que ella tiene de poder acceder a ese juez que nunca le contesta es fantaseando con su imagen, fantaseando con su físico, fantaseando incluso con sus respuestas. Imagina qué es lo que le respondería. Y así va edificando la imagen fantasma de un juez, que no existe o que sí existe, porque ya veremos al final de la novela si existe o no. Para ellas, es la manera que tienen de rellenar ese hueco de ausencia a través de la fantasía, a través del delirio, o de unos chupitos en los chiringuitos de Garrucha.
M.G.- A través de esta historia, puedes hablar de ciertos temas en la novela, de las relaciones entre madres e hijas, de los celos, del amor,... ¿De qué manera se articulan todos esos temas en la trama?
C.N.- Creo que están interrelacionados. Para empezar tenemos un cadáver. Es el fantasma de la persona que ya no está y eso remite al duelo, a la ausencia de aquella persona que se fue. Y luego, tenemos a estas dos mujeres que son unas supervivientas natas, que intentan de alguna manera sobrevivir, subsistir, intentar pasárselo bien, de una manera súper absurda, en mitad de sus vacaciones, mientras acarrean a un muerto. Yo creo que están relacionados en ese sentido. Hay un deseo por parte de ellas dos de poder interrelacionarse con otras personas, de encontrarse en el otro y de poder cubrir esas ausencias, tener presencias, pero nunca terminan de encontrarlas. Y la única presencia que tienen es esto. Entonces, es relación materno- filial para sobrevivir, los tres hombres ausentes, y un cadáver que representa la ausencia. Es la manera de tener esa carne.
M.G.- Es verdad. No hemos hablado del título pero Tener la carne viene de ahí, de lo que estás explicando en este momento.
C.N.- Justo. Como estas mujeres están tan agujereadas, no tienen ningún tipo de presencia en su vida más que ellas mismas, y se emperran en cubrir esas ausencias, esos huecos con toda la carne. La manera de tener toda la carne es, en este caso, asesinando, intentando detener las funciones primarias de ese hombre que intenta huir. Si yo me lo cargo, pues detengo sus funciones primarias, sus funciones vitales, y así me lo quedo y tengo la carne conmigo. Sin embargo, y paradójicamente, esa persona está muerta, es un residuo, así que, realmente, no lo tienes.
M.G.- Carla, en novela no es muy habitual encontrar temas escatológicos que sí vamos a encontrar aquí.
C.N.- La escatología era fundamental. Por un lado, tenemos un cadáver y eso es tremendamente escatológico, porque un cadáver tiene fluidos y está en proceso de descomposición. Y por otro lado, tenemos a estas dos mujeres que están agujereadas desde un punto de vista físico y simbólico. Simbólico por lo que hemos dicho, están atravesadas por un duelo permanente, por ausencias permanentes. Ellas buscan constantemente la necesidad de cubrir esos agujeros o de salirse de esos agujeros, en la búsqueda de otra persona que les pueda cuidar, que les pueda dar ese amor que les falta. Son dos mujeres que intentan sobrevivir como pueden a través de lo abyecto, de lo más mugriento, porque al final es lo único que les queda.
M.G.- Hablemos ahora del lenguaje de esta novela, que tiene mucho que ver con el entorno y con la generación a la que tú, o escritores como tú que pertenecéis. Habéis nacido en un mundo muy tecnológico, muy audiovisual. Todo eso se ve en la novela. Es una novela muy de vuestra generación.
C.N.- Claro. Sí, por un lado, está este lenguaje desmontado, que es un lenguaje que roza la oralidad. Más que la oralidad, diría que roza el desfiladero de pensamientos, porque son todos los pensamientos caóticos que tiene una persona en la mente y que, como decíamos, pueden ser tremendamente perversos. La escritura intenta emular ese pensamiento. Pero, por otro lado, es verdad que hay mucho de redes sociales, porque la fantasía o la capacidad de fantasear ocurren en sí misma en las redes sociales. Construimos una imagen virtual, una imagen imaginaria, valga la redundancia, en redes sociales, que nos ayuda a edificar nuestra personalidad, pero a la vez se vuelve un poco fantasmal. Esa imagen está ahí como expandiéndose en Internet, pero no es del todo sólida. Al final, el pensamiento también es muy fantasmal. Redes sociales y pensamiento están ahí como entrelazados y el lenguaje que se ha usado para poder mostrar esa idea fantasmal es un lenguaje dinamitado, con una gramática poco clara, muchas onomatopeyas e interjecciones.
M.G.- Y muchas referencias literarias también que no sé si son las tuyas propias.
C.N.- Sobre las referencias literarias es algo que no me suelen preguntar. Las hace la propia protagonista porque, como no recibe respuesta del juez, tiene que divertirse con su propio discurso y hacer de su discurso una obra de arte. Su discurso se convierte en un artefacto, casi en un hechizo. Empieza a mezclar su pensamiento incluso con Faulkner. Llega un punto en el que su imaginación se desborda y edifica una especie de espacio de divertimento y de entretenimiento que podría ser perfectamente una obra de literaria en sí misma.
M.G.- Carla, ¿te sientes cómoda a la hora de escribir novela? Has escrito poemas y piezas teatrales pero, a la hora de enfrentarte a una novela, ¿te sientes de manera distinta o cómo ha sido la experiencia?
C.N.- Como te dije, todos los géneros están interrelacionados. La diferencia puede estar en que, cuando escribes teatro, tienes que estar todo el rato pensando, de alguna manera, en la escena. Sí hay una serie de limitaciones que, a la vez, son detonantes y que te ayudan a ir cerrando elementos. En las obras de teatro, el tiempo convencional suele ser de hora y media pero, en el caso de la novela, me estoy dando cuenta ahora, a través de lo que leo en redes sociales, en cómo se está leyendo, cómo se está recibiendo. Si vas al teatro, la historia te acompaña durante hora y media. Pero si compras una novela, esa historia te acompaña durante tu cotidianidad y se puede alargar hasta cuando tú quieras. Vas leyendo un capítulo tras otro y puedes estar leyendo la novela unas horas o todo un año. En ese sentido, creo que la diferencia no está a la hora de escribir sino en lo relativo a la recepción.
M.G.- Estás percibiendo diferencias en el lector...
C.N.- Sí, porque un poemario, por ejemplo, es algo que se suele leer como mucho más de prisa y más intensidad. Es más intenso y en un plazo más corto. También se puede ir dejando. Se puede ir intercalando un poema con otro, pero no hay una continuidad. En la novela, sí creo que hay una continuidad, te acompaña en tu día a día. Es otra historia paralela. Es como si otra persona te estuviera acompañando de la mano, y tú pudieras viajar de repente a su universo, mientras estás en el metro, yendo hacia el trabajo o hacia donde quieras.
M.G.- Cuesta mucho hacerse hueco en literatura pero, ¿y en teatro? Los que hacéis teatro, especialmente la gente joven, ¿tenéis ayudas y subvenciones? ¿Podéis llevar a cabo vuestros proyectos?
C.N.- Bueno, hay ayudas, pero siempre necesitamos más. Creo que el número de subvenciones, financiaciones, ayudas, y becas es muy reducido. Además, lo terrible de todo esto es que siempre van destinadas a las mismas personas. Así que sí que es difícil encontrar un hueco. Todo se reduce a la insistencia, a tener que trabajarlo mucho, casi como un albañil, estando ahí día tras día,... Este oficio lo tenemos muy romantizado, pero es un oficio al que hay que dedicar muchas horas de trabajo, no solo delante del ordenador, o de la libreta o de lo que sea, sino que forma parte de una vida. Es decir, tienes que leer libros, tienes que encontrar tiempo para leer esos libros, tienes que encontrar tiempo para escribir, tienes que encontrar tiempo para investigar. Creo que deberíamos tener acceso a más subvenciones para poder financiar algo que es tan inmenso. No es algo con horario laboral, desde las nueve de la mañana hasta tal,... Es una forma de vida.
M.G.- Sois muchos los jóvenes que estáis escribiendo, que estáis creando. Hablando de literatura, me gustaría que destacaras a esos escritores de tu generación que te gusten.
C.N.- Por ejemplo, Laura Rodríguez Díaz, que es de aquí, de Sevilla. Ella escribe una poesía que me parece interesantísima. Es muy acuciante y muy afilada. A veces, roza lo escatológico, pero es bastante contenida, y eso es lo que me encanta de su poesía. También podría mencionarte a Aida González Rosi, que acaba de sacar un libro que es Leche condensada, publicado en Caballa de Troya, donde también trabaja lo escatológico. Y a Juanpe Sánchez, con su libro Desde las gradas, publicado en Letraversal. Hay muchísimas voces que están apareciendo ahora. Me encanta también Elisa Castelo [se refiere a Elisa Díaz Castelo], que tiene una poesía muy fragmentaria. Y también Sara Barquinero, novelista de Lumen, que ahora va a publicar Los escorpiones. Tiene un tipo de narrativa que a mí, en concreto, me interesa y creo que a la gente, en general, también, enfocada en la obsesión, la persecución, la neurosis,... Todo eso lo trabaja muy bien. Estas son las áreas en las que estamos trabajando todo el rato.
M.G.- Eso es bueno.
C.N.- Es bueno, sí pero lo que necesitamos es que nos paguen más.
M.G.- Bueno, Carla, pues te agradezco muchísimo que me hayas atendido y que espero que disfrutes de Sevilla y que te vaya todo genial.
C.N.- Muchas gracias. Ha sido un placer.
Sinopsis: Una chica ha matado a su novio con la ayuda de su madre. Es verano y el calor aprieta en la costa de Almería mientras pasean su cadáver en una silla de ruedas. Tomando el sol y bebiendo cócteles en garitos de playa acompañadas del muerto, la hija llama insistentemente al juez que tal vez podría instruir su caso para ponerle las cosas fáciles: son culpables y está dispuesta a contarle con todo detalle cómo lo han matado y por qué. Pero el juez no contesta y salta el buzón de voz.
La premiada dramaturga y poeta Carla Nyman debuta en la novela con este delirio almodovariano, un machetazo revestido de risa histérica que lanza bruscos interrogantes sobre el deseo, la feminidad, los celos, el sexo y el amor.