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MACARENA ZAMBRANA: ❝Esta novela te enseña que hay algo más y que cambiar es una elección❞

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La semana pasada tuve la oportunidad de conocer y hablar con Macarena Zambrana. Nacida en 1983 y natural de Sevilla, Zambrana ejerce en el mundo del Derecho, pero se considera una apasionada de la lectura y de la escritura. Fruto de dicha pasión, y de un duro revés de la vida, nace la que es su primera novela, titulada Operación Lena(Algaida Editores). 

Si le echas un vistazo a la cubierta del libro descubrirás un símbolo que a todos nos suena. La esvástica que figura en el título nos hace entender a qué tipo de novela nos enfrentamos. Operación Lena es una ficción histórica de dos mujeres cuyo nexo de unión es el hallazgo del abrigo que arropó a la mujer que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

¿Pero qué se sabe de esa operación? Parece que muy poco. De hecho, yo misma pensé que pertenecía a la ficción de la novela y no es así. Realmente, la Operación Lena se llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre esa cuestión ya os hablaré cuando publique la pertinente reseña. De momento, os dejo con la entrevista.

Marisa G.- Macarena, un placer hablar contigo esta tarde. Operación Lena es tu primera novela. Quizá me estoy metiendo en un terreno que no debo, pero se dice en tu biografía que tu incursión en las letras se debe a una terapia narrativa. Creo que ahí hay un tema delicado... 

M.Z.- Si quieres, te cuento. Mira, hace ocho años, falleció mi segunda hija. Entonces inicié una terapia narrativa que me funcionó más que ninguna otra. La psicóloga se dio cuenta de que con esa terapia yo liberaba emociones a través de las letras. A partir de ahí empecé a escribir. Tenía cuadernos repartidos por toda mi casa pero no escribía con esta complejidad. Escribía emociones, cómo me sentía. No era un diario tampoco ni algo que yo hiciese de forma continua, sino cuando me nacía o me apetecía. Empecé a sentir que las letras eran para mí como una vía de escape, me parecía que los problemas eran menores si los plasmaba en un papel. O las cosas bonitas que me pasaban, si las plasmaba en un papel, las volvía a vivir al leerlas tiempo después. Así que sí, mi incursión en las letras se inicia a través de una terapia narrativa, aunque yo siempre quise escribir. Desde pequeñita me inventaba historias con la gente que me rodeaba cuando estaba en una sala de espera, o cuando coincidía en el tren con otras personas. 

M.G.- A veces, de un golpe duro sale algo positivo.

M.Z.- Sí, sale algo.

M.G.- ¿Y por qué escribes una novela centrándote en el Holocausto, los campos de concentración, como fondo? ¿Por qué elegir esta temática y no otra cosa diferente?

M.Z.- Yo sé que esto te va a sonar muy extraño, Marisa, pero me quedé mucho más tranquila cuando escuché a Paloma Sánchez Garnica decir lo que te voy a contar ahora. Ella dice que los personajes llegan sin que tú los llames. No los inventas. Yo no los inventé. Decidí sentarme delante de un folio en blanco y empezar a escribir. Escribí esta novela tal y como la puede leer el lector hoy. No había mapa, no había planteamiento. Empecé a escribir, iba escribiendo capítulos y era como ver la serie Friends. Yo nunca sabía que iba a ocurrir en el capítulo siguiente. Eso me lo iban marcando los personajes al día siguiente, con el ritmo de la música de piano que me ponía. Escribía con la música de Norman Duke. Con esa misma playlist, empecé y terminé Operación Lena y era con lo que se movían las emociones que me llevaban a escuchar a los personajes. Ellos simplemente se sentaron allí. Así que yo no elegí esa temática. Fue la temática la que me eligió a mí. Hasta tal punto de que el nombre de Lena llega a mí antes que la propia operación. Lena es un diminutivo de Magdalena. Llevaba escribiendo sesenta o setenta folios, cuando me da por poner Lena en Google. Le doy a intro y aparece delante de mí la Operación Lena. Ahí es cuando nace esa necesidad de contar una historia que los historiadores todavía no les han dado respuesta. Se la he dado yo. Y lo he hecho a través del nombre de esa mujer que llega a mí para contarme una operación muy controvertida, de la que se sabe poco, pero de la que yo he dado muchos datos reales. 

Es cierto que esta novela es ficción histórica pero está basada en la realidad. He respetado la historia haciendo ficción. La he hecho creíble sin ser real.

M.G.- Soy de esos lectores a los que nos gusta leer sobre la Segunda Guerra Mundial, la persecución de los judíos, los guetos,... Cuando alguien me dice que se escribe mucho sobre la guerra civil, o sobre la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, digo lo mismo, que siempre se puede aprender algo. Este es el caso de Operación Lena, un suceso del que no tenía ni idea.

M.Z.- Cuando a mí me sale la Operación Lena, lo primero que hago es llamar a mi amigo Juan Eslava Galán, un gran historiador de la Segunda Guerra Mundial. Le pregunto si tiene datos, porque me quiero documentar, pero no había artículos en Internet. No encontraba información. Creo que encontré uno o dos artículos.

M.G.- Yo he buscado y no he encontrado nada.

M.Z.- Efectivamente. Y él me dice que no tiene ni idea de esa operación. Llamó a un par de amigos licenciados en Historia y les preguntó lo mismo. No sabían nada. Entonces, me di cuenta de que tenía la oportunidad de presentarles a esos lectores que son como yo, inquietos, la ocasión de investigar y darles a conocer una parte de la historia cuyas puertas se están abriendo ahora mismo. 

Aunque ha habido mucha información sobre el nazismo y el Holocausto, ahora estamos conociendo muchos datos de los que hasta ahora no se hablaban. Por ejemplo, de la trata de blancas de los nazis. Esto está de actualidad ahora mismo y, sin embargo, nunca se había hablado de la prostitución en los campos de concentración. Hoy, gracias a la novela El barracón de las mujeres nos estamos haciendo eco de todas esas mujeres que sufrieron de manera tan tremenda. Porque, al sufrimiento del Holocausto, hay que añadir también el sufrimiento que conlleva estar sometida a la prostitución. Es que tenían relaciones más de treinta veces al día. Y en Auschwitz estaban bastante mejor.

M.G.- Sí, era peor en Ravensbrück.

M.Z.- Sí. Te digo que todavía, tantos años después, estamos conociendo datos de una parte de la historia que seguía estando desconocida. Y habrá operaciones que no habrán visto todavía la luz pero la verán. La Operación Lena ha sido una de ellas. 

[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Pues estamos hablando de esta operación y de la mujer que da nombre a la misma pero, para los que no hayan leído todavía la novela, hay que decirles que cuenta con dos hilos argumentales. Uno ocurre en el presente y otro en el pasado. Cuéntale un poco al lector qué va a encontrar en esta novela.

M.Z.- Va a encontrar una ventana de esperanza a una persona que esté atravesando un proceso de duelo. Cuando alguien está atravesando un proceso de duelo, quiere saber cuándo termina y cómo va a terminar. Entonces, al leer Operación Lena, las personas se van a dar cuenta de que todo proceso doloroso termina y que de ti depende cambiar la situación que hay a tu alrededor, porque si tú cambias, cambia todo. Ese es el mensaje que yo lanzo a través de Ángela que representa o puede representar a cualquiera de nosotros o cualquiera de las personas que tienen un diagnóstico de depresión, que ya van por más de tres millones, y a cualquiera de esas personas que se han planteado en algún momento acabar con su vida, que cada año se suman más personas, más suicidios en este país. Es decir, tenemos graves problemas de salud mental. No sabemos enfrentarnos a los problemas que nos rodean con las emociones que sentimos porque no tenemos herramientas. Entonces, esta novela es una ventana de esperanza. Son las dos caras de una misma moneda. Son las dos formas de enfrentarte a una realidad. Ángela o Lena. Y dentro de nosotros viven las dos. Tú decides cómo enfrentarte a la situación que te toca vivir. Afortunadamente, no nos ha tocado vivir esa parte de la historia que le tocó vivir a Lena, pero sí vivimos en una época en la que hemos normalizado los trastornos de ansiedad. Hemos normalizado quedarnos en la zona de confort y vivir en depresión. Hemos normalizado ser infelices. Y nos aferramos a eso de una forma que nos impide tomar decisiones. Esta novela te enseña que hay algo más y que cambiar es una elección.

M.G.- Pues esa Ángela que mencionas es la protagonista del presente de la novela. Es una mujer que, de un día para otro, decide marcharse a Londres como un ejercicio terapéutico. Es verdad que estás hablando de una mujer que no sabe enfrentarse ni tomar decisiones porque este personaje arrastra mucho lastre. Es una mujer que ha vivido bajo el amparo y la sombra de su madre, y ahora que su madre ha fallecido, no sabe cómo moverse en el mundo.

M.Z.- Sí. Es una persona que tiene dependencia emocional y además es victimista. Es alguien que se hace víctima de su propia tragedia y culpa al mundo de todo lo que la rodea. No se ha percatado todavía, pero lo hará a lo largo de la novela, de que ella es la única causante de que su vida no haya cambiado. Ella siempre dice que no le pasa nada más allá de ir a comprar tomates a la tienda de la esquina. Es que tú no permites que te pase nada. Es que tú no te permites vivir. Es que no te permites sentir.

Hay una historia detrás de Ángela, de su niñez, que no vamos a desvelar pero sí podemos decir que su madre no le inculca la necesidad de sufrir. En la vida también hay que sufrir para ser feliz, para vivir, para aprender. Tienes que sufrir pero su madre no se lo permite, sino que la protege. Y Ángela lo que hace es aferrarse a ese nido, donde su madre la tiene metida sin disfrutar, sin vivir, sin tener experiencias, sin conocer el amor, y sin tener amigos. Y cuando su madre desaparece, Ángela se encuentra sola ante la incertidumbre absoluta. Ya no tiene guía. Para ella, la vida es como si un ciego caminara sin un perro guía. Así se siente en el momento en el que pone los pies en Londres. En el momento en el que ella empieza a tomar decisiones, a dejarse fluir, a permitir que gente se acerque a ella, a abrirse, es cuando empieza a ver la luz entrar en su vida. Por eso cambia todo.

M.G.- Es bonito verla en esa transformación. El lector la verá pasar desde la oscuridad a lo más luminoso.

M.Z.- Es muy bonito. Además, iremos viendo por capítulos, cómo la progresión del personaje es ascendente. Hay una serie de personajes que irán llegando a su vida, y que le van a aportar mucho de positivo. 

Hubo un lector cero que me dijo que no se creía que a Ángela, de pronto, todo empezara a irle bien. Y yo le pregunté: «¿Tú crees que le va todo bien, de pronto? ¿No crees que simplemente ella ha cambiado su visión de la vida? ¿Que ha cambiado esa visión pesimista de la vida que tenía?». Ella lo veía todo en negativo. No hablaba con nadie, todo el mundo era un enemigo, y no se permitía conocer a nadie porque quizá le hiciese sufrir. Ángela no se permitía tener una amiga, por si le era desleal. Entonces, lo que hace es abrirse al mundo. No es que le vaya todo bien, es que está empezando a tener experiencias positivas. Y negativas, pero también positivas.

M.G.- Y en ese abrirse al mundo, juega un papel muy importante las personas que se va a encontrar en Londres. Hay un personaje que me encanta. Irune y ella me parecen la noche y el día. Se complementan muy bien. 

M.Z.- Mira, todos los personajes de la novela llegaron a mi vida menos Irune. A ella la traje yo, y te explico. Tengo unas amigas maravillosas pero dos ellas fueron las que siguieron conmigo este camino de la novela. Ellas, Laura y Aurora, fueron leyendo la novela por capítulos junto a mí. Son completamente diferentes pero forman un binomio perfecto. Las dos crean a Irune. Por una parte, está esa Irune que aconseja a Ángela y que le inyecta ese germen del cambio. Porque Ángela comienza a cambiar gracias a Irune, gracias a todos esos consejos que le da. Y esa Irune es mi amiga Aurora. La que es serena, la que es tranquila, la que siempre te escucha sin juzgar.

Y luego está la otra. A Laura da igual lo que tú le cuentes, la tragedia que sea, da lo mismo, porque siempre te va a hacer algún comentario que te hace reír. Ella va a ir siempre con una camiseta de Campofrío llena de manchas y le va a dar igual todo. Ella te va a demostrar que la vida son pequeñas cosas. Laura y Aurora son dos personas que me hacen sentir tremendamente afortunada. Sentí la necesidad de regalárselas a Ángela, así que hice el binomio y salió Irune.

M.G.- Pues en el pasado de la novela veremos a Lena Wiesel, pero también veremos a Jonás Gölik. Ambos son judíos y ambos acabarán en Auschwitz. Y los dos, obviamente, lo van a pasar mal. Pero, en el caso de Jonás, también vivirá situaciones con un alto mando nazi que lo van a sorprender. 

M.Z.- Claro, cuando Jonás llega al campo, se encuentra con un alto mando alemán. No es uno cualquiera sino uno que formaba parte del gabinete de Hitler. Lo que le ocurre a Jonás con ese personaje él no lo entiende. Hay una historia que no vamos a desvelar. Sólo diré que habrá un nexo de unión entre Jonás y el Brigadeführer. Este último personaje me gusta mucho porque él representa la posibilidad de cambio que tenemos todos, en cualquier momento de nuestra vida. Es un hombre al que le han inculcado unos principios desde la cuna, que lo han adoctrinado, con un padre militar, que siente además que le está fallando al nazismo, a su padre, a todo el mundo. Sin embargo, él decide cambiar, seguir esa posibilidad que todos tenemos. 

M.G.- Entre los temas que tratas en la novela, aparte del espíritu de supervivencia que vamos a ver en Lena y Jonás durante el Holocausto, o el renacimiento de sus cenizas en Ángela, hay otro tema que atraviesa la novela y que afecta a varios personajes. Me refiero al duelo que va a afectar a Ángela, a Chai, a Jonás, a Irune,... Todos están atravesados por el duelo.

M.Z.- El gran mensaje de esta novela es que todas las guerras terminan alguna vez. Las internas, también. Ese mensaje se lo lanza Jonás a Lena en el gueto, cuando todavía no han sido deportados al campo de Auschwitz. Él le dice a ella que todas las guerras terminan alguna vez y, mientras tanto, que se aferre a sus sueños. Ese es el mensaje con el que quiero que el lector de esta novela se quede. Pero lo que hay que entender es que hay que atravesar ese duelo, que hay que pasarlo. No puedes darle la espalda a emociones como la tristeza o el dolor. Tienes que interiorizarlas, tienes que abrazarlas, tienes que aprender de ellas. Es muy difícil porque es el momento en el que te tienes que ver las caras contigo mismo y sentir tus carencias, pero también es el mejor momento para aprender. Si eres capaz de sacar provecho de esas situaciones, vas a ser capaz de mejorar. De hecho, todos los personajes de la novela que atraviesan su propio duelo mejoran. pero mejoran porque cambian de forma, a través del dolor. Cambiar duele.

Cuando escribía el personaje del Brigadeführer, pensaba lo mucho que ha debido de sufrir este hombre. Cuánto sufre una persona que se da cuenta que su vida ha cambiado, que se ha desenamorado de su pareja después de cuarenta años de relación y que ya no lo quiere. Cuánto se sufre para llegar a entender que has cambiado y que tienes que dar un paso más para poder ser feliz. Es que eso duele, duele mucho. Y todos esos personajes que consiguen avanzar en la novela y tienen esa evolución, lo hacen porque han atravesado ese duelo a través del cambio.

M.G.- Macarena, te estoy escuchando y, para ser tu primera novela, parece que la escritura de esta novela te ha resultado fácil. No sé si en algún momento has tenido bloqueos o dificultades.

M.Z.- En esta novela, no. En la que estoy escribiendo ahora, sí. Pero Operación Lena fluyó sola. Fue un proceso de creación súper bonito y rápido, porque Operación Lena se escribió en diez meses. Sólo escribía de noche, como hora y media, y los fines de semana. Así durante diez meses. Y luego un año más para las correcciones. No tuve ningún bloqueo porque no siento que yo haya hecho algo. Lo único que he hecho ha sido transcribir algo que me han contado.

M.G.- Como si tú fueras el vehículo.

M.Z.- Efectivamente, es que es así. De hecho, ni siquiera me documenté en exceso. Yo me iba documentando de determinados datos que creía que tenía que darle al lector, pero no quería documentarme en exceso porque me daba mucho miedo que eso estuviese limitando mi capacidad creativa y dejase así de escuchar a los personajes. En el momento en el que supe que en Auschwitz había un prostíbulo, simplemente me limité a escuchar a Lena. No quería saber cómo era el prostíbulo real. ¿Hubo un prostíbulo en Auschwitz y es como yo lo he trasladado a la novela? Probablemente, no. He trasladado lo que ella me ha contado. 

Mi amigo Juan [se refiere a Eslava Galán] me dijo una frase que a mí me encanta. Él dice que una novela de ficción deber ser creíble sin ser real, y para eso no te puedes documentar en exceso porque entonces deja de ser ficción y se convierte en un ensayo. Estamos hablando de historia, de ficción histórica. Si tú te documentas en exceso, ¿dónde está la creación? ¿Dónde está la ficción? Si yo hubiese sabido más datos, probablemente habría limitado a los personajes. He preferido no saber más y escucharlos a ellos.

M.G.- Pues qué curioso. Siempre había escuchado que era al revés, que los autores tienden a documentarse muchísimo.

M.Z.- Pero entonces no hay creatividad. Si te documentas mucho, ya lo sabes todo. Permite hablar al personaje, deja que hable tu creatividad, deja que hable lo que está dentro de ti. Ya sé que puedo saber si miro en Google pero estamos haciendo ficción histórica y estamos escuchando a unos personajes que son ficción. Permíteles darle vida, y solamente les vas a permitir tener vida si los escuchas a ellos sin limitarlos.

M.G.- Bien, hablemos de los escenarios. Ángela se va a Londres y reside en Camden Town. Estoy disfrutando mucho de esa parte, de esos paseos de Ángela por el barrio. Conozco Londres y, si nada lo impide, regreso en unos meses. No sé si has tenido que usar mucho Google Maps para ubicarte, si conoces la ciudad,... Cuéntame. 

M.Z.- Estuve en Londres. Fue mi refugio hace casi ocho años. El verano en el que falleció mi hija,  también iba a nacer mi primer sobrino. Presa del pánico, yo no sabía cómo enfrentarme con tanto dolor al nacimiento de mi sobrino. Así que me fui a Londres. Huí. Tengo muy pocos recuerdos de aquellos días, pero sí recuerdo perfectamente los dos días que pasé en Camden. Y fui muy feliz. Así que he querido regalarle a Ángela ese lugar, ese espacio, donde yo conseguí evadirme del dolor.

Afortunadamente, la vida me permitió estar en el nacimiento de mi sobrino porque no nació hasta que yo llegué. Como te digo, Londres fue para mí un refugio que es donde yo la ubico a ella. Yo no me quedé en Camden Town pero lo visité mucho. Lo visité tanto que me lo aprendí de memoria y fotografié aquellos lugares en mi memoria. Tal y como Ángela los ve, así los vi yo. Yo misma me crucé con las personas con las que Ángela se cruza.

M.G.- Con los que van haciendo malabares por las calles, con la gente que lleva rastas,...

M.Z.- Sí. Yo he escuchado a ese guitarrista que ella escucha. Sus sonidos eran los míos. Se los he regalado. 

M.G.- Es muy bonita verla en el hotel Little Family. Sé que no existe ese hotel pero debería existir. Es un sitio precioso.

M.Z.- Sí, pero tú no te preocupes porque, cuando vaya a Londres, lo buscaré, porque yo soy así. Buscaré el Little Family. Ahí es donde Ángela aprende la primera lección, que la vida algunas veces no es como tú quieres que sea, pero eso no significa que vaya a ser mala. Y Mery, la dueña del hotel, le cuenta esa historia tan bonita, que ella tenía otros planes para esa casa, otros planes para su vida, como crear una familia y no ha podido hacerlo. Pero la vida sí le permitió crear otra familia que mantiene siempre su casa llena. Mery le regala unos momentos muy bonitos a Ángela. Es un personaje fugaz pero le ofrece calor humano. 

M.G.- Y hablando de la estructura de la novela, me has comentado que la escribes tal y como te va saliendo. Cada capítulo empieza con un pequeño párrafo en primera persona, una reflexión. A veces no sabemos quién habla. Otras, lo podemos intuir.  ¿Por qué intercalar esos pequeños párrafos en primera persona y después retomar la tercera?

M.Z.- Mira, cuando yo me puse a escribir, yo no tenía ningún tipo de técnica narrativa. No sé escribir. Lo único que sé es poner el alma en todo lo que hago. Y con la novela, hice lo mismo. Tanto puse el alma que, cuando me senté delante del folio en blanco, lo primero que me salió fue el pensamiento que tuve cuando sobrevolé París, a la semana de morir mi hija. Y ese pensamiento es lo primero que el lector se encuentra al abrir Operación Lena. A partir de ahí, sentí la necesidad de obligarme a sacar un pensamiento de mi interior, algo que fuese más parte de mí que del personaje. Me pareció una idea bonita. Algo que surgió y no fue premeditado. Me pareció necesario que el lector tuviera la oportunidad de meterse dentro del personaje. Esos párrafos que aparecen en primera persona son el alma de los personajes, de los que luego tratará el capítulo. Lena te está cogiendo de la mano, te está llevando a un barracón, y te está diciendo lo que está sintiendo en ese momento. No te está diciendo que lo veas. Está haciendo que lo sientas tú. 

M.G.- En cualquier caso, en el mismo capítulo vas cambiando de una voz a otra. Hay mucho baile de escena. Pasas de un personaje a otro. ¿No te resultó dificultoso ir cambiando constantemente, ir saltando de un personaje a otro?

M.Z.- No. Yo lo veía así. Es más, soy abogada y tremendamente recalcitrante. En las demandas, los abogados tendemos a ponerlo todo y cuando te digo todo es todo. Créeme si te digo que hay muchas cosas que quité del borrador de Operación Lena. Eslava Galán me dijo que no hacía falta que describiera con tanta minuciosidad -caminó dos pasos, se dio la vuelta, giró un poco el poco,...-. Pero es que para mí era muy fácil transcribir algo que yo veía con tanta claridad. No me costó. Simplemente era una espectadora. Yo estaba allí. Estaba viendo cómo se estaba comportando el Brigadeführer y cómo se estaba comportando Jonás. Por ejemplo, cuando al padre de Jonás le pasa lo que le pasa en el gueto, yo lo estaba viendo. Estaba viendo a Jonás en la ventana mirando a su padre. Y estaba viendo también al Brigadeführer en el coche. ¿Cómo le voy a quitar al lector la oportunidad de vivir eso desde todas las perspectivas?

M.G.- Yo la estoy disfrutando mucho, Macarena. Me has dicho hace un momento que estás con tu segunda novela y que no está fluyendo tan rápido como esta. No sé si nos puedes contar algo.

M.Z.- Es una novela negra. Escribo desde las emociones y ahora me encuentro en un momento de mi vida en el que siento que puedo bajar a las profundidades de la oscuridad. Es una novela sobre una organización de quince hombres, que están empeñados en demostrar que el mal está en el ADN de las mujeres. Hablamos de Biblia, hablamos de brujas, hablamos de silenciar a las mujeres también en el mal, porque las mujeres han sido silenciadas incluso en el mal. Los grandes asesinos son hombres. Y habla de eso.

M.G.- Pues ahí lo dejamos. De momento, nos quedamos con Operación Lena. Te agradezco mucho esta conversación y que tengas mucha suerte con esta y con la que venga.

M.Z.-  Gracias, muchas gracias.

Sinopsis: Sola y completamente rota tras la muerte de su madre, Ángela aterriza en Londres dispuesta a buscar ese punto de inflexión que cambie su visión pesimista de la vida. Blitz es el punto de partida de una historia que comienza con una chica derrotada. Un abrigo vintage y una nota remontará a Ángela a la Segunda Guerra Mundial, para conocer a una mujer fascinante... La mujer que dio nombre a una operación que cambió el rumbo de la historia.




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