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LA MAESTRA de José Antonio Lucero.

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Editorial: Ediciones B
Fecha publicación: mayo de 2024
Precio: 21,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 432
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-84-66678513
[Disponible en eBook]



Autor

José Antonio Lucero (Rota, 1988) es profesor de Ciencias Sociales y Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, colabora con varios medios digitales como blogger y youtuber desde su canal La cuna de Halicarnaso, donde combina historia, cultura y docencia, sin perder de vista las referencias a la cultura pop y a los fenómenos de masas. 

En 2018 fue finalista del XXIII Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.

Además es autor de las novelas La vida en un minuto y La madrina de guerra (Ediciones B), así como de Por qué los primeros emojis se escribían en arcilla (B de Block, 2021), y ¿De dónde ha salido todo esto? (B de Block, 2022)


Sinopsis

Una historia de vocación, pasión y guerra que nos traslada a 1936 para que vivamos la magia de una de las profesiones más importantes del mundo: la de quienes nos abren las puertas del conocimiento y nos ayudan a cruzarlas por nosotros mismos.

Mayo, 1936. Una joven viaja a un pequeño pueblo de la sierra gaditana donde desempeñará, por primera vez, su vocación y profesión: la de maestra. Eulalia —o Lali, como la llaman sus alumnos— se prepara para dar clase a un grupo de niños y niñas. Nerviosa, repasa los modernos principios pedagógicos que le han inculcado durante la República y que, poco después cuando estalle la Guerra Civil, la condenarán. Acusada de adoctrinamiento, es arrestada y no podrá volver al aula durante la dictadura, convirtiéndose en una de las víctimas de un proceso que afectó a un tercio del cuerpo docente de España. Hasta que treinta años después, una visita inesperada lo cambiará todo para Lali.

Este es el relato de una profesora sin alumnos que luchó durante toda una vida por volver a enseñar. Con esta novela, José Antonio Lucero, renombrado autor de La vida en un minuto y La madrina de guerra, rinde homenaje a su profesión y vocación, y nos demuestra que un buen maestro siempre lo será.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Hay profesiones especialmente sensibles, cuya ejecución repercute de forma más incisiva en la vida de una persona. Son oficios que tienen una vinculación más intensa con el ciudadano, con el que interactúa en algún momento delicado, como puede ser el caso de los médicos, o con quien comparten un buen puñado de horas al día, en un reducido espacio. Hablamos de los maestros y de las maestras, de los profesores y de las profesoras.¿Cuántos has tenido a lo largo de tu vida estudiantil? ¿Acaso no recuerdas con especial cariño a uno o una en concreto que te marcó para siempre? Tener un buen maestro es lo mejor que le puede pasar a un niño, a un joven, e incluso a un adulto. Pero no todo el mundo está capacitado para la enseñanza. Un futuro maestro o maestra podrá adquirir la formación académica necesaria para la posterior obtención de un título que le permita dar clases, pero necesitará además tener vocación, entusiasmo e ilusión. Creo no equivocarme si digo que a José Antonio Lucero no le falta nada de eso para ejercer como enseñante. El joven novelista de Rota (Cádiz) es profesor dentro y fuera de las aulas. Actualmente ejerce como profesor de secundaria, y sigue desarrollando la labor de transmisor de conocimiento a través de su canal de Youtube, La cuna del Halicarnaso

José Antonio Lucero acaba de publicar su tercera novela. Inició andadura literaria cuando en 2021 publicó La vida en un minuto (puedes leer la reseña aquí) y un año más tarde vio la luz La madrina de guerra, novela que presentó en Sevilla, donde tuve el placer de acompañarlo. La maestra, que salió a la venta el pasado 23 de mayo, también se presentó en Sevilla y, nuevamente, tuve la ocasión de acompañar al autor. 




Estamos ante una novela que rinde homenaje a la profesión de su autor, al mundo de la enseñanza, a los maestros y maestras, a los profesores y profesoras, un gesto que a mí me parece más que necesario. Pero,¿qué nos cuenta José Antonio Lucero en La maestra? Os cuento un poco.

La acción se inicia en Sevilla, en el año 1972. En el barrio de la Macarena reside Eulalia Morales Román. Lali, como así la conoceremos, es  una mujer de sesenta años, esposa y madre. Lali da clases particulares a la pequeña Reyes, una niña de nueve años, al precio de 200 pesetas por hora. No es que sea mucho pero a Lali le basta con eso, con pasar unas horas a la semana con Reyita, ayudándola con los deberes que le ponen en su colegio privado. 

La vida transcurre a su paso cadencioso, cada uno centrado en sus obligaciones diarias. Lali, con sus clases. Y su marido Clemente, con su tarea como celador en el Hospital de las Cinco Llagas, donde hoy tiene su sede el Parlamento Andaluz. Y cuando parece que la vida no le tiene deparada ninguna sorpresa al matrimonio, aparecerá una joven a la puerta de su casa. 

«Es una mujer joven, pelo largo y moreno, pantalón vaquero. Debe de tener la edad de Ana, la mayor de los tres hijos que el matrimonio tuvo tan de seguido, como si la paternidad fuese la carrera de los cien metros lisos». [pág. 32]

La joven que llama a la puerta de Lali se llama Alba y busca a otra mujer, a Juana Ochoa, una maestra que ejerció a finales de los años 30. Porque esta novela no sólo nos va a narrar cómo es la vida de Lali en los años 70, sino que va a invitar al lector a hacer un viaje en el tiempo, hasta el año 1936. En ese año, el mismo en el que tendrá lugar el alzamiento un 18 de julio, Lucero nos hará viajar hasta Alcalá del Valle, un pequeño pueblo de la provincia de Cádiz donde Lali ejerció, siendo casi una niña, como maestra rural. Y así,  alternándose los dos hilos temporales, el lector asistirá como testigo a una búsqueda que emprenderán Alba y Lali, a la vez que podremos pasear por Alcalá del Valle, el pequeño municipio donde ocurrirán tantas cosas con la llegada de las tropas nacionales. Serán tiempos de denuncias, de venganzas, de vejaciones, y Lali contemplará de cerca el lado más amargo de la vida.

¿Quién es Alba? ¿Por qué la joven busca a Juana Ochoa? ¿Qué vinculación existe entre Lali y Juana? Todas estas preguntas tendrán su respuesta en la novela.

¿Qué me ha gustado de este libro?

La lista es larga. De entrada, y por ser lo primero que se percibe nada más iniciar la lectura, me ha conquistado el amor tan intenso con el que La maestra está escrito. Ya lo comentaba durante la presentación. Supuestamente todo escritor se vuelca en la construcción de su historia pero, y no sé qué pensaréis vosotros, hay historias e historias. Uno pondrá lo mejor de sí mismo a la hora de sentarse frente a una página en blanco pero escribir con un inmenso amor es otra cosa y eso se nota. A mí me parece que José Antonio Lucero se ha dejado el corazón en esta novela, que ha puesto todo el cariño que siente por su profesión en estas páginas, al hablar del ejercicio de su oficio, a través de unos personajes que te enamorarán. Ese sentimiento puro traspasa las páginas del libro y llega al lector, de tal modo que me enganché al relato de Lali, Juana y Alba, riendo con ellas, pero también llorando. 

He aprendido muchísimo leyendo esta novela y eso me gusta. Para mí la Literatura no es únicamente un mero entretenimiento, un sumergirte momentáneamente en la vida de unos personajes durante unos días para luego pasar a otra cosa y olvidarte de ellos. Para mí leer es aprender, es viajar en el tiempo, es entender la vida en otros momentos de la Historia de la Humanidad, distinto al mío. Y, en este sentido, La maestra ha cumplido sobradamente mis expectativas. 

José Antonio Lucero me ha enseñado cómo se ejercía la profesión durante el final de la Segunda República y cómo todo se trastocó con la llegada de un nuevo régimen. Tras el alzamiento, muchos ciudadanos de este país pasaron a estar en el punto de mira, entre ellos, los maestros y las maestras que impartieron clase durante los tiempos republicanos. ¿Es que todo lo que aquellos educadores enseñaron a los niños estaba mal? Al parecer, sí. Y por eso se formó lo que se llamó la Comisión Depuradora del Magisterio, una especie de tribunal que juzgaba la labor de los docentes y les retiraba el título de Magisterio. Aquellos profesores y profesoras tuvieron que renunciar a su oficio, abandonaron las aulas, dejando atrás a aquellos alumnos que eran como hijos propios, les hicieron sentir culpables, y los condenaron casi al ostracismo. Muchos acabaron encarcelados. Y ejecutados.

La maestra nos mostrará cómo actuaba aquella comisión depurativa y qué efectos tenía sobre los docentes, pero también nos descubrirá los principios pedagógicos que servían de base durante la República. La Institución Libre de Enseñanza o lo que se llamaba la Escuela Normal serán el telón de fondo del ejercicio de la profesión. Los maestros y las maestras abogaban por una participación activa del alumnado, animaban a los niños y niñas a involucrarse en su propio proceso de aprendizaje, experimentando dentro del aula, y poniendo a su alcance los medios para descubrir el mundo. ¿Os acordáis de esa escena de La lengua de las mariposas en la que el maestro (interpretado por Fernando Fernán Gómez) lleva a los niños al bosque para aprender sobre los insectos y la naturaleza? Era enseñar sin que los niños se dieran cuenta, espoleando la curiosidad, incitándolos a descubrir. Lo de la letra con sangre entra vendría después.

Ahora bien, algo que también me ha resultado muy llamativo es que aquellos profesores y profesoras no se centraban únicamente en enseñar a los niños. También había que enseñar a los padres, a los adultos, -ya fueran hombres o mujeres-. Por ejemplo, la novela nos muestra una escena en la que las maestras explican a las mujeres del pueblo cómo deben tratar su cuerpo durante el embarazo, erradicando mitos y falsas creencias. Al respecto, José Antonio Lucero nos contó durante la presentación que las únicas personas letradas que existía en los pueblos eran los maestros y las maestras. «Me pareció muy interesante introducir en la novela un pasaje donde vemos a las maestras enseñando a las mujeres adultas. Entendían que,para que España saliera del atraso, no sólo había que educar a las generaciones futuras sino también a la actual».

Durante la República, las aulas eran mixtas y se les inculcaba a los alumnos el respecto por la igualdad de sexos. Nadie era mejor que nadie. Se abogaba por la coeducación laica, sin influencias religiosas que interfirieran de algún modo en el desarrollo de la personalidad del alumno. El aula era el terreno del maestro y de la maestra, y nadie más que ellos podían tomar decisiones entre esas cuatro paredes. Ellos eran la autoridad máxima, Ni el alcalde, ni el cura del pueblo tenían nada que opinar. 

«Debéis respetar al sexo opuesto; las chicas aprenderéis que los chicos no son todos unos brutos e insensibles, y los chicos aprenderéis que podéis compartir mucho con ellas. Incluso partidos de fútbol». [pág. 150]

Bueno, esto es una parte de lo mucho que podréis aprender en este libro. Dejo que vosotros mismos descubráis aquellos famosos experimentos, llevados a cabo por un más famoso médico, para extirpar el desconocidísimo gen rojo.

Y, como broche final, un desenlace que, si bien es ligeramente algo predecible, te deja con el corazón lleno de ternura, a lo que se une un giro precioso que demuestra, una vez más, lo mucho que puede marcarnos un docente.

Los personajes

Aunque la novela cuenta con un buen puñado de personajes, con mayor o menor trascendencia, tres mujeres serán las protagonistas principales. En primer lugar, tenemos a Lali, a la que vamos a conocer en dos momentos puntuales de su vida. Por un lado, cuando es casi una chiquilla y deja atrás a su familia, para marcharse a Alcalá del Valle como maestra rural. Por otro lado, cuando es una mujer madura, con sesenta años. En cada uno de esos dos momento percibo a Lali de forma distinta. Aunque en los años 70 es una mujer felizmente casada, con una vida tranquila y serena, yo la intuyo algo triste y apagada. Pareciera que arrastra un peso, que le impide sentirse plena, como si le faltara algo y, efectivamente, lo que le pasa es que le arrebataron algo muy importante para ella, algo  que ya descubrirá el lector. 

En cuando a su juventud, vamos a ver a una joven decidida, que sabe lo que quiere y lucha por ello. A pesar de tener que dejar la ciudad de Sevilla atrás, y separarse de sus padres y de su hermana, para marcharse ella sola a Alcalá del Valle, Lali no se amilana. Le gusta ser maestra y sueña con tener un aula llena de alumnos y alumnas, a los que guiar por la senda del conocimiento. A mí me ha gustado muchísimo verla compartir espacio y tiempo con los niños y niñas del pueblo, preocuparse por ellos, mediar entre sus padres, ganárselos. También me parece preciosa la estampa que Lucero dibuja, cuando vemos a Lali adecentando y limpiando «su reino» tras las horas de clase. 

La Lali del pasado es una joven con criterio, que se hace preguntas y cuestiona todo aquello con lo que no está de acuerdo. Es un personaje algo paradójico porque, si bien es maestra en tiempos republicanos, lo cierto es que ella estudió en un colegio de monjas, y algo le pasó en su colegio que no quiero desvelaros. 

Lali, como también lo es Juana, otra maestra pero mucho más curtida en las aulas y en la vida, de lo que lo es la joven sevillana, representan a todos aquellos maestros y maestras que pasaron por una comisión depurativa y, de un día para otro, se vieron privadas de su vocación. Juana va a tener un papel muy importante en la novela, pero prefiero no contaros mucho más.

Y sobre Alba, os diré que es una joven abogada madrileña, de buena familia que, en un momento delicado de su vida, se entera de una verdad que le habían mantenido oculta desde que era niña. La reacción inicial de Alba es el desconcierto, para pasar inmediatamente a la acción, en busca de todas las respuestas a las preguntas que le surgen. Alba es un personaje que me ha gustado muchísimo porque rompe moldes y, al final de la novela, entenderemos por qué resulta tan distinta a los demás. 

La enseñanza. ¿Una profesión denostada?

Conozco a muchos profesores, de primera y de secundaria, que tienen auténtica vocación por la enseñanza. Ellos me hablan de sus horas de clase, de su alumnado, de los padres de sus alumnos, y también de las directrices impuestas por la dirección de su centro. Yo comparo estos tiempos con los que me tocó vivir a mí, cuando el aula era una extensión de mi casa, y en ambos lugares debía imperar el respeto -a mis padres y a mis maestros-. A riesgo de parecer una abuelita contando batallitas, os diré que en aquellos años -hablo de los 70 y 80-, lo que decía el maestro o la maestra iba a misa. Ni a los alumnos ni a sus padres se les ocurría cuestionar las decisiones del profesorado. Que te castigaban, pues era que te lo merecías y punto. También es verdad que, por entonces, algunos tenían la mano muy floja y hoy, por supuesto, no se consienten ciertos comportamientos dentro del aula. No obstante, sí creo que un cachete a tiempo, o un coscorrón, -no hace falta dar una paliza-, evita muchos problemas posteriores. Y por supuesto, el niño y la niña tienen que venir ya educado de casa, que muchos padres creen que la labor del docente llega a unos límites que ni por asomo son ciertos. Pero bueno, a lo que voy, que yo siento que las cosas han cambiado y no siempre para mejor. Me interesaba saber la opinión de José Antonio Lucero al respecto y por eso se lo pregunté durante la presentación. Él me contestó que es verdad que la vida ha cambiado mucho. «Las figuras de referencia que existían antes, como el maestro, el médico, el abogado y el cura se han ido diluyendo en la sociedad pero creo que los profesores de hoy en día seguimos teniendo influencia y seguimos teniendo capacidad de motivación y capacidad para llegar a los alumnos». Lucero asegura que eso es lo que intenta cada día porque si no fuera optimista con su profesión y con la generación actual se dedicaría a otra cosa. Aunque es consciente de que el discurso actual asegura que la juventud está fatal, afirma que «la juventud ha estado fatal siempre», que se trata de un mensaje que todos hemos oído alguna vez, incluso refiriéndose a nosotros mismos. En cualquier caso, piensa que el profesor sí debería recuperar esa figura de autoridad que tenía antes pero, igualmente, «hoy también hay profesores muy buenos, que transforman a los chicos, y familias muy respetuosas».

Sea como fuera, el homenaje que el autor rinde a esta profesión en esta novela me parece más que necesaria. Yo no sería yo si no fuera, en parte, por los profesores que tuve. De hecho, si me apasiona tanto leer es por Carmen Calderón, aquella profesora de Literatura que tuve durante el Bachillerato. Ella me enseñó a leer y no a pasar simplemente la vista por lo escrito. Así que, donde quieras que estés, Carmen, espero que te llegue este pequeño homenaje que te rindo. 

Estructura y estilo

Con abundante diálogo, La maestra se estructura en cuatro partes, a lo largo de las cuales se distribuyen un total de cuarenta y dos capítulos. El volumen cuenta también con un Nota de Autor donde se nos hacen algunas aclaraciones y se nombra a algunas maestras que fueron víctimas -sí, víctimas-, de la Comisión Depurativa de Magisterio.

José Antonio Lucero es meticuloso en su labor de documentación. Quizá tú no lo sepas pero yo, que vivo en Sevilla, advierto que Lucero ha cuidado mucho los detalles en esta novela. Que la niña a la que Lali le da clases se llame Reyes me arrancó una sonrisa. La patrona de esta ciudad es la Virgen de los Reyes y no es raro que muchas niñas -aunque también sea nombre masculino-, se llamen así en Sevilla, como mi propia hermana mayor. No será el único detalle que el autor tenga en cuenta porque, en ese viaje en el tiempo que hacemos a esta ciudad hispalense, vamos a ver a los típicos autobuses de línea de color azul que prestaban servicio en la ciudad en los años 70, o podremos ver, junto a Lali y su marido Clemente, esos programas que por entonces se emitían en televisión, al frente de los cuales estaban presentadores cuyo nombres recordamos todavía hoy. Son pequeños detalles que denotan el mimo con el que el autor ha tratado la historia.



En definitiva, La maestra es una novela preciosa, cuya lectura he disfrutado muchísimo. Lo último de José Antonio Lucero no sólo te entretiene, sino que te instruye, para dejarte un regusto final tremendamente dulce. Más que recomendable. Y para completar esta lectura, os dejo dos recomendaciones más: el documental Las maestras de la República y la película El maestro que prometió el mar, largometraje del que os hablaré muy pronto. 

«Enseñar es, en esencia, como encender un fuego». [pág. 19]


[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (tapa blanda) y aquí (Kindle):



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