Cada encuentro con un autor se convierte en una experiencia enriquecedora porque de todos y cada uno de esos momentos que comparto con ellos extraigo una lección. Hay personas que han tenido vivencias extraordinarias, que han cumplido sueños imposibles, a base de tesón, y son capaces de transmitirte su fuerza. En cambio, a otras, la vida les ha dado un revés prácticamente insuperable pero, en vez de dejarse arrastrar, han decidido levantarse del suelo, no sin antes sufrir y sentir un dolor insoportable. Este es el caso de Carmen Romero, una joven madrileña a la que muchos conocen por sus monólogos y sus comedias, que recientemente ha publicado Esto no está pasando (Planeta), un libro testimonial, profundo y emotivo, en el que narra el suicidio de su hermano Miguel, y cómo ella y su familia lo vivieron. A pesar de la dureza del suceso que aborda, y por paradójico que parezca, Carmen opta por insertar el humor en esta narración, como homenaje a Miguel, el hombre que tanto la hizo reír, y también como venganza contra la vida, por haberla hecho vivir una experiencia tan dolorosa. Leer este libro, transitar por sus páginas, no ha sido fácil. En muchas ocasiones se me ha puesto un nudo en la garganta, aunque reconozco que su autora también me ha hecho sonreír. Preparar esta entrevista me exigió un plus de delicadeza y tacto, sin saber muy bien qué preguntar a Carmen para no herirla. Y tanta prudencia quise poner a mis palabras que, a veces, no podía terminar algunas preguntas, no podía pronunciar alguna palabra, algo que se percibe únicamente en el audio de nuestra conversación.
Marisa G.- Carmen, un placer conocerte y tenerte en Sevilla. Un placer también leer este libro que has publicado aunque, la verdad es que ni siquiera sé por dónde empezar esta entrevista. A veces, me has colocado un nudo en la garganta, aunque también me has hecho reír. Así que, voy a lanzarte preguntas y si ves alguna inconveniente, me lo dices sin problema. ¿Te parece?
Carmen R.- Sí, claro.
M.G.- Para empezar, tengo que confesarte que no te conocía. A raíz de leer este libro he visitado tu canal de YouTube, he visto monólogos tuyos y he sabido que has hecho prensa, radio, televisión. Me hace gracia porque en tu biografía pone que eres madrileña, pelirroja, alta, introvertida, diestra, periodista y flexitariana pero, ¿eso qué es? He tenido que buscar el concepto en internet.
C.R.- Eso es una broma que puse. Mucha gente me ha preguntado que qué como porque ha leído que soy flexitariana, pero flexitariano es la mayoría de la población. Es un concepto que se puso de moda para designar a los que a veces comen carne y otras veces, pues no. Pero claro, no todos comemos carne todos los días. Me hizo gracia y lo puse.
M.G.- Pues aclarado. Bueno, hay que decir que en Esto no está pasando nos hablas del suicidio de tu hermano Miguel, que tuvo lugar en 2016. Estamos en 2024. Ha pasado un tiempo y me pregunto ¿por qué escribir este libro ahora, después de estos años?
C.R.- Creo que ahora era el momento. Tampoco las tenía todas conmigo pero, al final, me lancé porque Planeta me lo propuso. Creo que ahora es cuando mejor estoy para poder hacerlo. Aun así lo he pasado muy mal. Para mí ha sido un proceso largo y de muchos años. Todavía, a día de hoy, sigo haciendo terapia por el duelo, por la pérdida. Todavía me queda algo de estrés postraumático. Es algo que lleva mucho tiempo. Pero ahora se han juntado una serie de cosas. Yo quería hablar de Miguel. Quería hablar del suicidio, del duelo, de la muerte, para visibilizarlo. Planeta me lo propuso y lo tomé como una señal clara.
M.G.- Me imagino que antes de lanzarte a escribir este libro lo habrás tenido que reflexionar mucho, precisamente por lo que dices, porque escribirlo te ha supuesto pasar por estados emocionales, imagino, muy complejos. ¿Fue algo muy meditado o dijiste lo voy a hacer, y lo hago?
C.R.- Yo tenía la idea de escribir un libro desde pequeña. Me encanta escribir y siempre he querido escribir libros. También tenía la idea de contar la historia de Miguel, que ya la he contado alguna vez, pero no encontraba tampoco el formato para hacerlo bien, con calma, para contar todos los detalles y todo el contexto. Así que ya tenía la idea de un libro pero era algo que me daba mucho respeto. Para empezar, porque no sabía cómo hacerlo, y luego también porque sabía que iba a ser duro. Pero la idea de escribir el libro fue ganando peso, ganando peso, hasta que me llegó la propuesta de Planeta. Yo soy mucho de señales, así que me puse a ello. Pero sí, lo pensé bastante aunque, una vez que me decidí, no me lo pensé más.
M.G.- En este libro nos cuentas desde el momento en el que Miguel empieza a tener brotes psicóticos, nos hablas de su suicidio y todas las consecuencias posteriores. Leyendo me llegué a preguntar si tenías los recuerdos tan frescos o has tenido que ficcionar un poco, por decirlo de alguna manera.
C.R.- Ficcionar no, porque he hecho mucho trabajo de ordenar cronológicamente los hechos. No fue ponerse a escribir, sino que ordené los hechos e hice memoria una y otra vez, una y otra vez, algo que ha sido bastante desagradable. Todo eso antes de ponerme a escribir. Hay cosas de las que me he acordado ahora y ya no las podía incluir en el libro, pero no hay nada ficcionado. Ha sido un ejercicio de memoria, de escribir, de organizar todo antes de ponerme con el libro en sí.
[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]
M.G.- Deduzco de la lectura que Miguel empieza a tener estos brotes casi de la noche a la mañana. Vosotros no erais conscientes, en absoluto, de que él estaba pasando por algo así, sino que os dais cuenta cuando todo explota.
C.R.- Sí, fue de 0 a 100. Es verdad que, pensándolo luego, me he dado cuenta de que los días antes estaba un poco raro, pero nada que fuera alarmante. Fue de un momento para otro. Pegó un estallido súper fuerte porque hay brotes psicóticos y brotes psicóticos. Algunos se curan simplemente con dormir, porque son pequeñitos. Otros requieren hospitalización. Pero incluso los médicos del hospital nos dijeron que nunca habían visto un caso como el de Miguel. Estalló y estalló, sin más.
M.G.- Leyendo algunos pasajes, de verdad, me has puesto un nudo en la garganta. Narras situaciones muy angustiosas. En algún momento, tú comentas que sentías miedo y yo me he preguntado cómo se gestiona ese miedo cuando estás conviviendo con una persona a la que amas profundamente y que además sabes que esa persona te quiere mucho. Eso, ¿cómo se encaja?
C.R.- Es muy complicado porque se gestionaba muy mal. El día que Miguel llegó a casa fue el 23 de mayo. El 24 lo ingresan. Y el 15 de junio le dan el alta. Recuerdo que esa noche no dormí absolutamente nada. Me la pasé con la oreja pegada a la puerta de su habitación para ver si estaba durmiendo. Fue muy desagradable. Sentí mucho miedo, pero no porque nos hiciera algo. Yo sabía que no nos iba a hacer nada por mucho que no estuviera en sus cabales. De hecho, él lo repetía mucho, que no quería hacernos daño. Pero que él se hiciera algo a sí mismo, eso sí me daba mucho miedo.
Se gestiona muy mal. Además teníamos mucho cansancio psicológico por verlo así de mal durante esas semanas.
M.G.- Aprovechas para contar cosas que creo que el común de los mortales no sabemos. Por ejemplo, me ha llamado mucho la atención que los pacientes con algún tipo de trastorno mental, o ingresan voluntariamente o por orden policial. Es decir, la familia no puede tomar ningún tipo de decisión. Pero si la persona está sufriendo y no es consciente de lo que le ocurre...
C.R.- Sí, y por eso es tan complicado. Ellos se piensan que lo que están percibiendo es real y si tú intentas hacerle entender que no está bien es peor porque se lo toma muy mal. Está muy paranoico y piensa que el mundo está contra él. Es muy complicado.
Y sí, eso es lo que nos dijeron la primera vez que lo llevamos al hospital. Él se quería ir y lo dejaron irse. Nosotras no entendíamos nada pero es que nos explicaron que por ley, no se le podía retener. O es un ingreso voluntario o forzoso porque la policía lo lleve al hospital con una orden judicial, solicitando el ingreso. Me quedé flipando. Esa persona no sabía que necesitaba estar en un hospital. Son temas muy delicados. Es como que aten a los pacientes en los hospitales psiquiátricos. He leído a mucha gente decir que está en contra de eso pero claro se nota que no han estado en un hospital psiquiátrico en su vida, que no han tenido un familiar o conocido en ese estado. Hay que atarles precisamente para que no se hagan daño, por su bien. Son debates delicados pero entonces, ¿qué tiene que ocurrir para que le ingresen?
M.G.- Es verdad. Bueno, Carmen, haces una crítica muy necesaria al sistema sanitario. Y no sólo al público, sino también al privado. Por ejemplo, cuentas que en urgencias no había ningún especialista en psiquiatría y otras muchas cosas más que ponen de manifiesto las carencias de la sanidad, tanto la pública como la privada.
C.R.- Sí. Mucha gente se hace un seguro de salud privado porque dice que la sanidad pública está muy mal. Pues vete al privado, a ver cómo está, que eso lo he vivido yo. Hace nada, mi hermana tuvo un accidente laboral y estuvo tres horas con el dedo reventado en un hospital privado, porque no había gente para atenderla en urgencias. La sanidad privada no está muchísimo mejor, ni es la solución.
En el caso de Miguel, primero fuimos al hospital público y no había psiquiatra de guardia. A la mañana siguiente, la vio una psiquiatra que le dio el alta para irse a trabajar.
M.G.- Recordemos que Miguel era militar.
C.R.- Sí. Le dijo que se fuera al trabajo. Y cuando ingresó en el hospital privado, a través de su seguro, también le dieron el alta, sin diagnóstico y sin tratamiento. Porque ahí tampoco escuchan a la familia, algo que también he querido reflejar en el libro. Yo conozco a mi hermano. Mi madre conoce a su hijo. Sabemos que no está bien. Pero el médico ni nos escuchaba ni tenía en cuenta nada de lo que le decíamos. Él sólo nos decía que no pasaba nada.
M.G.- Pues fíjate lo que pasó. Y a los seguros los llamas Negocio porque son realmente eso, un negocio. A través del libro vemos que mercadean con la salud de las personas. Hay que leerse muy bien la póliza, interpretarla muy bien, porque no todo es tan bonito. Vosotros lo vivisteis así.
C.R.- Totalmente. Cuando acudimos al abogado, porque vimos que se había producido una negligencia clara, el abogado nos preguntó que por qué le habían dado el alta. Bueno, pues porque el médico decía que estaba bien y que estaba bien. Llevaba una semana que no estaba tan fuera de sí, ni sufría de brotes fuertes, porque se pasó varios días dormido y medicado, pero no estaba bien. Y claro, investigando, leímos en la póliza que sólo tenía acceso a cuatro semanas de hospitalización al año y ya llevaba tres. Fue lo que ocurrió. Cuando prima el dinero, olvídate de la salud.
M.G.- Hablas de Miguel con un cariño absoluto y extraordinario. ¿Cómo era? ¿Cómo lo recuerdas?
C.R.- Lo recuerdo muy dulce. Era muy, muy dulce, y muy bueno. Miguel era la primera persona en la que yo pensaba cuando necesitaba algo, cuando tenía que pedir ayuda. Era el primero al que llamaba. Estábamos siempre de broma. Miguel era como una luz para los demás. Siempre quería hacer reír, ayudar,... Estaba siempre dispuesto a lo que necesitases. Era muy buena persona, muy buen profesional, muy bueno en muchas cosas pero, tristemente, no era consciente de lo bueno que era.
M.G.- En el libro incorporas una foto en la que estás con él. Me parece un detalle preciosísimo como cierre del libro. Además, lo vemos sonreír, con lo cual, queda ahí la esperanza de que él siga sonriendo.
C.R.- Es así como lo recuerdo. Y eso que a él le decían lo mismo que me dicen a mí, que siempre estaba muy serio, con lo bromista que era. Pero bueno, era su cara. A mí me pasa igual. Soy bastante seria, pero luego me gusta mucho bromear un montón.
Con la foto pensé que, cuando lees una historia sobre alguien, te gusta ponerle cara. Esa gente curiosa seguro que quería ver a Miguel y bueno, también me pareció un cierre precioso. La foto me encanta y me dije que tenía que ir al final.
M.G.- Cuando alguien desgraciadamente se nos va, suele ocurrir que siempre recordamos lo bueno de esa persona. Sin embargo, tú mencionas en el libro que en tu recuerdo de Miguel no hay idealización, que Miguel era tal y como tú nos lo muestras. No se trata de ensalzarlo ahora que no está.
C.R.- No. Es verdad que siempre tendemos a eso, pero cuando se ha muerto alguien que a mí no me parecía buena persona, lo he dicho y te miran mal. Parece que no se puede hablar mal de los muertos. En el caso de Miguel, es que era tal cual. He vivido muertes muy cercanas a mí y no he llorado porque no lo he sentido ni lo he lamentado. Sé que sueno muy mal pero es que no lo siento. No todas las muertes ni todas las personas son iguales. No todas te marcan de la misma manera. En el caso de Miguel, sí, porque era tal cual lo cuento. No he cambiado ni un ápice de lo que yo sentía o pensaba de él.
M.G.- Sorprende mucho que, a lo largo de todo el libro, flota un enorme sentimiento de culpa, Carmen. ¿Por qué tanta culpa si tú no fuiste culpable de nada?
C.R.- Supongo que es algo muy humano. Cuando la muerte no es natural, sino que es algo que tu cerebro no entiende, buscas un montón de excusas y como no las hay, pues al final terminas por culpabilizarte a ti misma. Será por la concepción que tenemos de nosotros mismos, por el sentimiento de culpa con el que nos crían, no sé si por la culpa esta judeocristiana de la sociedad. Cuesta mucho y pesa, porque te quieres dar una explicación y no la tienes. Así que miras hacia ti, y como somos súper exigentes con nosotros mismos y nos tratamos muy mal, dices bueno, pues será mi culpa, entonces. Eso también me ha costado mucha terapia y a día de hoy todavía me colea. A mí me ayuda pensar que si esto mismo le hubiera pasado a una amiga, ¿yo pensaría que ella ha tenido la culpa? Pues, para nada. Pero claro, cuesta mucho trabajo y tiempo entender que no pudiste hacer nada.
M.G.- Y, a pesar de la dureza del libro, y como comentábamos antes, está escrito desde la óptica del buen rollo y del humor. A veces, mientras leía y me reía en algún pasaje, me preguntaba cómo ha interpretado tu entorno que encares un suceso como este desde la óptica del humor.
C.R.- Por suerte me conocen ya de sobra, saben el tipo de humor que tengo y los chistes que hago. Mi madre se queja mucho y me dice que soy muy bruta pero ¿a quién habré salido? Porque ella es exactamente igual. Entonces, ya lo saben y no les ha sorprendido nada. Además, me han visto en los monólogos, en los vídeos,... Tengo la suerte de que se ríen y les gusta la comedia que hago. Así que, por esa parte, he tenido mucha suerte y no ha sido nada sorpresivo.
M.G.- ¿Hacer chistes sobre la muerte de Miguel es como una venganza contra la vida por lo que te ha hecho?
C.R.- Sí. Cuando te encuentras con una cosa así, no puedes hacer nada. La vida te da eso y tú lo quieres devolver, volver a lo de antes, pero no hay manera. Me sentía muy estafada y muy impotente. Le vida te da, de repente, un sopapo, te la vuelve del revés y no puedes hacer absolutamente nada. Sólo te queda procesarlo y seguir. Para mí, hacer chistes fue como una pequeña liberación. Era lo único que podía hacer.
M.G.- Antes he escuchado a mi compañero Fernando preguntarte por tu madre. Y es cierto que el papel de la madre en el libro da como mucho consuelo. Hablas de tu madre con mucha admiración porque te resultaba increíble que ella pudiera seguir adelante, a pesar de que su hijo ya no estuviera. Para ti, tu madre ha sido como una balsa a la que aferrarse. ¿Ella es la que ha tirado del carro para que, tanto tú como tu hermana, pudierais levantar cabeza?
C.R.- Totalmente. Ella ha tenido una vida súper dura. Creo que ha sido su método para seguir adelante, siendo cabeza de familia. Nos ha criado y ha sido madre y padre para nosotros tres. Imagino que, cuando pasó esto, tuvo que haber sido evidentemente horrible y dolorosísimo para ella. Ha estado muy mal. A día de hoy todavía le hace estragos pero ha sido la que ha tirado para delante y la que siempre me ha dicho que no podemos hundirnos, que no podemos dejarnos, ni podemos hacer lo que hizo él. Que si estamos aquí es por algo y hay que seguir. Sí, ella ha sido como la boya para mí, la que literalmente me sacó del hoyo.
M.G.- Y dices que eres cómica gracias a ella.
C.R.- Sí, porque ella tiene mucho sentido del humor. Es de Granada y es la típica andaluza que está todo el rato riéndose. Ella dice que se ríe hasta de su sombra. Y es verdad que está todo el rato haciendo bromas, riéndose de todo, y haciendo tonterías para que nos riamos los demás. Creo que Miguel y yo hemos salido a ella en eso. Desde pequeña, yo la he visto así y ha sido algo que he admirado, que me gusta mucho. Y por ahí he tirado yo. Y luego me parezco a ella, pues en eso, en lo de ser bruta, en los chistes,... Es una cosa que he heredado. Siempre he admirado que esté de buen humor, que se esté riendo. Es una maravilla.
M.G.- Hace un momento comentabas que te ha costado superar lo vivido, que has tenido que ir a terapia y en el libro cuentas que has sufrido ataques de ansiedad, algo que narras muy bien. Yo me he visto muy reflejada en esos pasajes. ¿Sigues sufriendo ansiedad?
C.R.- Sí, pero ya no son tan intensos ni tan seguidos. Ahora, más que ansiedad, lo que siento es más pena y más tristeza pero, por suerte, he podido controlar la ansiedad y los ataques de pánico con la terapia que he hecho y con las técnicas que he aprendido. La ansiedad que siento a día de hoy es por múltiples cosas, por cómo es la vida, por cómo la vivimos pero, por suerte, ya no me imposibilita vivir. Ese trabajo de terapia lo noté muchísimo.
M.G.- Y lo que le ocurrió a Miguel te ha hecho enfocar o encarar la vida de otro modo. Por ejemplo, has aprendido algo que deberíamos aprender todos, a no guardarnos los sentimientos, sino a manifestarlos, a demostrarlos cuando tienes a la persona delante.
C.R.- Sí, sí. Y es algo que me sigue costando porque soy una persona muy pa'dentro. No me sale dar abrazos. Mis muestras de cariño, a lo mejor, son comprarte cosas que sé que te gustan. Así te demuestro que me acuerdo de ti. Pero me acuerdo que a Miguel le gusta mucho dar besos, dar abrazos, tener mucho contacto físico. Cuando murió, me dije que si lo hubiera sabido le habría dado muchos más besos y muchos más abrazos. Y sobre todo, le habría dicho muchas más veces que lo quería, aunque sé que él lo sabe. Lo sabía de sobra pero nunca está de más hacerlo. Siempre viene bien y nunca sobra eso.
M.G.- No sobra, no. Y también has aprendido a tener otra visión de la muerte u otra visión de lo que pensamos que puede haber detrás de la muerte. Porque tú sientes a Miguel a tu alrededor.
C.R.- Sí, han pasado cosas y en casa siguen pasando cosas. A lo mejor tengo un libro aquí y se cae al suelo, sin que nadie lo haya tocado. Son cosas que no tienen explicación. Podrán ser cosas de la física pero eso no me interesa. Yo prefiero pensar que es Miguel, que está aquí porque yo lo siento, lo noto y, a veces, lo huelo. Muchas veces. Me pasa igual con mi abuelo. Huelo los perfumes que ellos usaban. Es algo que me da mucha esperanza. Nunca me había planteado qué pasa después de la muerte pero, cuando ocurrió lo de Miguel, desde el primer momento quise pensar que no era el final. Investigué, me informé un montón, leí muchísimo y eso, junto a las experiencias que he tenido, me hacen creer que la muerte no es el final, que todos somos energía, y que una parte de nosotros no muere nunca.
M.G.- Entremos en el terreno de las hipótesis, de las elucubraciones. ¿Qué crees que Miguel te diría de este libro?
C.R.- Creo que se reiría mucho, que le gustaría mucho, y estaría muy orgulloso. Él estaba muy orgulloso de que estudiara periodismo, así que, saber que he escrito este libro, lo haría sentir orgullo también.
M.G.- Sería el primero en reírse.
C.R.- Sí, sí, sí. Lo cuento en el libro que, cuando hago chistes sobre él en el escenario, lo veo reírse. Él sería el primero en reírse.
M.G.- Por último, Carmen, ¿te ha servido escribir este libro o te está sirviendo, ahora que estás con la promoción, hablar de este tema con gente que no conoces realmente?
C.R.- Sí, me está sirviendo un montón. Y también ha sido muy duro porque he tenido que hablar durante mucho rato de lo mismo. Luego, llegas a casa y te da bajón. Es algo completamente lógico y normal, pero sí me está sirviendo muchísimo.
Lo hablaba con Fátima, mi jefa de prensa, que ya lo llevo de otra manera porque, al principio, cuando me hacían una entrevista, me costaba decir la palabra suicidio y ahora ya hablo abiertamente. La recepción de la gente y de los medios de comunicación, que me han tratado con tanto respeto, tanto cariño y tanta dedicación, me ha ayudado para hablar del tema de manera más abierta. Que la gente reciba así el libro, que quiera hablar y tratar el tema, me parece maravilloso.
M.G.- Creo que es un libro necesario porque son temas de los que hay que hablar para que la sociedad los conozca. Así que, por mi parte, te agradezco mucho que lo hayas escrito, que me hayas presentado a Miguel, porque me ha encantado conocerlo. Y nada, te deseo mucha suerte y pa'lante, Carmen.
C.R.- Muchísimas gracias.
Sinopsis: Un relato sorprendente y revelador en el que la cómica Carmen Romero narra cómo vivió el suicidio y duelo de su hermano Miguel
Es junio de 2016, y el mundo de Carmen Romero se desmorona. Miguel ―su hermano, de solo veintiséis años, militar de profesión― se quita la vida al saltar por la ventana de la casa familiar mientras ven juntos El Padrino. Todo ocurre muy rápido; tanto que las cosas que hasta entonces tenían sentido dejan de tenerlo. Carmen cree vivir en una ficción: policía, vecinos, médicos, ambulancias y hasta su madre y su hermana participan del rodaje de una película en la que nadie dice: «¡Corten!».
Así comienza el relato de la humorista Carmen Romero, quien, tras el suicidio de su hermano, entra en estado de shock. Para reconectar consigo misma, Carmen comienza a tantear las dimensiones de la tristeza hasta que, de forma inesperada, irrumpe el humor. Solo entonces comprende que la única forma de agarrarse a la vida pasa por afrontar la muerte desde un lugar alejado del tabú, el silencio y el miedo.