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LA DAMA DE LA CARTUJA de Inma Aguilera

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Editorial: Ediciones B
Fecha publicación: mayo, 2024
Precio: 21,75 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 512
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN:9788466678674
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Inma Aguilera (Málaga, 1991) es doctora en Educación y Comunicación social. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Málaga y cursó el máster de Radio de RTVE en la Universidad Complutense de Madrid. De regreso a su ciudad natal se especializó en locución y doblaje, poniendo voz a documentales y audiolibros. Actualmente compagina la docencia y la investigación con la escritura y la ilustración.

En 2016 recibió el XXI Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla por la obra El aleteo de la mariposa y, cuatro años más tarde, recibió una mención especial en el VIII Premio Internacional HQÑ por El excéntrico señor Dennet. También ha sido galardonada en varios certámenes de cómic y ha publicado diversos trabajos académicos.

Con La dama de La Cartuja inaugura una nueva etapa en su carrera literaria, postulándose como uno de los nombres más prometedores del panorama editorial en nuestro país.

Sinopsis

Sevilla, 1902. Una joven británica llega sola a la ciudad. Lleva consigo un antiguo plato exquisitamente pintado a mano. Podría ser la clave para resolver un misterio familiar ligado a La Cartuja, la prestigiosa fábrica donde se producen, desde hace décadas, las delicadas vajillas que adornan las mesas más elegantes del continente.

UNA ESTIRPE DE MUJERES ARTESANAS EN LA SEVILLA DEL SIGLO XIX

Siguiendo los pasos de la protagonista, esta apasionante novela nos hará viajar a mediados del siglo XIX para descubrir la historia de una estirpe de alfareras del barrio de Triana. El talento de estas artesanas llamará la atención de los marqueses de Pickman, los propietarios de la fábrica, y marcará sus destinos para siempre.

UN LEGADO INOLVIDABLE QUE LLEGARÁ HASTA NUESTROS DÍAS

Desde los talleres de cerámica de la época hasta los ambientes de la aristocracia sevillana, Inma Aguilera nos traslada a un mundo marcado por las diferencias de clase y los amores imposibles. Un relato envolvente y evocador en el que tres mujeres muy distintas se enfrentarán a los prejuicios de su tiempo para crear un legado inolvidable.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Hay novelas que, inexorablemente, permanecen en la memoria. No importa el tiempo que pase, lo mucho que leas o las vueltas que dé tu vida, porque sabes que no olvidarás jamás esa historia. Son esas novelas con las que tenemos alguna vinculación especial, esas que tienen un personaje que te recuerda a alguien, con el que compartes alguna afinidad, o esas otras, cuya acción transcurre en tu ciudad, que hablan de algún edificio singular que conoces bien. Es lo que me ha ocurrido con La dama de La Cartuja, la nueva novela de Inma Aguilera, que publica con Ediciones B, y que tuve el gusto de presentar, acompañando a su autora, a finales de mayo .




Lo dije en aquel acto y lo digo ahora. Leer La dama de La Cartuja ha sido una experiencia entrañable y es que, lo mire por donde lo mire, mi conexión con esta novela es brutal.

Para empezar, os diré que conocí a Inma Aguilera en 2016, cuando el día 23 de junio ganó el XXI Premio de Novela Joven Ateneo de Sevilla con El aleteo de la mariposa y que, posteriormente, publicó Algaida Editores. Tuve la suerte de estar presente en el Patio de la Montería de los Reales Alcázares de Sevilla aquella noche, donde tenía lugar el acto, y os aseguro que fue muy emocionante ver a un joven autora de veinticuatro años, oriunda de Málaga, recoger aquel premio. Desde entonces, la he seguido por redes sociales.

Pero si digo que la lectura de La dama de La Cartuja ha sido muy especial se debe a que los escenarios están muy vinculados con mi vida. No me refiero únicamente a la ciudad de Sevilla, donde transcurrirá prácticamente toda la novela, sino que hago alusión a unos espacios muy concretos de esta ciudad, como un antiguo monasterio que conozco perfectamente, pues no en balde trabajé en él durante los seis meses que duró la Expo'92. Aquel complejo formado por varias edificaciones acogió entonces la exposición Arte y Cultura en torno a 1492. Más de trescientas piezas fueron allí expuestas, destacando, entre muchas, algún Leonardo da Vinci, algún Miguel Ángel, un Botticeli o un Berruguete, así como la tienda de campaña del Emperador Carlos V, decorada con motivos otomanos que impresionada por su tamaño. Muchos de los lugares que se nombran en la novela, dentro o fuera del recinto, como los templetes de Santa Justa y Rufina o el de Santa Ana que encontramos en los jardines, son los espacios por los que yo paseaba aquellos seis meses.


«Tanto el templete arabesco en honor a las santas Justa y Rufina como el neogótico de santa Ana habían sido reformados por el maestro don Juan Lizasoain y los habían convertido en pabellones de recreo». [pág. 386]


Y el segundo lugar es una estrecha calle adoquinada, a lo largo de la cual se erigían humildes viviendas, patios de vecinos o antiguos corrales, que hoy se están rehabilitando, alcanzando unos desorbitados precios de venta. Esa calle es mi calle, la vía a la que me mudé mucho antes de que el plan inmobiliario pasara por encarecer tantísimo la vivienda, y convirtiera la mayoría de los inmuebles en pisos turísticos. Pero volviendo a lo que nos atañe, os contaré un poco qué podéis encontrar en esta novela.

La dama de La Cartuja se articula sobre tres hilos narrativos y la acción gira alrededor de tres mujeres. Ahí va un pequeño esquema:

* Año 1851. Felisa es una joven que quedó huérfana siendo un bebé, pues su madre murió en el parto y su padre se desentendió de ella. Así que fue acogida por don Saturnino, un alfarero que le enseñó el oficio y la trató como a una hija. Tan agradecida está la muchacha que su máxima preocupación es resultar útil y generar ingresos para el taller. Y es que Felisa parece haber nacido para moldear el barro y darle forma.


«Felisa siempre había sido hábil con las manos, esculpir y pintar la relajaban, aunque nunca creyó que el suyo fuera un talento verdadero, porque lo que se le daba realmente bien era la réplica. De hecho, muchos oficiales la consideraban una virtuosa de la copia». [pág. 50-51]


* Año 1870. Macarena es una joven doncella en la casa de los marqueses de Corbones, una familia de rancio abolengo. A la joven le puede su temperamento. Es impulsiva y siempre dice lo que piensa. Así que actúa en consonancia. A raíz de un altercado, su trabajo en casa de los marqueses le durará poco, y opta por regresar a su hogar, al taller de cerámica Montalván de Triana, regentado por sus tías, Justa y Sagrario.


«Soy Macarena, del taller de cerámica Montalván de Triana, crecí entre alfareros y mi madre trabajó en la fábrica de La Cartuja, por lo que sé de buena mano el esfuerzo que hay tras cada pieza de loza». [pág. 27]



* Año 1902. Trinidad Laredo es una joven de 18 años que llega a Sevilla desde Liverpool con un propósito, buscar sus orígenes. Su objetivo principal es mantener una entrevista con doña María de las Cuevas, máxima accionista de la fábrica de loza y cerámica de La Cartuja, para que le resuelva ciertas dudas. ¿Por qué necesita hablar con ella? ¿Quizá para enseñarle lo que lleva en la maleta? Y es que Trinidad no ha venido sola. En su valija porta un objeto que protege casi con su vida, un legado que la conecta directamente con su familia y con los secretos que siempre le han sido ocultados.


Estos tres hilos argumentales no van a confluir en ningún momento del relato, como sí ocurre en otras novelas, y no lo harán porque, como veis, ocurren en tres momentos distintos de la historia. No obstante, sí veremos cómo la vida de estas tres mujeres se desarrolla de forma paralela y, de un modo u otro, estas tres mujeres acabarán pisando los terrenos sobre los que se erigió la fábrica de cerámica más famosa de Sevilla, La Cartuja. Por lo tanto, y casi como otro personaje más, esa industria será el nexo de unión de todas ellas. 

La vida de Felisa, Macarena y, en cierto modo, la de Trinidad estarán caracterizadas por la desdicha. No se trata de que su paso por este mundo sea únicamente un calvario, pues también tendrán sus momentos de felicidad, cuando el amor se les cruce en el camino. Sin embargo, todos sabemos que el amor va y viene, que la entrega no siempre significa correspondencia, que, en ocasiones, hay que luchar contra el destino para vencer, y que el amor duele.

Estamos ante una novela trenzada por los tres cabos que conforman estas tres mujeres, y que nos permitirá viajar en el tiempo, para pasear por las calles de Sevilla, en ese siglo XIX y principios del XX.  Tal y como nos contó Inma Aguilera en la presentación, se podría decir que el germen de esta novela nació precisamente la noche en la que ella recogió el Premio Ateneo Joven en esta ciudad, y con esta novela inicia una nueva andadura literaria, alejándose de la fantasía y la ciencia ficción, géneros que han caracterizado lo que la autora malagueña había escrito hasta ahora.

Qué me ha gustado de la novela

Ya os lo decía antes, mantengo una conexión muy directa con los escenarios principales de esta novela y eso ha conseguido que me integre con mucha más facilidad en la trama. 

La fábrica de cerámica y loza, denominada La Cartuja, se ubicó en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, sito hoy dentro del recinto que albergó la Exposición Universal de Sevilla en el año 92. Como dije antes, aquel edificio acogió una exposición importantísima, epicentro de la muestra internacional, y allí pasé aquellos seis meses. Y, aunque lo que vemos hoy ha variado mucho de lo que era antaño, he podido reconocer muchos de los rincones de este edificio, que Inma Aguilera describe en la novela.

Y no queda ahí la cosa, sino que, la calle adoquinada que menciono más arriba es la calle Alfarería, en el barrio de Triana, mi calle, una vía que no parece propia de una ciudad, sino de un pueblo, con edificios de baja altura, fachadas encaladas y aceras estrechas. Aunque, con tanta explotación inmobiliaria, su idiosincrasia está cambiando mucho. En esta calle, se congregaban en el siglo pasado todos los alfareros de Sevilla. De ahí, su nombre. A lo largo de la vía se iban distribuyendo los distintos talleres de alfarería, en los que se hacía un trabajo artesanal. De la vida alfarera de la calle quedan aún muchos vestigios, como las fachadas de algunos inmuebles que, imagino que por ser declarados bien de interés cultural, permanecen inalterables, aunque su interior sí haya sufrido sustanciales modificaciones. Uno de esos edificios es el taller Montalván, el que regenten las tías de Macarena, y que tendrá un papel primordial en esta novela.





Yo paso cada día, en varias ocasiones, por delante de la puerta de ese edificio y, aunque alguna vez me he parado a contemplarlo, lo cierto es que nunca le he prestado especial atención. Ya sabéis que las prisas del mundo en el que vivimos, no nos deja contemplar lo que nos rodea y ha sido ahora, con la lectura de La dama de La Cartuja, cuando he querido fijarme en los detalles, en esas paredes llenas de vistosos azulejos de diversos colores. En esta calle, si no me equivoco, ya no quedan nada más que un par de talleres. En su lugar, sí que hay bastantes tiendas de cerámica que son un reclamo fantástico para los turistas.

Pero, más allá de los escenarios, la novela me ha resultado especialmente interesante por abordar la industria de la cerámica y la loza que es tan conocida en el barrio de Triana. Y, más concretamente, por poner el foco de atención en la labor de La Cartuja. Recuerdo perfectamente cómo mi madre hablaba con admiración de las vajillas de La Cartuja. Para las mujeres de su generación, tener alguna pieza de cerámica de esa fábrica era un signo de distinción, una pequeña joya que exponer a la vista de todo el vecindario. Sin abrumar, Inma Aguilera nos da suficientes detalles sobre cómo se fabricaban la piezas en aquella fábrica y las técnicas que se empleaban para que el resultado fuera perfecto.

He disfrutado muchísimo de la trama de esta novela, que tiene un cierto carácter costumbrista, a la que no le faltan giros y sorpresas. A lo largo de sus páginas acompañaremos a esas tres mujeres en su transitar por la vida. Son mujeres humildes, de familias sencillas, que terminarán por recalar en la fábrica de loza, donde tratarán no solo con el resto de operarios sino con otras personas de clase social más alta, y que ocupan cargos más importantes. 

Los personajes

La autora construye una galería de personajes sólidos, con una personalidad fuerte y bien definida. Durante la presentación, le pregunté por las tres mujeres protagonistas y nos contó que el número tres tiene mucha importancia en la novela. Pero, ¿cómo son estas mujeres?

* Felisa. Una mujer que se guarda sus sentimientos. Como mencionó Aguilera en la presentación, es un personaje más complejo. «Todo el mundo cree que es tímida pero, en el fondo, es prudente». Felisa me ha resultado ese personaje al que la vida vapulea, como si no tuviera derecho a ser feliz.

Macarena. Alegre y vivaracha, para mí es de los personajes que más me han gustado. Es un alma libre, coqueta, descarada, que no calla ni debajo de agua. Tiene muchísimo desparpajo, es natural y espontánea, pero también muy inteligente. No mide sus palabras ni tampoco sus actos, así que aportara mucha jarana y algarabía a la trama. Es un personaje divertidísimo, cuyos diálogos y ocurrencias te van a hacer reír, «pero, por dentro, también es un personaje muy dulce, muy tierna y muy profunda», apuntó la autora. A pesar de ese carácter alegre, también momentos en los que lo pasará mal.

* Trinidad. Británica de nacimiento, es un personaje que conecta con el pasado más reciente del barrio de Triana, con ese gremio de alfareros,  y con los últimos años de La Cartuja. 


«Vio el periódico del día anterior, abierto por la noticia de la que habían estado hablando toda la tarde. "La Cartuja de Sevilla apaga sus hornos. Mil doscientos obreros pierden su empleo tras más de sesenta años dedicados a la industria de la loza" rezaba el titular, y un grabado de una fábrica acompañaba la noticia». [pág. 286]


Como dije antes, ella va en busca de la verdad. Es un personaje que, si bien llegó con cautela a Sevilla, poco a poco se va abriendo, y se va adaptando a su entorno, espoleada por el carácter tan natural y espontáneo de la gente del barrio con la que se topa, como, por ejemplo, Lola, una posadera que la acoge como si fuera una hija.

Y si bien he mencionado a estas tres mujeres, debo decir que la novela es muy coral y por sus páginas vamos a ver personajes de distintas clases sociales, cada uno de ellos enclavado en su contexto histórico. Al igual que le ocurre a Felisa, Macarena y a Trinidad, son personajes perseguidos por las tragedias, pero  también tendrán sus pequeños momentos de felicidad.

* Conrado es un joven de 25 años, muy atractivo, testarudo y persuasivo. Trabaja como contable de La Cartuja. Es habilidoso con los números pero le resta mérito el que sea un auténtico crápula. Sus tres pasiones son las mujeres, el vino y el juego, y cuando entra en escena ese trío de ases acostumbra a perder los papeles. Conrado es otro de esos personajes al que veremos evolucionar. Si bien, al principio lo percibiremos como un sinvergüenza, con el paso de las páginas, la vida lo pondrá en su sitio, y tratará de enmendar todo el daño que ha hecho, aunque sea a base de un enorme sacrificio.

* Brígida es la esposa de Max Roberts, uno de los socios de la fábrica. Es una mujer muy manipuladora. En la presentación lo dije medio en broma pero Brígida es como una mezcla entre la señorita Rottenmeyer de Heide y Maléfica. En cualquier caso, a mí me parece que Brígida es víctima de sus propias circunstancias. Quién sabe si, de haberse criado en otro entorno, la mujer adulta en la que se convirtió hubiera sido de otro modo. Según Inma Aguilera fue el personaje que más le costó crear porque no quería convertirla en un estereotipo, pero sí ha buscado que el lector se sorprenda con los actos y los giros que su comportamiento dará a la novela. 

* Esteban es el sobrino de doña Brígida. En principio, iba para cura y por eso, algunos jóvenes se mofan de él, apodándolo «El Clérigo». Pero, a raíz de ciertos sucesos, su destino giró en redondo. Su tía Brígida lo acogió bajo sus faldas y se lo llevó como aprendiz a La Cartuja. Tenía intención hacer de él un artista, así que lo convierte en su protegido. A mí me resulta un hombre atormentado, alguien que se infravalora, que no se quiere y que, dependiendo de las circunstancias, actúa de un modo u otro. Es un personaje tan ambiguo que va a provocar emociones contradictorias en otros personajes. Parece que está siempre contenido, midiendo sus palabras y sus actos, sin dejarse llevar. Vive encerrado en sí mismo y atado a sus circunstancias. Pero también lograremos ver un cambio radical en él.

* Juan Luis Castro es el supervisor artístico de La Cartuja. Admira profundamente el trabajo que hacen los alfareros y quizá sea esa su vocación frustrada. Los diálogos entre él y Brígida no tienen desperdicio y es que Juan Luis  le tiene cogida la medida a esta mujer.

* José Antonio Padilla. Es un joven carpintero de diecisiete años, amigo de Macarena, muy zalamero y por el que beben los vientos muchas jóvenes de Sevilla. Toño, como así se le conoce, trabaja en La Cartuja. Es un joven voluble, cuyo carácter pasa de encantador a agresivo si un buen vaso de vino está presente.

* Justa y Sagrario son las mujeres viudas que han criado a Macarena. Se consideran hermanas pero, en realidad, son socias en el taller de Montalván. Justa y Sagrario, las Moiras, pues así se las define en la novela, son la noche y el día. Si la una tiene un carácter gruñón, la otra es mucho más afable y posee un carácter vivaracho. Pero, lo que es indudable, es que las dos mujeres adoran a Macarena y la han cuidado con el mayor de los esmeros. Las tías, como la joven las considera, darán mucho juego en los momentos en los que las tres coincidan. Mantienen una relación muy bonita, cada una de ellas en su papel para evitar que Macarena se desmadre.

«Era el juego particular de las tías. Una era la estricta, y la otra, la sosegada, aunque sus papeles tampoco eran rígidos». [pág. 40]


La fábrica de La Cartuja

Hasta el momento he hablado de personajes por cuyas venas corre la sangre, pero hay un par de ellos más que, sin ser de carne y huesos, van a tener un gran protagonismo en la novela. Por un lado, tendremos La Cartuja, esa fábrica de loza, cerámica y vidrio que, entre 1841 y 1982, ocupó los terrenos que anteriormente formaban parte del Monasterio de Santa María de las Cuevas, ese edificio imponente, del que sobresalen como vigías que protegen Sevilla, sus chimeneas, sus altos hornos de cocción, que llegaron a tener nombre propio. Esa fábrica, fundada por un británico de nombre Charles Pickman, y que hoy alberga el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, fue el lugar en el que, siendo monasterio, Cristóbal Colón preparó su viaje a las Indias.

«Carlos Pickman había comprado La Cartuja aprovechando las expropiaciones de las tierras y los bienes pertenecientes a las órdenes religiosas españolas, y que el complejo de edificios del monasterio estaba muy deteriorado a causa de la invasión napoleónica. Requería una gran inversión que no cualquier comprador podía permitirse. Pickman y sus socios dedicaron años a las reformas para convertirlo en una fábrica». [pág. 62-63]

En la presentación, Inma Aguilera nos comentó que Charles Pickman tuvo una vida muy interesante en su juventud, aunque en la novela lo vamos a conocer en su momento de madurez, y cuando ya está instalado en Sevilla. «Desde muy joven se mete de lleno en la industria familiar, en el mundo de los ceramistas de Stratfordshire». Tenía negocios en Cádiz pero allí no le fueron bien las cosas y decidió venirse a Sevilla, donde triunfó. «Quiso integrarse tanto en la ciudad que pidió que se le llamara don Carlos». La autora nos comentó que Pickman estaba obsesionado con crear una industria aquí, que fuera realmente sevillana, aunque la maquinaria y las técnicas se las trajera de Stratfordshire. La idea era que los ceramistas británicos enseñaran esas técnicas a los sevillanos. Ahora bien, y esto también lo veremos en la novela, a los alfareros de Triana no le hacía mucha gracia que llegara un británico a decirles a ellos cómo hacer cerámica y loza. 

«Ese hombre vino a cuestionar seiscientos años de historia y tradición sevillanas» [pág. 50-51]

Lo era lo mismo una pieza de cerámica hecha en la fábrica que en un taller. Por ejemplo, el taller Montalván «se caracterizaba por diseños florales alegres y recargados», en cuyas piezas empezaron a aparecer también figuras humanas y escenas mitológicas, de ahí que a Justa y a Sagrario les pusieran el apodo de las Moiras. Inma nos contó que el trabajo de los talleres era muy artesanal, con piezas hechas a mano, y únicas, frente al trabajo en serie de la fábrica. Sin embargo, en favor de Pickman, hay que decir que él sabía lo que valía el trabajo de los alfareros, a los que consideraba más artistas que operarios de su fábrica. De hecho, para él, la calle Alfarería era lo más parecido al cielo. 

Tanta fama adquirió La Cartuja que se convirtió en proveedor oficial de la Casa Real. Hicieron una vajilla en honor de Isabel II y como parte de la trama de la novela, veremos que Pickman organizada un concurso entre los artistas de su fábrica para hacer otra vajilla en honor del rey Amadeo I de Saboya, y que dará sentido al título de la novela. 

Estructura y estilo

La estructura de La dama de La Cartuja permite una lectura muy dinámica, de tal modo que el lector se mantiene entretenido página tras página. Inma Aguilera entrelaza las tres historias con mucha habilidad, de tal modo que existe un respetuoso equilibrio entre los tres hilos narrativos y temporales. Ninguno de ellos sobresale más que el otro aunque, en mi caso, ha sido inevitable que siga con más interés lo que le ocurre a Macarena que al resto de las mujeres. Tengo predilección por ella. 

Aguilera se decanta por descripciones precisas que ayudan al lector a componer las escenas en su mente. Perfila los personajes reseñando sus cualidades más singulares y que los hacen únicos, mientras que con respecto al proceso de la fabricación de la loza y la cerámica, tal y como señalé antes, añade detalles que nos ayudan a comprender cómo se desarrollaba, sin llegar a abrumar. 

La novela se estructura en dos partes más un epílogo, a lo largo de los cuales se distribuyen veintiún capítulos de media extensión, más un epílogo, con el que se cierra las diversas incógnitas que han ido surgiendo en la novela. 


Por ir terminando, cerraría diciendo que La dama de La Cartuja es una novela histórica y costumbrista, en la que el amor está muy presente en todos los sentidos. No solo veremos el amor romántico, sino también el amor al arte y la creación. Por otra parte, la trama está llena de secretos, de asuntos inconfesables y de terribles desgracias, que mantendrán a sus personajes (y al lector) en vilo. Para mí, una lectura muy recomendable.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (tapa dura), aquí (Kindle) y aquí (Audiolibro):




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