P.M.- Sí, muchísimo más.
M.G.- En el libro hay un capítulo en el que tú cuentas que tu padre empieza a dar de comer, a dar el catering, a los equipos de cine. Esa parte es muy bonita. Me ha parecido muy interesante ver cómo tu padre pasa de ser el chófer en una buena casa a dar de comer a los actores y a los directores de cine.
P.M.- Mi padre era una persona muy emprendedora y muy inteligente. No tenía estudios pero era una persona que tenía mucha visión para los negocios. Le definen muy bien todos los restaurantes de los que se fue encargando. Y yo pongo ahí la palabra catering pero claro, eso es una palabra nueva. Él se moriría con esa palabra. Nunca hubiera dicho catering porque ni siquiera conocía esa palabra. Él decía que era hostelería en exteriores, que es mucho más bonito que catering. Y sí, en aquellos años, en los 70 y los 80, pues él se encargaba de dar de comer a los equipos de rodaje, en las películas de Carlos Saura, de Elías Querejeta, de Víctor Erice, o Pilar Miró. A todos, a los actores, a los electricistas, a los de efectos especiales,...
M.G.- Tenía que contratar a gente para dar de comer a todo el equipo.
P.M.- Bueno, había un núcleo duro, digamos, pero sí, cuando se rodaba fuera, en Almería, en Huesca, o en Cuenca, tenía que contratar a más gente.
M.G.- Y tú lo ayudabas porque empezaste muy pequeñita. ¿Qué recuerdos tienes de esos años? Te parecería un mundo muy mágico.
P.M.- Sí, la verdad es que yo era muy pequeña pero creo que no era consciente. Ahora, tomando distancia, ha sido muy bonito recordar a Alfredo Landa, a Amparo Muñoz, la pobre y otros tantísimos actores y actrices, como Rafaela Aparicio o Paco Rabal. Todos ellos han dejado tanto culturalmente en este país... La mayoría de los actores de esa época ya no viven.
M.G.- Y tu padre fallece pronto, cuando tenías unos veinte años.
P.M.- Sí.
M.G.- Imagino que si él llega a ver hoy, con sus propios ojos, hasta dónde has llegado, se sentiría muy orgulloso.
P.M.- Creo que él lo sabe y me manda mucha energía. Soy muy creyente y a mi padre lo tengo muy presente.
M.G.- Pero fíjate que tú cuentas, en ese momento en el que él fallece, que te querías alejar un poco de los fogones porque era algo muy doloroso para ti.
P.M.- Sí, sí, es que se murió de un infarto fulminante y a mí eso, a los veinte años, me desestabilizó bastante. Estuve un poquito perdida.
M.G.- Por suerte, las cocinas te recuperaron. Y Pepa, otra cuestión importante de la que hablas en el libro es sobre la importancia de comprar buenos alimentos. Y creo que todos, los consumidores, las amas de casa, los que tenemos que cocinar todos los días queremos comprar buenos alimentos pero claro, también creo que al sistema hay que darle una vuelta porque el producto bueno llega carísimo al consumidor final. El agricultor cobra muy poco. Hasta tal punto de que, a veces, ni le compensa recoger la cosecha.
P.M.- Sí, hay que darle una vuelta, sí. Pero es que, además, nos vamos a quedar sin muchísimas variedades por no ayudar al campo, al mundo agro, en general, porque también hay que ayudar a la ganadería. Nos vamos a quedar sin muchísimos productos en nuestra despensa, productos que han conseguido que, ahora mismo, España sea el mejor destino gastronómico del mundo. En la lista de los diez mejores chef del mundo, siempre hay cinco o seis españoles, gracias a ese trabajo que se ha hecho. Tenemos una responsabilidad muy grande y esto hay que cuidarlo. Hay que seguir luchando. Yo soy muy luchona. Voy al campo, y compro a los pequeños productores, y al pequeño quesero. Es la única manera de mantenerlos y que ellos sigan trabajando.
M.G.- Es que a algunos ni les merece la pena mantener el campo. De hecho, muchos están vendiendo o alquilando las tierras y ahora se ven más campos de placas solares que otra cosa. Al menos, aquí en Andalucía.
P.M.- Sí. Y el que tenía antes doscientas ovejas, ahora tiene cien o cincuenta. A todo esto hay que darle una pensada, sí.
M.G.- Exactamente. Y cuéntame esto que dices que las abuelas eran ya sostenibles en su época.
P.M.- Sí, es que eran magas. Las pobres no sabían de economía pero sí hacían economía familiar. Gestionaban residuos y de un mismo plato, luego salían cinco platos más. Hablamos de recetas tan maravillosas como el salmorejo, que es cocina de aprovechamiento, o como son las croquetas o las migas. Son recetas tradicionales nuestras, pero son recetas de aprovechamiento. Y luego hacían otra cosa maravillosamente bien porque antes éramos más de familia. Nosotros, por ejemplo, somos seis. ¿Y qué hacían? Pues gestionaban la ropa, de un hermano pasaba al siguiente, o si una prenda tenía un roto en la codera, pues le cortaban las mangas.
M.G.- Se reciclaba y se reutilizaba todo.
P.M.- Todo. Recuerdo que, de una pata de un pantalón, se hacían almohadones. Se tiraba muy poquito. En mi casa era así.
M.G.- El libro tiene muchas fotos, muchísimas. Me ha encantado verlas y fijarme en todos los detalles. ¿Cómo ha sido seleccionar exactamente estas fotografías?
P.M.- Tenía muchísimas fotos pero había que seleccionar porque tampoco quería cargar el libro con demasiadas fotos. Me puse con Mila y seleccionamos estas. Hay mucha gente que no aparece en estas fotos pero eso no quiere decir que no sean importantes. Hay muchísima gente anónima que son muy importantes para mí y son maravillosas. Pero bueno, teníamos que hacer una selección. Al final, fuimos eligiendo algunas que, por mi profesión, aparezco con otros cocineros. Tengo muy buenos amigos, que me quieren mucho. Y luego hay fotos con actores, con actrices, flamencos, toreros,... Hay de todo.
M.G.- Y cantantes. A ti te gusta mucho cantar. Y me he quedado alucinada porque no sabía que también eras rociera. Esto, ¿de dónde te viene?
P.M.- Pues mira, mi madre, sevillana, y mi padre, cordobés. Un amigo mío, el Nene, de Sanlúcar la Mayor, que cantaba, al que conocí en Madrid, y luego, otro amigo mío, Renato, que ha fallecido hace poco, fueron los que mi iniciaron en el Rocío. Tenía unos dieciocho años cuando hice mi primer Rocío con Triana. Luego, me hice de la hermandad y fui conociendo a más gente. Y no faltaba un año. Cuando falleció mi padre sí dejé de ir. Estuve cinco años sin ir al Rocío pero luego, volví a retomarlo.
M.G.- ¿Pero lo haces todos los años?
P.M.- Sí, aunque desde la pandemia, no lo he vuelto a hacer.
M.G.- Y siempre con Triana. A ver si te veo, que yo tengo la capilla del Rocío de Triana muy cerca de casa. Así que ya te veré.
P.M.- ¿Ah, sí? (Ríe)
M.G.- Sí. Y Pepa, algunas de las recetas que encontramos en el libro son recetas que tú ofreces en tu restaurante. Tú apuestas por una cocina tradicional.
P.M.- Esa es mi filosofía. Es en lo que creo y la que tiene identidad para mí. Además hay algo importantísimo como es la salud y para eso es fundamental la cocina tradicional, con nuestras legumbres, nuestras verduras, nuestros pescados, en definitiva, con nuestra dieta mediterránea.
M.G.- Lo que pasa es que, a veces, cogemos un libro de cocina, o vemos algún programa de televisión, y nos hablan de unos ingredientes que son un poquito complicados de encontrar.
P.M.- A España ha venido mucha gente de otras culturas que han introducido sus ingredientes y sus recetas. Se han creado conceptos nuevos como un taco de no sé qué, o un pan bao con rabo de toro. Hay mucha fusión, ¿sabes? Pero eso hace que la gastronomía crezca. Yo tengo mis propios principios y voy por otro lado. Prefiero el rabo de toro solo a hacerlo en pan bao. Pero bueno, la cocina tiene que crecer, y tiene que haber gente para todo y sitios para todos y para todo tipo de economías.
M.G.- Entiendo. Pero, alguna vez te hemos visto en Masterchef, un programa que yo sigo mucho porque me gusta, de verdad.
P.M.- Está muy bien hecho.
M.G.- Sí pero como sigan haciendo ediciones y sigan saliendo más gente a la que le gusta cocinar, la competencia va a ser brutal. Va a haber excedente de cocineros.
P.M.- Eso sí que es verdad. Ahora mismo hay muchísimos cocineros. Pero fíjate qué contradicción. Por un lado, hay mucho cocinero pero, por otro lado, falta mano de obra en los restaurantes y en los hoteles. No todo el mundo puede salir de la tele. Hay que trabajar en las cocinas.
M.G.- Por cierto, el nombre de tu restaurante tiene un significado muy concreto.
P.M.- Sí, se llama así porque cuenco, es el primer instrumento que inventó el hombre para comer pero está escrito con diéresis porque viene del castellano antiguo.
M.G.- Curioso. Y dices en el libro que mentirías si dijeras que siempre quisiste dirigir un restaurante. No entraba en tus planes.