Editorial: Espasa.
Fecha publicación: marzo, 2013.
Nº Páginas: 312.
Precio: 19,90 €
ISBN: 978-84-670-1380-1
Autor
Arcadi Espada (Barcelona, 1957 www.arcadiespada.es) escribe en el diario El Mundo. Entre sus libros figuran Contra Catalunya, Raval, Diarios (Premio Espasa de Ensayo), Notas para una biografía de Josep Pla y Ebro/Orbe.
Sinopsis
Últimos meses de 1944. Casi medio millón de judíos húngaros han sido ya deportados a los campos de exterminio. El Danubio es una fosa. Las embajadas de los países neutrales tratan de salvar a los perseguidos que en condiciones de vida infrahumana aún se refugian en Budapest. En la legación de España, Ángel Sanz Briz y un valiente grupo de franquistas buenos aplican con especial pasión humanitaria las instrucciones del gobierno de Franco, que ve en la protección de los judíos un salvoconducto ante el sombrío futuro que presagia la inminente derrota nazi.
Arcadi Espada ha escrito con mano maestra la crónica del invierno húngaro, cuerpo a cuerpo con sus obsesiones sobre la hosca verdad de los hechos y el voluptuoso brillo de la leyenda.
[Información facilitada por la editorial]
Siempre que comienzo a leer un libro tengo la costumbre de anotar el día que lo inicio y que lo termino. Casualidades de la vida, comencé a leer En nombre de Franco el pasado 18 de julio, sin premeditación alguna.
Dividido en dos partes, una más directa que la otra, En nombre de Franco rescata del pasado la figura de un héroe anónimo, de esos que riegan la Historia y de los que pocos se acuerdan o bien se recuerdan desfiguradamente. Me refiero a Ángel Sanz Briz, un joven diplomático, franquista, destinado en la legación española en Budapest durante la peor época que se recuerda, un aragonés que durante aquel terrible invierno húngaro de 1944, consiguió salvar la vida de miles de judíos. Un Oskar Schindler o una Irena Sendler, personas a las que infinidad de familias le estarán eternamente agradecidas.
No era la primera vez que me acercaba a la figura de Ángel Sanz. Ya había tenido noticias de su buen hacer a través de una película para televisión que Luis Oliveros dirigió en 2011 con un título más que acertado, El ángel de Budapest. Basada en el libro de Diego Carcedo, Un español frente al holocausto, la película retrata la figura de Sanz Briz, interpretada por Francis Lorenzo, como la de un hombre al que los acontecimientos que le rodean le remuerden la conciencia. Ver el trato que recibían los judíos por parte de los nazis y de la propia policía húngara apenas le impedían dormir y una noche de insomnio profundo cree encontrar la solución. Arropado por el Real Decreto que el gobierno de Primo de Rivera promulgó en 1924 por el que se reconocía la nacionalidad española a todos los judíos descendientes de aquellos expulsados por los Reyes Católicos en 1492, Sanz Briz insta a su gobierno y pide refrendo para localizar a todos los judíos sefardíes de entre la población húngara para facilitarle pasaporte español y documentos de protección que los libraría de una muerte asegurada en mano de los nazis. Sanz Briz actuó siguiendo órdenes del gobierno franquista, que se esforzaba por mantener la neutralidad mientras que el Reich de los Mil Años se difuminaba en un sueño. Este diplomático salvó a todos los que pudo poniendo al servicio de la causa sus propia casa y su dinero. Un héroe anónimo al que la historia no ha tratado bien. Pero esta es la película y yo he venido aquí a hablaros del libro de Arcadi Espada.
Cuando asistí a la presentación de esta publicación allá por el mes de abril del año pasado, el conductor del acto, Carlos Herrera, le preguntó al autor si no era demasiado arriesgado publicar un libro con un título que contuviera el apellido Franco. No recuerdo exactamente las palabras de respuesta de Arcadi Espada pero imagino que diría que la verdad está por encima de todo y que, al igual que vilipendiamos lo malo, también deberíamos ensalzar lo elogiable, aunque «Lo que se esperaba de los malvados, lo que cuadraba perfectamente con el mito del contubernio judeomasónico, una expresión, por cierto, que Franco no usó nunca públicamente, es que el gobierno colaborara activa y alegremente en el exterminio de los judíos». Recalco que este libro no pretende beatificar la figura de Franco, pero sí dejar constancia de un hecho que ha pasado casi de puntillas, de unos actos meritorios llevados a cabo por un franquista bueno, como se menciona en la sinopsis, un hombre que, independientemente de su ideología, siguió las pautas dictadas por su corazón y su conciencia para salvar la vida de miles de personas. Lo hizo con el conocimiento del gobierno franquista, al que expuso la situación que se vivía a su alrededor y siguiendo órdenes, así actuó.
Cuando tomé este libro de la estantería pensé que me enfrentaba a la narración de unos hechos reales de manera novelada pero lo que me he encontré era más bien un ensayo, un género al que no acostumbro por resultarme demasiado académico. Sin embargo, el objeto de este libro me parece tan interesante y todo lo argumentado está tan bien explicado, con un sin fin de referencias, que su lectura me ha supuesto un placer.
Arcadi Espada quiere contar la verdad de Ángel Sanz Briz porque «la familia de Sanz Briz nunca supo qué hacer con su héroe». Para narrar su vida, el autor viaja a los escenarios, lee libros, investiga entre la documentación archivada en el Ministerio de Asuntos Exteriores, se entrevista con descendientes, revisa diarios, telegramas y cartas pertenecientes al patrimonio personal de los protagonistas de esta historia,... Todo para dar a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César.
A modo introductorio nos presenta los inicios del protagonista, cuando con 25 años trabajaba como funcionario de carrera en la Sección de Protocolo del Ministerio del Estado, su llegada a Budapest en mayo de 1942 como Secretario 2º de la embajada, siendo ya un hombre casado con Adela Quijano, y cómo, tras la marcha de su predecesor, Miguel Ángel Muguiro, se hizo cargo de la legación española. Al frente de la misma estuvo hasta noviembre de 1944, fecha en la que abandonó Budapest por orden de su gobierno. Este libro recoge su actuación mientras estuvo a cargo de la legación y su afán por salvar el máximo número de vidas posibles.
A modo introductorio nos presenta los inicios del protagonista, cuando con 25 años trabajaba como funcionario de carrera en la Sección de Protocolo del Ministerio del Estado, su llegada a Budapest en mayo de 1942 como Secretario 2º de la embajada, siendo ya un hombre casado con Adela Quijano, y cómo, tras la marcha de su predecesor, Miguel Ángel Muguiro, se hizo cargo de la legación española. Al frente de la misma estuvo hasta noviembre de 1944, fecha en la que abandonó Budapest por orden de su gobierno. Este libro recoge su actuación mientras estuvo a cargo de la legación y su afán por salvar el máximo número de vidas posibles.
Junto a Sanz Briz hubo otros miembros de la legación que también lucharon en favor de aquel plan, más o menos improvisado, que orquestó el diplomático arropado por el gobierno de Franco para salvar a los judíos. El abogado Zoltan Farkas y Elisabeth Tourné, ambos judíos y empleados en la legación antes incluso que Sanz Briz se pusiera al frente de la misma, fueron testigos de cómo el aragonés se desvivió por la misión encomendada. Su humanidad, su compasión, su sincero deseo de liberar de la masacre a tantas y tantas personas le sirvieron para enfrentarse a nazis y al gobierno húngaro. Respaldado por el Real Decreto de Primo de Rivera mencionado antes, primeramente consiguió otorgar pasaporte español a todos los sefardíes, pero no fue suficiente. Aún quedaban muchísimo judíos cuyo nefasto destino revoloteaba sobre sus cabezas. Así pues, se las ingenió para emitir documentos de protección para todos aquellos judíos, que de un modo u otro, aunque fuera remoto, tuvieran algún tipo de vínculo con España. Y no quedó ahí la cosa...
«En la correspondencia de Sanz Briz con su ministerio hay abundantes alusiones a pasaportes, salvoconducto y listas de protegidos. Del conocimiento de su correspondencia particular se deduce también que escondió judíos en Villa Széchenyi, su casa de la parte de Buda, y hasta en la propia legación española, lo que da idea de su noble y humanitario compromiso». [Pág. 115 -116]
Pero Ángel Sanz Briz tuvo una mala sombra, la de Giorgio Perlasca, el que se llevó los méritos y las alabanzas. Un italiano nacido en Como, comerciante de carnes que llegó a Budapest tras la caída de Mussolini en el otoño de 1943, y cuya colaboración como combatiente voluntario en las tropas franquistas durante la Guerra Civil española le valió para que el diplomático lo acogiera en la legación como miembro del personal. Perlasca, que debía haber estado eternamente agradecido a Sanz Briz, pues sin su ayuda jamás hubiera llegado a los ochenta y dos años, traicionó al diplomático, usurpando su puesto y, haciéndose pasar por responsable de la legación, se colgó todos los méritos de Sanz Briz, asegurando que el diplomático huyó de Hungría, a escasas semanas de la entrada del ejército ruso en la ciudad, no por órdenes del gobierno sino más bien por cobardía y por su deseo de poner a salvo a la que entonces era su amante, «la baronesa Podmaniczky, propietaria de la casa de enfrente de la legación española», abandonando a su suerte a todos los judíos a los que había dado cobijo. Pero Arcadi Espada pone los puntos sobres las ies:
«Se ha marchado con el acuerdo de su gobierno, pero con una grave preocupación en la cabeza: la suerte que puedan correr sus protegidos judíos. Sabe hasta qué punto ha sido difícil mantenerlos a salvo de las incursiones nyilas y cuántas veces ha tenido que protestar violentamente ante los funcionarios húngaros por los asesinatos, las vejaciones y el maltrato. Si estando él en Budapest las casas han sido a veces asaltadas, es fácil que imagine lo que puede suceder ahora». [Pág. 127-128]
En los informes que Perlasca dejó a su paso, manifestaba que él había realizado infinidad de gestiones con el gobierno húngaro para salvar a los judíos, pero él solo hablaba español e italiano. ¿Cómo se entendían entonces? Arcadi expone tras la investigación realizada que el italiano estaría presente en aquellas negociaciones, eso no hay por qué negarlo, pero no las dirigió. Para ello, la legación ya contaba con el abogado Zoltan Farkas y madame Tourné.
El mito de Perlasca como héroe de la embajada española ha perdurado a lo largo del tiempo. Incluso se le concedió La Orden de Isabel la Católica por su labor en Budapest. Ángel Sanz Briz también la recibió pero por otro motivo distinto.
Giorgio Perlasca murió en 1992. Se marchó envuelto en gloria y su recuerdo se mantiene vivo gracias a la labor que su hijo y su nuera desarrollan en la fundación que lleva su nombre. Por su parte, Ángel Sanz Briz murió en el olvido. Poco se ha hablado de él. Creo que este libro y su autor han hecho un acto de justicia.
Decía al principio de esta reseña que En nombre de Franco está estructurado en dos partes, siendo la segunda la más directa. En ella he sentido toda la inquina del autor contra Giorgio Perlasca, L'impostore, pues Arcadi Espada se dirige directamente al italiano, enfrentándose a él y exhibiendo ante tus ojos la realidad que se esconde tras su leyenda, rebatiendo las informaciones que Perlasca manifestaba en sus informes. El lector asiste a este rapapolvo en un discreto segundo plano:
El mito de Perlasca como héroe de la embajada española ha perdurado a lo largo del tiempo. Incluso se le concedió La Orden de Isabel la Católica por su labor en Budapest. Ángel Sanz Briz también la recibió pero por otro motivo distinto.
Giorgio Perlasca murió en 1992. Se marchó envuelto en gloria y su recuerdo se mantiene vivo gracias a la labor que su hijo y su nuera desarrollan en la fundación que lleva su nombre. Por su parte, Ángel Sanz Briz murió en el olvido. Poco se ha hablado de él. Creo que este libro y su autor han hecho un acto de justicia.
Decía al principio de esta reseña que En nombre de Franco está estructurado en dos partes, siendo la segunda la más directa. En ella he sentido toda la inquina del autor contra Giorgio Perlasca, L'impostore, pues Arcadi Espada se dirige directamente al italiano, enfrentándose a él y exhibiendo ante tus ojos la realidad que se esconde tras su leyenda, rebatiendo las informaciones que Perlasca manifestaba en sus informes. El lector asiste a este rapapolvo en un discreto segundo plano:
«Del relato de sus frecuentes diálogos y restos, con los nazis nyilas, en la calle o en los despachos, siempre me sorprende la facilidad con que usted conseguía sus propósitos ante los bichos peores y más acosados de Europa. No traería esta admirada sorpresa aquí, no obstante, si no la sostuviera un hecho objetivo. Usted no hablaba húngaro. Es improbable que los policías y la milicia nyilas hablaran otro idioma además del húngaro. Y es más improbable aún que cualquiera de los vehementes encuentros con las bestias que usted describe pudieran desarrollarse en italiano o español, las únicas lenguas en las que usted podía manejarse. Falta alguien a su lado, signore. Hablaba húngaro, conocía la política húngara y era un experimentado conocedor de las leyes de la diplomacia húngara. A veces, es verdad, no tienen más remedio que mencionarle en su informa. Pero siempre apartándole. Un acompañante. Debo serle sincero: creo más bien que el acompañante fue usted. El acompañante del abogado Zoltán Farkas. Hay algo, signore, que no podré perdonarle, se lo anticipo. El tratamiento que da en sus relatos a dos de los héroes de la embajada de España: el abogado Zoltán Farkas y madame Tourné». [Pág. 147]
Con sesenta y seis capítulos de muy corta extensión, En nombre de Franco refleja una ardua labor de investigación, siguiendo los pasos de Sanz Briz. Son múltiples los testimonios, crónicas periodísticas, informes,... que su autor ha consultado y de todos ellos se da debida cuenta en los anexos, donde se recopila muchísima información interesante. Uno de esos anexos hace referencia a la página web creada a propósito de este libro y que te recomiendo consultar pues en ella encuentras el vídeo promocional, fotografías y documentos originales escaneados,...
Siempre digo que si un libro te permite aprender además de entretenerte cumple doblemente su cometido.En nombre de Franco no solo me ha parecido una lectura muy interesante sino que también me ha hecho más sabia, descubriéndome con todo lujo de detalles la figura de Ángel Sanz Briz, aquel ángel de Budapest como lo apodó el cineasta Oliveros. Un hombre, cuya labor en el invierno húngaro de 1944 debería ser conocida por todos. Su memoria no debería de haber pasado tan desapercibida. Por eso desde aquí me gustaría recomendar la lectura de este libro. No es una simple narración más sobre la tragedia judía, sobre lo malo que fueron los nazis, sobre el horror que vivieron millones de personas.En nombre de Franco es un acercamiento a un ser humano cuyas circunstancias supuso la salvación de miles de personas.
Os dejo con una frase recogida en el libro que me ha parecido terriblemente impactante:
Siempre digo que si un libro te permite aprender además de entretenerte cumple doblemente su cometido.En nombre de Franco no solo me ha parecido una lectura muy interesante sino que también me ha hecho más sabia, descubriéndome con todo lujo de detalles la figura de Ángel Sanz Briz, aquel ángel de Budapest como lo apodó el cineasta Oliveros. Un hombre, cuya labor en el invierno húngaro de 1944 debería ser conocida por todos. Su memoria no debería de haber pasado tan desapercibida. Por eso desde aquí me gustaría recomendar la lectura de este libro. No es una simple narración más sobre la tragedia judía, sobre lo malo que fueron los nazis, sobre el horror que vivieron millones de personas.En nombre de Franco es un acercamiento a un ser humano cuyas circunstancias supuso la salvación de miles de personas.
Os dejo con una frase recogida en el libro que me ha parecido terriblemente impactante:
«En Birkenau solo se muere de muerte natural, porque lo natural y recomendado para el judío es darlo a la muerte». [Pág. 122]