Editorial: Plaza y Janés.
Fecha publicación: 1997.
Nº Páginas: 360.
Precio: -- €
ISBN: 978-84-012-5010-1
Autora
Fort Worth, (1921-1995). Patricia Highsmith fue en vida una trabajadora infatigable y minuciosa, no en vano no publicó obra alguna sin que hubiera sido revisada en múltiples ocasiones. Jamás se plegó a las normas del mercado y las modas. Sus libros narran las historias de hombres y mujeres en situaciones comunes que se tornan peligrosas y los obligan a defenderse con una moral egoísta y tramposa. Highsmith fue una exploradora del sentimiento de culpabilidad y de los efectos psicológicos del crimen sobre los personajes asesinos de sus creaciones.
Sinopsis
Robert abandona Nueva York porque ya no puede soportar las disputas con su mujer. Se refugia en un lugar de Pennsylvania para trabajar y encuentra sosiego contemplando a través de las ventanas de su casita a una muchacha desconocida. Pero Robert se verá envuelto en un caso de asesinato.
[Información facilitada por Casa del Libro]
Recuerdo que siendo jovencita me gustaba mucho leer a Patricia Highsmith. Junto a Agatha Christie, eran mis lecturas del verano, algo que se intensificó cuando, al empezar a estudiar la carrera, me obligaba a leerlas en inglés. Por casa anda todavía un ejemplar de The Black House (La casa negra) publicado en 1981. La cosa es que, cuando vi que Marilú, Meg y Ana organizaban el reto Escritoras Únicas y que Patricia Highsmith era una de las propuestas elegidas por Meg, me entraron muchísimas ganas de volver atrás en el tiempo y rememorar aquellos días de verano en los que no tenía absolutamente nada que hacer, tan solo levantarme tarde, desayunar e invertir mi tiempo en lo que me diera la gana sin responsabilidades ni compromisos. No sé qué habrá ocurrido. No sé si mis gustos literarios han cambiado, han madurado, han evolucionado en otra dirección o que la elección hecha no ha sido la más afortunada. La cuestión es que El grito de la lechuza no ha resultado como esperaba. Os cuento.
Robert Forester es un ingeniero industrial que trabaja para Langley Aeronautics diseñando accesorios para avionetas y helicópteros. Tras una depresión motivada por su reciente separación, se trasladó a vivir a una pequeña ciudad, en medio de la campiña de Pennsylvania. De naturaleza solitaria y taciturno, invierte su tiempo libre paseando por los alrededores, sumergido en sus cavilaciones. Un día llega hasta una zona apartada de la ciudad, a una casa en la que contempla a través de las ventanas como una joven, Jennifer Thierof, una muchacha de unos 23 años se afana en sus labores. La chica tiene algo especial. Desprende calma, alegría, serenidad, algo que reconforta la inquietud que Robert padece en su interior y a partir de entonces adquiere la costumbre de visitar a la joven con frencuencia, aunque siempre desde la penumbra. Robert no es un fisgón. En su ánimo no está la idea de acosar a la chica ni hacerle daño, sino simplemente desea contemplarla, pasar un rato en su vida e impregnarse del mimo y el cuidado que ella pone en todas las tareas que hace.
La actitud de Robert supondrá el inicio de una serie de problemas que podrán la vida del ingeniero patas arriba, porque Jennifer no está sola. Su novio Gregory Wyncoop y ella misma comienzan a sospechar que alguien merodea por la casa y efectivamente Jenn sorprende a Robert en una de sus visitas furtivas. Lejos de una reacción adversa, ambos se hacen amigos, una amistad que se fundamenta en los episodios tristes que cada uno acarrea en sus vidas. Parecerá que todo queda aclarado pero nada más lejos de la realidad.
La actitud de Robert supondrá el inicio de una serie de problemas que podrán la vida del ingeniero patas arriba, porque Jennifer no está sola. Su novio Gregory Wyncoop y ella misma comienzan a sospechar que alguien merodea por la casa y efectivamente Jenn sorprende a Robert en una de sus visitas furtivas. Lejos de una reacción adversa, ambos se hacen amigos, una amistad que se fundamenta en los episodios tristes que cada uno acarrea en sus vidas. Parecerá que todo queda aclarado pero nada más lejos de la realidad.
El infierno de Robert no ha hecho más que empezar. Por un lado una ex esposa excéntrica y paranoica que lo tilda de loco a la menor oportunidad posible. Por otro, él se convierte en el confidente de Jenn quién comienza a sentir dudas sobre su futuro enlace con Greg y a mirar a Robert con un interés desmedido que él no consigue controlar. Y para colmo, el novio de la joven verá a Robert como un competidor que hace tambalear su futura vida.
La bola de nieve comienza a hacerse más y más grande. Robert se siente en un callejón sin salida del que no sabrá cómo salir, los celos de Greg aumentan y Jenn se desespera, hasta que los acontecimientos se van sucediendo y adquiriendo cada vez un cariz más grave. Algún hecho luctuoso, sospechas, malentendidos, engaños, y mentiras son los elementos que encontramos en esta trama que va de menos a más sin que haya conseguido engancharme.
¿Qué no me ha gustado del argumento? Principalmente la reacción de Jennifer al pillar a Robert merodeando por la casa. Lo lógico hubiera sido que ella lo denunciara a la policía y, sin embargo, entabla con él una relación de amistad que se solidifica en breve espacio de tiempo.
Los personajes tampoco me han parecido muy convincentes. Tanto Robert como Jennifer parecen inestables emocionalmente y por eso se comportan de manera un tanto difusa, algo que como lectora me ha hecho sentir incómoda, especialmente con Robert que, sabiendo lo que quiere y lo que no, deja que las cosas caminen en una dirección que no le beneficia. En cambio Greg se perfila con mayor precisión, mostrándose obsesivo, desquiciado, celoso y actuando de tal modo. Este último me ha parecido un personaje mucho más definido que los dos anteriores.
Escrita en tercera persona, los primeros capítulos, de los veintiseis que componen la novela, transcurren con cierta lentitud, no sé si en un intento de transmitir la apacible vida de Jenn o porque existe poco diálogo y sí mucha reflexión, quizás para entender a los personajes psicológicamente. Por suerte, el ritmo se incrementa acercándonos al ecuador y el argumento comienza a adquirir tintes cada vez más interesantes con una mayor presencia de diálogo que agiliza la lectura.
En general, el argumento de El grito de la lechuza me ha parecido algo flojo. Entiendo que su base puede resultar interesante: las consecuencias que unos hechos simples en apariencia pueden desencadenar, la evolución de unos personajes que arrastran su particular lastre,... Sin embargo, no he conseguido sentirme enganchada con la lectura y es que no he encontrado profundidad en cuanto a intriga y suspense. La trama se ramifica por caminos que no siempre me han parecido ni lógicos ni convincentes y a mi juicio le falta emoción. Todo esto unido a unos personajes cuyas actitudes y comportamientos me han resultado extraños hacen de esta novela una lectura que me dejó fría como un témpano, especialmente con un final poco satisfactorio.
Existe una adaptación al cine de 1987 de factura francesa que no sé cómo estará pero me apetece mucho verla. Son muchas las novelas de Patricia Highsmith que se han llevado a la pantalla. Recientemente, Las dos caras de enero, un largometraje que tampoco me dijo gran cosa.
En definitiva, que no he tenido suerte con la elección del libro. Desconozco si más adelante volveré a probar suerte con esta autora porque la verdad es que me ha dado mucha rabia volver a aquellos días de verano para regresar al presente con un sabor agridulce.
Existe una adaptación al cine de 1987 de factura francesa que no sé cómo estará pero me apetece mucho verla. Son muchas las novelas de Patricia Highsmith que se han llevado a la pantalla. Recientemente, Las dos caras de enero, un largometraje que tampoco me dijo gran cosa.
En definitiva, que no he tenido suerte con la elección del libro. Desconozco si más adelante volveré a probar suerte con esta autora porque la verdad es que me ha dado mucha rabia volver a aquellos días de verano para regresar al presente con un sabor agridulce.