Editorial: Plaza & Janés.
Fecha publicación: Abril, 2014.
Nº Páginas: 400.
Precio: 19,90 €
ISBN: 978-84-013-4304-9
Carla Montero (Madrid, 1973). Comencé mi carrera literaria con la novela Una dama en juego (DeBolsillo, 2012), que obtuvo el Premio Círculo de Lectores de Novela en el año 2009. Después, me adentré en el mundo del expolio nazi de obras de arte con la novela La Tabla Esmeralda (Plaza & Janés; DeBolsillo, 2013), una historia que ha conquistado a miles de lectores en España y ha sido traducida a varios idiomas. Mi tercera novela, La piel dorada, nació frente a un cuadro en el Museo del Prado y ante la mirada llena de secretos de una modelo desde el lienzo. Con esta historia he querido explorar una figura tan desconocida como fascinante, la de la modelo de arte: ¿quién era?, ¿por qué posaba desnuda?, ¿por qué vivía la límite de la moralidad de su época?, ¿cuáles eran sus sueños?... Escribirla ha sido un viaje maravilloso, emocionante, revelador y aleccionador. Ahora, estoy deseando compartir con mis lectores tales sensaciones a través de la historia de Inés, una mujer muy especial.
Sinopsis
Una trepidante y arrebatadora historia que tiene como protagonista a una misteriosa joven que nos descubre, con su carácter adelantado a su tiempo, el fascinante mundo de las modelos de arte de principios del siglo XX. Pero sobre todo, una mujer que con su cuerpo y su rostro inspiró a quienes la conocieron. Una mujer de la que todos los hombres anhelaron conquistar la piel pero sólo uno llegó a desnudar el alma.
Si alguien me preguntase quién es Inés, no dudaría en la respuesta. Ella es el arte. Arte en cada uno de sus movimientos, en cada uno de sus gestos, en cada instante de su existencia. El arte que estremece y sublima el espíritu, que agita las emociones. La obra de arte más hermosa. Inés.
En 1904 tienen lugar en Viena una serie de asesinatos que conmocionan a la inestable sociedad del imperio. Todas las víctimas son modelos de artistas, mujeres jóvenes y hermosas, de dudosa reputación, que pertenecen a La maison des manequins, una organización creada por la amante y musa de uno de los pintores más afamados de la ciudad: la bella y enigmática Inés.
De la noche a la mañana, Inés se convertirá en la principal sospechosa de los asesinatos. Pero no es la única. El detective Karl Sehlackman se adentrará en la vid de lujo y de arte de la Viena de Fin-de-Siécle y en los bajos fondos de un imperio decadente con la intención de desentrañar el caso más difícil de su carrera policial, ya que los principales sospechosos son su gran amigo de la familia, el príncipe Hugo von Ebenthal, y la mujer de la que se ha enamorado irremediablemente.
[Información facilitada por la editorial]
Jack el destripador, los crímenes de Whitechapel y las prostitutas muertas en los suburbios de Londres fueron acontecimientos que convulsionaron la capital británica a finales del siglo XIX.
Karl Sehlackman era un adolescente cuando todos aquellos hechos ocurrieron y, al igual que toda la población, quedó impresionado por la crueldad de los asesinatos, de los que los periódicos más sensacionalistas se hacían eco. Intrigado por todo el mundo policial y por la psicología de los asesinos, el joven Sehlackman se convirtió en un investigador de la Brigada Criminal de la Policía Real e Imperial de Viena y años después tuvo que enfrentarse a un asesino en serie en la capital austríaca.
Tras esta breve introducción narrada en primera persona en la voz de Karl Sehlackman, la trama da paso al año 1904, época en la que Viena era la capital de un imperio en plena decadencia. A lo largo de unos doce meses se suceden una serie de asesinatos que al investigador le recuerdan a los de Whitechapel. Todas las víctimas son mujeres jóvenes, todas ellas hermosas y todas ganaban algo de dinero posando desnudas para los artistas. Aquellas mujeres recibieron formación en La Maison des Mannequins, una institución regentada por Inés, una de las mujeres más hermosas de la ciudad, enigmática y misteriosa. Inés es admirada por muchos hombres. En el momento en el que nos sitúa el libro mantenía una relación con Aldous Lupu, el pintor más famoso de Viena, de origen moldavo, que la idolatra y la venera, confesando un amor tan exacerbado que incluso llegaría a matar por ella.
La piel dorada conjuga víctimas diversas, un asesino y un investigador, el propio Karl Sehlackman, quién se verá entre la espada y la pared pues todos los indicios señalan a Hugo von Ebehthal, un amigo de la infancia, como el culpable de las muertes. Hugo pertenece una familia distinguida de la ciudad. Es atractivo y algo pendenciero, pues invierte sus días y sus noches en burdeles de mala muerte donde un hombre podía encontrar mujeres tan hermosas como Inés. En el pasado ya estuvo implicado en un caso de asesinato del que consiguió librarle su amigo Karl pero, ¿qué ocurrirá en esta ocasión? ¿Quién se esconde tras estos asesinatos y por qué? ¿Será Aldous Lupu al que los celos lo incitan a asesinar? ¿Es Hugo realmente culpable? Karl tendrá que seguir la pista a un asesino que parece escurrirse con habilidad. No es un personaje especialmente sagaz para dedicarse a las labores detectivescas pero aún así el círculo se irán estrechando cada vez más en torno al cuello del asesino.
Al margen de Karl, Hugo e Inés, juega un papel destacable la tía de Hugo, la baronesa Kornelia von Zeska, una mujer divorciada, moderna, feminista, de carácter abierto y tolerante, que regenta una escuela de arte en la que la mujer tiene cabida, rompiendo así el machismo imperante. Kornelia, siempre rodeada de artistas, mantiene una relación muy estrecha con Alexander de Behr, apodado Sandro, por Sandro Botticelli.
A su vez, Hugo tiene una hermana, Magda von Lützow, casada con un coronel veinte años mayor que ella. Fue un matrimonio de conveniencia para aunar fortuna y título, algo bastante común en la época.
Como veis La piel dorada es un thriller que, en palabras de la propia autora (puedes leer la entrevista que concendió al blog aquí), rinde homenaje al mundo de las modelos, esas mujeres desconocidas y anónimas que posaron frente a fotógrafos y pintores y que a día de hoy, nos miran con ojos mudos desde el pasado. Para muchos eran consideradas meras prostitutas pero eran mujeres iguales a las demás, con inquietudes, miedos y necesidades. Fue precisamente una modelo, una que figura en el cuadro La acróbata de la bola de Picasso, la que detonó la chispa necesaria para que Carla Montero escribiera esta novela en la que el suspense y la intriga flotan constantemente a lo largo de sus páginas, permitiendo al lector avanzar con la lectura mientras lanza sus propias teorías y conclusiones. En mi caso, andaba bastante perdida en cuanto a la identidad del asesino. Erré más de una vez en mis pesquisas y en más de una ocasión me vi sorprendida por bruscos giros en la trama que tanto me gustan.
Y es que son varias las líneas argumentales sobre la que se estructura la historia. Por un lado, contamos con capítulos que recogen la narración de los asesinatos en sí, contados en tercera persona y que se inician con coordenadas geo-temporales para que el lector se sitúe. Unido a esto, otros capítulos mucho más intimistas y narrados en primera persona nos permiten conocer más a fondo al inspector Sehlackman, sus pensamientos más íntimos, su forma de proceder en la investigación.
Pero si hay algo que realmente me ha encantado son los capítulos en los que Carla Montero introduce una voz anónima que interrumpe la narración de los hechos con cierta frecuencia. Son pasajes escritos en cursiva para distinguirlos del resto y que nos permiten acercarnos al asesino. Me ha gustado mucho y me ha parecido muy interesante que intercale estos fragmentos pues de este modo el lector va conociendo la psique del asesino, saber cuáles son sus motivaciones, por qué perpetra tales asesinatos. Por sus palabras sabremos que el personaje arrastra un lastre desde la infancia, un trauma que sale a la luz muchos años después.
Pero esta novela no es solo destacable por su lado más policíaco con esa investigación criminal. También resulta interesante por el retrato que se nos ofrece de una época y una ciudad como Viena a la que se la puede considerar como un personaje más. A través de La piel dorada seremos testigos del transcurrir de una ciudad a la que siempre hemos visto bajo los brillos del lujo y el oropel. Sin embargo, Viena era mucho más que aquello. Especialmente curioso me ha resultado la descripción de esa clase social alta que no solo se movía en ambientes refinados y adoptada poses de moralidad intachable. No. Había mucho más, como un lado más oscuro que todos conocían y que todos compartían pero del que nadie hablaba. Fiestas, orgías y fumaderos de opino estaban a la orden del día, lugares y momentos donde esos hombres y mujeres de alta alcurnia abandonaban su hieratismo para sumergirse en el deseo y el desenfreno. Al mismo tiempo, nos moveremos por las zonas más miserables de la ciudad, conociendo sus suburbios y sus habitantes, la parte más gris de una Viena de grandes edificios y avenidas.
La prosa de Carla es directa y concisa. Otorga a su novela un ritmo inicial parsimonioso con el objeto de presentar la situación que da pie a la trama y las distintas ramas por las que se desarrolla la historia pero, acercándonos al final, la acción se agiliza, algo que se deja traslucir en la longitud de los capítulos que se acortan considerablemente. Si hasta ese momento me sentía intrigada por la identidad del asesino, la novela se vuelve totalmente adictiva a partir de ese momento y el deseo de esta lectora de conocer la resolución del caso va in crescendo con el pasar de cada página.
En definitiva, no puedo decir más que La piel dorada ha sido una lectura muy grata, un thriller bien planteado en una época y lugar que ha requerido una buena ambientación, algo que Carla Montero ha conseguido estupendamente. Aún tengo La tabla esmeralda sin leer en casa pero todo llegará. De momento, os dejo con esta recomendación.
(Imágenes tomadas de Google)
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