Editorial: Alfaguara.
Fecha publicación: abril, 2013.
Autor
Julio Llamazares nació en Vegamián (León) en 1955. Su obra abarca prácticamente todos los registros literarios, desde la poesía - La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982) - a la literatura de viaje - El río del olvido (1990, Alfaguara, 2006), Trás-os-Montes (Alfaguara, 1998), Cuaderno del Duero (1999) y Las rosas de piedra (Alfaguara, 2008), primer volumen de un recorrido sin precedentes por España a través de sus catedrales -, pasando por la novela - Luna de lobos (1985), La lluvia amarilla (1988), Escenas de cine mudo (1994, Alfaguara, 2006) y El cielo de Madrid (Alfaguara, 2005) -, la crónica - El entierro de Genarín (1981) -, el relato corto - En mitad de ninguna parte (1995) - y el guión cinematográfico. Sus artículos periodísticos, que reflejan en todos sus términos las obsesiones propias de un narrador extraordinario, han sido recogidos en los libros En Babia (1991), Nadie escucha (Alfaguara, 1995) y Entre perro y lobo (Alfaguara, 2008). Su último libro es el volumen de relatos titulado Tanta pasión para nada (Alfaguara, 2011).
Sinopsis
Un profesor de universidad que ha rodado por Europa como una bola del desierto sin echar raíces en ningún lugar regresa a Ibiza, donde pasó sus mejores años de joven, para asistir junto con su hijo, del que vive separado hace ya tiempo, a la lluvia de estrellas de la mágica noche de San Lorenzo. La contemplación del cielo, el olor del campo y del mar y el recuerdo de los días pasados desatan en él la melancolía, pero también la imaginación.
Julio Llamazares regresa a la novela con una emocionante historia sobre los paraísos e infiernos perdidos -padres e hjos, amantes y amigos, encuentros y despedidas- que recorren toda una vida entre la fugacidad del tiempo y los anclajes de la memoria.
[Información facilitada por la editorial]
Las lágrimas de San Lorenzo es una novela breve, con apenas doscientas páginas. Los capítulos no están numerados pero sí cuentan con un título que, salvo en el primero, se repite una y otra vez («Una» para el primer capítulo y «Otra» para los restantes). A bote pronto puede resultar una nomenclatura extraña pero creo que todo tiene una explicación lógica cuya pista ya nos desvela el mismo título de la novela (Las lágrimas de San Lorenzo). Muchos sabréis que esta expresión se refiere a la lluvia de estrellas que cada verano se puede contemplar entre los días 10 y 13 de agosto aproximadamente y todo dependiendo de la latitud en la que nos encontremos. Parte del argumento de esta novela se desarrolla una de esas noches y cada capítulo vendría a representar metafóricamente cada una de las estrellas que sus protagonistas ven cruzar el cielo en su caída fugaz, de ahí que el primer capítulo se titule «Una» y los restantes «Otra». Pero no lo estoy contando bien. Empecemos por el principio.
El protagonista regresa con su hijo Pedro, de doce años de edad, a la isla de Ibiza, lugar en el que pasó unos felices años de juventud. Es la noche de San Lorenzo, y padre e hijo pasan las horas a la intemperie, contemplando el cielo nocturno a la espera de que caigan las estrellas. Esas horas de espera y de comunicación con el hijo pequeño servirá a nuestro narrador de cincuenta y dos años para recordar y hacer un repaso por su vida y para estrechar lazos con el pequeño. Tanto para uno como para otro, es una noche mágica y cargada de significado. Para el pequeño Pedro, por poder pasarla despierto. Para el padre, por poder tener la oportunidad de pasarla a solas con su hijo, algo poco habitual tras un divorcio.
Todos, en nuestra edad adulta, solemos recordar partes de nuestro pasado y el protagonista de esta novela nos llevará por un recorrido a lo largo de su vida, recordando los veranos en el pueblo de sus abuelos y los amigos que tenía entonces. Un pueblo en el que, durante el verano, había dos clases de habitantes, los aldeanos de todo el año y los veraneantes. A los primeros lo mismo le importaba que fuera verano, sinónimo de vacaciones y descanso. El trabajo seguía siendo el mismo. Recordará igualmente una noche de verano, otra noche de San Lorenzo, en compañía de su padre. La vida se repite.
También haremos parada en el fallecimiento de su abuelo Ovidio, en el misterio que gira en torno al tío Pedro desaparecido en la guerra, su época de libertad en Ibiza, la primera vez que visitó la isla, los años junto a Carolina, los diferentes países que visita ejerciendo de profesor universitario, el amor, Marie y la paternidad, las ilusiones, las infidelidades, la depresión, la enfermedad, la muerte,... Todo un recorrido por las voces del pasado que nos llevarán al mismo objetivo de esta novela.
También haremos parada en el fallecimiento de su abuelo Ovidio, en el misterio que gira en torno al tío Pedro desaparecido en la guerra, su época de libertad en Ibiza, la primera vez que visitó la isla, los años junto a Carolina, los diferentes países que visita ejerciendo de profesor universitario, el amor, Marie y la paternidad, las ilusiones, las infidelidades, la depresión, la enfermedad, la muerte,... Todo un recorrido por las voces del pasado que nos llevarán al mismo objetivo de esta novela.
«Solo la luna sabe con cuánto esfuerzo he caminado hasta este momento, cuánta energía he necesitado para poder seguir haciéndolo algunas veces, cuánta pasión he puesto en esta novela que es la vida de los hombres, en este caso de la mía. Como la luna, he luchado contra todo: la soledad, el paso del tiempo, los desengaños, el desamor..., y como ella, aquí permanezco reemprendiendo cada día el camino de mi vida, ese camino que empiezo cada mañana como si lo estrenara siempre y que termino de madrugada cuando la melancolía me duerme como al agua de la acequia de mi abuelo o a los olivos y buganvillas de Ibiza cuando yo era joven». [Pág, 123]
Escrito en primera persona y alternándose pasado y presente, Las lágrimas de San Lorenzo es una novela cargada de melancolía y nostalgia en la que los recuerdos afloran al hoy desde un ayer incluso muy lejano. Remembranzas que dejan patente el paso del tiempo y con él la constatación de una enemiga a la que el protagonista le tiene cierto miedo, la vejez. Estamos ante una novela en la que el pensamiento fluye en reflexiones hermosas e interesantes convertidas en saetas que se clavan en el alma:
«Nos pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad queriendo recuperarlo, me dijo un día mi padre cuando ya a él le quedaba poco».[pág. 50]
«Siempre uno se arrepiente de no haber dedicado más tiempo a hablar con los que más quiere y a tratar de entender sus sentimientos, pero seo siempre sucede cuando ya es tarde». [Pág. 51]¡Cuánta verdad en estas palabras!
El estilo, nada rebuscado, viene caracterizado por una concatenación de frases anilladas por comas que van marcando el ritmo de nuestra lectura. No es una constante aunque sí frecuente. Candencia. Parsimonia.
Las lágrimas de San Lorenzo es una novela intimista llena de vida con todo lo que eso conlleva, es ese momento de soledad en el que todo ser humano echa la vista atrás para evaluar su pasado, para echar de menos años felices y añorar a las personas que en su día no prestamos suficiente atención. Llamazares nos obliga a mirar al cielo para entender que las estrellas fugaces que contemplamos son los sueños del padre que se perdieron y las ilusiones del hijo que anhela.
Para acercarse a Las lágrimas de San Lorenzo hay que saber a lo que atenerse. No es una lectura fácil pues en la voz del narrador puede verse reflejado el lector y la imagen que nos devuelve puede llegar a zaherirnos. Y a pesar del dolor, el lector llega al último capítulo, construido sobre una sola línea (¿No será Dios el tiempo?), con el alma repleta de emociones. Pero si es de ser sincera, me parece más un libro escrito para sí mismo que para la comunidad de sus lectores. No sé. Me ha dado esa impresión. Probablemente esté equivocada. En cualquier caso, es una buena alternativa si quieres bucear en las profundidades de ser humano.
«Por eso cuando, veranos después, siendo ya un adolescente, trabajé recogiendo el lúpulo en varias fincas de la comarca (las que, por sus dimensiones, daban trabajo a todo el que lo quisiera), recordé, mientras lo hacía, con emoción y melancolía, la noche en la que mi padre me acompañó a ver las lágrimas de San Lorenzo del mismo modo en que ahora recuerdo aquel olor pegajoso que desprendían las motas del lúpulo cuando las arrancábamos de la planta y que se quedaba pegado a la piel durante bastantes días». [Pág. 17]
Las lágrimas de San Lorenzo es una novela intimista llena de vida con todo lo que eso conlleva, es ese momento de soledad en el que todo ser humano echa la vista atrás para evaluar su pasado, para echar de menos años felices y añorar a las personas que en su día no prestamos suficiente atención. Llamazares nos obliga a mirar al cielo para entender que las estrellas fugaces que contemplamos son los sueños del padre que se perdieron y las ilusiones del hijo que anhela.
Para acercarse a Las lágrimas de San Lorenzo hay que saber a lo que atenerse. No es una lectura fácil pues en la voz del narrador puede verse reflejado el lector y la imagen que nos devuelve puede llegar a zaherirnos. Y a pesar del dolor, el lector llega al último capítulo, construido sobre una sola línea (¿No será Dios el tiempo?), con el alma repleta de emociones. Pero si es de ser sincera, me parece más un libro escrito para sí mismo que para la comunidad de sus lectores. No sé. Me ha dado esa impresión. Probablemente esté equivocada. En cualquier caso, es una buena alternativa si quieres bucear en las profundidades de ser humano.
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