Autora
Tras el arrollador éxito de La felicidad es un té contigo, Mamen Sánchez se supera a sí misma y, desde la primera página de esta novela, el humor, la empatía hacia los personajes, la ternura, las sorpresas y, sobre todo, el amor improbable y finalmente posible, se alían para conseguir una lectura absorbente, absolutamente satisfactoria.... y deliciosamente adictiva.
Sinopsis
Cecilia Dueñas, la protagonista de esta novela, digamos que no está en su mejor momento. Por entrar en algún detalle, tiene por delante:
a) reinventarse casi desde cero después de un divorcio demoledor.
b) reconstruir la casa de sus abuelos para mudarse a vivir allí.
c) buscar inquilinos: es la mejor manera que se le ocurre para evitar tener que vivir sola y no le viene nada mal el dinero.
Como a pesar de todo sigue siendo una mujer sensata, decide imponerse e imponer una reglas que, partiendo de la amarga experiencia, faciliten la convivencia. Por ejemplo:
* PROHIBIDO AFLIGIRSE POR CAUSAS AJENAS AL SENTIDO COMÚN.
* SE PROHÍBE MOSTRAR COMPASIÓN HACIA QUIEN NO LO SOLICITA.
* SE PROHÍBE INMISCUIRSE EN ASUNTOS AJENOS.
El que ella y sus huéspedes sean capaces o tengan ganas de cumplirlas ya será otro cantar...
[Información facilitada por la editorial]
Hace tiempo que le sigo la pista a Mamen Sánchez. Desde que publicó Juego de Damas he leído todas su novelas: Agua del limonero, La felicidad es un té contigo y la que os traigo hoy. No sé si son apreciaciones mías, pero para mí el estilo de Mamen Sánchez ha sufrido un cambio. Las dos últimas me han parecido novelas más ligeras, más frescas, más livianas en comparación, por ejemplo, con Agua del limonero cuya historia tenía otros matices más profundos.
Con un título larguísimo y una cubierta muy vistosa (algo que ya vimos en su anterior novela), Mamen Sánchez nos presenta la historia de Cecilia Dueñas, una joven de cuarenta y tres años que se ve abocada a resurgir de sus cenizas cual Ave Fénix. De una vida idílica, con ático frente al Retiro y un marido apuesto y elegante pasará a una casa medio en ruinas y a unas compañeras de piso que no son tan transparentes como parecen. La infidelidad de su marido conduce a Cecilia a una situación desastrosa tras doce años de matrimonio pero nuestra protagonista, a pesar de sentirse hundida y terriblemente triste, algo que sus padres combaten con largos paseos y sesiones de manta frente al televisor, tomará las riendas de su vida y conseguirá reconducirla.
La solución la encontrará en una vieja casa junto a la rivera del Manzanares, un inmueble que ella compró a sus abuelos, Miguel y Teresa Quintana y que Cecilia pretende convertir en pensión para señoritas, o como diría su madre, en residencia universitaria, algo que compatibilizará con su trabajo de abogada en un importante bufete.
La tarea no será fácil. La casa prácticamente se cae a pedazos y hará falta una reforma completa. Como si surgiera de la nada aparece Andrés Leal, un constructor con un peculiar estilo de vida, algo misterioso, renqueante pues sufre una cojera, y siempre acompañado de su perro Bicho. Comienza el verano y tan solo tienen dos meses para poner la casa en orden que ha de quedar dispuesta para ser ocupada por las huéspedes a la llegada de septiembre. Pero si todo fuera fácil no tendríamos novela, ni tampoco vida. Las obras en la casa de los abuelos Quintana desvelará más de un secreto. Para empezar, Cecilia y Andrés descubren a Justice, un inmigrante keniata viviendo en el cobertizo. Por otro lado, tras derribar un tabique, los obreros encuentran emparedada una medalla del ángel de la guarda y por si fuera poco, a la casa llega Azucena, una mujer que viene en respuesta a un anuncio que sus abuelos publicaron tres años atrás solicitando asistenta.
Estos son los puntales en los que se sustenta Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión, un argumento que desarrolla alguna que otra historia amorosa, que rebosa simpatía, con sus pequeñas dosis de intriga pues nos topamos con varios misterios que han de quedar resueltos, sus escenas de líos y enredos, sus mentiras piadosas y sus pellizcos de humor, sin que se pueda decir que esta novela es única y simplemente humorística.
Para Cecilia el descalabro que ha supuesto su divorcio la ha sumido en una profunda tristeza y en un abandono total y absoluto tanto en lo profesional como en lo personal, hasta el punto de llegar a pensar que ha desperdiciado su vida, renunciando a su deseo de ser madre solo porque su marido no quería tener hijos. Pero Cecilia es una buena mujer que se merece una vida mejor y convencida de ello emprende un proyecto que despertará su ilusión. A pesar de la puñalada recibida como consecuencia de la cornamenta de su marido, ella sigue confiando en el ser humano por eso obrará como lo hace cuando encuentran a Justice, el okupa, o cuando encuentra en las inquilinas de la pensión (Catalina, Noelia e Ivana) una pequeña familia a la que atender. Vivirá junto a Catalina una aventura detectivesca, cuidará de Noelia tras un traspiés sexual, mantendrá serenas conversaciones con Azucena,... Para llenar el vacío que ha dejado su ruptura sentimental Cecilia se volcará en sus inquilinas ejerciendo en ocasiones como íntima amiga, hermana o incluso madre, llorando las penas de las chicas y sufriendo por sus problemas. A Cecilia se le coge cariño desde el minuto cero. Sus padres siempre la han visto como un ser desvalido que no es capaz de encauzar su vida por sí sola pero ella se encargará de sacarlos de su error.
Por otra parte, su corazón empieza a sanar. Si bien el constructor Andrés Leal no es precisamente el mejor remedio que ella pueda encontrar para su corazón, pues no deja de ser un tipo insensible que no muestra ninguna compasión por sus lágrimas, lo cierto es que Andrés es un hombre con doble fondo. Una cosa es lo que exteriorice y otra muy distinta lo que sienta. Lo que más me ha gustado de este personaje es esa visión catastrófica que tiene de la vida y de todo lo que le rodea. En ocasiones me hacía reír sus comentarios pero un comportamiento así es más que comprensible cuando el lector descubre el lastre que Andrés acarrea de su pasado reciente, el causante de esa actitud negativa, de esa pose introvertida, huraña y recelosa.
De los restantes personajes me gustaría destacar a Catalina, una joven que pretende convertirse en escritora de novela negra y por eso ve misterios allá donde no los hay. Me ha gustado la manera en la que la autora construye este personaje con un ojo clínico infalible que, a priori, se alza como una joven de nítidas intenciones pero que, a la postre, guarda mucho rencor y resentimiento. Cometerá un error que, a mis ojos, está más que justificado y por eso será juzgada con demasiada severidad.
Escrito en tercera persona, la novela se desarrolla siguiendo el curso de treinta y cinco capítulos que llevan por título las normas que Cecilia quiere imponer en la pensión y que constituyen como un decálogo de convivencia. Reconozco que algunas son lo suficientemente atractivas como para adoptarlas y aplicarlas en nuestra vida. Tanto la base argumental como su estructura y un estilo desenfadado y sencillo permiten una lectura rápìda y voraz.
Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión es una novela de agradable lectura. Es cierto que yo prefiero las historias que Mamen Sánchez nos narraba en sus otras novelas pero no puedo decir que no haya disfrutado leyendo su último trabajo. Convivir con las chicas en la pensión más bonita del mundo ha resultado una experiencia divertida, un paseo con bonito paisaje en cuyo transitar me he topado con algún giro difícil de creer para llegar a un desenlace feliz, no podía ser de otro modo, en el que algunos asuntos se resuelven con demasiada facilidad.Aun así, yo he disfrutado de la lectura porque, antes de abrir la cubierta del libro, el lector ha de tener claro que lo que va a encontrar será una historia ligerita, sin demasiado calado, una novela que nos entretendrá sin otras pretensiones.
Agradezco a la editorial el envío del ejemplar.
Por otra parte, su corazón empieza a sanar. Si bien el constructor Andrés Leal no es precisamente el mejor remedio que ella pueda encontrar para su corazón, pues no deja de ser un tipo insensible que no muestra ninguna compasión por sus lágrimas, lo cierto es que Andrés es un hombre con doble fondo. Una cosa es lo que exteriorice y otra muy distinta lo que sienta. Lo que más me ha gustado de este personaje es esa visión catastrófica que tiene de la vida y de todo lo que le rodea. En ocasiones me hacía reír sus comentarios pero un comportamiento así es más que comprensible cuando el lector descubre el lastre que Andrés acarrea de su pasado reciente, el causante de esa actitud negativa, de esa pose introvertida, huraña y recelosa.
De los restantes personajes me gustaría destacar a Catalina, una joven que pretende convertirse en escritora de novela negra y por eso ve misterios allá donde no los hay. Me ha gustado la manera en la que la autora construye este personaje con un ojo clínico infalible que, a priori, se alza como una joven de nítidas intenciones pero que, a la postre, guarda mucho rencor y resentimiento. Cometerá un error que, a mis ojos, está más que justificado y por eso será juzgada con demasiada severidad.
Escrito en tercera persona, la novela se desarrolla siguiendo el curso de treinta y cinco capítulos que llevan por título las normas que Cecilia quiere imponer en la pensión y que constituyen como un decálogo de convivencia. Reconozco que algunas son lo suficientemente atractivas como para adoptarlas y aplicarlas en nuestra vida. Tanto la base argumental como su estructura y un estilo desenfadado y sencillo permiten una lectura rápìda y voraz.
Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión es una novela de agradable lectura. Es cierto que yo prefiero las historias que Mamen Sánchez nos narraba en sus otras novelas pero no puedo decir que no haya disfrutado leyendo su último trabajo. Convivir con las chicas en la pensión más bonita del mundo ha resultado una experiencia divertida, un paseo con bonito paisaje en cuyo transitar me he topado con algún giro difícil de creer para llegar a un desenlace feliz, no podía ser de otro modo, en el que algunos asuntos se resuelven con demasiada facilidad.Aun así, yo he disfrutado de la lectura porque, antes de abrir la cubierta del libro, el lector ha de tener claro que lo que va a encontrar será una historia ligerita, sin demasiado calado, una novela que nos entretendrá sin otras pretensiones.
Agradezco a la editorial el envío del ejemplar.
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