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ENTREVISTA a FERNANDO GARCÍA CALDERÓN (Yo también fui Jack el Destripador).

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Autor

Fernando García Calderón (Sevilla, 1959) es un autor de decenas de relatos reconocidos en los más prestigiosos certámenes, habiendo publicado hasta la fecha dos volúmenes de cuentos -El mal de tu ausencia y Sedimentos en un pantano-. Su primera novela, El vuelo de los halcones en la noche (1997), fue galardonada con el premio Félix Urabayen. A ella siguió El hombre más perseguido (1999), premio Ateneo-Ciudad de Valladolid. Lo que sé de ti (2002), La noticia (2006), La judía más hermosa (2006) y La resonancia de un disparo (2008) completan una trayectoria que se cimienta en sus sólidas estructuras ficcionales, su originalidad en el tratamiento de los temas abordados y su repudio de los géneros y etiquetas.

Sinopsis

¿Qué haría usted si recibiera un anónimo que contiene la confesión de Lewis Carroll reconociéndose Jack el Destripador? John Riordan, octogenario forense de Scotland Yard, se enfrenta a un sujeto que posee, así lo asegura, delicados secretos del club al que perteneció en 1888. Por él pasaron escritores y artistas, teóricos de la economía, inventores, arquitectos y pioneros del deporte. Desde Bram Stoker o H.G. Wells hasta Bernard Shaw. Desde Alfred Waterhouse hasta John Goodall, máximo goleador de la estrenada liga de fútbol. Aquella élite de la confidencialidad viviría, con interés inusitado, las andanzas del asesino más arrogante que se recuerda.

John Riordan, en su condición de ayudante del inspector Abberline, se ve obligado a perseguir sombras que escapan de una época victoriana en decadencia, cuando llega a Londres como un prometedor discípulo del deductivo Joseph Bell y se enfrenta a una investigación de altos vueltos. Habrá de espera a la finalización de la II Guerra Mundial para descubrir el mayor enigma de la historia del crimen.

Yo también fui Jack el Destripador es la viva expresión de un tiempo fronterizo entre los estertores de un siglo XIX velado por la hipocresía moral y la eclosión de un mil novecientos que pondrá a prueba la capacidad de regeneración del hombre y su instinto de supervivencia.


[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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Jack el Destripador.¿Cuánto se ha escrito sobre el famoso asesino de Whitechapel? Hace unos días os hablaba de una nueva novela publicada por Ediciones del Viento, en el que su autor, Fernando García Calderón, lanzaba su propia teoría (puedes leer la reseña aquí). La lectura de Yo también fui Jack el Destripador me produjo muchos interrogantes que pude formularle al autor en un encuentro que se produjo algunas semanas atrás. Si quieres saber más sobre las circunstancias que rodearon aquellas muertes, no te pierdas esta entrevista. Esto es lo que nos contó. 

Marisa G.- Fernando, por lo que tengo entendido, este es tu noveno libro.

Fernando G.- Sí, tengo siete novelas y dos libros de relatos.

M.G.- Publicados con diferentes editoriales.

F.G.- Sí, empecé mandando novelas a premios. Tuve suerte porque con la primera gané un premio en Toledo, el Félix Urabayen, con la segunda el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid y ahí conocí a la editorial Algaida y a Miguel Ángel Matellanes. La siguiente la hice en Destino, cuando Destino era distinto a lo que es hoy y luego volví a  publicar con Algaida. Esta me apetecía hacerla con Ediciones del Viento porque es una editorial muy especializada en estas lides decimonónicas y en temas de viajes.

M.G.- No conocía esta editorial. 

F.G.- Eduardo Riestra, el editor, es un tío muy competente.

M.G.- En esta novela, tú abarcas uno de los grandes misterios de la época victoriana que llega hasta nuestros días, la identidad del asesino de Whitechapel. Planteas tu propia teoría en este libro pero imagino que hay muchas hipótesis al respecto ¿no?

F.G.- Sí, hay de todo. Mi primer contacto con este hombre fue cuando tenía diecisiete años. Por entonces leí un libro de un periodista norteamericano, Tom Cullen, y me interesó el personaje, aunque quizás me interesó más aún el entorno, las circunstancias en las que se desenvuelven esos asesinatos y algunas peculiaridades que hacen diferente al quinto asesinato canónico respecto a los otros cuatro. Desde luego se trata de una época especial, de crisis y es curioso que, comparándolo con otras épocas de crisis, se descubre que los fenómenos extraordinarios precisamente acontecen en estas circunstancias y sin lugar a dudas, aquellos asesinatos fueron un fenómeno extraordinario. 

Hoy en día, salvando las distancias y pensando en política, se puede decir que Podemos es un fenómeno extraño que surge en una época de crisis. La tesis que yo defiendo es que, en aquel momento, una serie de personas en Inglaterra querían conseguir un cambio social y de alguna forma, Jack el Destripador, ayuda a generar ese cambio.

M.G.- Hace relativamente poco estaba viendo un programa de televisión y salió otro señor que ha escrito otro libro sobre Jack el Destripador en el que se apunta a un famoso escritor de la época. Por lo que yo he estado mirando, las sospechas recayeron sobre varias personas muy distintas unas de otras, ¿no? Entre ellos un pintor cuyos cuadros son espeluznantes.

F.G.- Sí, Walter Sickert. Tiene un cuadro en concreto que se llama La habitación de Jack, muy oscuro en el que se ve una figura de espaldas y es muy inspirador. Si imagino a Jack el Destripador, me imagino enseguida ese cuadro. Sickert tiene unos cuadros que son muy rotundos dentro de un estilo que está casi rozando el expresionismo pero sus muertas y sus asesinadas son tremendas. 

Por eso en la novela también uso el personaje de Walter Sickert porque me parecía interesante. Reunía cualidades como para poder ser un posible Jack el Destripador.

M.G.- Incluso se habló de que podía ser un miembro de la policía,  ¿verdad?

F.G.- Mira, yo me aproximo al personaje pensando más en las circunstancias que rodean los asesinatos que en el propio personaje en sí. Hay circunstancias que son muy ilustrativas y que hacen pensar en algo más complejo que un simple maníaco sexual. Aparentemente, este asesino en serie tiene un móvil. Él sabe por qué está haciendo eso y lo rodea de una escenografía muy determinada, muy llamativa que tiene que causar el impacto adecuado dentro de la opinión pública. Además se produce esa correspondencia con la policía y otros entes, a donde él manda cartas o manda un trozo de riñón, con lo que demuestra que no es un simple asesino. Si pensamos en la consecuencia de esos asesinatos, ¿quién puede ser beneficiado por ellos? Pues hay un personaje que es James Monro, un alto cargo de la policía de la época, que como se verá en el libro podría beneficiarse de esos asesinatos.

M.G.- Fuera quien fuera, tendría que ser una persona culta y con buenos conocimientos en medicina y cirugía porque las víctimas aparecieron con un cortes muy precisos.

F.G.- Sí, desde luego lo más llamativo es eso. En las declaraciones primeras, una vez iniciada la investigación, eso queda muy claro. Se le llegó a preguntar a un forense cuánto tiempo tardaría en realizar el «trabajo» del segundo de los asesinatos y confiesa que necesitaría el doble o el triple de tiempo que el que se invierte en ese proceso. Eso hace pensar que, sin duda alguna, hay que tener como mínimo un cuchillo adecuado y un conocimiento determinado. Pero yo voy más lejos, si no tienes esa idea de impunidad, de que vas a salir libre de todo eso, es probable que el trabajo hubiera sido más chapucero. Mi impresión es que hay condiciones que permiten al asesino sentirse cómodo en ese momento, sabe que puede entretenerse sin que se produzca una injerencia o una perturbación. De hecho, cuando se produce una perturbación, entiendo que no planificada, como ocurre en el asesinato tercero, el trabajo queda interrumpido porque no le da tiempo a ejecutar toda la maniobra.

M.G.- En tu novela, en la que se alterna pasado y presente, el narrador recibe una visita sesenta años después de que se produzcan los asesinatos de Whitechapel y ese visitante asegura tener documentos muy comprometedores para ciertas personalidades de la época victoriana. A partir de ahí, ese narrador tendrá que ir desgranando una serie de pistas que tienen mucho ver que Lewis Carroll y su obra Alicia en el País de las Maravillas. ¿Crees que es fundamental haber leído el libro de Alicia para entender todo lo que tú planteas en tu novela?

F.G.- Mi idea era que no fuera necesario estrictamente. Yo he pretendido que la historia esté suficientemente explicada. Quizás tenga más relevancia el carácter de Lewis Carroll que su obra. Él era un personaje relativamente contradictorio como suele ocurrir con la moral victoriana porque, por un lado, era muy reservado como matemático, era un profesor que todos aseguran que era malo pero por aburrido y sin embargo, como fotógrafo era justo lo contrario y aplicaba el divertimento, y como escritor va más lejos todavía. Algunas de las escenas que se recogen en Alicia podrían parecer que están escritas bajo los efectos del láudano, algo que probablemente sea cierto. Él padecía unos dolores de cabeza muy fuerte y en aquellos tiempos el láudano servía para atenuar esas dolencias. 

M.G.- Hay algunos aspectos en la novela que me han dejado totalmente alucinada. El argumento, especialmente hacia el final, está muy relacionado con la numerología. El segundo asesinato, el de Annie Chapman está muy vinculado con el número 29 pero si hay una regla numérica con mucho peso en tu novela es la regla del 42. Explícanos un poco todo esto.

F.G.- La regla 42 es una regla que se empleaba en algunas sociedades esotéricas. En muchas ocasiones se ha buscado simbología en los números. Por ejemplo, en nuestra cultura el  número 7 tiene un significado muy especial y en otras culturas hay otros números que adquieren mucha relevancia. La simbología del 29 es causal, digamos que es preparar el terrero para luego hablar del 42. Y el 42 tiene mucha significación porque aparece en el Apocalipsis y a partir de ahí se construye toda una parafernalia con ese número. Se asocia a eventos singulares y se juega mucho con la combinación de números.

M.G.- Pero todo eso es fruto de tu investigación, ¿se relacionó en su época los asesinatos con esa regla?

F.G.- Sí, en su tiempo existía la regla 42 y es evidente que en Lewis Carroll no todo es casualidad. Hay juegos clarísimos en los que él trabaja tanto con las palabras como con los números, pero sí es verdad que yo no había visto hasta ahora en ninguno de los textos que he analizado sobre Jack el Destripador o Lewis Carroll, que hubiera una motivación singular hacia esa cifra, por eso, en la novela, al principio hay un poco de escepticismo por parte del personaje protagonista cuando se habla de ella, aunque la conocía. Luego poco a poco se va dando cuenta de que hay cosas que van cuadrando. Pero, en definitiva, lo que yo pretendo en la novela es generar la idea en el lector de que si hubiese un complot por parte de una sociedad secreta sería lógico aplicar una regla, esta o una similar a la regla 42.

M.G.- Después hablaremos de esas sociedades. 

En la novela se narran los cinco asesinatos que son considerados como canónicos. ¿Todos los detalles que das sobre esos asesinatos, cómo se perpetraron es fiel a la realidad?

F.G.- Totalmente porque la documentación de la época es muy exhaustiva. Al final del libro menciono una web inglesa que es fantástica en la que trabajan varias personas desde hace varios años y ahí se recogen autopsias, periódicos de la época -con lo cual estás leyendo de verdad lo que se publicaba en aquel momento-, certificados de defunción,... [Se refiere a Casebook: Jack The Ripper] Prácticamente todo lo que es dato objetivo lo tienes a tu alcance estudiando, ya no digo libros, sino en internet si recurres a sitios serios. En este sentido he querido ser muy riguroso porque he querido transmitir la esencia de la época. Yo creía que a través de esas descripciones podría ambientar adecuadamente al lector.

M.G.- Una época y una esencia que tú plasmas muy bien porque no solamente te limitas a narrar unos asesinatos sino que también colocas al lector dentro de esa sociedad que diseccionas hasta el más mínimo detalle. Manejar toda la información que ofreces y que haces girar alrededor de los asesinatos, no debe resultar fácil.




F.G.- Bueno, es cuestión de ponerse. Pienso que cuando haces una novela que en cierta manera tiene un corte histórico, tienes que situar al lector en ese contexto. El dato por el dato no sirve para nada pero si logras transmitir lo que sentían aquellas personas y consigues que el lector imagine que va por la calle y se vea dentro de esa atmósfera, eso ayuda mucho. Algunos de esos hitos son importante porque sirven para identificar mentalmente cosas que nos han podido sonar en algún momento y que nos van a situar mejor en el contexto. Pero en este caso, eso no fue especialmente difícil. Siempre he actuado así.  Todo es técnica y un poco de experiencia.

M.G.- Pues a mí me ha llamado mucho la atención porque el trabajo me parece que tiene que ser complicado.

F.G.- Fue mucho más difícil cuando escribí La judía más hermosa, porque tenía que situar al lector en el siglo XV aquí, en Sevilla y en Roma.

M.G.- Por otra parte, hay también otras cuestiones en tu libro que son fundamentales para entender el argumento. Al margen de mencionar de las sociedades secretas como Aurora Dorada, los club de intelectuales, como el Club Diógenes, la Sociedad Fabiana, también nos hablas de una corriente muy curiosa como era el Mesmerismo.

F.G.- Sí. Uno de los fundamentos de la novela era efectivamente darle ese concepto de colectividad que establecían los clubes de la época. Volvemos a ese concepto de moral dual con la que se manejaban los victorianos, con una doble vida  -una pública y otra privada-, y las dos no tenían por qué corresponderse una con otra. Los clubes, los oficiales digamos, eran casi profesionales en el sentido de que eran monotemáticos. Las sociedades secretas y los clubes que no eran tan oficiales se movían en otros terrenos. El Club Diógenes se mueve por un lado con una intención muy social, con el deseo de mejorar la calidad de vida de tantas y tantas personas que lo pasaban mal por aquella época en Londres y por otro lado, en dirección a una ciencia que tiene parte de ciencia y parte de esoterismo. Todavía en ese momento la ciencia no llega a ser pura sino que maneja otras cuestiones misteriosas, y el electromagnetismo lo era en aquel instante, que permiten descubrir formas de controlar el sentido, curar, sanar problemas de la mente humana. Y el Mesmerismo encaja en esa situación. Lo que se narra en la novela como un sistema de trabajo para mejorar las cualidades de determinadas personas tiene un fundamento real pero también hay una parte de fantasía propia.

M.G.- Tengo una curiosidad Fernando, ¿por qué entre los distintos capítulos vas incluyendo alguna cita a modo de separación?


F.G.- Estructuralmente yo quería que la novela estuviera dividida en cinco bloques que corresponde a los cinco asesinatos más un epílogo. Son once capítulos por cada uno de los bloques, un total de cincuenta y seis que son las cincuenta y seis semanas de trabajo que me ha llevado la novela. ¿Por qué lo hago así? Pues porque yo quería llevar un ritmo determinado de trabajo. De igual modo, que el personaje sea octogenario y yo situe la trama inicial en el año 46 como referencia temporal de presente no es algo aleatorio. Me interesaba hacerlo así porque acababa de ocurrir otra gran crisis, la II Guerra Mundial. Con esos mimbres, el objetivo que yo perseguía era dividir la novela en una serie de bloques y conseguir un tono determinado en el relato. ¿El usar esas frases? Porque me encantan y creo que encajan bien con cada uno de los bloques e incluso, hay alguna, la H.G. Wells, por la que hubiera pagado por escribirla yo.



«La civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe»


M.G.- Volvamos a Whitechapel. Si hipotéticamente son cinco los asesinatos que se le atribuyen a Jack el Destripador, ¿por qué dejaría de matar?


F.G.- Mi teoría es que efectivamente había una fecha de caducidad para esos asesinatos y que una vez cubierto el objetivo que se perseguía, ya no tenía sentido seguir matando porque caería en la rutina. ¿Qué objetivo se perseguía? Sin duda, el primero  tenía que ser llamar mucho la atención sobre la forma de vida que tenían en el East End, una situación dramática. El East End de entonces tendría unos dos millones y pico de habitantes, una población como la de Madrid o Berlín de entonces o incluso más, todos viviendo casi en la miseria, con una salubridad infame y con unos índices de criminalidad disparados. 

El segundo gran objetivo sería beneficiar a personas concretas y ahí surge la idea de un posible enlace entre un efecto colectivo y un efecto individual. La ayuda de la policía sería decisiva. Scotland Yard sería muy útil para localizar qué prostituta conviene matar porque, si te fijas, prácticamente los asesinatos no parecen tan casuales como algunos han pretendido hacer ver. Son prostitutas enfermas a las que les puede quedar poco tiempo de vida. Están perfectamente escogidas salvo en el quinto asesinato que se produce en un interior y es una chica mucho más joven, Mary la Negra, como la llamaban, y por eso el desenlace fue distinto.


M.G.- Y de ahí lo que comentabas antes, que ese quinto asesinato se separa del patrón de las cuatro restantes, ¿no?


F.G.- Efectivamente. Digamos que es un hilo suelto pero también es verdad que queda tan suelto que obliga a finalizar. Justamente es el momento en el que se han producido las grandes manifestaciones, ya la policía se encuentra en un estado tenso, Charles Warren - Comisionado de Scotland Yard- ha dimitido. Es el momento oportuno para que dejen de producirse este tipo de noticias, que llamaran tan poderosamente la atención. Con lo cual podría decirse que prácticamente todos los objetivos que se perseguían, suponiendo que los objetivos fueran los que yo expongo en la novela, se han cumplido y no hace falta matar más.


M.G.- Todos son incógnitas. Lo único que podemos hacer es lanzar hipótesis. Esto no se sabrá nunca porque el caso se cerró en falso y ahí quedó.


F.G.- Yo he pretendido que no queden lagunas. Si el lector lee esta novela, la lógica de la narración permite hacer creíble toda la historia. No hay cabo sueltos o por lo menos no creo que los haya. Si lo he conseguido, genial, pero casi todas las restantes teorías a las que me he enfrentado leyendo tienen cabos sueltos. Ojalá esta no los tenga pero si algún lector descubre alguna que me lo haga saber que yo lo reconoceré públicamente.


M.G.- Pues yo no he descubierto nada. (Risas) 


Otra curiosidad que me surge. Sé que hubo cartas que él dirigió a Scotland Yard y según he leído por ahí, algunas han desaparecido de los archivos de la policía. ¿Esto es verdad?




F.G.- Sí, puede haber ocurrido eso. Después de los estudios que se hicieron de grafología se llegó a la conclusión de que no todas eran de la misma persona. Había un grupo de cartas que perfectamente se veían que eran de la misma mano pero no todas lo eran y no todas procedían de los mismos sitios. Algunas se mandaron desde puntos muy lejanos de Londres. El tema de las cartas nunca fue estudiado muy en profundidad porque se consideraba que hacía mucho ruido, que introducía elementos distorsionadores en el análisis del tema. Pero yo pienso que eso era deliberado, que se trataba de confundir.


M.G.- El libro es fascinante. Al margen de los asesinatos, de los que se ha escrito mucho, tú creas un ambiente muy real. Creo que es un libro muy complejo y muy trabajado. No sé cuánto tiempo te ha llevado documentarte para una novela así. 


F.G.- Me documenté durante las cincuenta y seis semanas que lo estuve escribiendo. Yo ya había leído mucho sobre este tema. El proyecto surgió de una conversación con el editor. Él me lanza un reto, yo se lo acepto y a partir de ahí me dedico a estructurar qué quiero plasmar en esa novela, pero claro, yo no me sabía al detalle todo lo que quería tratar y ahí sí me tuve que documentar, pero lo fui haciendo sobre la marcha.


M.G.- Pues el reto nos lo planteas tú ahora. 


F.G.- Sí, algo así.


M.G.- Fernando pues te deseo mucha suerte con esta nueva novela y gracias por esta conversación tan interesante. 


F.G.- Gracias a vosotros.


Una conversación realmente interesante y un libro que lo es mucho más. La figura de Jack el Destripador siempre nos despertará nuestra curiosidad. ¿Tendrá razón Fernando García Calderón con su teoría? Leed y sopesad.




[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]




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