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ENTREVISTA a REYES MONFORTE (Una pasión rusa)

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Autora

Reyes Monforte es periodista y escritora. Su trayectoria profesional ha estado marcada por su trabajo en la radio, donde ha dirigido y presentado distintos programas en diferentes emisoras durante quince años, entre las que cabe destacar Onda Cero y Punto Radio. También ha colaborado en diversos programas de televisión en Telemadrid, Antena 3TV, La 2 o El Mundo TV, ejerciendo de colaboradora y, en algunos de ellos, de guionista. Actualmente es columnista de La Razón.

Su primer libro, Un burka por amor (Temas de Hoy, 2007), se convirtió en un best seller con 52 ediciones; se llevó a la televisión con una miniserie que siguieron más de cuatro millones de espectadores, lo que la convirtió en la ficción más vista del año en Antena 3TV. Tanto esta como sus posteriores publicaciones, Amor cruel, La rosa escondida, La infiel y Besos de arena, han sido traducida a varios idiomas y han confirmado a Reyes Monforte como una de las autoras más importantes del momento. 

Sinopsis

Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa.

Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev,...

Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de espia extranjera bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir.

Desbordante de talento, fuerza y carisma, Lina Prokófiev es un asombroso personaje que, con este libro, por fin recibe el reconocimiento que merece.

[Biografía y sinopsis facilitados por la editorial]


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El pasado 22 de septiembre, Reyes Monforte pasó por Sevilla para promocionar su último trabajo, Una pasión rusa, una novela que había acabado de leer días atrás, por lo que no quise perder la oportunidad de sentarme un ratito con la autora para charlar y profundizar un poco más en la vida de una mujer que me ha parecido fascinante. Lina Codina o Lina Prokófiev, tras su tardio matrimonio con el gran compositor ruso Serguéi Prokófiev, resultó ser una mujer con una historia llena de luces y sombras, que disfrutó de las mieles del éxito y también de las miserias del país natal de su madre y el de su marido, Rusia. En Una pasión rusa se narran cuarenta años de su vida.

Al margen de la polémica surgida estos días atrás por la publicación de ciertas noticias sobre el contenido de esta novela, polémica en la que no voy a entrar, quisiera compartir con vosotros la charla tan agradable y distentida que mantuve con Reyes Monforte, a quien quisiera agradecer su tiempo y atenciones.  Y más allá de eso, a mí la novela me ha encantado. He disfrutado muchísimo aprendiendo y conociendo a la mujer protagonista cuya vida la autora desgrana en estas páginas. 

Esto es lo que nos contó.


Marisa G.- Reyes, lo primero que sorprende es lo poco que se conoce a Lina Codina, siendo una mujer que nació en Madrid, con padre catalán, con un marido tan famoso y una vida tan apasionante. ¿Cómo es posible que se haya sabido tan poco de ella?

Reyes M.- Pues así es y encima siendo tan famosa también porque Lina no fue la mujer de, no estuvo a la sombra como la esposa de un genio de la música como fue Serguéi Prokófiev. Ella no solo fue la musa de su marido, sino también la musa de muchos. Fue la que movía hilos en el mundo cultural parisino, en Nueva York, aunque ahí quizás menos,.... La verdad es que yo me sorprendí mucho cuando quedé a comer con unos amigos en un restaurante de la calle Bárbara de Braganza de Madrid. Llegaban tarde, quería hacer una llamada y como en el restaurante no había cobertura, salí a la calle y me encontré con la placa. Cuando leí «En esta casa nació Lina Prokofiev,...» inmediatamente supe que tenía que buscarla. Y en principio la busqué por curiosidad, para ver cómo era de guapa porque claro, conquistar a un genio de la música del siglo XX como Prokófiev, un ruso además,... Sentí mucha curiosidad y me encontré a una mujer bellísima, muy guapa, muy seductora, muy elegante. 

M.G.- La foto que se incorpora al final del libro así lo demuestra.

R.M.- Sí, pero la foto que hemos publicado no es en la que aparece más guapa, pero sí en la que aparece sonriendo. Cuando se conocieron en el Carnegie Hall, le dijo algo así como: «Oye, ¿tú siempre sonríes así?» Y ella le respondió: «¿Así cómo?». Y Prokófiev le dijo: «Pues así, como si estrenaras sonrisa». Lo de estrenar sonrisa siempre iba mucho con Lina. Incluso en los malos momentos, ella siempre iba con un sonrisa y por eso hemos elegido esa foto. Es una de las pocas en las que aparece sonriendo. 

Y sí, es una historia alucinante y más alucinante aún que no la conozcamos. Yo la descubrí  en ese momento y de hecho, luego he comido con directores de orquesta, con músicos y me decían que por supuesto conocían a Prokófiev pero no tenían ni idea de que estuviera casado con una española. Los que entienden de música dicen que la mejor música de Prokófiev la compuso estando con ella porque ella, además, le servía un poco de guía. Lina le regaló al marido Guerra y Paz para que hiciera la música de una ópera. Y Pedro y el lobo, una verdadera joya, la hizo gracias a Lina porque unos amigos le pidieron que convenciera a Serguéi para que la compusiera y tardó 15 días en hacerlo. Y lo hizo porque lo convenció Lina.

M.G.- Tu hallazgo viene a ratificar que debemos estar más pendiente a lo que hay a nuestro alrededor. No caminar por la calle mirando siempre hacia abajo o hacia delante. También hay que mirar hacia arriba.

R.M.- Exacto. Ahora voy mirando para arriba todo el día, mirando las placas (Risas).

M.G.- (Risas). ¡Claro! Desde luego los autores y la literatura nos descubrís a personajes con unas vidas maravillosas que la historia nunca se ha encargado de sacar a la luz o de mantener vivo su recuerdo.

R.M.- Eso es,... Si es que la vida de esta pareja fue... Ella no solo era la compañía de Prokófiev, también lo acompañaba a veces verbalmente porque ella era cantante. Y las giras que hacían, ya fuera en París, Berlín, Amsterdam,... donde fuera, los medios informaban del éxito que tenía el compositor pero la foto que acompañaba el artículo casi siempre era de Lina porque ella iba siempre guapísima, estupenda, conquistaba a todos los periodistas, pero en el buen sentido de la palabra. Hoy, Lina sería la It girl de moda, tendría millones de seguidores en las redes sociales y marcaría tendencias, como efectivamente hizo en su tiempo.

M.G.- En la novela haces un repaso a cuarenta años de su vida porque la historia empieza en 1918, cuando ella tiene veinte años, estando en Nueva York, y luego termina cuando tiene sesenta años y acaba de salir del gulag de Potmá en 1956. Son cuarenta años. Narras prácticamente la mitad de la vida de esta mujer.

R.M.- Te iba a decir que antes con cuarenta años se vivía menos. No. Lina vivió hasta los 91 años. Murió prácticamente ayer, en 1989, es decir, que la podíamos haber conocido perfectamente o entrevistado pero claro, no sabíamos de su existencia. Yo me lo he pasado muy bien escribiendo este libro porque la historia de Lina Codina ha sido como narrar la historia del siglo XX. Lo recorre todo. Por un lado, las luces con esos rascacielos de Nueva York o el París de los años 20, con esa vanguardia cultural que supone la parte más envidiable de todo porque no volveremos a vivir algo así, tan maravilloso con personas tan fascinantes como Coco Chanel, Ernest Hemingway, Walt Disney, Marlene Dietrich,... Es que todos eran amigos de Lina, y Lina de ellos. Y de ese paraíso terrenal pasó al infierno más absoluto al ser condenada a veinte años de prisión por espía extranjera, que no lo era por supuesto, como nadie era ni enemigo del pueblo, ni traidor a la patria, pero Stalin metió a media Rusia y a la otra media también en los campos de concentración. Y fíjate, una española, una artista occidental, acostumbrada no solo a la buena vida, sino al clima mediterráneo,... Aquello tuvo que ser horrible.

M.G.- Con cincuenta grados bajo cero.

R.M.- El día más calentito sí pero hubo un día en que se alcanzó hasta los setenta y un grado bajo cero. Y eso con catorce horas de trabajos forzados,...

M.G.- Sin ropa prácticamente.

R.M.- Y sin alimentos. De hecho casi todos tenían ceguera nocturna porque bueno, cuando se hacía de noche, no veían debido a la falta de alimentación, a la falta de vitaminas, el blanco intenso de la nieve,... Todo eso iba quemando los ojos. Cuando la vieron entrar en el campo de concentración, lógicamente todos la conocieron porque además en ese mismo campo había muchos artistas y todos pensaban que «la tres naranjas» -la llamaban así por la composición de Prokófiev-, no iba a durar ni tres días. Y sin embargo, dio un ejemplo a todos. No pudieron con ella.

M.G.- A mí es una mujer que me ha dejado totalmente impresionada. Primero por el estilo de vida que tenía con tanta gente como la que conoció. Bueno, es que la pregunta sería a quién no conoció Lina.

R.M.- Exactamente (Risas)

M.G.- Es que incluso tuvo audiencia hasta con el Papa.

R.M.- Sí, y se puso una mantilla porque ella presumía mucho de sus raíces españolas. Y también conoció a Lorca en Cuba, a Gardel en Argentina, a de Gaulle en Francia. Vivió todo y con todos.

M.G.- Y el carácter tan tremendo.

R.M.- Un carácter totalmente vital y muy latino. Nada que ver con los rusos. Picasso le preguntaba que por qué estaba con un ruso, si no la merecía, no había hecho nada por conquistarla. Le decía que con quien tenía que estar era con un malagueño. 

Pero ya conocemos la eterna contradicción del alma rusa. Los rusos están tan enamorados de la vida que siempre están jugando con la muerte. Siempre hay esa contradicción y en el matrimonio de Prokófiev también se daba. Él ruso y ella española, aunque hay que recordar que Lina tenía sangre rusa porque su madre nació en Rusia.

M.G.- Sí, pero parece que a ella le tiraba más lo español. Muchísimo carácter.

R.M.- Y menos mal que tuvo carácter porque si no se la comen.

M.G.- Claro, pero ese carácter, igual que le benefició para unas cosas, también le perjudicó muchísimo. Stalin la tenía entre ceja y ceja.

R.M.- Sí, Stalin la tenía enfilada. 

M.G.- Y así acabó como acabó porque ella no se callaba nada.

R.M.- Claro y sobre todo porque empezaba a ser una amenaza para los intereses de Stalin. Este quería que Prokófiev compusiera solo para el partido aunque él decía que para el pueblo ruso pero no era así. Y claro, Lina le decía con toda la razón del mundo que no, que él tenía que componer para su público, para el mundo. Y Stalin llegó a decir que si Lina seguía con Prokófiev, habría que reeducar al compositor y en ese término de «reeducar» cabe todo lo que te puedes imaginar y nada bueno.

M.G.- Pues a mí con el personaje de Lina me ha pasado a veces que no la he llegado a entender. Ella ama tanto al marido, lo tiene tanto en mente incluso cuando este ya la ha abandonado, que se niega a hacer uso de las pertenencias de Serguéi para canjearlas en el mercado negro por alimentos. No tenía nada que comer, ni para ella ni para sus hijos y aun así, no accede a desprenderse de las cosas de él. Y yo me preguntaba pero por qué. Si te ha dejado, si ya no quiere estar contigo. ¿Por qué no te desprendes de todo?



R.M.- Sí, así es. Mira, él la había dejado, la había traicionado pero por ejemplo cuando el ejército alemán iba a entrar en Rusia, Stalin se cogió a un grupo de artistas para llevarlos fuera de la capital y que no murieran, para que pudieran seguir trabajando para el partido y Prokófiev, cuando ya tenía a su nueva pareja sentadita en el vagón del tren en el que se iban a marchar, corrió hacia a Lina para pedirle que se marchara con ellos, que aceptara la situación, que todo era un capricho pero quería que salvara su vida, la de sus hijos,... Otra a lo mejor hubiera preferido ser práctica, se hubiera marchado y ya hubiera intentado reconquistarlo de nuevo. Lina no. En aquella propuesta a Lina le salió la raza latina y dijo que ella no se iba a ir con él, sus hijos y la otra. Y ahí estuvo resistiendo una guerra, pasándolo mal y es verdad que tenía partituras que podía haber cambiado por algunos alimentos en el extraperlo pero no, no cedió. Y es que ella estaba muy enamorada del marido, de la persona, pero también muy enamorada del artista. Él era muy grande, muy distinto, muy vanguardista. No tenía nada que ver con Stravinsky,...

M.G.- ¿Cómo le apodaron? Ahora no lo recuerdo.

R.M.- La rareza bolchequive.

M.G.- Eso. 

R.M.- Prokófiev abandonó Rusia justo cuando estallaba la revolución rusa porque no quería saber nada de política. Él solo quería dedicarse a su música y entonces se fue de Rusia. Primero a Japón y luego acabó en Nueva York. Muchos de los que le escucharon pensaban que estaba loco, que no se podía componer ni interpretar así. De hecho muchos pianistas no se atrevían a interpretar alguna composición suya porque hacía falta ir a tanta velocidad que no les daba tiempo a mover ni la muñeca ni los dedos ni nada. Y Lina, que quería ser cantante, que siempre había vivido en ese círculo artístico, y que admiraba tanto a los artistas, pues se encontró con el artista del siglo, con el rompedor, y encima guapo, rubio, con ojos azules,... Cayó rendida. Y él también cayó rendido a sus pies pero claro para él era más fácil porque Lina era muy guapa, seducía a todo el mundo, culta, sabía cinco idiomas,... Todo lo contrario a lo que luego fue su otra mujer, que ni era guapa, ni sabía hablar, andaba raro,... Vamos, ¡un desastre!


M.G.- ¿Y qué le vería?

R.M.- Eso es lo que le preguntaron todos sus amigos. Lo único que tenía es que era más joven. 

M.G.- Pero detrás de esa relación que surgió entre Prokófiev y Mira, ¿realmente no estaba el partido?

R.M.- Lina siempre lo sospechó así. Yo creo que sí. Ellos querían separarlos y no veían como hacerlo. Una de las maneras fue acusando a Lina de espía extranjero. Y en vez de matarla como mataban a muchos de la noche a la mañana, imagino que por Prokófiev se cortaron un poco, y la mandaron primero a la Lubianka tras la acusación  y a Lefortovo después, con interrogatorios y torturas diarias que no soportaron muchos soldados del Ejército Rojo. Ella solo confesó el delito, forzada, cuando dijo el juez de instrucción que tenía a sus hijos en una sala contigua, y ante esa situación dijo que sí. Fue la única vez que actuó en contra de su conciencia pero claro, la amenazaron con matar a sus hijos.

M.G.- Serguéi es un personaje que me ha producido muchas emociones encontradas.

R.M.- ¡Esa es la idea! (Risas). Así como de Lina te enamoras enseguida.... Claro, es que el alma rusa tiene que estar en Prokófiev. Lo que hablábamos antes, esa contradicción que no sabes si amarle u odiarle, si admirarle o mandarle a tomar viento fresco.

M.G.- Al principio es que me parece muy egocéntrico. Él es el artista, alrededor de él tiene que girar todo, tiene que estar mimado. Si hasta la propia madre del compositor le advierte a Lina que no lo contradiga. Luego, cuando la traiciona, el odio fue profundo pero al leer su final, sentí muchísima tristeza.

R.M.- Sí porque ese hombre murió sabiendo que se había traicionado así mismo, que había traicionado a Lina, que fue su musa y la que le permitió ser la estrella que fue. Hubo dos grandes mujeres en la vida de Prokofiev, su madre que desde pequeño lo vio trepando por un piano y supo que ese niño llegaría lejos y por otro, Lina, que le abrió los ojos, le permitió y le animó para que compusiera lo que compuso, le dio ideas y ella siempre fue su muleta, aunque nunca estuvo en un papel secundario, estuvo a su lado, no detrás, ni era la sombra del compositor. Ella era su compañera fiel.  Y cuando empezó la relación con la otra mujer, ya estaba delicado de salud y desde que estuvo con ella dio un bajón impresionante. No le dejaban componer porque físicamente ya tampoco podía mucho. Aquello fue el principio del fin. Él lo sabía y además es que murió enamorado de Lina y con la pena de saber que estaba en un campo de concentración, que además estaba allí por haber sido su mujer,....

M.G.- Lina se dejó convencer para volver a Rusia porque ella no quería ¿no?

R.M.- Bueno, Prokófiev se lo propuso pero si ella no hubiera querido no hubieran ido. Pero Lina dijo que sí porque las veces anteriores que habían estado allí, siempre los habían tratado muy bien. Y se fueron. Además también hay que pensar que en esa época, en la que ellos toman esa decisión, estaban en París, y ya no era el París de los años 20. Ellos se marcharon en el año 36, la ciudad ya no era igual, se olía que la Segunda Guerra Mundial estaba a las puertas, el crack de la bolsa de Nueva York habia hecho mella, toda Europa había cambiado,... Se había perdido la vanguardia cultural, todo se había emborronado mucho y además la madre de Prokófiev también había fallecido y él sentía cierta morriña por su patria. Pensó que era el momento apropiado para cambiar de residencia y establecerse en Rusia. Stalin les había prometido que no iba a haber ningún problema, que todo iba a estar bien, que iba a poder componer y aunque Stravinsky le advirtió para que no volvieran a Rusia porque todo era mentira y la gente estaba desapareciendo, hablando de campos de trabajo,... al final se fueron. Pero también había que entender que de lo que ocurría en Rusia en esos momentos no se sabía mucho y no se supo mucho tampoco durante muchísimos años, al contrario lo que ocurrió con Alemania. Los campos de concentración nazi sí salieron a la luz muy pronto, entre otras cosas porque entraron los americanos e hicieron fotos, vídeos y eso lo pudieron mostrar al mundo. Y además, los productores de Hollywood que son casi todos judíos, hicieron sus películas y contaron sus historias pero de Rusia.... Date cuenta que una décima parte de los archivos no se abrieron hasta los años 90, con lo cual, era imposible saber nada. 

M.G.- Un personaje que me gusta mucho aunque sale poco es la madre de Lina. Para esta mujer la relación de su hija con el compositor le afectó mucho y luego ya de casados incluso, había mucho tira y afloja entre Prokófiev y su suegra. Y por otro lado me pareció muy triste que esta mujer falleciera sin saber nada de su hija. Nunca supo que estaba encerrada en un campo de concentración.

R.M.- Bueno, y tampoco sabemos dónde está enterrada ella. Se supone que en una fosa común. La madre de Lina venía de una familia aristocrática. Su padre fue un importante aristócrata lituano que además formó parte del gobierno ruso cuando Polonia pertenecia a Rusia y cuando ella les comunicó que se iba a casar con Juan Codina, el padre de Lina, se echaron las manos a la cabeza. Claro, que una mujer así, falleciera sin saber qué había sido de su hija porque sus nietos no se lo quisieron decir, tuvo que ser muy duro. Y por otra lado, Lina tampoco supo qué fue de ella. Se supone que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y que falleció tiempo después. Lo último que se sabe de ella es que mandó un telegrama a sus nietos que ponía «Me preocupa vuestro silencio», claro el silencio venía a que Lina había sido detenida pero los nietos no querían decirle nada a su abuela. No quisieron darle ese disgusto y optaron por el silencio. Y nunca más se supo de esa mujer.

M.G.- Bueno, en Una pasión rusa, no solo narras una historia apasionada de amor sino que también sacas a la luz todo lo que ocurrió durante el gobierno de Stalin, sobre los que hay pasajes verdaderamente aterradores.

R.M.- Sí, la verdad es que la parte del libro que más he disfrutado. 



M.G.- Yo me he quedado muy tocada cuando narras el canibalismo que llegó a existir en la isla de Nazino o esa carretera pavimentada con huesos. [Os emplazo a leer un interesante artículo de Miguel García Vega en su blog sobre este tema]

R.M.- Tremendo, sí. Los cuerpos de dos millones de personas fueron utilizados para hacer el hormigón de la carretera porque no tenían materiales para hacer una carretera de dos mil kilómetros. Y esa carretera sigue en activo y la mayoría de los rusos no tienen ni idea de lo que hay debajo, ni idea,...

M.G.- ¿Y cómo te has documentado para escribir la novela?

R.M.- Pues mira, sobre todo me he documentado a través de la literatura que escribieron muchos artistas, bueno escritores rusos, que estuvieron en el gulag y que tiempo después se atrevieron a contar su experiencia y pudieron publicarla porque no era fácil. Y luego parte de los archivos se abrieron en los años 90 con lo que hay cierta información. Luego a mí me pasaron sentencias de algunos de los juicios que se celebraron durante la época de Stalin, que era totalmente de Berlanga.

M.G.- Bueno, mini juicios.

R.M.- Sí eso, mini juicios porque el de Lina no duró ni quince minutos y sobró tiempo porque sabía que iban a condenarla con lo cual no servía de nada. Es lo que te decía antes, que conocemos muy bien el holocausto, incluso mejor que nuestra propia historia, y sin embargo, ese holocausto ruso que existió y que duró más y con un resultado de muertos mucho mayor. Y es tan dantesco que nadie puede dar con exactitud una cifra del total de los muertos. Los propios funcionarios de la Lubianka tenían orden de no contabilizar las personas muertas ni mucho menos con nombre y apellidos porque temían que si algún día todo eso salía a la luz, el mundo iba a pensar que eran unos monstruos. Como si lo dudaran. Es imposible saber la cifra cierta. Unos hablan de cuarenta millones de muertos, otros de sesenta,... Hay quien incluso se atreve a decir que fueron más de cien millones,... También es cierto que fue un periodo mayor que el del holocausto, setenta años de comunismo, menos durante el gobierno de Stalin, pero aún así, es una barbaridad.  Fueron más de quinientos campos de concentración, quinientos gulags,... y el mundo no se enteraba. Y cuando se enteró ya no se podía hacer nada. Fíjate que Rusia siempre fue un país musical, que los rusos se sienten sobretodo músicos y luego rusos, y sin embargo el silencio que había sobre la atrocidad de Stalin. Solo salía lo que Stalin quería.

M.G.- Stalin, un caprichoso que lo que le gustaba hoy lo condenaba mañana. 

R.M.- Pero si lo hizo con su propia familia, a su propio hijo, a su mujer,... Existe la anécdota de que en el entierro de Lenin, Stalin iba detrás, y todos los que portaban el férretro acabaron muriendo por orden de él. Se los cargó. Porque pensó que podían ser testigos, porque sabían cosas... ¡¡Todos fuera!! Y por ejemplo al general del Ejército Rojo que casi dio su vida por él, pues lo acusó de espía extranjero también porque le mandó a hacer unas gestiones a Alemania y alguien le dijo que era un espía y se lo cargó. Es impresionante. Yo creo que fue uno de los mayores genocidas y pienso que todavía no le hemos reconocido ese título. La sombra o el personaje de Hitler lo tapa todo y no es que Stalin hiciera malo a Hitler, porque los dos eran unos descerebrados, pero Hitler era malo y Stalin era igual de malo o peor.

M.G.- Y comentas ya al final del libro que Stalin era un personaje muy peculiar no solo por las barbaridades que hizo sino a otros niveles. Era muy bajito y por eso su personal de servicio no podía ser más alto que él.

R.M.- Exactamente. Él tenía que ver cómo a muchos de sus consejeros o ministros le colgaban las piernecitas cuando estaban sentados. Y otra cosa curiosa es que él había tenido un accidente de pequeño y tenía un brazo más largo que el otro, bueno pues también lo disimulaba y luego para meterlo en el féretro no te imaginas la que liaron. Y sobre las fotografías, quería salir siempre con la piel tersa porque tenía la cara muy picada y no quería que se le viera así. 

M.G.- (Risas) Había photoshop en la época. 

R.M.- Sí, sí,... Digamos que todo era una gran mentira y él lo vendía de otra manera que es lo que hacía con su país. Él daba a entender que los rusos estaban encantados, que todos eran iguales, que su gobierno era del pueblo y para el pueblo cuando resulta que el pueblo no solo se estaba muriendo de hambre, de enfermedad, de necesidades, sino que también estaba siendo enterrado en las cunetas, en el hielo de Siberia, encerrados en los campos de concentración o metidos en la Lubianka. Así trataba al pueblo ruso y sin embargo, la imagen exterior que daba era otra. Como no había posibilidad de entrar para comprobar lo contrario, pues fuera no se enteraba nadie.

M.G.- Tremendo. Bueno, el libro es precioso. Me ha encantado.

R.M.- ¿Te ha gustado? ¿Sí? Como te lo agradezco.

M.G.- Sí, primero porque la historia es muy bonita y luego porque saber que Lina existió de verdad y vivió es vida,... Todo eso lo hace más atractivo.

R.M.- Yo estoy enganchadísima a Lina. No me había pasado con ningún personaje pero claro es que fue una mujer que lo fue todo, y de repente lo pierde y sin embargo sigue adelante,.... Mira cuando al neurólogo Oliver Sacks le dijeron que tenía cáncer y él sabía que se iba a morir, escribió una carta preciosa diciendo más o menos que bueno, que tenía ochenta y dos años pero que no se podía quejar, que no podía pedirle más a la vida porque había amado y había sido amado. Con Lina fue igual. Pase lo que pase con tu vida, lo más importante es amar y ser amado. Y además es que Lina sobrevivió a todos, a Prokófiev, a Stalin, a Mira,... Eso que dicen que la mejor venganza es una buena vida, pues Lina se vengó y de qué manera. Y además protagonizó el Romeo y Julieta ruso. 

M.G.- Oye Reyes, pero qué pena que después de muertos no pudieran volver a juntarse.

R.M.- Bueno, eso es... Y que Prokófiev muriera el mismo día que Stalin pero cincuenta minutos antes. Es que ni siquiera vivió para ver morir a Stalin. Y encima su cuerpo tuvo que quedar retenido durante tres días, sin enterrarlo. No pudieron mandarle ni coronas de flores porque todas eran para Stalin, los periódicos solo informaron de la muerte del líder mientras que la muerte de Prokófiev se comunicó a los quince días después de su fallecimiento. Horrible.

M.G.- Y ahora descansa lejos de Lina porque él está enterrado con la otra. 

R.M.- Sí pero fíjate que eso lo decidió Lina porque ella prefirió estar junto a la madre de Prokófiev, con la que siempre se entendió muy bien. Y además prefirió estar enterrada en París. Ella no quería ser enterrada en Rusia, no quería volver a Rusia ni muerta, nunca mejor dicho. 

M.G.- Ella ni volver ni mirar atrás. 

R.M.- Exacto, ni mirar atrás. Cuando salió del gulag dijo no pensaba mirar atrás porque no quería darle ese gusto. Aquello quedó atrás y siguió adelante.

M.G.- Pues me ha encantado Reyes, de verdad.

R.M.- Cómo me alegro. Yo he disfrutado tanto escribiéndolo y además está funcionando tan bien. Me hace ilusión porque como es una historia que me ha llenado tanto en los dos últimos años, me gusta que a la gente también le llene.
M.G.- Pues lo vamos a dejar aquí. Yo te deseo mucha suerte.  

R.M.- Muchas gracias. 


Espero que os haya gustado. La próxima semana os traeré mis impresiones sobre la novela. 



[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google Imágenes]


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