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ENTREVISTA a SOLEDAD GALÁN (El diablo en el cuerpo).

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Autora

Soledad Galán dirige e imparte talleres de escritura creativa desde hace catorce años. A raíz de la aparición de su primer libro, Adiós cigüeña. El placer de parir (2009), participa asimismo en congresos sobre Mujer y Maternidad, donde sus conferencias se han convertido en referente nacional. Dentro del ámbito periodístico, ha colaborado como columnista y tertuliana en diferentes medios de comunicación. 


Sinopsis

Ésta es la historia de una reina que hizo del amor su oficio, y que vivió por y para el goce. La historia de un mal de la piel que ha de ocultarse, de una pasión prohibida, de un informe que todos quieren poseer; la nómina de los amantes y las intrigas de un siglo que acaba por perderse en sus recovecos y se ve obligado a ceder ante la avalancha del tiempo, igual que los lienzos en favor de la fotografía. Lascivia y política: el final de una España, entre revoluciones de fuera que se ven venir y otras más íntimas, más intensas e insólitas, que vienen sin esperarlas.


Ésta es la historia de Isabel, que reinó sin gobernar, contada en primera persona. De la mujer contradictoria y poderosa que gustaba de almorzar escamitas resecas de hombre.


Entre el erotismo de Anais Nin y la irreverente pirotecnia verbal de Valle-Inclán, la voz narradora lleva al lector en una apasionante viaje por una obra ambiciosa, sexual y rotunda. 



[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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Los que se acerquen a El diablo en el cuerpo buscando una novela histórica en el sentido más estricto de la palabra no la van a encontrar. La primera novela de Soledad Galán cogerá por sorpresa a propios y extraños, a aquellos que gusten de la novela histórica y aquellos que la aborrezcan pero os garantizo que, tanto a unos como a otros, esta novela les va a encantar.

Figura en la faja que acompaña la edición una cita de Antonio Cuadri. El director de cine, entre otras cosas, dice «...un nuevo concepto de novela histórica», una frase que me parece de una certeza absoluta. Y es que El diablo en el cuerpo tiene mucho de historia, no en balde trata sobre la vida de la reina Isabel II de España, solo que el enfoque que nos ofrece Soledad Galán da un paso más allá y se adentra en las intimidades de la reina, desde cuyo ángulo la autora nos retrata España. Conoceremos a sus amantes, la veremos penar de amor y comprenderemos de qué manera todas esas relaciones fuera de su matrimonio con Francisco de Asís podían llegar a afectar a la política española. 


De rebosante humor viene cargada la novela con un personaje, el de la reina, que nos sorprenderá por su frescura, su picaresca y su sinceridad. De ella, de sus amantes, de España y sus políticos estuvimos hablando con la autora hace unos días. Esto es lo que nos contó. 



Marisa G.- Soledad me terminé tu libro ayer mismo. He estado viendo en la solapa que esta no es tu primera publicación pero sí tu primera novela. 

Soledad G.- Exacto. Yo siempre he escrito ensayos. Realmente este es mi quinto libro pero mi primera novela como bien dices. La tenía metida en el cajón y fue una amiga la que se empeñó en que la enviara a Random House o amenazaba con enviarla ella misma. Y no solo la enviamos a Random sino a otras editoriales que la aceptaron igualmente.

M.G.- O sea que al final tuviste donde elegir.

S.G.- Sí, pero me quedé con mi editora, Emilia López, primero porque es encantadora y segundo porque, por teléfono me habló de mi novela como si la hubiera escrito ella y eso no está pagado.

M.G.- He visto que llevas catorce años impartiendo talleres de escritura. Yo llevo unos días tratando de ubicarte porque tu nombre me sonaba muchísimo y claro es que tenemos amigos en común: Manuel Machuca y Paco Gallardo. ¿Los talleres que tú impartes son los que organiza Librería Beta?

S.G.- Sí, siempre he dirigido e impartido los talleres de Beta. Empecé con el Instituto Andaluz de la Mujer y ya desde hace doce años en Librerías Beta.

M.G.- ¿Y la gente se anima a participar en estos talleres? ¿Se apunta mucha gente?

S.G.- Sí, he tenido unos cien alumnos anuales. Los iba distribuyendo en cursos de cuatro o cinco meses.

M.G.- Y de ahí han salido autores que ya muchos conocemos.

S.G.- Sí, algunos están publicando en la misma editorial de Manuel, en Anantes, otros se han autopublicados y otros siguen intentándolo. 

M.G.- Publicas ahora con Grijalbo El diablo en el cuerpo, una novela que cuando me llega pensé que era una novela histórica pura y dura y ¡oh sorpresa!, empiezo a reírme desde la primera página.

S.G.- Me gusta mucho que me comentes esto. La editorial la ha tenido que catalogar como novela histórica porque para ofrecer un libro en librerías tiene que estar un poco encasillado o catalogado pero El diablo en el cuerpo es una novela, no la concebí como una novela histórica. 


En cualquier caso, es cierto que tiene un gran rigor histórico porque está basada en dos años y medio de documentación. Me he embebido de todo el siglo XIX, de todos los escritos de la época, de todo lo que se había escrito sobre la reina, todas las biografías que se han hecho, tanto en el siglo XX como en el siglo XXI sobre ella, las cartas que escribía, las que recibía, incluso las carte de visite, esas tarjetas que acompañaban a los ramos de flores o a cualquier objeto. 

Yo lo que quería contar es la vida de una mujer adelantada a su tiempo, sus secretos más íntimos, que en el siglo XIX rompe con el cliché del ángel del hogar. Una mujer en aquel momento no podía exigir nada, y ella se permite el lujo de disfrutar del placer y exigírselo a los hombres en un mundo en el que no podía hacerlo. Todas esas es lo que figura en el plano superior, lo que el lector ve objetivamente, esos secretos íntimos, pero debajo, todo lo que hay, todo lo demás que se está contando, es el final de una España y el inicio de otra, el final de una época en la que perdemos las colonias y el inicio de otra. 

M.G.- Pero, ¿todo en la novela es real o hay algunos episodios que son ficción?

S.G.- Todo está documentado pero yo quería establecer un juego con el lector, que se planteara qué es realidad y qué es ficción. Y algo muy curioso, hasta los críticos que están leyendo la novela y les está entusiasmando gracias a Dios, me preguntan si hay hechos que sucedieron tal y como los narro. Por ejemplo, en la novela se cuenta que la reina Isabel II tuvo un problema en la piel y es verdad que sufrió de ictiosis serpentina, un herpetismo. Ella se casa con dieciséis años y en los cuadros la vemos como una mujer voluptuosa y guapísima, como era, pero lo que no vemos es que iba completamente vendada, prácticamente desde el cuello a la rodillas. Eso es lo que no se mostraba en los cuadros. Isabel sufría un mal de la piel por el que se iba descamando. Claro, yo realizo ficción pensando que con lo que ella tenía, casada con un hombre con otras inclinaciones sexuales que no tenían nada que ver con las suyas, con todas las hormonas a flor de piel pues era muy joven,... todo eso lo que le provoca es una explosión de su padecimiento.

M.G.- La pobre lo pasa mal (Risas). Y en esta novela la narradora es la propia Isabel II pero nos cuenta su vida en un momento un tanto especial porque ya ha fallecido y está en el purgatorio. A mí me ha encantado el personaje. Cuando se piensa en una reina, y más de aquella época, no te puedes imaginar un personaje como tú muestras en la novela. 

S.G.- Claro, nosotros pensamos en una reina y la imaginamos comportándose de una manera moderada, en su vida íntima o pública. Debía de tener una forma muy educada de expresarse pero a ella nadie la enseñó ni la formó. Tanto su madre como  los preceptores o los políticos que la rodearon se empeñaron en que no se formara. Era mucho mejor que fuera una mujer inculta porque así no cuestionaría lo que sucedía a su alrededor. La voz narrativa, como está en primera persona, tenía que ser la de una mujer que tiene que hablar con frases muy cortas en una especie de monólogo interior y su voz es muy galdosiana, es la voz del pueblo. 

M.G.- Muy castiza.

S.G.- Sí, muy castiza, con un sentido del humor increíble, una retranca muy divertida. La voz que utilizo me la invento, es una mezcla entre el siglo XIX y el siglo XX, pero es probablemente la voz que ella hubiera tenido. Y digo una voz inventada no por la impostura sino porque ella, con lo que hubiera aprendido de unos y de otros, hubiera adquirido quizás esa forma de hablar.

M.G.- Isabel II en la novela tiene una personalidad muy brava, a veces un poco irreverente con la iglesia, es deslenguada, con mal carácter, descarada. Me hace mucha gracia cuando la describes físicamente. Era una mujer muy voluminosa que no le impide en ningún momento tener muchísimos amantes.

ImagenS.G.- A Isabel II no le favoreció en absoluto la fotografía, Cuando aparece la fotografía, algo que se recoge en la novela, uno de los pintores, Winterhalter, le dice algo así como «usted señora volverá a la pintura». Claro, una pintura se puede retocar pero una fotografía no.

M.G.- Claro, no había photoshop.

S.G.- Eso es, y en las fotografías la vemos como una mujer absolutamente oronda que ya no le importa su aspecto físico pero hasta eso ella lo lleva con sentido del humor. Sabe que el tiempo la ha tratado muy mal. Incluso con treinta y pocos años se le retira la menstruación pero ella se ríe de eso también. 

M.G.- En esta novela se habla de Isabel II no solo desde un punto de vista político o social sino que ahondas en cuestiones eróticas. ¿Por qué una novela sobre los asuntos de cama de la reina?

S.G.- Justo por eso, porque no quería escribir una novela al uso, una novela histórica que tuviera el soporte político. Yo quería contar la historia de la reina, la historia de una España y la historia de un siglo pero desde la intimidad porque desde la intimidad es desde donde se cuece todo. Y a partir de ahí, de las relaciones amorosas e íntimas -porque la novela es muy sexual, es muy, muy carnal-, poder mostrar cómo la manejaban unos y otros, poder mostrar todos los movimientos políticos que había entonces. 

Tenemos que recordar que era una época en la que había cambios de ministerio prácticamente cada diez días. Hoy no podríamos entender algo así pero para ellos era algo absolutamente normal. La reina era una muer que, al no haber sido educada, entendió que había nacido para otra cosa porque se empeñaron en que reinara pero no gobernara. Ahí está la diferencia.

M.G.- Es que no les interesaba en absoluto que se metiera en los asuntos del gobierno.

S.G.- No, ella que reinara, que para eso tenía la corona, pero gobernar no la iban a dejar y ella pensó que si no la dejaban reinar en la política, reinaría en la intimidad que era donde tenía de verdad la fuerza y el poder.

M.G.- Y se habla en la sinopsis y así en la novela de un cartapacio que había en la Prefectura de la Policía de París y que contenía información sobre los amantes de la reina. ¿Qué me dices de esto? 

S.G.- Pues que eso existió realmente. Tanto en Gran Bretaña como en Francia se seguían las correrías de la reina y sus amantes porque interesaba saber, no solo quiénes eran sino también sus tendencias políticas para poder manejarlos de una manera y de otra. Y se dieron cuenta que en ese cartapacio había más amantes carlitas que isabelinos (risas). Hay un momento divertido de la novela en la que la reina dice que por eso había disfrutado ella tanto porque había sentido las caricias del enemigo. 

M.G.- (Risas) E incluso utilizan esa información para chantajearla. 

S.G.- Sí, así es. 

M.G.- Bueno, amantes tuvo muchos: el general Francisco Serrano y Domínguez, algún alabardero, pintores,.. Fueron muchos hombres los que pasaron por su cama pero, ¿se pudo llegar a saber exactamente el número de amantes que tuvo la reina?

S.G.- Mira, en la novela hay una cita de Lévi-Strauss que dice «El mito es una mentira que dice la verdad» porque se ha dicho tanto sobre la reina que no hay constancia de que todos los que se consignan como amantes lo fueran realmente pero tampoco hay constancia de que no lo fueran, así que fabulamos sobre ellos.

M.G.- Y se casó, bueno la casaron mejor dicho, a los dieciséis años con un primo doble suyo, con Francisco de Asís al que ella llama en la novela «Paquita», haciendo referencia a su condicial de homosexual, y ahí fue ya cuando pensé que iba a morir de la risa. 

S.G.- (Risas) Ella lo llamaba de muchas maneras pero yo fabulo también con la posibilidad de que lo fuera llamando Paquita, aunque aparece también consignado por ahí. 

M.G.- Un marido que parece que sentía celos de su mujer pero por sus amantes.

S.G.- Bueno en la novela Francisco siente celos de la relación con de la reina con el general Serrano, que en aquel momento era un hombre guapetón, gaditano,..

M.G.- ¿Podría ser que Serrano fue el amante que más caló en la reina?

S.G.- Yo creo que para ella fue el gran amor de su vida y creo que para Serrano también lo fue Isabel.




M.G.- Pero fue un poco truhán con ella, ¿no?

S.G.- Más que truhán habría que utilizar una palabra más fuerte. Con respecto a Isabel lo hizo muy mal e imagino lo que debió ser, para la Isabel mujer y no ya para la Isabel reina, que el amor de tu vida acabe echándote de España y antes de eso la abandonara para medrar en política y para casarse con otra que era rica, muy joven y muy guapa. Debió de ser para ella algo terrible.

La novela está escrita con mucho humor pero eso no quiere decir que todo lo que se cuente sea divertido. Ella tuvo una vida trágica.

M.G.- Bueno, la llamaron la Reina de los Tristes Destinos.

S.G.- Sí, sí, tuvo una vida muy trágica lo que pasa es que yo me río de lo que le sucedió porque creo que ella, a su manera, se rió también de todo lo que le sucedió y además se puso el mundo por montera. Fue dura y cañera hasta el final

M.G.- El matrimonio tuvo doce hijos pero muchos fallecieron al poco de nacer

S.G.- Solo sobrevivieron cinco.

M.G.- Exactamente.

S.G.- De hecho, uno de ellos murió a las pocas horas por la costumbre que existía de mostrar al infante o a la infanta desnudo ante la Corte. En pleno diciembre, imagínate lo que tendría que ser aquello.

M.G.- Y no se sabrá nunca qué hijo nació dentro o fuera del matrimonio. 

S.G.- Lo que se cree, aunque tampoco se puede saber fehacientemente, es que la mayoría no eran hijos de Francisco de Asís. Por ejemplo, de la Infanta Isabel, la Chata, se sabe que era hija del capitán José María Arana, y por eso se la conocía como La Araneja. De Alfonso XII se puede uno imaginar que era hijo de Puigmoltó que también era militar,... pero no se sabe realmente. Lo que uno tiende a pensar es que ninguno era hijo de Francisco de Asís.

M.G.- Además, a Francisco de Asís se le llegó a conocer una pareja, digamos estable, que era su secretario.

S.G.- Ramón María Meneses, así es.

M.G.- Eso es. Y hablabas antes de la documentación, que te ha llevado dos años y medio. ¿Dónde has ido a buscar toda la información que te ha hecho falta para construir esta novela?

S.G.- Pues en todos lados, desde archivos, a todas las biografías que existen sobre la reina, a todos los documentos que hay de la época, del siglo XIX  que tenían que ver con la reina, desde órdenes reales, pragmáticas,... Todo lo que te puedas imaginar. Incluso me he documentado para ver cómo firmaba ella, cómo se maneja en las cartas de visita o en notas... 

M.G.- En la novela vamos a ver a la reina en diferentes escenarios, en La Granja, en Aranjuez, en el Palacio de Oriente, un palacio este que cuenta con unos pasadizos secretos que, según tengo entendido no se pueden visitar.

S.G.- (Risas). Sí pero es verdad que no se permite visitarlos. En el palacio de Aranjuez los empleados fueron adorables y les estaré agradecida toda mi vida. En este sentido he tenido que fabular mucho sobre cómo eran los palacios porque entonces no eran como te los enseñan ahora, que están preparados para la visita. Son visitas muy frías.

M.G.- Y ponerse en la piel de Isabel II, ¿te ha costado mucho?

S.G.- Ha sido difícil encontrar la voz, bueno más que encontrarla, mantenerla.  Hubo un momento en la novela en el que tuve que viajar a París durante dos semanas para documentarme y estando allí  no pude ponerme a escribir. Total que al regresar no encontraba el tono. Esto es algo que lo he hablado varias veces con Manuel Machuca o Paco Gallardo. Cuando pierdes el tono lo pierdes, y lo pierdes durante un tiempo. Entonces tienes que respirar, ser consciente de lo que te está pasando, que lo mismo estás avanzando en la escritura pero no es lo que buscas, no te sale lo que quieres. Hay que tener paciencia para volver a recuperarla. Todo es cuestión de trabajo y de persistir.

M.G.- Aparte del argumento, llama la atención el vocabulario que se emplea, un vocabulario que obliga a tirar de diccionario

S.G.- Sí, aunque me he inventado mucho.

M.G.- ¿Sí? Bueno, yo he buscado algunos términos y los contempla la RAE (Risas). El lector tiene que ser consciente de que el vocabulario no es ni mucho menos de hoy en día, incluso cuando la reina habla que lo hace usando términos muy de la calle.

S.G.- Claro, la reina habla con un lenguaje que no es del XXI ni del XIX. Es una mezcla de los dos y alguna parte inventada. Lo que sí tenía claro es que no podía hablar con moderación y con la educación que se le supone que debería tener una reina. Esta era una reina del pueblo que la adoraba, tanto es así, y esto es verdad, que salía por la noche en el calesín y le tiraban piropos, le tiraban flores, los toreros la adoraban. Ella estaba todos los días en las corridas, le tiraban la montera. Era una mujer que podía hablar así, con ese lenguaje galdosiano pero no puede hablar como la élite. A partir de ahí, pues como le decían que era Isabelona la frescachona, yo la he hecho todavía más frescachona, más echada para delante y lo que tú decías antes, mal hablada, mal encarada en muchos casos, caprichosa, voluble, y hay muchos términos que me he inventado al mezclar el vocabulario del XX y del XIX.

M.G.- Y como última pregunta. Ya que has probado a escribir una novela, ¿qué va a pasar? ¿Vas a seguir escribiéndolas?

S.G.- Sí, voy a seguir. Estoy con otra novela ahora que tiene que ver con una mujer, con el descubrimiento de una mujer, pero lo vamos a dejar ahí porque no me dejan hablar más. 

MG.- (Risas) De acuerdo. Pues Soledad lo he pasado muy bien leyendo tu novela. La verdad es que me ha cambiado el concepto de monarquía (risas). Te deseo mucha suerte y gracias por este rato.

S.G.- Gracias a vosotros.

Yo, desde ya, y antes incluso de traeros mis impresiones sobre esta novela, os animo a que leáis El diablo en el cuerpo porque os vais a divertir mucho a la par que aprenderéis cómo se movían los hilos en aquellos tiempos.




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