No puedo aportar como currículo más que la rebeldía de un niño que no quiso dejarse abatir por la adversidad. Nací a finales de 1986 en La Laguna, Tenerife, y me crié en el seno de una familia muy humilde en Valle de Guerra, una zona rural de la costa norte de la isla. Con once años empecé a trabajar para ayudar en casa con mis hermanos pequeños: repartí periódicos, colaboré en una procuraduría y fui aprendiz administrativo en unas oficinas mientras estudiaba con los adultos del turno de noche. Cuando tenía quince años, sin haber terminado del todo el último curso de bachillerato, tuve que desistir de la asistencia a las clases. Fui peón albañil, freganchín, pinche de cocina, camarero, ferrallista, operador de guillotina, fotomontador en una litografía y, por último, administrativo en una empresa importadora, hasta el ingreso en el servicio militar. A su término, ejercí de vigilante jurado y me hice programador informático estudiando por mi cuenta. Trabajé como ejecutivo comercial de una importante firma nacional hasta que en 1992 establecí una pequeña empresa, que ha sido mi sustento hasta hoy.
Durante ese largo camino, me acompañó aquel niño enfurruñado que quería escribir, resuelto a forcejear en cada decisión que yo tomaba si a él lo alejaba en su empeño. En la soledad de muchas tardes y en muchas madrugadas insomnes, dejé que me ganara algunas partidas. Pero llegó el día en que tuve la noticia de que Plaza & Janés publicaría mi primera novela, resultado de aquellas vigilias. Quedé tan aturdido que necesité refrescarme la cara. Al levantar la cabeza, encontré a ese niño en el espejo, sonriéndome con malicia. «¿Lo ves?», me dijo, no has hecho sino dar tumbos para llegar renqueando hasta aquí, donde yo te había dicho que estaba tu sitio. Me había ganado la batalla final. «No me lo reproches», le repliqué, «mientras daba esos tumbos te he ido llenando las alforjas de historias para contar». Aceptó la respuesta. Hemos vuelto a ser una sola persona. Tal vez nos alcance el tiempo para escribir otra bonita historia más.
Durante ese largo camino, me acompañó aquel niño enfurruñado que quería escribir, resuelto a forcejear en cada decisión que yo tomaba si a él lo alejaba en su empeño. En la soledad de muchas tardes y en muchas madrugadas insomnes, dejé que me ganara algunas partidas. Pero llegó el día en que tuve la noticia de que Plaza & Janés publicaría mi primera novela, resultado de aquellas vigilias. Quedé tan aturdido que necesité refrescarme la cara. Al levantar la cabeza, encontré a ese niño en el espejo, sonriéndome con malicia. «¿Lo ves?», me dijo, no has hecho sino dar tumbos para llegar renqueando hasta aquí, donde yo te había dicho que estaba tu sitio. Me había ganado la batalla final. «No me lo reproches», le repliqué, «mientras daba esos tumbos te he ido llenando las alforjas de historias para contar». Aceptó la respuesta. Hemos vuelto a ser una sola persona. Tal vez nos alcance el tiempo para escribir otra bonita historia más.
Sinopsis
Los amores perdidos es la historia de los jóvenes Arturo Quíner y Alejandra Minéo, de su relación imposible y de lo que tuvieron que sacrificar por ella. Y de dos familias, los Quíner y los Bernal, enemigas eternas. Y es también la historia de un pueblo canario, El Terrero, de héroes anónimos y caciques ambiciosos, donde las pasiones son arrebatadas, los secretos se desvelan entre susurros y las venganzas se cobran con sangre.
Los amores perdidos es el poderío de Dolores Bernal, la matriarca despótica que controla el pueblo con mano de hierro; la bondad de Alfonso Santos, el honorable y firme médico que conoce el punto débil de todos sus vecinos; el valor de Rita Cortés, la chica rebelde y excesiva, que huye a la Península para encontrar algo muy diferente a lo que esperaba; o la tenacidad de Ismael Quíner, el noble enamorado que lo ofrecerá todo por la supervivencia de su estirpe.
Los amores perdidos es un épico y colosal tapiz tejido con estas y otras muchas historias, que afectarán a la pasión de Arturo y Alejandra a lo largo de los años y que les llevará del Terrero a Nueva York, del enamoramiento al desencanto, de la separación al reencuentro para finalmente enfrentarse a un destino incierto.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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A Miguel de León le rebosa alma por los ojos. Si las emociones tuvieran color, en las fotografías que se tomaron durante el encuentro podríamos distinguir con absoluta claridad un halo de distintas tonalidades flotando sobre entrevistadora y entrevistado porque si algo hubo en esa entrevista, fue emoción, y en algunos momentos, muy contenida.
Desprende la biografía del autor la certeza de haber sido un hombre ávido por aprender aunque la vida no se lo pusiera fácil. Autodidacta y hecho a sí mismo, nunca dejó de ser aquel niño que soñaba con convertirse en escritor.
De Miguel de León te gana su honestidad y sinceridad, su mirada franca y limpia, su humildad y su modestia, cualidades que ha sabido transmitir a algunos personajes de esta novela, de estos amores perdidos que lleva días cautivándome y de la que os daré debida cuenta cuando llegue a su fin. Permitidme que me demore, para que pueda prolongar el disfrute del camino. De momento, os dejo con la entrevista. Esto es lo que Miguel de León nos contó.
Desprende la biografía del autor la certeza de haber sido un hombre ávido por aprender aunque la vida no se lo pusiera fácil. Autodidacta y hecho a sí mismo, nunca dejó de ser aquel niño que soñaba con convertirse en escritor.
De Miguel de León te gana su honestidad y sinceridad, su mirada franca y limpia, su humildad y su modestia, cualidades que ha sabido transmitir a algunos personajes de esta novela, de estos amores perdidos que lleva días cautivándome y de la que os daré debida cuenta cuando llegue a su fin. Permitidme que me demore, para que pueda prolongar el disfrute del camino. De momento, os dejo con la entrevista. Esto es lo que Miguel de León nos contó.
Marisa G.- Miguel, Los amores perdidosencierra una historia preciosa pero sé, por la nota de prensa que nos ha hecho llegar la editorial, que este libro también tiene una bella historia detrás que nos habla de cómo usted comenzó a escribir, de su pasión por la lectura, de cómo encontró editorial. Cuéntenos un poco.
Miguel de L.- Siempre quise escribir, desde que era un adolescente con quince años. Me gustaba mucho leer porque además, tampoco tenía posibilidad de otras cosas. No había televisión, no tenía dinero para el cine,... Mi único entretenimiento era leer y leí sobre ciencia, filosofía y política. Sé un poco de todo eso gracias a la lectura. Precisamente lo que menos leí entonces fue literatura, algo que me hubiera gustado mucho. Pero yo tenía que trabajar porque mi situación familiar era muy complicada. Era el mayor de cinco hermanos y tuve que abandonar los estudios, bueno, abandonarlos no, simplemente dejé de ir a clase. Me busqué trabajo de lo que fuera. Por eso en la biografía que aparece en el libro figura que he hecho tantas cosas.
M.G.- Muchísimas Miguel.
M.L.- Sí, todas esas cosas fueron de niño. Luego de mayor, tras el servicio militar, me hice informático pero estudiando por mi cuenta, y conseguí trabajo. Estuve una temporada haciendo programación, luego empecé a trabajar para El Corte Inglés, pero vendedor de calle, a puerta fría... Todo esto transcurrió en Gran Canarias. Luego nos mudamos a Tenerife, monté una empresa, me fue muy bien durante muchos años pero llegó la crisis y todo se vino abajo. En aquel desánimo comencé a recuperar las antiguas historias que tenía, entre ellas un esbozo de novela, que decidí acabar, darle forma y aquí está.
M.G.- Siendo usted un escritor novel, ¿soñó alguna vez con que una editorial importante lo respaldara en su primera novela?
M.L.- No. Nunca llegué a soñar eso. Yo lo suelo decir de broma pero es verdad, para mí es esto ha sido como tocar en la puerta del cielo y que salga a recibirme San Pedro. Plaza & Janés de Penguin Random House,... algo inimaginable. Llevo tocando el cielo desde hace dos años.
M.G.- Miguel, yo soy de las que leen los libros desde el principio hasta el final, desde la biografía del autor hasta los agradecimientos.
M.L.- Todo es novela.
M.G.- Sí, y siempre hay detalles interesantes. En su novela, al margen del argumento, hay dos cuestiones que me han resultado sumamente curiosas. Por un lado, la nota de prensa comenta que su autor de cabecera es Gabriel García Márquez. No sé si usted estará de acuerdo conmigo en que se puede notar esa influencia de Gabo en Los amores perdidos.
M.L.- Claro, claro y además no renuncio a ello, no me ofende para nada. Estuve veinte años aprendiendo a escribir con, y no como, el maestro y ahora llevo otrosveinte años intentando que no se me note pero bueno...
M.G.- Se le nota un poquito (risas), pero es muy bonito.
M.L.- Pero no me importa. Si me parezco un poquito al maestro, bien, ya está, no pasa nada, está todo dicho.
M.G.- No, no, claro que no pasa nada, a mí me ha gustado mucho encontrar ese rastro. Y por otro lado, en la biografía que figura en el libro aparece una frase preciosa que dice así:
«Durante este largo camino, me acompañó aquel niñeo enfurruñado que quería escribir, resuelto a forcejear en cada decisión que yo tomaba si a él lo alejaba de su empeño».
¿Se podría decir que hoy podemos leer Los amores perdidos gracias a aquel niño en lugar de dar las gracias al adulto?
M.L.- Sí, es indudable. Él fue el que venció. El adulto se topó en su camino con una crisis tremenda, que lo obligó a cerrar su empresa. Todo se vino abajo pero, por suerte, se cerraba una puerta para abrirse otra. En un momento muy duro para mí, recibí la llamada de la editorial para confirmarme que publicarían mi novela y entonces me acordé de aquel niño, de aquel niño de dieciséis años del que se reían todos cuando decía que quería ser escritor.
M.G.- Algunos sueños se cumplen. Usted lo ha conseguido.
M.L.- Sí, se me ha cumplido un sueño.
M.G.- Pues entremos en materia. La sinopsis que aporta la editorial permite al lector hacerse una idea del argumento pero me gustaría que fuera usted mismo, con sus palabras, el que nos explicara qué nos vamos a encontrar en Los amores perdidos.
M.L.- Yo espero que los lectores se encuentren con una novela llena de momentos de emoción. Sé que es muy arriesgado, que soy como un funambulista sobre un cable y que, en cualquier momento, me pudo caer pero prefiero vivir el riesgo, correr el riesgo de intentar emocionar. Si consigo emocionar a dos o tres personas, me va a dar igual que luego venga un crítico y me diga que soy un desastre de escritor. Si consigo emocionar a un lector, habré alcanzado mi objetivo. Yo disfruto con un libro que me emociona y me gustaría que mi libro emocionara a los lectores. ¿Cómo creo que se consigue eso? Pues escribiendo sobre personas que te las podrías encontrar cuando vas a comprar el pan, escribiendo sobre aquellas cosas que nos hacen ser lo que somos, humanos, hablar de las emociones del corazón,... Creo que eso es lo que hacía García Márquez también. Es lo que yo intento.
De los sesenta o setenta personajes que aparecen, hay como veinte que son muy rotundos e inequívocos, con un extenso desarrollo, y tienen mucho de psicología. Es muy trabajoso pero el resultado merece la pena.
M.G.- ¿Pero cómo se maneja a tanto personaje?
M.L.- Intento trabajar la psicología de los personajes, aunque realmente no tengo una técnica. Digamos que cobran cuerpo delante de mí. Algunos se dejan llevar con docilidad y otros se oponen totalmente a lo que yo pretendo de ellos y, al final, terminan ganándome la partida.
M.G.- Adquieren vida propia.
M.L.- Sí. Mira, Rita Cortés es un personaje que asume su libertad de tal manera que no nos esperamos nunca que sea como es. Ella parece una mujer muy contradictoria. Por un lado está lo que persigue y por otro lo que desea. El lector quizá no entienda por qué actúa así pero ella tiene una razón que además es contundente.
Cuando creé el personaje de Rita quise hacerla de un modo y es como si ella se hubiera negado al papel que le tenía preparado. Al final, hizo lo que quiso.
M.G.- Y ya que hablamos de los personajes, le diré que me he fijado mucho en los femeninos. A mí Rita Cortés me ha gustado muchísimo pero ¿qué me dice usted de Dolores Bernal?
M.L.- Es tremenda (risas).
M.G.- Una mujer que maneja a todos y a todo pero es un personaje con corazón también.
M.L.- Sí, sí... Ella es un personaje que maneja a todo el mundo desde el miedo. Cuando ella pierde a su marido, asume el poder que tenía su esposo aunque no quería. Ella no se da cuenta del daño que está haciendo hasta que lo sufre y entonces se transforma, cambia radicalmente y lo hace por amor. En la novela siempre conduzco las cosas y los personajes hacia el territorio del amor. Como dice el título, se habla de los amores perdidos, que son aquellos que no se dan, los que no se expresan, los que no se dicen. Hay personajes en la novela que se callan su amor y por eso son amores perdidos.
M.G.- Es verdad. Y me gustaría saber si, de entre todos los personajes, hay alguno con el que se sienta especialmente identificado, que sea más usted que otro. Yo le veo un poco como el médico, Alfonso Santos, hombre tan bondadoso.
M.L.- Todos son hijos pero Alfonso es un recuerdo que tengo de la infancia. Siendo yo muy niño, conocí a un médico que se llamaba así, Alfonso. Un día en su consulta, presencié cómo él atendía a una señora que venía con un bebé. Aquel médico examinó a la mujer con sus senos desfallecidos y al bebé, tan pálido, sin dejar de llorar. Le noté una sensación de agobio tan tremenda a Alfonso, de pesadumbre. Aquel hombre le pidió a la mujer que viniera dos veces al día con una lechera para que se la llenaran con la leche de las vacas que él tenía, para que pudiera alimentar al niño, para que pudiera alimentarse ella misma y su padre, con el que vivía. Ese era Alfonso. Aquel día me hice de izquierdas.
De todos modos yo me siento identificado con todos ellos.
M.G.- Los amores perdidos es una novela en la que hay muchísimo drama pero también hay pinceladas de humor. Algunos episodios son muy divertidos como esa cena con setas.
M.L.- Intento introducir algunos toques de humor a lo largo de toda la novela sin romper nunca la esencia del capítulo que estoy contando. Me gusta hacerlo, sí. Por ejemplo, meto un poco del esperpento de Valle-Inclán porque, le voy a confesar una cosa, yo voy haciendo homenajes todo el rato en la novela.
M.G.- ¿Si?
M.L.- Sí, sí... Por ejemplo, homenajeo a Juan Rulfo con el personaje de Chona, a Valle-Inclán con Maqueda por esperpéntico, a Gabriel García Márquez en Cien años de soledad a través del profesor de Historia del Arte y algún otro más hay.
M.G.- Como todavía no la he terminado de leer estaré atenta. Pero quisiera preguntarle otra cosa. En Los amores perdidos la trama recorre un camino de sesenta años aproximadamente. ¿En qué momento comienza realmente y cuándo termina?
M.L.- No quise dejar constancia explícita de cuándo empieza o acaba porque no es una novela histórica. Coincido con García Márquez y Saramago en que, si dejas estos espacios sin anclar a un tiempo concreto, los personajes ganan muchísimo, se hacen más grandes porque se vuelven ingrávidos y se puede conectar con ellos mucho mejor. No quiero precisar mucho. La única referencia histórica que vas a encontrar es en la segunda parte, cuando se menciona de pasada que ha muerto Carrero Blanco. Quiero que los personajes sigan estando etéreos, inconexos con la realidad.
M.G.- De todas maneras, con la forma de pensar y de actuar de los personajes, nos podemos hacer una idea de en qué época estamos.
M.L.- Sí, claro pero estoy seguro de que mi idea es distinta de la suya y seguro que la suya es distinta de quien vivió esa época de verdad. Ese es el objetivo que quiero alcanzar, que cada uno tenga sus propias impresiones del pueblo donde todo transcurre, de la época, de las circunstancias. Quiero que las referencias sean las suyas, no las que yo le ponga.
M.G.- Y hablando del pueblo. Todo transcurre en dos localidades de las islas Canarias, el Terrero y Hoya Bermeja. ¿Existen realmente?
M.L.- No existen, no.
M.G.- Eso me parecía porque las he buscado sin éxito. Pero deben tener un reflejo, ¿no?
M.L.- Claro, pero no he querido poner un pueblo concreto. Cualquier canario sabe que estoy hablando de un pueblo de ellos porque en todos los pueblos canarios hay una Candelaria que todo lo paga con la virgen y es un amor de persona y una Chona,... Pero si todo esto lo trasladas a la península seguro que funciona igual.
M.G.- Totalmente.
M.L.- En el caso de mis islas Canarias, lo he hecho así porque un libro que vendes en Gran Canaria no lo vendes en Tenerife porque los políticos se han dedicado siempre a echarnos a pelear cada vez que no le cuadran las cuentas.
M.G.- Pero esto ocurre igual aquí.
M.L.- Sí igual, con los catalanes, los andaluces,... Por eso en la novela no he querido poner una isla concreta. Están todas reflejadas en la novela porque es una novela para todos los canarios. Y además no es localista porque esto puede ocurrir en cualquier parte del mundo.
M.G.- Miguel, y no le he preguntado algo importante. ¿Cómo surge la idea para esta novela?
M.L.- Me obsesioné con el personaje y con la idea. ¿Habrá algún hombre de veinticinco años capaz de acostarse con una chica, una belleza, y no tocarla nunca? Pues no. Somos tan brutos que aguantaríamos cinco minutos. Pero ¿y si hay alguno? Y me obsesioné con eso.
M.G.- ¿Esa idea es el germen de la novela, entonces?
M.L.- Sí, ese es el germen.
M.G.- Pero construir esta historia tan compleja le habrá costado años, ¿no?
M.L.- Sí, unos cuantos años porque esto no es una novelita.
M.G.- Hombre, es imposible tildarla de novelita (Risas). Pero, una pregunta para terminar. Ya que usted ha cumplido su sueño y encima ha entrado por la puerta grande, imagino que no se parará aquí ¿no? ¿Hay más proyectos?
M.L.- Sí, tengo un libro de cuentos y relatos que literariamente no sé cómo funcionará pero lo quiero terminar. Y tengo una segunda novela cuyo título provisional es Almas en el páramo. Si en Los amores perdidos hablo del amor y la libertad, en la otra que tengo me planteo si existe o no el alma y por supuesto, no tengo respuesta pero no se trata de un rollo filosófico. Voy a dejar que los personajes, algunos muy divertidos, nos pregunten para reflexionar sobre el tema. ¿Los perros tienen alma? ¿Y los locos?
M.G.- ¿Y las mujeres, tenemos alma? Algo de lo que se dudaba siglos atrás y otros autores han tratado en sus obras.
M.L.- Alma no sé si tendréis porque ni siquiera sé si la tienen los hombres, pero lo que sí tenéis es corazón y coraje.
M.G.- Sin duda. Pues Miguel, muchísimas gracias por este encuentro y por regalarme un poco de su tiempo. Ha sido un placer y espero que tenga mucha suerte con la novela.
M.L.- Ha sido un placer para mí también.
Aquella entrevista terminó con la consabida dedicatoria que no me resisto a pedir a cada autor con el que me encuentro y se prolongó, horas más tarde, con la llegada de un whatsappque portaba palabras de especial significado para mí. Las guardaré como un tesoro. GRACIAS.
Aquella entrevista terminó con la consabida dedicatoria que no me resisto a pedir a cada autor con el que me encuentro y se prolongó, horas más tarde, con la llegada de un whatsappque portaba palabras de especial significado para mí. Las guardaré como un tesoro. GRACIAS.
[Algunas ilustraciones e imágenes tomadas de Google]