Fernando García Calderón, tras la excelente acogida de las novelas La judía más hermosa, La resonancia de un disparo y Yo también fui Jack el Destripador, retoma el quehacer literario con Diario de ausencias y acomodos, su tercer libro de relatos, escrito al alimón con el también sevillano Facundo Laboa.
F. Laboa, como es conocido en certámenes de cuentos de toda España, lleva alimentando su currículo literario desde que, allá por el año 1989, se decidiese a cambiar su despacho de Plaza de Armas por la intimidad de un caluroso estudio de la calle Regina. Nunca antes se había animado a figurar en la portada de un libro. La vieja amistad de los alumnos de los Salesianos de Triana renace.
F&F han indagado en la vida y milagros del lingüista Juan Ángel Santacruz de Colle, reputado tasador de libros antiguos y anónimo explorador de la costa swahili, entregando a los lectores unos relatos cargados de referencias a su biografía, su vocación literaria y su ación pictórica. Pocas veces ambas artes habrán compartido tren y asiento en un viaje de tan largo recorrido como este Diario de ausencias y acomodos.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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A Fernando García Calderón lo conocí con Yo también fui Jack el Destripador, una novela espectacular que me sumergió en Londres de Whitechapel y que me pareció un ejercicio literario apabullante. Gran conservador y fuente de conocimiento, el autor volvió a pisar tierra sevillana, la que le vio nacer, para promocionar un volumen de relatos que sirven como homenaje a un lingüista sevillano del que pocos habrán oído hablar.
Yo os recomiendo que, al margen de que sea un género de vuestro agrado, no os perdías la información que Fernando García Calderón nos facilita sobre Juan Ángel Santacruz, un hombre con una historia llena de aventuras que no os dejará indiferentes, como tampoco lo hará la forma y manera en la que él llegó a conocer de la existencia de este personaje. Insisto, no os lo perdáis. Esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Fernando, una pregunta obligada: ¿cómo ha funcionado la anterior novela, Yo también fui Jack el destripador. Solo he leído buenas opiniones.
Fernando G.- Sí, en general las críticas han sido muy buenas. Incluso hemos tenido mención en las listas de mejores novelas del año en algún medio como por ejemplo La Vanguardia en Barcelona. Ha ido todo muy bien. Muy agradecido por la labor que tú empezaste y otras personas, magnánimas como tú, han seguido.
M.G.- La novela realmente se lo merecía. Aquello fue un trabajo casi de ingeniería.
F.G.- Te lo agradezco.
M.G.- Bueno, y ahora llegas con relatos, con este Diario de ausencias y acomodos. Vuelves a este género que tú ya has tocado en otras ocasiones y en este caso vienes de la mano de un «alter ego», Facundo Laboa, que a mí me tiene de lo más intrigada. ¿Quién es?
F.G.- Bueno, no puedo contar mucho. Facundo Laboa nació en el mundo del relato y se ha desarrollado toda su vida en el mundo del relato, manejándose con este seudónimo y le ha ido muy bien, muy conocido en certámenes de buena parte de España. Pero es muy tímido.
M.G.- ¿Quiere permanecer oculto?
F.G.- Sí, es muy celoso de su intimidad y poco ambicioso.
M.G.- Si no me equivoco, he leído por ahí que os conocéis de la época estudiantil.
F.G.- Sí, nos conocemos de toda la vida. Eso genera muy buena química y es más fácil trabajar con alguien que tiene afinidades tan claras con uno mismo.
M.G.- Pero ¿qué papel jugáis cada uno en la narración de estos relatos? ¿Cómo os compagináis?
F.G.- En general la idea es siempre la misma. Alguien ofrece un concepto de trabajo, un guion, y a partir de ahí avanzamos por aproximaciones sucesivas. Nos vamos aproximando al producto final como lo haría, por así decirlo, un escultor que coge un trozo de mármol y trata de hacer una figura.
M.G.- Pero en ningún momento tenéis un reparto de tareas o de un número de relatos, ¿no?
F.G.- No necesariamente. Uno llega con un proyecto y si ese proyecto puede ir adelante, pues avanzamos. No hay competencia en la estructuración del trabajo.
M.G.- Diario de ausencias y acomodos se compone de quince relatos con el que se pretende dar a conocer la figura de un lingüista sevillano, Juan Ángel Santacruz Colle, del que yo no sabía absolutamente nada. ¿Quién es este hombre Fernando?
F.G.- Pues fue un señor que merece una novela, que quiero sacar en breve. Nació a principios del siglo pasado. Es sevillano y por las vicisitudes de la Guerra Civil desapareció de España, desapareció de los registros. Después de marchar de nuestro país, se dirigió a París. Antes había llevado una vida relativamente bohemia, introducido en el mundo de los incunables y la venta de libros. Lo cierto es que, al final, como consecuencia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y la entrada de los alemanes en París, huye también de Francia, marcha a Alejandría, de ahí acaba en Zanzíbar y el resto de su vida la pasa en África.
M.G.- Te confieso que en algún momento era un personaje que te habías llegado a inventar porque no encuentro absolutamente nada sobre este hombre. ¿Por qué no hay ningún tipo de información sobre él en la red?
F.G.- Buena parte del problema está en que los españoles, y los sevillanos en particular, tendemos a olvidar a nuestros congéneres pero especialmente el problema radica en las vicisitudes. En la guerra se pierde mucha información de mucha gente. La familia de Juan Ángel Santacruz se puede dar prácticamente por extinguida y yo llego a conocer a este personaje por una tía abuela que, en su lecho de muerte, quiso contarme una historia de un negro africano que vino a visitarla en un momento dado y que quería contarle una historia, la historia de este hombre que, en realidad había sido el novio de una hermana. Ese juego que se produce tan metaliterario en su inicio, por así decirlo, se convierte en literatura desde el momento en el que ella me pide que le dé carta de naturaleza, que vuelva a ser conocido, para que no muera del todo.
M.G.- Entiendo y por eso se dice en la nota de prensa que ese libro nace como fruto de una promesa en el círculo familiar. Y si no hay información, al menos no la hay en internet, ¿cómo te documentas sobre el personaje?
F.G.- Bueno el personaje deja unos diarios y yo tengo acceso a parte de esos diarios, aunque no a todos. Este hombre africano traía consigo un cofre cuando visita a mi tía abuela y se lo entrega pero mi tía abuela nunca lo abrió hasta que me contó la historia. Una vez que me la cuenta, lo primero es dudar de ella porque es una historia tan aventurera que es difícil pensar que haya personas que, nacidas en Sevilla, lleguen tan lejos y haga el tipo de cosas que él hizo. Luego, analizando los diarios, voy encontrando pistas, aunque muy pocas logran descubrirse porque últimamente usaba seudónimos y cambiando de carácter, por así decirlo, tanto físicamente como a lo que se dedica. A lo largo de su trayectoria, tanto en Europa como en África, cambia de nombre y cambia de aspecto en varias ocasiones.
M.G.- Muy camaleónico entonces. Pero he leído que ese señor se dedicó a llenar Europa de falsos incunables. Quizá lo hacía por eso, ¿no? Por ocultarse.
F.G.- Sí, efectivamente al principio es eso lo que hace, ocultarse. Prefiere no mostrar un rostro claro y abierto en todo tipo de situaciones. Pero cuando llega a África es que verdaderamente adopta dos personalidades distintas. Por un lado, la de un gibraltareño que se hacía llamar John Cross, por asimilación con Juan Ángel Santacruz, y por otro lado, la de un árabe, un plantador de clavo árabe. Él trabaja dos personajes distintos a lo largo de su vida y solo muy al final, los lugareños averiguan que él realmente es español. Esto en la novela queda expuesto.
M.G.- Te refieres a la novela que se publicará en breve. En esa nueva publicación, ¿aportas nuevos datos? ¿Qué diferencia habrá entre los relatos y la novela?
F.G.- Esencialmente los relatos no tienen nada que ver con él. Lo que tiene que ver con el personaje son las entradas a los relatos. Luego la novela lo que hace es explicar todos y cada uno de los pasos que tienen que ver con esas entradas pero en definitiva, las entradas no siguen un orden cronológico. La novela es una novela al uso donde te vamos a contar la historia desde el inicio hasta el final. Para mí ha sido un proyecto que empecé en el año 2003, si no recuerdo mal, y que se prolonga hasta el año 2014. He estado en Zanzíbar en varias ocasiones y ya tengo amigos allí. Para mí ha sido un catarsis.
M.G.- Fernando, permíteme que retome la historia familiar de la que parte este libro de relatos. ¿Por qué aquel africano llega hasta tu tía abuela? ¿Quiso Juan Ángel Santacruz en su lecho de muerte que esos diarios llegaran a tu familia?
F.G.- No, en realidad, este personaje lo que pretende es cumplir una deuda consigo mismo, llevar ese testimonio a alguien que tuviera relación con Juan Ángel Santacruz, un testimonio que pudiera ser conocido en su propio país pues, él sabía que Santacruz nunca olvidó su tierra y que le hubiera gustado regresar y volver a ver a su novia.
M.G.- Me has comentado que has viajado por allí, por Zanzíbar, ¿llegaste a localizar su tumba?
F.G.- Sí, bueno he localizado lo que creo que es dentro de lo que puede ser un extraño monumento en un poblado de allí. Date cuenta que ellos profesan la religión musulmana y encontrarte algo parecido a una cruz, pues resulta chocante.
M.G.- Bueno pues, Diario de ausencias y acomodos es un volumen, como hemos dicho, de relatos, en el que tú aúnas arte y literatura. Cada relato viene antecedido por una entradilla en la que se habla de un cuadro pero ¿qué relación guarda ese cuadro con el relato posterior?
F.G.- En general la idea del libro procede también de Juan Ángel Santacruz. Hemos querido retomar un volumen que él hizo a finales de los años 20, de forma muy modesta, en el que efectivamente se relacionaban una serie de cuadros con unos relatos. De alguna forma, y exagerando, hemos hecho un remake de algo que ya existía, como dirían en el cine. Lo atractivo de relacionar literatura y pintura era nuestra intención de transmitir que el cuento está compuesto por una serie de palabras que son asimilables a las pinceladas de un cuadro, de tal forma que el cuadro pretende, a partir de esas pinceladas, contarte algo, no demasiado extenso, pero sobre todo crearte sentimientos, crearte una sensación. Ese era el objetivo con cada uno de los relatos. Además, completando el retruécano, lo que pretendimos es que incluso los cuadros tuvieran presencia dentro del mismo relato, de tal manera que el relato se identifica con un cuadro o un conjunto de cuadros, o bien en la forma o bien el fondo. Los cuadros seleccionados por Juan Ángel no son los mismos que los seleccionados por nosotros en el libro pero partimos de una idea común.
¿Y por qué contar todas estas cosas de él? Porque en el fondo, toda su vida, a medida que se va a alejando de las ideas más artísticas para llegar a la forma prosaica de abordar la vida en África, más importancia tenía para él la identificación de determinados hechos que ocurrían en su vida con referencias pictóricas o referencias artísticas determinadas. Eso es lo que se pretende en las entradillas, mostrar su visión de una realidad, más o menos conservadora, en el sentido realista, con la fantasía que supone el desarrollo artístico.
M.G.- Entiendo que este personaje, Juan Ángel Santacruz, por lo que he estado leyendo en el libro y por lo que me estás contando, era una persona bastante cultivada.
F.G.- Sí, sin lugar a dudas. Los primeros treinta y cinco años de su vida, y hasta que se ve envuelto en la Guerra Civil, él se dedica a cultivarse. Pertenece a una familia acomodada, se le permite estudiar, estudiará lingüística y a partir de ahí salta a esa vocación, un poquito aventurera, de meterse en un mundo que no es totalmente legal, digámoslo así, pero es una persona culta, que aprende varios idiomas, tiene cierta facilidad además para ello, para asumir y adquirir conocimientos,... Además, su trayectoria claramente se divide en dos partes, la primera en Europa y la segunda en África, y una y otra tienen muy poco que ver, no solo en sus acciones sino incluso en su moralidad. Podemos decir, por así comentarlo, un personaje inmoral en una primera etapa y un personaje totalmente moral y ético en la segunda.
M.G.- ¿Y no has podido localizar nunca a ningún descendiente?
F.G.- No. Si tiene familiares deben estar por León o zonas próximas a León, si hay alguno en España. Pero de todos modos, familiares directos no hemos podido localizar a ninguno.
M.G.- Bien, pues decíamos que cada uno de los relatos se abre con una introducción que hace referencia a un cuadro de autores como Salvador Dalí, Jack Vettriano o incluso Antonio López,... Leyendo esas entradillas también hay referencias muy concretas a las técnicas pictóricas. ¿Este conocimiento lo traías ya incorporado o bien has tenido que informarte al respecto?
F.G.- Bueno, mi primera novela, El vuelo de los halcones en la noche, está basada en cuadros del pintor Edward Hopper, y ahí ya había hecho un ejercicio que, de alguna forma, se reproduce en lo que observé en el propio Juan Ángel y en lo que nosotros hemos pretendido realizar. Pero hay una cierta analogía entre una labor y otra. A mí me gusta mucho la pintura. Durante bastante tiempo asocié el concepto de relato al concepto de una instantánea, pero más que fotográfica, a una instantánea pictórica. Es verdad que hay fotógrafos que he admirado muchísimo pero la pintura me ofrecía una cosa, y es que a través de un desarrollo técnico muy determinado, se generan sentimientos distintos y eso me gusta mucho como concepto de trabajo. Así que sí que hay unos antecedentes en mí, no es que yo sea un experto, pero sí hay mucho interés por ese tipo de cuestiones.
M.G.- Cuando me he enfrentado a la lectura del libro, que aún no lo he terminado y luego te contaré por qué, lo primero que me encontraba era ese cuadro que ocupa las entradillas y como soy curiosa, me animaba a buscarlo en internet o bien, si lo conocía, hacía por visualizarlo en mi mente antes de adentrarme a leer el relato. No sé si crees que es recomendable hacerlo de esta manera.
F.G.- Sí, sí... Creo que es mucho mejor así. Todos los cuadros son evocadores de lo que luego se va a encontrar uno dentro del relato. No destripa nada pero sí te permite situarte en un cierto contexto.
M.G.- Algunos son preciosos.
F.G.- Sí, son todos muy bonitos. De hecho todos se pueden consultar en internet excepto uno y por eso al final del texto hay una referencia a una página web donde se puede ver.
M.G.- Y también hay referencia a un pintor que ya salió en nuestra última conversación, me refiero a Walter Richard Sickert, aquel pintor que recreaba los asesinatos de Jack el destripador, una figura que te persigue.
F.G.- Sí, ese pintor me atrae mucho pero la realidad es que hay una relación con aquella novela. Como sabes, en la novela el protagonista se dirige a alguien cuando está hablando y hay una referencia final a Zanzíbar dentro de la novela de Jack... Realmente a quien se dirige este protagonista es a Juan Ángel Santacruz. Esto no se dice en la novela aunque sí se hace mención al sitio geográfico. Todo esto genera ya una relación entre las dos obras. No es una relación profunda. De hecho el personaje de la novela de Jack aparece en la nueva novela un par de veces de manera tangencial.
M.G.- O sea que tú juegas con tus propias obras y las conectas aunque sea algo interno.
F.G.- Sí porque en el fondo, como yo siempre escribo lo que veo, pues una vez que lo veo me involucro mucho. Es un mundo que me resulta no solo familiar, sino en el que me siento cómodo y me agrada.
M.G.- Pues mirando la estructura de este volumen de relatos, a parte de esas entradillas en sí, no sabría discernir si los relatos tienen capítulos o bien son varios relatos agrupados bajo el mismo capítulo. No sé muy bien cómo definirlo.
F.G.- Técnicamente son muy distintos entre sí. Incluso anímicamente también lo son. Nosotros pretendíamos trabajar desde un cierto tono de humor, -y digo cierto porque tampoco es que seamos muy graciosos ninguno de los dos-, hasta un concepto de tristeza o melancolía que también queda reflejado a lo largo del propio título.
El concepto de «ausencia» para nosotros está relacionado con la idea de bregar por conseguir lo que no tienes, desde un punto de vista sentimental, desde un punto de vista no material. Mientras que el concepto de «acomodo» está más relacionado con la idea de «estoy en calma y me puedo conformar con lo que tengo». Entre esos dos platillos de la balanza se desarrolla el libro, de ahí que lo tituláramos así. Pero la realidad es que algunos de esos textos son muy convencionales en cuanto a su estructura, y otros están segmentados por capítulos pequeños, relativamente breves o algo mayores, casi dividido en tres cuadros pseudo-teatrales, por así decirlo. ¿Por qué? Pues mira, simplemente surgió así. No hay nada deliberado. Incluso hay uno de los relatos que va precedido por los típicos conceptos de un crucigrama que realmente es un crucigrama.
M.G.- Pero ese relato es magnífico. Me llamó mucho la atención. Ese y otro más en el que vais introduciendo estrofas del bolero «Nosotros» que, además acaba el relato eliminando el último verso. Me resultaron de lo más curiosos. Me gustaría saber cómo y por qué introduces estos recursos.
F.G.- El del bolero es Para Elisa, un espejismo, un relato que yo escribí hace bastante tiempo.
M.G.- Perdona Fernando, algunos de estos relatos están premiados, ¿verdad?
F.G.- Sí, efectivamente, este está premiado. A mí siempre me sedujo ese bolero y especialmente el significado que podría cobrar al quitarle algún verso en alguna estrofa. Realmente has dado en el clavo. Yo no sabía sí se iba a percibir de manera tan rotunda pero has dado totalmente en el clavo. Para mí el relato conlleva el ritmo de una dura siesta andaluza, lleva la cadencia del bolero, y acaba con ese pronunciamiento, con ese interrumpir algo y se dice muchísimo con esa interrupción.
Y el crucigrama es otra aventura. Partíamos de un relato muy sentimental, muy hondo en cuanto a querencias y pérdidas del amor, y queríamos transformarlo en vida cotidiana del personaje y ese personaje se dedica a hacer crucigramas. Entonces, todo el relato está basado en la idea de que su vida, entre comillas, puede parecer un crucigrama.
M.G.- Pues hubiera estado interesante que los lectores hubiéramos adoptado el papel del personaje y resolver nosotros el crucigrama.
F.G.- (Risas). En el fondo tuve esa duda, si poner primero el crucigrama en blanco y luego ofrecer las soluciones, pero iba parecer demasiada broma y al final no nos atrevimos.
M.G.- (Risas) ¡Qué bueno!
A ver, y antes hemos comentado que los relatos propiamente no tratan sobre Juan Ángel Santacruz porque los protagonistas son otros. ¿Se podría decir entonces que Juan Ángel Santacruz es la mera excusa para escribir estas historias?
F.G.- Claro, en realidad los relatos proceden de él, por esa idea de que él ya había trabajado una fórmula similar a la que nosotros hemos manejado aquí. Ese es el gran homenaje hacia Juan Ángel Santacruz. Luego, a través de los distintos relatos, se deslizan pequeños guiños hacia el personaje como el uso de un seudónimo determinado. El segundo de los relatos, el más largo,...
M.G.- La logia de los calígrafos.
F.G.- El mismo. Ese podría ser una falsa vida de él mismo que además tiene una relación muy íntima con la novela que saldrá en breve. Ese sí es un relato en el que se puede percibir claramente su presencia. En el resto, solo hay pequeños apuntes.
M.G.- Los relatos tienen la gran ventaja de poder ser leídos de manera salteada, ¿verdad?
F.G.- Sí. Hace poco me preguntaron si el volumen era asequible o no. Yo comenté, aunque no tuve mucho tiempo para explicarme, que meter todo el volumen en la cabeza no es fácil.
M.G.- Me alegro que lo comentes porque por ese motivo no lo he leído completamente.
F.G.- Tiene una estructura de fondo razonablemente compleja pero el objetivo no es que el lector tenga que penetrar tanto como para montar el puzle completo. Nuestro objetivo, como ocurre con los cuadros, es reconocer esas pinceladas que te generen el sentimiento, que te generen una emoción, y si tú disfrutas con un relato, estupendo y si disfrutas con doce, muchísimo mejor. Pero ni pretendemos que todos los relatos satisfagan a todo el mundo, ni es el objetivo en sí que todo el armazón sea visible al lector. Creemos que un libro de relatos, o en general cualquier libro, debe tener una estructura muy sólida pero que no se haga muy patente porque, entonces, es como ver la tramoya en la actuación teatral. En definitiva, el objetivo es coger un relato, aunque sea uno solo, y si lo disfrutas, ya nos sentimos satisfecho.
M.G.- Claro, te decía antes que no lo he terminado porque empecé a leerlo como siempre hago, en un atracón porque es un género que me gusta, pero me tuve que parar. Efectivamente, como dices, hay un complejidad que conviene abordar con calma.
F.G.- Cada relato nace con una experiencia distinta, totalmente independiente a las otras. Ni siquiera nosotros a la hora de escribir nos hemos dado un atracón de escritura, sino que, a lo largo del tiempo y de los años, han ido surgiendo estas obras y luego hemos trabajado sobre ellas, con lo cual, pretender un sentido unitario sería una falsa pretensión por nuestra parte y en absoluto queremos engañar al lector. Si el lector, como tú bien apuntas, se deja envolver por el clima de un cuento concreto y luego le deja regusto será estupendo. Obligarse a leerlos todos porque sí y de corrido no tiene ningún sentido especial. Es como cuando te metes en una pinacoteca y te pegas un atracón de cuadros que al final no sabes ni lo que estás viendo.
M.G.- Y este es tu tercer volumen de relatos y resulta curioso que las cubiertas de todos ellos están ilustradas con los cuadros del mismo autor.
F.G.- Todos ellos tienen elementos convergentes. Por ejemplo, la cubierta es de Hammerschoi, el número de relatos es impar y todos ellos llevan por título el mismo del penúltimo relato. Son manías personales.
M.G.- (Risas) Es curioso sí. Bueno, Fernando, lo vamos a dejar aquí. Seguiré con la lectura. No me voy a dar ningún atracón sino que iré poco a poco.
F.G.- Con que te guste uno solo, me bastará.
M.G.- Seguro que me gusta más de uno. Muchas gracias y mucha suerte. Nos vemos con la novela.
F.G.- Seguro que sí. Gracias a ti.
Y esto es todo lo que charlamos con Fernando García Calderón. No me digáis que no sentís curiosidad por la figura de Juan Ángel Santacruz. A mí me pareció una historia fascinante y estoy deseando que la novela salga también a la luz.
Y esto es todo lo que charlamos con Fernando García Calderón. No me digáis que no sentís curiosidad por la figura de Juan Ángel Santacruz. A mí me pareció una historia fascinante y estoy deseando que la novela salga también a la luz.