Editorial: Seix Barral.
Fecha publicación: 2007.
Nº Páginas: 280
Precio: 18,50 €
Precio: 18,50 €
Género: Narrativa.
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 978-84-322-1242-0
Autor
Nació en Medellín, Colombia. En esta ciudad realizó estudios —todos inconclusos— de medicina, filosofía y periodismo. Después de ser expulsado de la Universidad Pontificia Bolivariana (por un artículo irreverente contra el Papa) viajó a Italia, donde se graduó en literaturas modernas. Regresó a Colombia en 1987, pero ese mismo año, después de que los paramilitares asesinaran a su padre y de recibir amenazas contra su vida, se refugió en Italia, donde fue lector de español hasta 1992. Nuevamente en Colombia, trabajó como traductor del italiano e inició su carrera de escritor. Ha publicado, además de Angosta (Seix Barral, 2004), otras tres novelas: Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998) y Basura (2000), con la que obtuvo el Primer Premio de Narrativa Innovadora de la Casa de América de Madrid. Ha publicado además un libro de cuentos, Malos pensamientos (1991); de viajes, Oriente empieza en El Cairo (2001); un diccionario personal, Palabras sueltas (2002), y un libro de género incierto, Tratado de culinaria para mujeres tristes (1996). Su obra ha sido traducida al inglés, italiano, alemán, portugués y griego. Actualmente trabaja como columnista en la revista Semana, de Bogotá.
Nació en Medellín, Colombia. En esta ciudad realizó estudios —todos inconclusos— de medicina, filosofía y periodismo. Después de ser expulsado de la Universidad Pontificia Bolivariana (por un artículo irreverente contra el Papa) viajó a Italia, donde se graduó en literaturas modernas. Regresó a Colombia en 1987, pero ese mismo año, después de que los paramilitares asesinaran a su padre y de recibir amenazas contra su vida, se refugió en Italia, donde fue lector de español hasta 1992. Nuevamente en Colombia, trabajó como traductor del italiano e inició su carrera de escritor. Ha publicado, además de Angosta (Seix Barral, 2004), otras tres novelas: Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998) y Basura (2000), con la que obtuvo el Primer Premio de Narrativa Innovadora de la Casa de América de Madrid. Ha publicado además un libro de cuentos, Malos pensamientos (1991); de viajes, Oriente empieza en El Cairo (2001); un diccionario personal, Palabras sueltas (2002), y un libro de género incierto, Tratado de culinaria para mujeres tristes (1996). Su obra ha sido traducida al inglés, italiano, alemán, portugués y griego. Actualmente trabaja como columnista en la revista Semana, de Bogotá.
Sinopsis
El médico Héctor Abad Gómez dedicó sus últimos años, hasta el mismo día en que cayó asesinado en pleno centro de Medellín, a la defensa de la igualdad social y los derechos humanos. El olvido que seremos es la reconstrucción amorosa y paciente de un personaje; está lleno de sonrisas y canta el placer de vivir, pero muestra también la tristeza y la rabia que provoca la muerte de un ser excepcional.
Conjurar la figura del padre es un reto que recorre consagradas páginas de la historia y de la literatura. ¿Quién no recuerda las obras de Kafka, Philip Roth, Martin Amis o V. S. Naipaul sobre su verdadero o cuestionado progenitor? Ahora será también difícil olvidar este libro desgarrador de Héctor Abad Faciolince escrito con valor y ternura.
Conjurar la figura del padre es un reto que recorre consagradas páginas de la historia y de la literatura. ¿Quién no recuerda las obras de Kafka, Philip Roth, Martin Amis o V. S. Naipaul sobre su verdadero o cuestionado progenitor? Ahora será también difícil olvidar este libro desgarrador de Héctor Abad Faciolince escrito con valor y ternura.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
************************************
Dicen que los que se van no nos abandonan totalmente si conseguimosmantenerlos en la memoria y recordarlos con frecuencia. No sé si os ha pasado alguna vez, eso de pensar en esos seres queridos con más frecuencia ahora que no están que cuando vivían. No deja de ser curioso, como tampoco deja de serlo que recurramos a la memoria para aliviar un dolor enraizado. Pensar, recordar, vivir,... En cualquier caso, ¿quién recordará a los que recordamos hoy cuando nosotros ya no estemos? ¿Los que vengan detrás los recordarán? ¿Cuánto tiempo nos recordarán a nosotros? Sí, para ser viernes esta entrada está resultando bastante deprimente pero son reflexiones a las que te conduce El olvido que seremos, una novela de Héctor Abad Faciolince que hemos leído recientemente en el club de lectura, en la que el autor hace un profundo homenaje a su padre, Héctor Abad Gómez.
Con este título tan precioso, un verso del poema Epitafio de Jorge Luis Borges, el autor nos acerca a la figura de un hombre que le marcó para siempre, un médico, defensor de los Derechos Humanos, del que jamás había oído hablar. Al igual que nos descubren lugares, los libros nos descubren personas y con la lectura de El olvido que seremos he hecho un gran descubrimiento.
Si haces una búsqueda en Internet bajo la referencia «Héctor Abad Gómez» te aparecerá muchísima información. Héctor Abad, médico de profesión, nació en Jericó (Antioquía) en 1921 y murió en Medellín en 1987, tras ser asesinado a plena luz del día. Comprometido con la sociedad que le tocó vivir, luchó en favor de una salud pública al alcance de todos para mejorar las condiciones de los más desfavorecidos, haciendo especial hincapié en la medicina preventiva con el objeto de evitar enfermedades y males mayores. Pero sus ideas no fueron siempre bien acogidas y tuvo más de un roce con compañeros de profesión o con el órgano directivo de la Universidad de Medellín en la que ejercía como profesor. Aquello le obligó a exiliarse por temporadas pero continuó poniendo en práctica sus ideas en otros países menos desarrollados.
¿Cómo, quién y por qué asesinaron a Héctor Abad? Hay múltiples reportajes y artículos en periódicos digitales pero aquí lo que nos interesa es saber qué nos cuenta el autor en esta novela y a eso voy.
Héctor Abad Faciolince tira de sus recuerdos de niño para narrarnos parte de su biografía, cómo era su familia, su infancia, su adolescencia, su época estudiantil y sus primeros trabajos, todo ello como excusa para hablarnos de su padre hasta el mismo momento de su muerte, cuando el autor contaba con 28 años. Nacido en el seno de una familia numerosa, con cinco hermanas más, se forja una relación intensa y poderosa entre padre e hijo, como si fueran una isla en medio de un mar de mujeres. Dice Héctor Abad que el amor que él profesaba a su padre era profundo y animal, muy superior al que sentía por su madre, una mujer más seria y más estricta pero profundamente generosa, al menos es lo que yo he advertido tras la lectura.
Héctor Abad Faciolince tira de sus recuerdos de niño para narrarnos parte de su biografía, cómo era su familia, su infancia, su adolescencia, su época estudiantil y sus primeros trabajos, todo ello como excusa para hablarnos de su padre hasta el mismo momento de su muerte, cuando el autor contaba con 28 años. Nacido en el seno de una familia numerosa, con cinco hermanas más, se forja una relación intensa y poderosa entre padre e hijo, como si fueran una isla en medio de un mar de mujeres. Dice Héctor Abad que el amor que él profesaba a su padre era profundo y animal, muy superior al que sentía por su madre, una mujer más seria y más estricta pero profundamente generosa, al menos es lo que yo he advertido tras la lectura.
El autor describe a su padre como un hombre que no tenía nada suyo. Ayudaba a todo aquel que se lo pidiera y no le importaba incluso dar dinero a quien más lo necesitaba. La madre, más allá de recriminar la actitud del marido, le dejaba hacer pero la economía familiar se resentía y por eso decidió abrir una empresa. De ahí que antes dijera que me ha aparecido una mujer generosa, que en vez de actuar en contra lo hace a favor, encargándose de traer sustento a casa, consiguiendo que su empresa prospere y crezca en una época en la que una mujer empresaria podía resultar incómodo. Y en el plano familiar, Héctor Abad sentía delirio por sus hijos, a los que trataba a todos por igual, sin distinción de edad o género, permitiendo que pensaran por ellos mismos, dándole medios para que se forjaran un pensamiento a través de los libros de su biblioteca, lecturas que no todo padre pondría al alcance de unos niños.
«Sin este amor desmesurado que me dio mi papá, yo hubiera sido alguien mucho menos feliz».[pág. 25]
Héctor Abad Gómez prefería ser médico de la calle y no médico de consulta, siempre procurando buscar soluciones a cuestiones sanitarias que la sociedad obviaba. Empeñado en prevenir antes que curar, venía a decir que, en esos barrios pobres de Colombia, bastaba con abastecerlos de agua potable e incrementar la higiene, no solo personal, sino de las calles, las viviendas... Solo con eso podría reducirse el porcentaje de enfermedades y fallecidos. Leer en boca de su hijo todo lo que este hombre hizo o pretendía hacer me condujo a una reciente conversación que mantuve con mi médico no hace mucho. Hablábamos de la Seguridad Social, un sistema realmente importante al que no siempre valoramos pues estamos acostumbrados a su existencia en nuestro país cuando en otros lugares del mundo no existe. Sin embargo, los gobiernos y sus recortes se lo están cargando. Decía mi médico que la Seguridad Social ya no hace medicina preventiva a nivel usuario o de consulta, sino que simplemente se limita a curar cuando el problema ha surgido. Esto provoca un profundo malestar en el paciente que siente que no está siendo atendido como debería y que, a la postre, cuando el leve síntoma se ha convertido en gran problema, resulta el más perjudicado. Héctor Abad prefería atajar los problemas antes de que se manifestaran pero sus ideas resultaban ¿demasiado modernas? No lo sé. La cuestión es que se granjeó muchos enemigos porque ponía en tela de juicio la labor de los demás. Tan diferentes eran sus ideas, lo señalaban tanto, que hasta resultaba complicado encontrar un colegio a los niños. No todos los directores de los centros educativos estaban dispuestos a acoger en sus aulas a la prole del doctor Héctor Abad. De ideas izquierdistas fue considerado un peligro en las aulas de la conservadora Universidad de Medellín, pues podía sembrar en la mente de sus alumnos la semilla de la libertad y el libre pensamiento y eso resultaba altamente perjudicial.
Siendo médico, es obvio que la medicina sea uno de los temas que más se toquen en la novela pero habrá otros tantos como la religión. Su esposa, Cecilia Faciolince era sobrina del arzobispo y se crió con él. La madre del autor se educó con una fuerte carga religiosa que intentó transmitir a sus hijos, algo en lo que el médico no se metía. Dejaba que cada uno eligiera su camino pero, con un toque de humor, el autor nos cuenta que el mujerío de su casa estaba enfermo de catolicismo y que su padre venía a ser el remedio a tanta beatería.
Y la educación también se abordará. En realidad, con todos los temas que se tocan, el lector puede hacerse una idea muy clara de cómo era la situación en Colombia, no solo a nivel sanitario, sino social, político, educativo, religioso. Es una manera de acercarnos a ese país entre los años 60 y 80.
La muerte del doctor Héctor Abad Gómez no es el único episodio dramático que se narra. Casi colocándonos un nudo más grande en la garganta, el autor nos hace transitar por un camino áspero y duro para contarnos con dolor la muerte de Marta, una de sus hermanas, cuando tan solo tenía dieciséis años. Es la joven que aparece en la portada del libro, otro homenaje más a un miembro querido de su familia. Pero el libro se centra en la figura de su padre, y de éldice el autor que «no es otra cosa que la carta a una sombra». En cierto modo alega que es su manera de hacer venganza contra el horrible asesinato que se perpetró contra su padre pero para mí es un ejercicio de sanación, una manera de reconciliarse con su pasado. Ya en las últimas páginas nos cuenta que ha tardado unos veinte años en enfrentarse a esta historia desde la distancia, para poder escribirla y cerrar las heridas que desde entonces tenía abiertas. Ya la ha contado. Ya se ha quedado tranquilo.
El olvido que seremos ha sido una lectura entrañable que me ha hecho regresar a mi propia infancia y a analizar la relación que tengo con mi padre, pilar fundamental en mi vida, del que he adquirido tantas buenas costumbres y al, con sus errores, siempre he amado profundamente. El relato de Héctor Abad, la descripción de esos encuentros, charlas y cartas que compartió con su padre, me ha conmovido. Describe el autor que, cuando su padre volvía de esos exilios forzados como consecuencia de sus ideas, como para amainar los ánimos, y lo esperaba en el aeropuerto, llenaba su espera con una mezcla de euforia y angustia. Sus emociones me han conducido a las mías propias, a cuando yo esperaba a mi padre que regresara a casa por la noche, después de haber salido de madrugada, y a haber pasado más de doce horas montado en un camión destartalado y por esas carreteras que hoy consideraríamos caminos de cabra. La angustia y euforia que sentía el autor, mientras veía aterrizar el avión que le devolvía a su padre, es la misma angustia y euforia que yo padecía cuando, asomada a una ventana, casi encerrada en el salón y fuera de la vista de mi madre y mis hermanos, observaba pasar un vehículo tras otro a la espera de que los faros del camión de mi padre aparecieran ante mí. ¡Qué descanso, entonces!
Pero investigando sobre Héctor Abad y su asesinato he encontrado mucha información que lo ensalza y algún que otro artículo que cuestiona la visión que el autor nos da de este médico en su novela. Está claro que El olvido que seremos desvela unos hechos narrados desde un punto de vista muy subjetivo pero qué queréis, si es un hijo hablando de su padre, del hombre más bueno que él ha conocido nunca. Yo necesito que los libros me conmuevan y este lo ha conseguido, así que, si la visión de Héctor Abad Faciolince es sesgada, me importa muy poco. Creo que todo hijo tiene derecho a homenajear a su padre y él lo hace en esta novela, mostrando su ternura y su cariño al hombre que lo marcó de por vida, que reía a carcajadas y que educó a sus hijos en la libertad.
Buscando, buscando he llegado hasta este vídeo que os dejo aquí. Es una tertulia a la que asiste el autor para hablar de este libro. Os recomiendo muchísimo que lo veáis. Es largo pero os va a ayudar a forjaros una idea mucho más precisa de lo que vais a encontrar en la novela, mucho mejor que leerme a mí.
Y además, en este vídeo, él nos desvela la historia que se esconde tras el título de la novela. Héctor Abad Gómez, en el momento en el que lo asesinaron, llevaba un papel en el bolsillo de su chaqueta con un poema manuscrito y bajo el cual figurara las siglas J.L.B. - Jorge Luis Borges -, pero ¿realmente el poema era de Borges? No dejéis de escuchar todo lo que tuvo que hacer para poner autoría al poema.
Y aparte de contarnos esa anécdota, y a través de las preguntas de los asistentes a la tertulia, nos irá desvelando muchas de las claves de la novela. Es angustioso sentir cómo le tiembla la voz cuando habla de los momentos más duros de su vida.
Creo que no me queda mucho más que decir. El olvido que seremos es una novela a la que todo el mundo se debería de acercar pues está cargada de emotividad sin recurrir a la lágrima fácil. Creo que, como dije antes, es un ejercicio de sanación llevado a cabo con mucha humildad y honradez. Es muy, muy recomendable su lectura. No os lo perdáis.
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá quien fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.
(J. L. Borges)