Reyes Aguilar Caro (Sevilla, 1969). Es autora de las novelas El juego del hombre Invisible, El Manquepierda, una filosofía de vida y la preliminar de Oselito y el Betis, de Andrés Martínez de León.
Estudiante cuando la tardanza hace a la dicha buena de Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla y columnista de El Correo de Andalucía, desde donde cada semana se asoma a la opinión en su azotea, un lugar soñado y real donde habitúa a tender sus sueños con alfileres de palabras.
Observadora con gafas de lejos, ciclista urbana, melómana eléctrica y bloguera.
Lola es una psicóloga vecina de un barrio humilde de la periferia sevillana que trabaja en su tesis doctoral sobre el carácter del sur, tan alejado de esquemas técnicos.
Acude a la Hemeroteca cada día, con su bici, la cual amarra en la puerta de un bar, que sin saberlo, le abrirá las puertas de ella misma. Cuando más perdida está, en plena crisis existencial y académica, un emparedado de chorizo picante le facilitará la razón de ser como especialista en descifrar la mente humana.
La barra del bar El Gorrión se convertirá en la razón a lo que no encuentra sentido, con la ayuda de su dueño, Pedro, antiguo guitarrista de un grupo que desde una foto en blanco y negro se asoma a su distinguida clientela, todos dueños de vidas tan diferentes, y al mismo tiempo, tan iguales. Un escayolista catedrático de la calle experto en sevillanía; un librero melómano y observador que solo se centra en las avellanas y en las conversaciones ajenas; un seductor a las sevillanas maneras y olor a Varon Dandy, probador de zapatos profesional y observador de piernas; una panadera, simpática y sola, de ojos vivos y cama vacía; un comunista serio que con dos tintos se vuelve alegre y se emociona hablando de su Macarena; y Pachi, el alma mater del grupo, guitarrista internacional y guadianesco que sabe qué se esconde tras la música.
Tras esa foto en blanco y negro de aquellos cuatro músicos que formaron el grupo Los Replays transcurre una historia que traslada a Lola a una época que por edad no conoció pero que le cambiará la vida, así como la confirmación de que el verdadero psicólogo es quien se encuentra tras la barra de un bar.
Una regresión a la Sevilla política y musical de los años sesenta, por donde sus protagonistas enseñan a una psicóloga a serlo y sobre todo, a doctorarse en ella misma.
La barra del bar El Gorrión se convertirá en la razón a lo que no encuentra sentido, con la ayuda de su dueño, Pedro, antiguo guitarrista de un grupo que desde una foto en blanco y negro se asoma a su distinguida clientela, todos dueños de vidas tan diferentes, y al mismo tiempo, tan iguales. Un escayolista catedrático de la calle experto en sevillanía; un librero melómano y observador que solo se centra en las avellanas y en las conversaciones ajenas; un seductor a las sevillanas maneras y olor a Varon Dandy, probador de zapatos profesional y observador de piernas; una panadera, simpática y sola, de ojos vivos y cama vacía; un comunista serio que con dos tintos se vuelve alegre y se emociona hablando de su Macarena; y Pachi, el alma mater del grupo, guitarrista internacional y guadianesco que sabe qué se esconde tras la música.
Tras esa foto en blanco y negro de aquellos cuatro músicos que formaron el grupo Los Replays transcurre una historia que traslada a Lola a una época que por edad no conoció pero que le cambiará la vida, así como la confirmación de que el verdadero psicólogo es quien se encuentra tras la barra de un bar.
Una regresión a la Sevilla política y musical de los años sesenta, por donde sus protagonistas enseñan a una psicóloga a serlo y sobre todo, a doctorarse en ella misma.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Dicen que el mundo es un pañuelo. No sé si será para tanto pero lo que sí tengo claro es que Sevilla es muy pequeña y, a la larga, nos conocemos todos. Con Reyes Aguilar comparto amigos escritores, todos sevillanos, todos han escrito alguna vez sobre esta tierra que los vio nacer. Los nombres de Manuel Machuca y Paco Gallardo sirven para romper el hielo en esta conversación con la autora de El blues de la perplejidad, una mujer que se me antoja de raza, con redaños, ávida de descubrir su horizonte por lejano que parezca, que le apasiona la música, leer y escribir.
Nacida tan solo un año antes que yo, Reyes Aguilar despliega en las páginas de su última novela una Andalucía de la que aún me queda mucho por saber y desde aquí le agradezco que haya desempolvado recuerdos que jamás debieron quedar sepultados bajo el olvido. Para siempre guardaré en mi memoria una estampa que mi imaginación ha ideado tras la lectura de este libro, una bandera verdiblanca que, colgando desde la Giralda, se entregaba a los vientos.
Con El blues de la perplejidad, Reyes Aguilar asoma a los lectores a la Sevilla de los años 70, una época donde no podías hablar más de la cuenta, tiempos en los que la represión intentaba mantener a raya a la libertad. Los jóvenes de antaño se han convertido en hombres y mujeres que aún siguen rememorando vivencias. Desde la actualidad, un puñado de personajes encabezado por la psicóloga Lola, nos harán retroceder en el tiempo mientras suena de fondo una lista de melodías atemporales. Esto es lo que su autora nos contó.
Marisa G.- Reyes, con tu libro nos acercas a la Sevilla del año 70 y a unos acontecimientos que me cogió muy pequeña pero antes de entrar en materia, tengo que decirte que me encanta la cubierta, sencilla pero preciosa. Esa azotea sevillana es el reflejo de todas las demás que se despliegan a lo largo y ancho de esta ciudad. Creo que aquí somos muy de azoteas, donde encontramos otra verdad de la ciudad.
Marisa G.- Reyes, con tu libro nos acercas a la Sevilla del año 70 y a unos acontecimientos que me cogió muy pequeña pero antes de entrar en materia, tengo que decirte que me encanta la cubierta, sencilla pero preciosa. Esa azotea sevillana es el reflejo de todas las demás que se despliegan a lo largo y ancho de esta ciudad. Creo que aquí somos muy de azoteas, donde encontramos otra verdad de la ciudad.
Reyes A.- Totalmente. En las azoteas es como si la vida se condensara. Yo recuerdo que siendo una niña me subía a la azotea de la casa de mi tía, donde ella tendía sus sábanas y no había otra cosa que me gustara más que correr entre las sábanas y sentir su frescor en la cara. Y en casa de mi madre, subir a la azotea era como sentir la libertad. Bastaba con mirar al cielo y vivir.
M.G.- Tampoco es que se vea gran cosa, las antenas, la ropa tendida de los vecinos,... y sin embargo, da ese puntillo de vida, ¿verdad? Es otra manera de mirar la ciudad.
R.A.- Desde las azoteas, la ciudad se vuelve más accesible. Para mí es una sensación de libertad increíble, un locus amoenus como decían en el Renacimiento.
M.G.- Bien, pues dices que este libro es fruto de tu amor por la música y de tu pasión por observar pero la música no solo es protagonista de esta novela sino que en la anterior, El juego del hombre invisible, también tenía un papel importante.
R.A.- Sí, también. Es inevitable porque me gusta mucho la música y me acompaña en todo lo que hago, menos para escribir o para leer. Me gusta escribir de música y me encantaría escribir con música pero no puedo, me resulta imposible. Además muchos acontecimientos de mi vida están unidos a determinadas canciones, aunque esto le pasa a mucha gente. La música es mi compañera y por eso me encanta meter referencias musicales en mis libros porque también me ayuda a definir a los personajes e incluso me parece más satisfactorio así. Meter música en mis libros es como engrasar la cadena de una bicicleta. Todo fluye mejor.
M.G.- Sevilla, los años 70, todo lo que ocurrió en aquella época,... musicalmente no puede faltar grupos como Triana o Silvio y Sacramento, dos grandes referentes del momento que a día de hoy lo siguen siendo, a pesar de los años transcurridos.
R.A.- Sí pero aún así no están reconocidos.
M.G.- ¿No crees que Triana esté reconocido?
R.A.- No, para nada. Por ejemplo, no creo que la película que se estrenó hace unos meses para hacerles un tributo reconozca lo que realmente era Triana. Triana era necesidad de libertad, necesidad de cambio, de ser felices. Si escuchas todos los discos de Triana, canción a canción, y vas apuntando las palabras que con más frecuencia salen te vas a encontrar con términos como guitarra, mañana, amor, libertad,... Para homenajear a Triana hay que reflejar la época en la que vivieron. Hijos del agobio era un canto brutal a la transición que ya llegaba, a la lucha contra la dictadura,... Eso es Triana.
M.G.- Y dado que tu novela es tan musical, por decirlo así, no sé muy bien cómo interpretarla. ¿Es una novela de amor a través de la música o es una novela sobre la música a través del amor? ¿Tú como lo ves?
R.A.- No es una historia de amor como tal, aunque hay amor entre dos personajes. Más que nada, El blues de la perplejidad es una novela de autodescubrimiento, de amor pero hacia una misma. Lola, la protagonista, está muy perdida y no sabe qué hacer con su vida y gracias a la música se encuentra con ella misma y le encuentra sentido a todo. En cualquier caso es una historia de amor por la música y de amor con la música. Las dos proposiciones me sirven.
M.G.- A lo largo de toda la novela hay muchísimas referencias musicales, tantas que casi se puede hacer una playlist. ¿Tú recomiendas ir escuchando esas canciones a medida que vamos leyendo?
R.A.- Si no las conoces sí pero afortunadamente casi todo el mundo conoce las canciones que menciono en la novela. Por ejemplo, Since I've Being Loving You de Led Zeppellin, a lo mejor no te suena el título pero en cuanto empiezas a escucharla, solo por los primeros compases, ya sabes cuál es.
Si alguien me dice que está escuchando las canciones que salen en el libro porque quiere acompañar lo que lee con la música, para mí es una satisfacción grandísima como autora porque yo he escrito este libro para que se reconozca la música y lo que ocurrió en Sevilla en una época concreta.
Si alguien me dice que está escuchando las canciones que salen en el libro porque quiere acompañar lo que lee con la música, para mí es una satisfacción grandísima como autora porque yo he escrito este libro para que se reconozca la música y lo que ocurrió en Sevilla en una época concreta.
M.G.- Todo el conocimiento musical que tú vuelcas en esta novela es algo que has ido adquiriendo con el paso del tiempo. No te has sumergido ex profeso en el mundo de la música para escribir esta novela, ¿cierto?
R.A.- No, no,... Lo que sé de música lo he aprendido porque me gusta. Yo intento aprender cada día más porque la música es lo que más me gusta, además de leer y escribir. Es una curiosidad que tengo desde pequeña.
M.G.- En esta novela, Lola es la protagonista principal, una psicóloga que intenta hacer una tesis sobre cómo los andaluces se valen de su carácter para hacer frente a las adversidades. Ella intenta documentarse en una hemeroteca pero se da cuenta que realmente la información más valiosa está en la calle y en los bares.
R.A.- Exacto. Ella ha terminado su carrera de psicología y está preparando la tesis para doctorarse pero se da cuenta de que lo que le han enseñado en las aulas no es suficiente. Lola entiende que la psicología verdadera está en la calle y no en los libros. El gorrilla que aparca coches te enseña más de la vida que un catedrático. Este te enseñará lo que sabe y serán cosas importantes, pero el de la calle te enseña mucho más, eso seguro.
M.G.- La teoría que se aprende en las aulas luego no tiene validez práctica en la vida, ¿verdad?
R.A.- Claro. En El Gorrión, el bar de la novela, para mucha gente que tiene mucha vida vivida y sabe mucho de lo que hay en la calle. Ahí es donde está la sabiduría.
M.G.- En la novela hablas de muchos acontecimientos que a mí me pillaron siendo muy pequeña, como la riada del Tamarguillo, la Operación Clavel, el Eurobetis,... o por ejemplo todo lo que relatas en relación a la autonomía de Andalucía. Yo soy funcionaria y me he tenido que aprender el Estatuto de Autonomía y sus antecedentes de pe a pa pero jamás había leído nada sobre otras cuestiones sobre la autonomía que tú mencionas en el libro.
R.A.- A mí es un tema que siempre me ha interesado y también me pilló siendo muy pequeña. Mira, yo recuerdo de pequeña un programa infantil que había los sábados por la mañana en el que siempre salía un hombre que dibujaba muy bien. Creo que se llamaba José Ramón. Como a mí me ha gustado mucho dibujar yo me quedaba embobada viéndolo. Eso era el año 76 o 77. Bueno pues recuerdo que un día que venía con mi tía del colegio, nos encontramos a unos hombres pegando unos carteles sobre la autonomía. Era un cartel que había pintado José Ramón, y que mostraba un arcoíris con unos niños cogidos de la mano y un balcón con la bandera de Andalucía. Yo no tenía ni idea de todo aquello. Lo único que sabía es que aquel dibujo me encantaba y no dejaba de mirarlo. Y a esto que uno de los hombres me pregunta si me gusta el dibujo, le digo que sí y me regala uno. Todavía lo tengo enmarcado en mi casa. Con aquella vivencia a mí se me encendió una luz. Hay muchas cosas que los andaluces no conocen. Solo nos fijamos en el 28 de febrero pero ¿qué pasa con el 4 de diciembre? Nada. Solo nos importan las medallas de Andalucía que cada año se le da a un grupo de personas.
M.G.- Siempre valoramos lo que se vende fuera.
R.A.- Tenemos una Andalucía que no conocemos y con mi novela he querido dejar constancia de ciertos episodios que los andaluces deberían de saber como lo que le ocurrió a Caparrós (se refiere a Manuel José García Caparrós, era un trabajador malagueño de y militante de CCOO que murió asesinado durante la manifestación de la autonomía andaluza el 4 de diciembre de 1977). O también aquella Copa del Rey que jugó el Betis. La gente aprovechó para sacar banderas verdiblancas a la calle cuando era algo que no se podía hacer.
M.G.- La gente usó aquel partido como excusa.
R.A.- Hubo gente que se fue a Madrid a ver la final y de camino aprovecharon para reivindicar la autonomía en Andalucía.
M.G.- Y la escena que narras de la bandera de Andalucía colgando de la Giralda. Se me ha quedado grabada en la mente. He estado buscando alguna foto pero no la he encontrado. Me encantaría poder verla.
R.A.- Sí. Creo que hay un cartel con esa imagen. He estado buscándolo durante mucho tiempo para comprarlo pero no lo he encontrado tampoco.
M.G.- En esta novela se hace mucho hincapié en esa pasión que tenían los jóvenes en los años 70, esa faceta luchadora, de no callarse, aunque tenían que reprimirse mucho. Hay mucha contraposición entre la juventud de entonces y la de ahora. Todo aquel movimiento hubiera sido impensable con la juventud actual, ¿verdad?
R.A.- Imposible. Ahora un joven lo tiene todo, aunque no tengan trabajo pero no les falta el móvil, la moto, el aire acondicionado en sus casas, buena alimentación,... Todo. Yo nací a caballo entre las dos generaciones. Soy muy joven para la transición y muy mayor para la época actual pero de los dos lados he bebido. He vivido cómo mi madre no se podía comprar una lavadora sin el consentimiento de mi padre y por otro lado también he vivido y vivo la independencia de la mujer que no tiene ni que casarse ni tener pareja para ser madre. Eso era impensable hace cuarenta años.
M.G.- Pero ante algún problema, injusticia o reivindicación, hoy en día la gente pasa mucho. Si no fuera por la juventud de entonces lo mismo no tendríamos mucho de lo que tenemos hoy.
R.A.- La gente joven de hoy está acomodada. Si los jóvenes fueran consecuentes con el futuro de este país, saldrían a la calle pero la revolución no la pueden hacer unos pocos. Hay que salir a la calle todo el mundo y la gente no tiene ganas
M.G.- Y Reyes, ¿tu novela está dirigida para los lectores que en aquella época eran jóvenes y puedan recordar lo que vivieron o para la gente de hoy, para que sepan lo que ocurrió? ¿Cuál es tu intención?
R.A.- Es una novela de memoria histórica musical, para que la gente que vivió aquellos años pueda recordar y sobre todo para que la gente que no los vivió sepa lo que hubo aquí. La movida madrileña con Almodóvar y Radio Futura está muy bien pero todo eso ya lo teníamos nosotros aquí, era nuestro y no se sabe. De todos modos me conformo si la gente la lee y aprende que aquí las cosas se hicieron de otra manera. No somos flamencos, ni nos gustan los toros, ni somos los rancios que vamos detrás de las cofradías. Aquí hay otra Sevilla con mucha capacidad intelectual, que no está olvidada pero tampoco reconocida.
M.G.- Hemos dicho antes que Lola es la protagonista principal pero en la novela hay otros personajes en los que ahondas, en su personalidad, en su forma de pensar y de vivir, quizá se podría hablar de una novela coral, ¿no te parece?
R.A.- Pues sí, es una novela polifónica. Me gustan mucho los autores sudamericanos que utilizan esa técnica, los leo mucho y es inevitable que me salga algo así. Escribo lo que me gustaría leer. Juan Rulfo, Borges y Benedetti eran unos artistas de la polifonía.
M.G.- Por ejemplo, hablemos de Fermín que es un personaje que me ha gustado mucho. Él representa la pura contradicción sevillana, un comunista que no traga la iglesia y adora la Semana Santa. A priori puede resultar chocante pero en Sevilla hay muchas personas como él, ¿verdad?
R.A.- Yo, por ejemplo. Es que una cosa no tiene nada que ver con la otra. En Sevilla, uno puede ser ateo pero ser costalero de la Macarena. Así es Fermín, la pura idiosincrasia sevillana.
M.G.- Y Esmeralda es otro personaje maravilloso. Me ha gustado mucho la contraposición que haces entre ella y la madre de Lola. Son dos mujeres muy iguales y a la vez muy distintas.
R.A.- La madre de Lola es como mi madre se da cuenta de muchas cosas sin que Lola le diga nada. Ella percibe lo que le ocurre a su hija y aunque la vea feliz, si cree que su actitud es socialmente buena, se opone. La madre de Lola tiene un pensamiento muy diferente a los tiempos actuales debido a su educación. Sin embargo, Esmeralda que tiene la misma edad que la madre de Lola, es completamente diferente. Esa comparación que tú mencionas está hecha así aposta para demostrar que Esmeralda vivió como quiso y la madre de Lola vivió como tuvo que vivir.
M.G.- ¿Y qué tiene Lola de ti? Antes has comentado que te gustaba correr entre las sábanas tendidas en las azoteas y eso mismo le gusta a Lola. Cuéntame.
R.A.- La bici (risas). Lola tiene cosas de mí pero Patxi tiene mucho más.
M.G.- ¿Sí? No lo hubiera imaginado.
R.A.- Por la pasión que le pone a todo y por la libertad. Por la manera que tiene de vivir la vida. Patxi es más libre que yo pero es una persona muy independiente. Y Lola lo que tiene de mí es la bicicleta (risas).
M.G.- Que va en bicicleta a todos lados como tú (risas).
Oye, y los escenarios de tu novela corresponden a una zona muy céntrica de Sevilla, los alrededores de la iglesia de Santa Catalina. Me has hecho pasear por esas calles que hacía tanto tiempo que no recorría. ¿Tus descripciones son fieles, los comercios de los que hablas existen realmente?
Oye, y los escenarios de tu novela corresponden a una zona muy céntrica de Sevilla, los alrededores de la iglesia de Santa Catalina. Me has hecho pasear por esas calles que hacía tanto tiempo que no recorría. ¿Tus descripciones son fieles, los comercios de los que hablas existen realmente?
R.A.- Sí, todos... solo que le he cambiado el nombre. El Gorrión es en realidad el bar Cangrejo que está en la calle Almirante Apodaca y como eso todo.
M.G.- Pues se puede hacer perfectamente un tour por todos los bares y los sitios que mencionas. La novela te permite hacer una ruta gastro-literaria (risas).
R.A.- Pues sería cuestión de plantearla (risas).
M.G.- Y otra cosa que me llama la atención. En el último capítulo cambias la voz narrativa, ¿por qué lo haces?
R.A.- Como escritora me gusta avanzar. Sin que suene a arrogancia y a prepotencia, lo que me gusta es innovar. Cuanto más lees, se supone que escribes mejor porque vas aprendiendo de uno y de otro. Y me ocurrió que llegó un momento en el que di por terminada la novela pero luego, leyendo otra cosa, se me ocurrió hacer esto, escribir otro capítulo con otra voz narrativa. Me encantó el resultado.
Hay quien me ha dicho que el final se queda abierto pero no es así, al menos, yo he querido dar a entender lo que ocurre en el desenlace. No sé si lo habré conseguido totalmente.
M.G.- Pues Reyes, a mí tu novela me ha parecido muy amena, muy divertida, con la que se aprende mucho de música. Me ha gustado mucho saber de Andalucía en esos años y por supuesto, aprender cosas nuevas que no había leído en otros libros.
R.A.- Me alegra saberlo.
M.G.- Por lo demás, solo te deseo mucha suerte y espero que este libro traspase fronteras. Gracias por todo.
R.A.- Ojalá. Gracias a ti.
Y hasta aquí la entrevista con Reyes Aguilar. Su novela, El blues de la perplejidad resulta un viaje estupendo a tiempos remotos para descubrir acontecimientos que vivieron nuestros padres o abuelos, supone una manera de acercarnos a nuestra identidad andaluza y española, mientras nos dejamos embelesar por melodías de diversa índole.
R.A.- Me alegra saberlo.
M.G.- Por lo demás, solo te deseo mucha suerte y espero que este libro traspase fronteras. Gracias por todo.
R.A.- Ojalá. Gracias a ti.
Y hasta aquí la entrevista con Reyes Aguilar. Su novela, El blues de la perplejidad resulta un viaje estupendo a tiempos remotos para descubrir acontecimientos que vivieron nuestros padres o abuelos, supone una manera de acercarnos a nuestra identidad andaluza y española, mientras nos dejamos embelesar por melodías de diversa índole.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]