Autor
Luis Landero nació en Alburquerque (Badajoz) en 1948. Licenciado en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Retrato de un hombre inmaduro (2010), Absolución (2012, mejor novela española del año según El País) y El balcón de invierno (2014, Premio Libro del Año de los libreros de Madrid en 2015). Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno de los nombres esenciales en la narrativa española.
Sinopsis
Hugo Bayo, peluquero de profesión y genio incomprendido, les cuenta a sus clientes la historia de sus muchas andanzas, desde su adolescencia en un barrio de Madrid hasta el momento actual, ya al filo de los cuarenta, en que sigue buscándole un sentido a la vida. Y así, recordará la relación tormentosa y amoral con su madre, el descubrimiento ambiguo de la amistad y del amor, sus varios oficios y proyectos, sus éxitos y sus fracasos, y su inagotable capacidad para reinventarse y para negociar ventajosamente con su pasado, con su conciencia, con su porvenir, en un intento de encontrar un lugar en el mundo, que lo reconcilie finalmente consigo mismo y con los demás. Tras el éxito de El balcón de invierno, vuelve Luis Landero con un relato hipnótico, una historia inolvidable que recorre todos los géneros y registros de la narración oral.
Luis Landero nació en Alburquerque (Badajoz) en 1948. Licenciado en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Retrato de un hombre inmaduro (2010), Absolución (2012, mejor novela española del año según El País) y El balcón de invierno (2014, Premio Libro del Año de los libreros de Madrid en 2015). Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno de los nombres esenciales en la narrativa española.
Sinopsis
Hugo Bayo, peluquero de profesión y genio incomprendido, les cuenta a sus clientes la historia de sus muchas andanzas, desde su adolescencia en un barrio de Madrid hasta el momento actual, ya al filo de los cuarenta, en que sigue buscándole un sentido a la vida. Y así, recordará la relación tormentosa y amoral con su madre, el descubrimiento ambiguo de la amistad y del amor, sus varios oficios y proyectos, sus éxitos y sus fracasos, y su inagotable capacidad para reinventarse y para negociar ventajosamente con su pasado, con su conciencia, con su porvenir, en un intento de encontrar un lugar en el mundo, que lo reconcilie finalmente consigo mismo y con los demás. Tras el éxito de El balcón de invierno, vuelve Luis Landero con un relato hipnótico, una historia inolvidable que recorre todos los géneros y registros de la narración oral.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Resulta ilusionante saber que vas a tener la oportunidad de conversar con un autor de renombre. Con ello no quisiera menospreciar a los que están empezando pero la realidad es que el gusanillo que se siente en el estómago anda más o menos inquieto según el caso. El encuentro con Luis Landero sacó a la palestra una de mis reflexiones favoritas en cuestiones literarias. Ahora que he subido al escenario de las interviews en bastantes ocasiones no deja de sorprenderme el hecho de encontrarme con autores que tienen en su haber una trayectoria dilatada y que siguen mostrándose como personas afables y cercanas. Podría parecer una sandez lo que estoy diciendo pero no lo es. Todos sabemos y conocemos a algún autor cuyo ego ha ido engordando de manera exponencial al éxito cosechado. Yo siempre mantendré que entre los lectores la humildad y la sencillez de un autor suman. Todo se vuelve mucho más fácil como sencillo y extremadamente agradable fue mi encuentro con Luis Landero. Agradezco su naturalidad y su disposición.
Fueron tan solo treinta minutos de conversación, ciento ochenta segundos que se pasaron en un suspiro y que resultaron escasos para desgranar su última novela, La vida negociable. Con semejante título, lo primero que siente el lector es curiosidad por la historia que la novela esconderá entre sus páginas, la historia de Hugo Bayo, cuya vida transitará entre el drama, la comedia, la tragedia y el esperpento. Esto es lo que Luis Landero nos contó.
Marisa G.- Luis yo no me resisto a preguntar a los autores galardonados por la opinión que tienen sobre los premios literarios. Con su anterior novela, El balcón de invierno, usted recibió el Premio Libro del Año de los libreros de Madrid. Bajo su punto de vista, ¿hay premios y premios? Es decir, ¿hay algunos premios que realmente tienen un significado literario real?
Luis L.- No te voy a decir nada que no sepas y que no sepa cualquier persona. Mira, los premios tuvieron su importancia en España, como el Planeta y el Nadal, pero te hablo de los tiempos de Carmen Laforet, de Ferlosio,...Entonces sí que tenían su importancia literaria y sociológica de primer orden. Pero entonces la cultura era pobre y ahora la cultura es rica y claro, en la medida en la que el dinero ha aparecido por medio, todo se vulgariza, se corrompe. Por lo menos esa es la tendencia.
Y qué te voy a decir de premios.
M.G.- Bueno, usted recibió por su anterior novela que otorga los libreros de Madrid. Es un premio que parece distinto.
L.L.- Sí, claro, ese está totalmente a salvo de sospechas, como todos los que he recibido. Conste que me han ofrecido premios importantes, sobre todo uno muy importante pero no voy a decir cuál. Por supuesto, no acepté. Pero que no te voy a decir cuál es, ¿eh? (Risas).
M.G.- (Risas) No hace falta Luis. Me hago una idea.
L.L.- Bien, bien...
M.G.- Bueno, pues aquella novela, El balcón de invierno, tenía tintes autobiográficos y leyendo una entrevista que se publicó hace tiempo en relación a ese libro, me sorprendió mucho leer que usted decía que se había cansado de la ficción, de la novela. ¿Cómo encaja un escritor entrar en una crisis así?
L.L.-¿Pero de qué no se cansa uno en la vida? Si te cansas incluso de la persona a la que amas. En la vida te cansas de todo, hasta de vivir a veces. Claro que te puedes cansar de escribir novelas, y más en mi caso, que soy un escritor de todos los días. Llega un momento en que se te hace muy pesado. Pero de todos modos, no es la primera vez que me pasa. Ya me ocurrió antes. No es la primera vez que empiezo a preguntarme a dónde me lleva esto. Es como Sísifo con la piedra. Escribes una novela y cuando la acabas empiezas otra. Así siempre y llega un momento en el que te planteas que todo esto es muy absurdo. Son momentos de bajón pero al igual que a veces te cansas de leer y prefieres ver una película, o también te cansas de las películas... Pero luego vuelvo, porque la escritura es el anclaje fundamental de mi vida. Para mí escritura es novela sobre todo, de modo que, cuando me ocurre esto, siempre sé que volveré. Fue una crisis, una pequeña crisis. También es verdad que la exageré un poco en la novela porque ya puestos... (Risas)
M.G.- (Risas) Bueno, pues en La vida negociable se narra la vida de Hugo desde la juventud hasta la edad adulta. El libro se puede considerar una novela testimonial, ¿verdad? No lo digo solamente porque narre la vida de este personaje sino por ese inicio en el que el personaje se dirige a una audiencia, que somos los lectores.
«Señores, amigos, cierren sus periódicos y sus revistas ilustradas, apaguen sus móviles, pónganse cómodos y escuchen con atención lo que voy a contarles»[pág. 11]
L.L.- Sí, no puede ser de otra manera. Pero no solo da testimonio de su vida ante los lectores, sino también ante su conciencia. En algún momento tiene que verbalizar, poner orden en su vida y la mejor manera de hacerlo es contándote tu vida. Así que sí, el personaje se cuenta su vida y desde ese punto de vista es un testimonio pero también intenta hacer un examen de conciencia, analizar cómo ha sido su vida, poner las cartas boca arriba.
M.G.- ¿Cuál es la chispa que da origen a la novela, Luis?
L.L.- Tenía una idea muy antigua, desde hace quince o veinte años. A mí me gusta llevar diarios pero no para luego escribir libros sino simplemente por el gusto de escribir porque si no escribo no entiendo el mundo. En una ocasión apunté una historia que me gustó mucho, la historia de una madre que lleva a su hijo de ocho o diez años a un comercio y lo deja al cuidado de alguien y desaparece. Solamente era eso. Debe ser que esa imagen tocaba algún nervio especial porque se me quedó en la cabeza. Yo veía que, tirando de ese hilo, podía haber novela, además una historia sentida, muy mía. En ese momento me puse con ello y empecé a preguntarme a dónde iría la madre. Así es el trabajo de escritor. Yo soy un narrador, no soy ni un intelectual ni nada de eso... No me muevo con teorías ni con palabras abstractas. Lo mío es lo concreto. Tirando de ese hilo me di cuenta que podía haber algo ahí.
M.G.- Algo oscuro.
L.L.- Eso es, algo oscuro. ¿Y qué puede haber de oscuro en una mujer?
M.G.- Hombre, como haber puede haber muchas cosas pero una puede perfectamente ser la que usted cuenta en el libro (risas).
L.L.- (Risas). Eso una de ellas, en la que piensa todo el mundo.
M.G.- El personaje protagonista es tan completo y tiene tantos matices que prácticamente se podría. Hugo pasa por muchas facetas. Al principio lo veremos como muy inocente, que ama e idolatra a su madre hasta que le abren los ojos y entonces se convierte en un monstruo. Él se convierte en el portador de unos secretos, aprovecha la situación y se transforma en una persona mezquina, despiadada... Se ha comentado que Hugo es un pícaro del siglo XXI.
L.L.- Del siglo XXI y de todos los tiempos. Efectivamente a él se le presenta la oportunidad de elegir dos caminos, el bien y el mal. ¿Cuál elige? Pues el mal porque si elige el bien te quedas sin novela.
M.G.- (Risas). Además lo bueno no vende.
L.L.- No, no es que no venda es que no hay historia. Sin conflicto no hay historia. Y sí Hugo es un pícaro pero no es porque yo lo hubiera pensado así, lo que pasa es que luego lo han visto los lectores y algunos críticos y para mi está bien visto así. Además, como tú sabes, la novela es del escritor mientras la escribe. Luego ya pasa a los lectores y si los lectores dicen que Hugo es un pícaro pues lo es porque para eso los lectores son soberanos.
M.G.- Pícaro y soñador porque a lo largo de toda la novela lo vamos a ver confabulando...
L.L.- Sí, así es. Y ¿ves? Ahí ya no es pícaro porque los pícaros no son soñadores. Ya tienen bastante con sobrevivir como para encima soñar. En el fondo es un hombre inútil que no vale para nada salvo para soñar y desear.
M.G.- Pues es un personaje que me ha provocado sentimientos encontrados como lectora porque a veces lo he visto hacer cosas terribles y lo odias pero, al mismo tiempo, tiene un punto de ternura. No deja de ser un inútil, como usted bien apunta, es un desgraciado, no sabe qué hacer con su vida y por eso he sentido pena.
L.L.- Sí, es la segunda vez hoy que me dicen que despierta ternura.
M.G.- ¿Sí? Es que es verdad, a veces conmueve.
L.L.- Sí, conmueve en la medida que es humano y todos los humanos conocemos nuestras flaquezas y la atracción del mal. Cómo nos arrepentimos, cómo la culpa nos persigue y nos castiga, cómo quisiéramos purificamos pero no podemos...
M.G.- Es verdad que se le ve evolucionar, que parece que termina de reconciliarse con el mundo, al menos, a cien páginas de terminar de leer la novela parece que Hugo está más centrado.
L.L.- Yo creo que lo Hugo lo que intenta es simplificar la vida. Él se da cuenta que la felicidad no es ninguno de esos montajes que ha hecho o que le han obligado a hacer. Intenta entender que la vida es mucho más sencilla y por eso quiere purgar sus pecados, purificarse.
Mira, ahora que estamos hablando de esto, se me ocurre ahora lo siguiente. El hecho de que en el libro aparezca en algún momento la idea de que la novela es una tragedia, es una comedia, es un tragicomedia, un drama o un sainete,... se debe a que la cámara va cambiando. A veces aparece el protagonista como una persona canalla pero de pronto adopta unos tonos más humanos, más realistas y en otros momentos parece un personaje esperpéntico,... Se me ocurre ahora que la graduación de la temperatura sentimental del relato la he ido graduando según iba avanzando y según me iban interesando a mis conveniencias como narrador, que no sé muy bien cuáles son (risas). Pero sí tengo esa impresión, que los distintos géneros literarios han ido surgiendo para poder ir modulando al personaje. No sé si me estoy explicando bien.
M.G.- Creo entenderlo. En realidad son las impresiones que yo he ido recibiendo como lectora. Me he sentido en algún momento como montada en una noria. A veces subo, a veces bajo.
L.L.- ¿Sí? Pues me alegro...
M.G.- Pero otra cosa que me ha llamado la atención es ver cómo el personaje, al pensar en el pesado y en su actitud, se justifica, se considera fruto de las circunstancias que ha vivido, resultado de la verdad que ha visto en sus padres. El personaje veneraba a sus padres y de repente descubre que no son lo que eran.
L.L.- Claro. Él se justifica y en ese sentido la novela se podría llamar La vida justificable. Al fin y al cabo eso es lo que hacemos todos, todos trampeamos y nos justificamos ventajosamente.
M.G.- Cuesta trabajo echarnos tierra encima.
L.L.- Efectivamente, mucho trabajo. Tendemos al victimismo y en esa medida este personaje no podía ser una excepción. Hugo tiene sus razones en las que yo no me voy a meter pero es que, en las novelas como en la misma vida, cada uno debe tener sus razones. Lo que no se puede hacer es darle la razón a uno y quitárselo al otro. Hay que hacer como hacía Cervantes, ser equitativos.
M.G.- Leo es otro de los personajes, una chica. En cierto sentido se parece mucho a Hugo pero al mismo tiempo son dos personajes que se repelen. Leo tiene una percepción muy triste y muy gris de la vida e incluso sobre el amor. Ella no cree en el amor ni en la felicidad.
L.L.- A Leo le repelen los hombres y las relaciones físicas pero a la vez las anhela. Construí ese personaje porque realmente existen personas así.
M.G.- Es un personaje contradictorio y esto existe realmente.
L.L.- Claro, son ambiguos como ambigua es la vida. Leo es un personaje en el que el deseo y la repulsión echan un pulso. Leo y Hugo sufren un amor de cine, un amor de esos tormentosos pero a la vez profundamente románticos.
M.G.- El amor es uno de los temas importantes de la novela.
L.L.- Sin duda.
M.G.- Vamos a ver cómo el amor justifica los malos hábitos. Tanto Hugo como su padre actúan mal en nombre del amor pero es que en el caso de Hugo, el amor también saca lo mejor de sí mismo. El amor tiene una doble cara.
L.L.- Como casi todo en la vida. En el caso del padre está muy claro. Él hace todo por conseguir el amor y conseguir el bienestar de los hijos aunque eso suponga adentrarse en una corrupción razonable. ¿Qué harías en su lugar? Además si no lo haces tú lo va a hacer otro. Por amor se hace de todo. ¿Por qué no robar por amor? Yo al padre lo absuelvo.
En el caso de Hugo y Leo es otra historia. Es una historia de desencuentros, de pasiones, de represiones. Son cosas diferentes.
M.G.- Y en cuanto a la estructura, la novela tiene dos partes. Habla usted de diferentes géneros y yo he advertido un cambio muy radical entre una parte y otra. La primera es mucho más dramática frente a la segunda que se adentra en la comedia.
L.L.- Es así. En la primera Hugo ha vivido lo que ha vivido y en la segunda se plantea purificarse... En esta segunda parte el personaje intenta reinventarse... Yo era muy consciente de que entre la primera parte y la segunda debía haber un cambio muy brusco. Pasa de la tragedia no ya a la comedia sino a una especia de teatro de títeres. En realidad, esta novela la he escrito con mucha libertad.
M.G.- Es lo que le ha pedido la historia en sí.
L.L.- Eso mismo, tú lo has dicho, lo que me ha pedido. Y esto es lo bueno de escribir, cuando la novela tira de ti.
M.G.- El título es parte de una reflexión y de un consejo que su padre le da a Hugo. El padre viene a decir más o menos que como en la vida todo es negociable, también podrá negociarse con Dios. No le falta razón.
L.L.- Pues sí porque con Dios negociamos también. El arrepentimiento, la culpa, la penitencia y tal... todo eso es negociar con Dios. Y claro que en la vida todo es negociable, absolutamente todo. No debería serlo pero ya depende de cada uno. Y hay gente que son auténticos héroes morales. Fíjate en el caso de Edipo. Desde que él mató a su padre transcurren veinte años y lo mató sin saber que era su padre, en una noble lucha, de igual a igual. Y de repente conoce la verdad pero para Edipo no prescriben las penas. Él tiene que purgar lo que ha hecho. Es un héroe moral, intransigente con el mal.
Decía Woody Allen que comedia es igual a tragedia más tiempo. Cuando mataron a Lincoln no se podía hacer chistes pero pasado el tiempo sí. Con el tiempo se va difuminando la tragedia. Sin embargo con Edipo no funciona así. Es de los pocos casos en los que eso no sirve. Pero si incluso hace poco Rajoy dijo que lo del Yak-42 ocurrió hace mucho tiempo con lo cual el tiempo de la tragedia acabó. Ahora es el tiempo de la comedia.
M.G.- Luis, yo estoy ahora en el momento en el que Hugo le entra una paranoia y desconfía absolutamente de Leo.
LL.- Lo de los celos es que es terrible. A mí siempre me fascinó Otelo de Shakespeare. Cuando daba clases de arte dramático a mis alumnos, a Eduardo Noriega, a Tristán Ulloa o a Aura Garrido, siempre estudiábamos Otelo y nos dábamos cuenta que las palabras no son inocentes. Con las palabras podemos inventar. Mira Yago le mete a Otelo en la cabeza que Desdémona es una puta y él termina creyéndolo y hasta la mata, pero todo eso es una invención verbal y con este tipo de invenciones se crean patrias. La palabra no es inocente. Es muy peligrosa.
M.G.- Me queda muy poco para terminarla. ¿Qué me voy a encontrar?
L.L.- Ah eso, ya lo verás.
M.G.- ¿Pero me voy a llevar alguna sorpresa?
L.L.- Alguna es posible que te lleves pero no te adelanto nada.
M.G.- Luis pues la estoy disfrutando mucho con ese personaje tan peculiar, con tantos matices.
L.L.- Me alegro mucho. Bueno yo cuando la estaba escribiendo me decía que me había salido un personaje muy antipático.
M.G.- No, pero tiene su claroscuros
L.L.- Eso es, sus claroscuros. Lo has dicho muy bien.
M.G.- No quiero robarle más tiempo Luis.
L.L.- Para nada. Me lo he pasado muy bien. He estado muy cómodo.
M.G.- Muchas gracias por todo.
L.L.- A ti.
Y hasta aquí la entrevista con Luis Landero, con quien fue todo un lujo sentarse a charlar. La semana próxima os daré a conocer mis impresiones sobre la novela.
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]