Autor
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Javier Lasheras nació en Don Benito (Badajoz) en 1963. Vivió en Avilés, Cartagena y Sevilla y, en la actualidad, reside en Oviedo.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo, Lasheras es autor de varios libros de poemas y una novela. De entre ellos, La paz definitiva de la nadale valió el IX Premio de la Feria del Libro de Madrid en 1999. Posteriormente publicó Fundición (Algaida, 2008). Su primera novela, El amor inútil, apareció en 2004.
En el año 2008 comisarió la exposición Lúcido Ángel (1925-2008) Exposición bibliográfica, así como el catálogo de la misma, dedicada al poeta Ángel González.
Fue responsable del programa Literástura destinado a la promoción de la lectura y de la obra y sus autores, fruto del cual se organizaron más de un centenar de actividades literarias en Asturias, así como varios encuentros de carácter nacional e internacional, con sus correspondientes publicaciones.
Además, fue presidente de la Asociación de Escritores de Asturias -de la que es socio fundador-, y director de la revista digital LITERARIAS.
Una noche de invierno, aprovechando unas obras de restauración en el Museo de Orsay en París, un todoterreno irrumpe en una de las salas para robar el cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet. Casi al mismo tiempo aparece el cadáver de una mujer salvajemente mutilada en el puerto de Bercy. Ambos hechos, en apariencia inconexos, unirán las investigaciones del comisario Orazio Danglade y la teniente Isabelle Millet, especializada en la lucha contra el tráfico de bienes culturales. Las diferencias de edad y sus diferentes concepciones de la vida no serán obstáculo para compartir el peso de sus propios pecados, que podrán redimirles o condenarles. Las mujeres de la calle Luna, sobrepasando las fronteras del género, es un thriller en el que el arte y una serie de asesinatos comparten protagonismo con el extremismo religioso, las relaciones familiares o el extrañamiento en una ciudad alejada de su imagen turística. Una narración en la que se indagan las relaciones entre la mirada y el deseo, el sexo y el pudor o la frontera entre ficción y realidad. La última novela de Javier Lasheras nos sumerge, a través de las interpretaciones de un cuadro que aún hoy sigue escandalizando a muchos, en un mundo donde los abismos de la naturaleza humana y sus consecuencias son impredecibles.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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La semana pasada estuvimos charlando con Javier Lasheras, el reciente ganador del Premio de Novela Ateneo Ciudad de Valladolid, un galardón que ya va por su sesenta y tres edición y por el que han pasado nombres como Marian Izaguirre o Alfonso Domingo, entre otros muchos. Con una cubierta cuidada y provocadora a la vez, Lasheras centra esta historia que recoge en Las mujeres de la calle Luna, alrededor de un cuadro no exento de polémica, el que el artista Gustave Courbet pintó en 1866 por encargo de... y que hoy en día se conoce como El origen del mundo. Un robo, varios asesinatos y unos personajes con un entramado interior complicado son los pilares de esta novela que además, navega entre cuestiones de total actualidad. Esto es lo que Javier Lasheras nos contó.
Marisa G.- Javier, está usted licenciado en Geografía e Historia pero prácticamente toda su vida ha estado vinculada con la literatura y no solamente como escritor. Ha dirigido revistas digitales, programas literarios, asociaciones,... La literatura le tira a usted más que aquello que estudió.
Javier L.- Sí pero la Historia tiene mucho que ver con la Literatura. Fíjate que leyendo novelas, en ocasiones, uno puede aprender más de ciertos hechos históricos que si te lo cuenta un historiador. En la carrera la Literatura se estudiaba como una ciencia auxiliar de la Historia. Además es una forma de salvarse uno mismo.
Al terminar la carrera, me di cuenta de que no tenía muchas posibilidades en el mundo de la Historia y aunque impartí clases en un instituto, sentí que no era lo mío. Así que cambié de rumbo y por casualidades tuve la oportunidad de crear un programa de promoción y de difusión de los autores y de su obra, así como de la lectura. Fue muy hermoso trabajar en eso. De este modo empecé a conocer a autores, empecé a escribir esos versos que al principio dejaba guardados en mi cajón por vergüenza. Más tarde y poco a poco, me fui dando cuenta que, como soldado de la literatura, podía aportar algo y de este modo me vinculé primero a la poesía y luego a la novela.
M.G.- Ha escrito usted varios poemarios, esta es su segunda novela si no me equivoco y entre una y otra han transcurrido bastantes años.
J.L.- Efectivamente. Desde el 2004 que publiqué mi primera novela han transcurrido nada menos que trece años. Aunque entre medio hay otro libro de poemas y otro más que está en el cajón... Y además en estos años me he casado que según dice un amigo mío, ese es el mejor libro y el mejor verso, (risas).
De todos modos yo soy un escritor lento que me gusta hacer las cosas con tiempo. Y si la novela anterior era una continuación en prosa de un libro de poemas, La paz definitiva de la nada, en Las mujeres de la calle Luna paso a otro tipo de elementos, con otro tipo de enjundia, otro tipo de raigambres e incluso territoriales. Si aquello ocurría en España, esto ocurre en París. No es un París turístico, sino un París como si aquí hablamos de las Tres mil viviendas en Sevilla, por ponerte un ejemplo.
En realidad, la novela es un gran homenaje literario a la cultura francesa, que además es universal.
De todos modos yo soy un escritor lento que me gusta hacer las cosas con tiempo. Y si la novela anterior era una continuación en prosa de un libro de poemas, La paz definitiva de la nada, en Las mujeres de la calle Luna paso a otro tipo de elementos, con otro tipo de enjundia, otro tipo de raigambres e incluso territoriales. Si aquello ocurría en España, esto ocurre en París. No es un París turístico, sino un París como si aquí hablamos de las Tres mil viviendas en Sevilla, por ponerte un ejemplo.
En realidad, la novela es un gran homenaje literario a la cultura francesa, que además es universal.
M.G.- Con Las mujeres de la calle Luna gana usted la 63ª edición del Premio de Novela Ateneo de Valladolid. ¿Qué implica haber recibido este galardón tanto profesional como personalmente?
J.L.- Mentiría como un bellaco si digo que nada. Representa una de las cosas que todo autor quiere. Yo no me presento de forma gratuita al premio Ateneo de Valladolid, que además es el más antiguo de este país, después del Nadal,... Por ahí han pasado muy buenas firmas y lógicamente tiene un impacto nacional que de otra forma yo no hubiera conseguido. Luego está la editorial Algaida, del grupo Anaya, que te coloca de inmediato en toda la red de librerías de este país.
Desde el punto de vista personal es un gusto ambiguo o doble, paradójico. Por un lado crees que te lo has merecido pero por otro también piensa que lo que te queda por delante es mucho y hay que seguir trabajando muy duro. Así por supuesto siento gratitud pero también exigencia máxima.
Desde el punto de vista personal es un gusto ambiguo o doble, paradójico. Por un lado crees que te lo has merecido pero por otro también piensa que lo que te queda por delante es mucho y hay que seguir trabajando muy duro. Así por supuesto siento gratitud pero también exigencia máxima.
M.G.- Estamos ante un thriller. No sé si usted cree que es el género por excelencia actualmente, lo que más demandan los lectores.
J.L.- No, no creo que sea así. He escrito un thriller porque me ha salido así. Cuando conozco la historia del gran personaje matérico de esta novela, El origen del mundo, ese cuadro de Gustave Courbert, lo que descubro es que tengo una necesidad imperiosa de verlo en persona. Entonces, cojo un vuelo a París, en pleno febrero, y me planto delante del cuadro. Según me siento en la sala 7 del Museo de Orsay, me entran ganas de llevármelo, de robarlo, e imagino el robo, me llevo el cuadro. Obviamente me llevé una reproducción que compro en la tienda (risas).
Pues bien, he convivido con este cuerpo y esta mujer no menos de diez años. Con ella he reído, he llorado, me he deprimido,... hasta el punto que mi otra mujer me llamó la atención más de una vez.
Pues bien, he convivido con este cuerpo y esta mujer no menos de diez años. Con ella he reído, he llorado, me he deprimido,... hasta el punto que mi otra mujer me llamó la atención más de una vez.
En resumen, me ha salido un thriller pero también es una novela que cuenta con digresiones, con reflexiones. Los británicos hablan de libros metafísicos de detectives y a mí me parece una definición acertada porque mi novela es un libro donde hay policías pero es un libro más de personajes que un thriller, porque estos policías, que son gente de orden, lo que les ocurre como personajes es que están desordenados. Sus vidas están hechas unos zorros y tienen que ordenarlas. Por lo tanto, hay como un viaje moral a través del libro. En ese sentido, y tal y como reza la portada, se dice que la novela traspasa las fronteras del género. Y esto es cierto. Quién vaya buscando una novela de género lo va a encontrar pero que sepa también que va a tener que hacer frente a una serie de preguntas y reflexiones que como lector le van a surgir. En esta novela hay un montón de debates.
M.G.-Y este sentido que usted comenta, ¿se podría decir que todos los elementos característicos de la novela policíaca que figuran en su libro en realidad solo es un camino hacia otro tipo de novela en el que usted retrata la actualidad o la esencia del ser humano?
M.G.-Y este sentido que usted comenta, ¿se podría decir que todos los elementos característicos de la novela policíaca que figuran en su libro en realidad solo es un camino hacia otro tipo de novela en el que usted retrata la actualidad o la esencia del ser humano?
J.L.- Bueno, sí y no. La novela comienza con el robo del cuadro de Courbet, una obra que muestra el cuerpo desnudo de una mujer con su sexo abierto en primer término. Lo bueno es que el rostro de la mujer no lo conocemos con lo cual su pudor queda a salvo perfectamente pero nos lanza preguntas. El robo del cuadro, al mismo tiempo, se combina con tres asesinatos en los que tres mujeres son salvajemente mutiladas. Las investigaciones se van a cruzar y al frente de las mismas estará Isabelle Millet, una mujer joven, ambiciosa y felizmente promiscua, y un comisario, Orazio Danglade, a punto de jubilarse, hosco y sin embargo desvalido. A partir de este momento es cuando surge quizá lo más negro, y lo más negro es el alma humana, nuestro propio desamparo, nuestros propios muertos, nuestro propio pasado y ese es el que se va a dilucidar, y el que va a tener que dilucidar también los lectores porque se van a enfrentar sí o sí con su propio pasado, un pasado que muchas veces nos está engañando.
M.G.- Comenta usted que conoció el cuadro de Gustave Courbet y decidió viajar a París para verlo in situ pero en qué momento llega usted a tener noticias de la existencia de este cuadro. Al fin y al cabo el cuadro es la chispa que enciende la idea de la novela, ¿no?
J.L.-Pues mire fue algo muy prosaico. Asistí a la consulta de un médico con el que tengo cierta confianza en el año 1999 o 2000 y hablando de desnudos y de arte me menciona la existencia de este cuadro. La primera vez que aparece en público este cuadro en Europa es el año 1995. Dese cuenta que yo he estudiado Historia del Arte en la carrera, allá por los años 80, pues bien, en mi época de estudios, nadie conocía la existencia de este cuadro o muy pocos habían oído hablar de él, porque, desde 1865 que se encarga este cuadro al parecer por Khalil Bey, un diplomático turco, este cuadro ha ido pasando por distintas manos pero nunca se mostró públicamente en una sala. Muchos años después, en 1988 se expone por primera vez en el museo de Brooklyn. Y finalmente, los herederos del último propietario, un eminente psicoanalista, lo entregaron al patrimonio del Estado Francés como pago pago por los derechos de sucesión.
Cuando me coloqué delante del cuadro en el museo de Orsay me fijé en que los visitantes pasaban de manera indiferente delante de él y otros se reían. Claro es un acto reflejo, a veces nos da vergüenza y eso se muestra de mil maneras distintas. En ese momento pensé que en el cuadro había novela, porque además, en el libro lo que hago es contar la historia del cuadro desde 1866 hasta 1995 cuando se expone por primera vez ante el público con la presencia del Ministro de Cultura francés y todos los medios de comunicación. Y por cierto, el ministro no quiso retrasarse junto al cuadro. Te podrás imaginar por qué.
M.G.- Está muy claro. Sé que cuando se expuso por primera vez no estuvo exento de polémica. De hecho a día de hoy, que estamos en el siglo XXI, sigue provocando esa sonrisa bobalicona.
J.L.- Así es, inevitable.
M.G.- Pues fíjese que el título de la obra, El origen del mundo, y mostrando un sexo femenino tan directamente, no podía ser más acertado. No sé qué le parece a usted.
J.L.- Sí, sí... Pero le cuento algo. Durante la investigación descubrí que no hay ningún tipo de certificación que acredite que Courbert titulara así el cuadro. En realidad, se piensa que hubo un crítico de la época, que una noche después de haber compartido mesa con otros amigos y comentar que habían visto el cuadro en el estudio del pinto, se referían a él como «ese origen del mundo» o «ese mostacho».... Desde el inicio se utilizan metáforas o circunloquios para nombrar lo que está prohibido, pero en realidad, ¿qué estamos viendo? Pues así a las claras, estamos viendo el coño de una mujer con sus nalgas. ¿Y qué pasa? ¿Hay algún problema? Bueno, el patriarcado lo que ha hecho es criminalizar y hacer enferma a la mujer y todo eso hay que desempolvarlo y empezar a tratarlo de otra manera. Sin duda, y como usted apunta, el título es una metáfora muy hermosa porque no deja de ser cierta pero es además polisémica.
M.G.- Y teniendo en cuanta la temática del cuadro, me gustaría preguntarle qué papel juega la mujer y el sexo en su novela.
J.L.- Juegan un papel principal. Cuando uno se enfrenta al sexo desde el punto de vista de la creación es complicado porque uno puede ser muy ñoño o te puedes pasar y llegar a ser pornográfico. Esto lo he comentado con otros autores y todos están de acuerdo. Ocurre lo mismo en el cine o en el teatro.
Estamos hablando del cuerpo humano que no por ser materia deja de ser alma y esto es complicado de tratar. Hay que manejar las palabras con mucho acierto, con mucho mimo, con mucho cuidado. Sin embargo, no porque sea difícil voy a orillar su tratamiento. Espero que lo que he hecho en este libro guste a los lectores.
M.G.- Seguro que sí. Y Javier, vamos a hablar de los personajes. Son muchos y además muy dispares.
J.L.- Así es. Digamos que principales hay dos, descartando que el propio cuadro también lo es. Por un lado está el comisario de policía, Orazio Danglade, de Córcega, con un carácter isleño. Es un personaje con mucha potencia y un trato hosco porque tiene un pasado que dentro del mundo de la policía lo convierte en un hombre difícil, complejo y complicado. Al mismo tiempo, en el plano más personal se trata de un hombre que su mujer murió hace un tiempo, un trance que no ha superado todavía y en ese sentido es un hombre desvalido. Lo que pasa es que lo lleva todo por dentro.
Otro personaje es Isabell Millet, teniente de policía encargada de investigar los robos de bienes culturales. Ella será la encargada de seguirle la pista al cuadro tras el robo. Es una mujer muy ambiciosa, joven, muy promiscua, algo que supone un golpe para el lector porque si un hombre es promiscuo bien pero si lo es una mujer.... Tú ya sabes los prejuicios que existen. Pues bien, ellos dos se ponen en contacto, van a entrar en fricción, van a descubrir su propio pasado y ya no te cuento más porque desvelaría partes importantes de la trama.
M.G.- Nada, nada, nos quedamos con la intriga.
J.L.- Pero ellos dos se hacen acompañar por una serie de personajes que conforman la fotografía fija de todos esos temas que se tratan y que hablan de la actualidad, como por ejemplo, Adnan Sayed es el personaje que representa la yihad y ese miedo que flota en nuestros tiempos. También tenemos a un emigrante, Luis Vieira, que se ha dejado llevar, que lo ha perdido todo, que ha estado en la guerra de Angola, que ha venido a Europa pero aquí no tiene a nadie ni nada. Y así otra serie de personajes.
M.G.- Cuando un autor crea una serie de personajes vinculados con la policía, un comisario, un inspector,... cabe la posibilidad de que se conviertan en personajes recurrentes. No sé si usted ha pensado en construir para estos personajes nuevas aventuras que veamos en entregas futuras
J.L.- Pues sí. Me alegro que me haga esta pregunta porque es la primera vez que me la hacen y ya llevo unas cuantas entrevistas. Esta novela se sitúa en el año 2002, en París, hay elecciones a la república francesa,... Claro en cuanto a los personajes, Isabelle tiene treinta y ocho años, podría hacer avanzar el tiempo y sí podría colocarla al frente de una nueva investigación y comprobar si ha evolucionado en ese tiempo. Sí, es posible que lo haga porque me lo he planteado pero no estoy en ello.
M.G.- Como usted comenta, uno de los personajes, Isabelle es experta en el tráfico de bienes culturales. Todos conocemos historias de robos, expolios, lo que hicieron los nazis... Es una temática que da mucho pie tanto a nivel literario como cinematográfico.
J.L.- Sí, así es. He tratado de reflejar ese mundo. Tenemos que darnos cuenta que las guerras conducen a una rapiña enorme en donde no se respeta absolutamente nada. Lo que se robó por parte de los nazis o los comunistas fue inmenso. Todavía hay comisiones internacionales que intentan localizar las obras que aún siguen desaparecidas.... Estamos hablando de obras de arte que, además de su valor económico y de pertenecer al patrimonio de ciertas familias, también sustentan el patrimonio anímico de unos países, de unos pueblos... No solo roban una obra de arte, roban parte de la historia de un país. Sin duda, este tema es una cuestión literaria y cinematográfica de primer orden.
M.G.- La trama transcurre en París, ¿qué protagonismo tiene la ciudad en la novela?
J.L.- Si antes decía que era una novela de personajes y que el cuadro forma parte del elenco, también lo es la ciudad de París pero no aparece la ciudad desde un punto de vista turístico. El París que asoma en la novela es una ciudad distinta del país tópico.
M.G.- Última pregunta Javier. Si no me equivoco usted presentó la novela al premio con otro título distinto, El peso del aire. ¿Por qué ahora Las mujeres de la calle Luna?
J.L.- El peso del aire es una reflexión que aparece en el texto. La protagonista se queda pensando en esos títulos tan hermosos que tiene la ciencia y recuerda a Pascal cómo, desde la Torre de Santiago, midió por primera vez el peso del aire.
Pero yo viví una época en Oviedo muy intensa. En esa ciudad, había una cafetería en la calle Luna -hay calles Luna en las ciudades más importantes del mundo-, que se llamaba el Café Apolo, ya desaparecido hoy. Allí nos reuníamos muchos amigos y amigas y allí viví las mejores noches que yo recuerdo. Te estoy hablando de hace lo menos veinte años. Conocí a muchas mujeres que me dieron no el amor, ni el sexo, sino su inteligencia, su sensibilidad Y entonces empecé a escribir unos relatos con esas mujeres como hilo conductor. Toda esa experiencia, aquellas noches, esos relatos, esas mujeres, son las que dieron pie al título que hoy lleva la novela.
M.G.- Pues Javier, no le robo más tiempo. Espero que todo vaya como la seda con esta novela y confío en vernos de nuevo muy pronto.
J.L.- Espero que sí. Muchas gracias.
Y así transcurrió la entrevista a Javier Lasheras. Espero que la conversación y la trama de la novela os hayan parecido lo suficientemente interesantes.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]