Editorial: Martínez Roca.
Fecha publicación: 1991
Precio: 18.70 € (en Iberlibro)
Género: Ciencia Ficción
Nº Páginas: 477
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 97884270114886
Autor
Chicago, (1928-1981). Philip K. Dick comenzó su producción literaria escribiendo pequeñas historias en revistas de ciencia ficción, en las que ya dejó entrever sus obsesiones personales y esbozó la profunda dimensión humana y filosófica que caracterizaría posteriormente al resto de su obra. Sus novelas mostraron siempre una alternancia entre una corriente trascendental y otra puramente humana y terrenal, donde instrumentos del bien y el mal operan bajo la influencia de una deidad superior. Con una prosa escasamente pulida y una fértil imaginación, Philip K. Dick ha escrito algunas de las páginas más importantes y aplaudidas del género de ciencia ficción.
Sinopsis
Reunidos por orden cronológico de escritura, 27 nuevos grandes relatos de uno de los escritores de mayor talla en toda la historia de la ciencia ficción. Segunda entrega de una antología monumental y definitiva, sin precedentes en el mercado editorial, con la que se rinde el más alto homenaje posible al maestro desaparecido.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Cuando mis gustos literarios comenzaron a perfilarse siendo adolescente, recuerdo que los libros de Isaac Asimov me resultaban atractivos. Todo aquello de otros mundos, especies extraterrestres y un futuro inimaginable despertaba cierto interés en mí, mientras contemplaba los cielos estrellados en las noches de verano. Confieso que nunca he leído nada de su autoría y con los años, mis inclinaciones literarias se han ido decantado por otros derroteros sin que la ciencia ficción se haya convertido en género predilecto, de hecho, me acerco a él de manera más bien colateral y muy esporádicamente. Sin embargo, hoy he querido zambullirme de lleno, hoy quiero hablaros de ciencia ficción y más concretamente de Philip K. Dick, un nombre que ha surgido con inusitada frecuencia en mis conversaciones a lo largo de estos años y recientemente el azar puso en mi camino una de sus novelas cortas, La segunda variedad. Pero antes de hablaros del libro, unas pinceladas sobre el autor.
A los aficionados al género os sonará muchísimo el nombre de Philip K. Dick. Dicen de él que fue uno de los grandes padres de la ciencia ficción, junto con el propio Asimov, Robert A. Heinlein o Arthur C. Clarke, sin embargo el éxito se le resistió. El reconocimiento no le llegó hasta su fallecimiento tras sufrir un derrame cerebral a los 53 años de edad. Fue entonces, dejando atrás más de treinta novelas y más de una centena de cuentos cortos, cuando sus textos comenzaron a llevarse a la gran pantalla.
De la vida de Philip K. Dick sorprende su carácter visionario, así como la desconexión (o conexión, según nuestro nivel de creencia en otros planos y mundos) con la realidad. Parece ser que desde bien joven comenzó a tener sueños recurrentes y visiones extrañas en las que él creía con fe ciega, pero siempre con la inquietud de estar volviéndose loco. Una vez llegó a confesar que tenía dos vidas: la suya propia como escritor y la de un pobre cristiano que estaba perseguido por los romanos en el siglo I d.C. Si aquello era fruto del consumo de drogas o de un problema mental serio nunca llegó a determinarse pues el 2 de marzo de 1982, tras haber sufrido dos derrames cerebrales, fue desconectado de las máquinas que lo mantenían con vida.
Aficionados o no al género, lo cierto es que la sombra 'dickinsiana' ha llegado también a nuestros días en formato de largometraje. Muchas de sus obras se han adaptado al cine, como la aclamada Blade Runner (1982) dirigida por Ridley Scott y basada en su novela ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?, Minority Report (2002) dirigida por Steven Spielberg y basada en su relato El informe de la minoría o Screamers (Asesinos cibernéticos, 1995) dirigida por Christian Duguay y basada en la historia de la que os hablo hoy. Pero ahora centrémonos en la versión literaria.
En La segunda variedad, la acción se inicia en un futuro del que desconocemos la fecha exacta. Estamos en un mundo apocalíptico, devastado tras una guerra nuclear que prácticamente ha arrasado con la población terrestre, así como con su flora y su fauna. De los países que un día constituyeron la Tierra solo quedan en pie dos potencias: Rusia y Estados Unidos. (No podía ser de otro modo).
En algún punto de lo que antiguamente fue Europa, las tropas norteamericanas vigilan las líneas enemigas desde un búnker bajo tierra. A través de la pantalla de visión, observan como un soldado ruso se acerca temeroso a su objetivo, cuando de repente unas esferas metálicas con girantes cuchillas salen de debajo de las cenizas y se dirigen vertiginosamente hacia el soldado. En cuestión de segundos consiguen escalar por su cuerpo y reducirlo a carne picada. Son las garras, pequeños robots inventados por los americanos que destrozan todo tipo de vida a través de unos garfios incorporados que hacen picadillo todo lo que se pone en su camino. La única manera de librarse de ellas es mediante las tabs, unas bandas metálicas que los americanos llevan en la cintura.
Del soldado ruso solo queda un cilindro metálico que portaba en una mano y en cuyo interior encuentran 'un pedacito de papel de seda cuidadosamente doblado'. Al parecer los rusos quieren negociar la paz con los americanos y citan a un alto mando a una reunión conjunta. El encargado de llevar a cabo la misión será el mayor Hendricks. Tomada la decisión saldrá del búnker en dirección al lugar de encuentro pero en el camino se encontrará con diversos robots, de tamaño y variedades diferentes, creados en las fábricas subterráneas por otros robots. No será el único hallazgo, pues de entre las ruinas de un edificio ve salir a un joven que porta un oso de felpa. Será David y a partir ahí lo que ocurra lo dejo en suspense. Solo te diré que Hendricks no podrá fiarse de nada y mucho menos, de nadie. Mirará a su alrededor y todo le resultará sospecho.
La segunda variedad cuenta con un argumento en el que se producen varios giros menores y uno algo más potente que se intuye levemente. Esto no le resta interés a la lectura de la que, no solo destaca una trama futurista e ideada en 1953, cuando los avances tecnológicos no eran los de hoy, sino el modo de contar la historia. Contenido y forma son los puntos fuertes de una historia breve que se lee en un par de horas y que cuenta, además, con unos personajes poco perfilados salvo uno de ellos, Tasso, una mujer que, hacia el final adquiere un protagonismo muy relevante.
Lo interesante de este relato es que te hace reflexionar sobre la tecnología y la inteligencia artificial. Si Philip K. Dick resucitara en este siglo sería un hombre feliz y no daría crédito a lo que vieran sus ojos. El hombre ha avanzado mucho en materia de biotecnología, biomecánica, o en cualquier otro tipo de ciencia que ha mejorado nuestra calidad de vida. No hay más que leer las noticias sobre los avances tecnológicos y los inventos que se muestran en las ferias internacionales donde es fácil encontrarse una maleta que camina sola y no se separa de sus dueño, robots que conectan emocionalmente con los humanos o mascotas que se comportan de igual modo que una de carne y hueso pero,¿cuántas veces se ha explotado en literatura y cine la idea de una rebelión por parte de las máquinas en su deseo de liberarse del yugo humano? En esta misma línea va este cuento que juega con la idea de 'una raza que sucederá al hombre' y el nacimiento de una nueva sociedad.
Hasta aquí, todo lo relativo al contenido. Habría ahora que adentrarse en la forma. Las primeras páginas del libro consiguieron despertar mi curiosidad gracias a la aparición de las garras. La descripción de estos pequeños robots es minuciosa pero a la vez sencilla de tal manera que resulta tremendamente fácil imaginarse cómo son. Cuando nos enfrentamos a una historia de ciencia ficción conviene tener la misma imaginación que el autor pues de otro modo nos resulta más difícil imaginarnos la existencia de mundos distintos al nuestro o formas de vida diferentes. En este caso, unas descripciones eficaces y precisas nos permiten idear en nuestra mente el paisaje en el que trascurre toda la historia.
Lo mismo ocurre al describir el desarrollo de la guerra nuclear que ha convertido nuestro planeta en ese vertedero de escombros y polvo. El enfrentamiento entre los americanos y los rusos (obviamente estos últimos son los malos de esta película) y que ha durado seis años, requirió la fabricación de una serie de armas como las garras. 'Con un arma como aquella, la guerra no podía prolongarse mucho'.La radioactividad ha acabado con la mayor parte de la población mundial y los pocos que han conseguido sobrevivir muestran un aspecto terrible. De todo ello se hace una descripción justa, sin elaboradas e intricadas explicaciones que solo pueden generar caos en la mente del lector. Es precisamente esa sencillez la que más me ha gustado. No hay que hacer grandes esfuerzos mentales ni tener una imaginación portentosa para saber en qué mundo se mueven los personajes de este cuento.
Con un inicio inmediato y abundancia en diálogos, La segunda variedad (título que cobra sentido a medida que avancemos en la lectura), es una historia que me ha agradado bastante. Forma parte del segundo volumen de cuentos de Philiph K. Dick publicó con Martínez Roca en España y que además.
Es ciencia ficción pero es una historia bien contada y quizá por eso la he disfrutado mucho más de lo que pensaba. No pretendo ahora embarcarme en lecturas de género pero creo que en la variedad está el gusto y a mí, como sabéis, me gusta cambiar de tercio con frecuencia. Por lo tanto, si eres amante de la ciencia ficción, las obras de este autor parecen ser una opción de calidad y si eres neófito pero te apetece probar, La segunda variedad es una buena alternativa. Quién sabe si algún día no nos arrepentiremos de inventar tanta máquina.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí:
Cuando mis gustos literarios comenzaron a perfilarse siendo adolescente, recuerdo que los libros de Isaac Asimov me resultaban atractivos. Todo aquello de otros mundos, especies extraterrestres y un futuro inimaginable despertaba cierto interés en mí, mientras contemplaba los cielos estrellados en las noches de verano. Confieso que nunca he leído nada de su autoría y con los años, mis inclinaciones literarias se han ido decantado por otros derroteros sin que la ciencia ficción se haya convertido en género predilecto, de hecho, me acerco a él de manera más bien colateral y muy esporádicamente. Sin embargo, hoy he querido zambullirme de lleno, hoy quiero hablaros de ciencia ficción y más concretamente de Philip K. Dick, un nombre que ha surgido con inusitada frecuencia en mis conversaciones a lo largo de estos años y recientemente el azar puso en mi camino una de sus novelas cortas, La segunda variedad. Pero antes de hablaros del libro, unas pinceladas sobre el autor.
A los aficionados al género os sonará muchísimo el nombre de Philip K. Dick. Dicen de él que fue uno de los grandes padres de la ciencia ficción, junto con el propio Asimov, Robert A. Heinlein o Arthur C. Clarke, sin embargo el éxito se le resistió. El reconocimiento no le llegó hasta su fallecimiento tras sufrir un derrame cerebral a los 53 años de edad. Fue entonces, dejando atrás más de treinta novelas y más de una centena de cuentos cortos, cuando sus textos comenzaron a llevarse a la gran pantalla.
De la vida de Philip K. Dick sorprende su carácter visionario, así como la desconexión (o conexión, según nuestro nivel de creencia en otros planos y mundos) con la realidad. Parece ser que desde bien joven comenzó a tener sueños recurrentes y visiones extrañas en las que él creía con fe ciega, pero siempre con la inquietud de estar volviéndose loco. Una vez llegó a confesar que tenía dos vidas: la suya propia como escritor y la de un pobre cristiano que estaba perseguido por los romanos en el siglo I d.C. Si aquello era fruto del consumo de drogas o de un problema mental serio nunca llegó a determinarse pues el 2 de marzo de 1982, tras haber sufrido dos derrames cerebrales, fue desconectado de las máquinas que lo mantenían con vida.
Aficionados o no al género, lo cierto es que la sombra 'dickinsiana' ha llegado también a nuestros días en formato de largometraje. Muchas de sus obras se han adaptado al cine, como la aclamada Blade Runner (1982) dirigida por Ridley Scott y basada en su novela ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?, Minority Report (2002) dirigida por Steven Spielberg y basada en su relato El informe de la minoría o Screamers (Asesinos cibernéticos, 1995) dirigida por Christian Duguay y basada en la historia de la que os hablo hoy. Pero ahora centrémonos en la versión literaria.
En La segunda variedad, la acción se inicia en un futuro del que desconocemos la fecha exacta. Estamos en un mundo apocalíptico, devastado tras una guerra nuclear que prácticamente ha arrasado con la población terrestre, así como con su flora y su fauna. De los países que un día constituyeron la Tierra solo quedan en pie dos potencias: Rusia y Estados Unidos. (No podía ser de otro modo).
En algún punto de lo que antiguamente fue Europa, las tropas norteamericanas vigilan las líneas enemigas desde un búnker bajo tierra. A través de la pantalla de visión, observan como un soldado ruso se acerca temeroso a su objetivo, cuando de repente unas esferas metálicas con girantes cuchillas salen de debajo de las cenizas y se dirigen vertiginosamente hacia el soldado. En cuestión de segundos consiguen escalar por su cuerpo y reducirlo a carne picada. Son las garras, pequeños robots inventados por los americanos que destrozan todo tipo de vida a través de unos garfios incorporados que hacen picadillo todo lo que se pone en su camino. La única manera de librarse de ellas es mediante las tabs, unas bandas metálicas que los americanos llevan en la cintura.
Del soldado ruso solo queda un cilindro metálico que portaba en una mano y en cuyo interior encuentran 'un pedacito de papel de seda cuidadosamente doblado'. Al parecer los rusos quieren negociar la paz con los americanos y citan a un alto mando a una reunión conjunta. El encargado de llevar a cabo la misión será el mayor Hendricks. Tomada la decisión saldrá del búnker en dirección al lugar de encuentro pero en el camino se encontrará con diversos robots, de tamaño y variedades diferentes, creados en las fábricas subterráneas por otros robots. No será el único hallazgo, pues de entre las ruinas de un edificio ve salir a un joven que porta un oso de felpa. Será David y a partir ahí lo que ocurra lo dejo en suspense. Solo te diré que Hendricks no podrá fiarse de nada y mucho menos, de nadie. Mirará a su alrededor y todo le resultará sospecho.
La segunda variedad cuenta con un argumento en el que se producen varios giros menores y uno algo más potente que se intuye levemente. Esto no le resta interés a la lectura de la que, no solo destaca una trama futurista e ideada en 1953, cuando los avances tecnológicos no eran los de hoy, sino el modo de contar la historia. Contenido y forma son los puntos fuertes de una historia breve que se lee en un par de horas y que cuenta, además, con unos personajes poco perfilados salvo uno de ellos, Tasso, una mujer que, hacia el final adquiere un protagonismo muy relevante.
Lo interesante de este relato es que te hace reflexionar sobre la tecnología y la inteligencia artificial. Si Philip K. Dick resucitara en este siglo sería un hombre feliz y no daría crédito a lo que vieran sus ojos. El hombre ha avanzado mucho en materia de biotecnología, biomecánica, o en cualquier otro tipo de ciencia que ha mejorado nuestra calidad de vida. No hay más que leer las noticias sobre los avances tecnológicos y los inventos que se muestran en las ferias internacionales donde es fácil encontrarse una maleta que camina sola y no se separa de sus dueño, robots que conectan emocionalmente con los humanos o mascotas que se comportan de igual modo que una de carne y hueso pero,¿cuántas veces se ha explotado en literatura y cine la idea de una rebelión por parte de las máquinas en su deseo de liberarse del yugo humano? En esta misma línea va este cuento que juega con la idea de 'una raza que sucederá al hombre' y el nacimiento de una nueva sociedad.
Hasta aquí, todo lo relativo al contenido. Habría ahora que adentrarse en la forma. Las primeras páginas del libro consiguieron despertar mi curiosidad gracias a la aparición de las garras. La descripción de estos pequeños robots es minuciosa pero a la vez sencilla de tal manera que resulta tremendamente fácil imaginarse cómo son. Cuando nos enfrentamos a una historia de ciencia ficción conviene tener la misma imaginación que el autor pues de otro modo nos resulta más difícil imaginarnos la existencia de mundos distintos al nuestro o formas de vida diferentes. En este caso, unas descripciones eficaces y precisas nos permiten idear en nuestra mente el paisaje en el que trascurre toda la historia.
Lo mismo ocurre al describir el desarrollo de la guerra nuclear que ha convertido nuestro planeta en ese vertedero de escombros y polvo. El enfrentamiento entre los americanos y los rusos (obviamente estos últimos son los malos de esta película) y que ha durado seis años, requirió la fabricación de una serie de armas como las garras. 'Con un arma como aquella, la guerra no podía prolongarse mucho'.La radioactividad ha acabado con la mayor parte de la población mundial y los pocos que han conseguido sobrevivir muestran un aspecto terrible. De todo ello se hace una descripción justa, sin elaboradas e intricadas explicaciones que solo pueden generar caos en la mente del lector. Es precisamente esa sencillez la que más me ha gustado. No hay que hacer grandes esfuerzos mentales ni tener una imaginación portentosa para saber en qué mundo se mueven los personajes de este cuento.
Con un inicio inmediato y abundancia en diálogos, La segunda variedad (título que cobra sentido a medida que avancemos en la lectura), es una historia que me ha agradado bastante. Forma parte del segundo volumen de cuentos de Philiph K. Dick publicó con Martínez Roca en España y que además.
Es ciencia ficción pero es una historia bien contada y quizá por eso la he disfrutado mucho más de lo que pensaba. No pretendo ahora embarcarme en lecturas de género pero creo que en la variedad está el gusto y a mí, como sabéis, me gusta cambiar de tercio con frecuencia. Por lo tanto, si eres amante de la ciencia ficción, las obras de este autor parecen ser una opción de calidad y si eres neófito pero te apetece probar, La segunda variedad es una buena alternativa. Quién sabe si algún día no nos arrepentiremos de inventar tanta máquina.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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