Editorial: Oromana Ediciones.
Fecha publicación: abril, 2018.
Precio: 20,00 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 326
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 978-84-09-00775-2
Autor
Cayetano nació en Lepe, Huelva. Realizó sus estudios universitarios de Filosofía en Sevilla. En la actualidad, ejerce de profesor y conferenciante, facetas que compagina con su vocación de escritor.
El autor ha hecho incursiones juveniles en la poesía, el ensayo así como en el mundo del periodismo (dirigió durante algunos años la publicación mensual de su localidad). Según ha manifestado, el periodismo fue su escuela que le curtió en una escritura pegada a los hechos, y supuso, además, una toma de contacto con la realidad social y cultural que siempre ha agradecido.
Fruto de una inquietud que nunca le ha abandonado, cultiva estos últimos años la novela. La aparición ahora de Las mujeres imposibles responde a la necesidad de publicar y compartir una obra que -estamos convencidos- no dejará indiferente a los lectores atentos, dotada como está de un estilo personal en el que se mezcla filosofía y vida, acción y reflexión, referencias culturales exquisitas y lo cotidiano. Su obra está llamada a encandilar a quienes buscan en la literatura una fuente constante de inspiración y gozo, además de una ocasión para el enriquecimiento personal.
Sinopsis
Cayetano Santana nos presenta Las mujeres imposibles, una historia en la que el protagonista alcanza esa edad en la que decide reinventarse y así encarar la silueta amenazante de su fracaso personal. Dispuesto a esa transformación, marcha al encuentro de su imposible mujer ideal, mientras lucha por acabar, al fin, la prometida obra maestra que, como escritor, se resiste a llegar. El autor crea variadísimos retratos de esas mujeres, nunca posibles, que se van sucediendo, ocasión exitosa y a la par maltrecha, para lo mejor de una historia que, aunque rebosa reflexión, no deja de sumergirnos en peripecias, lecciones y sucesos disfrazados de un fino y personal humor.
Sus empeños, su obsesiva búsqueda, convierten a esta obra en una crónica emblemática de un héroe solitario, cínico y entrañable, un paseante de las tardes y las noches, escenarios donde se acumulan las múltiples caras de un mundo lleno de símbolos...
Por sus páginas se respira el aire de la novela de exploración, en una deriva que quiere penetrar en la condición humana y, a la vez, en esa ciudad que es protagonista de los cientos, miles de itinerarios de un individuo/paradigma, imagen de todos.
Estamos convencidos de que nos hallamos ante una obra singular. Las mujeres imposibles, de Cayetano Santana. Una obra que espera encontrar destinatarios atentos, lectores que apreciarán la característica densidad de una filosofía que rara vez ha conseguido ser tan diáfana entre nosotros.
Escrita con una cuidada prosa esta novela nos ofrece una indagación personal enriquecedora para todos. Serán muchos los que, identificados con estas páginas, querrán leer Las mujeres imposibles desde el capítulo primero hasta el final.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Hay un momento en la vida de toda persona en el que toca hacer balance. No es fácil enfrentarse a la propia existencia, ser objetivo, hacer una lista de pros y contras y evaluar el trascurso de tus días. Los cincuenta años suelen ser ese punto de inflexión que marca la línea de no retorno, cuando ya hemos andado más o menos la mitad de nuestra vida y nos preguntamos qué nos queda por delante. ¿Hemos conseguido todos esos sueños de juventud? ¿Hemos mantenido la ilusión que nos motivaba de jóvenes? ¿Somos felices? No nos queda mucho tiempo y hay que aprovechar el que queda por vivir. Esto es lo que se plantea el protagonista de Las mujeres imposibles, Mario Tunoye, cuando la cincuentena le cae encima como un jarro de agua fría. Casado con Ester, una mujer normal y corriente como otra cualquiera, define el hogar como una 'residencia carcelaria' y el matrimonio como 'un instrumento de fatalidad', un corsé que le impide alcanzar la plenitud. Será lo primero que seccione pues él aspira a algo más y para ello debe romper ataduras. Mientras, en lo laboral, ocupa plaza de funcionario pero una carambola del destino le permitirá organizar su tiempo de otro modo. Y así, cual Ulises, nuestro protagonista se embarca en la aventura de cambiar su vida de manera radical. Dos serán sus objetivos más inmediatos. Por un lado, encontrar la mujer ideal. Por otro, terminar de escribir la novela que lleva escribiendo hace treinta años. Todo ello, mientras se enreda en un sinfín de reflexiones sobre lo divino y lo humano.
Tunoye inicia su camino pues no está contento con su vida. Ha caído en todo aquello de lo que siempre quiso huir y se ha convertido en 'un tipo corriente, viviendo una vida repetitiva y tendente a un vacío tan repleto de falsedades como unos grandes almacenes'. Y así, a lo largo de veinticuatro capítulos, irá encontrando una mujer tras otra: Elvira, Julia, Isabela, Ángela, Andrea, Rocío, Clara... todo un rosario de mujeres fabulosas. Con todas y cada una de ellas creerá haber alcanzado el nirvana para, acto seguido, comprender que se debe dar una oportunidad más, que la mujer perfecta será la próxima que se cruce en su camino, de tal modo que termina por enredarse en una búsqueda incansable y casi agotadora.
En lo literario, nuestro personaje pretende escribir una obra de culto, 'de las que duran más de una primavera' y la define como 'un ejercicio de estilo, una obra que nadie leerá, un cúmulo de ocurrencias y reflexiones fuera de todo tiempo'. La vida será su inspiración, así que cada día se lanza a la calle en busca de esa iluminación necesaria que le ayude a alcanzar la gloria. Lo cierto es que, en esos múltiples detalles que Tunoye nos da de su propia obra se encierra un juego en el que el lector se verá inmerso y del que podrá extraer sus propias conclusiones. Ahondar más en esta cuestión repercutiría en el efecto final que la novela pretende causarnos.
A este entramado hay que unirle un personaje más, Juan Rastrillo, un escritor local de éxito, conferenciante, admirado en los círculos más selectos de la ciudad. Rastrillo es el antagonista en esta historia, es el reflejo cruel de un Tunoye que se asoma a un espejo deformado. Entre ellos se establece un tira y afloja constante, un rifirrafe de indirectas en las que rebosa el cinismo y el sarcasmo. Y justo será en esos momentos en los que el lector se alinee con el protagonista porque he decir que Mario Tunoye es de esos personajes que desestabiliza emocionalmente al lector. Muy peculiar y a veces retorcido, puede mostrar un lado cruel, pedante, egocéntrico. Sinceramente, a veces cae tremendamente mal, tan pretencioso, tan pagado de sí mismo, pero creo que, en un balance final, el lector se da cuenta que en realidad no es más que un pobre diablo, que cae en el ridículo más absoluto, momento en el que puede despertar la carcajada del lector. Porque entre tanta mujer imposible, siendo el más imposible el propio Tunoye, también tiene cabida el humor.
En lo referente a las reflexiones, estas ocupan una buena porción de la novela, hasta el punto de que, quizá puede llegar a aturrullar. Será el mismo Tunoye el que advierta esta circunstancia, definiendo sus digresiones como no demasiado grandilocuentes. Él mismo se define como 'un bocazas y acostumbro a mezclar mi relato con anotaciones, requiebros y aseveraciones, con reflexiones, digresiones y codas que, mucho me temo, no sean sino el perfecto modo en que acabaré logrando que los hechos queden, si no sepultados, sí tan desdibujados que pierdan su ejemplaridad, su señera notoriedad'. Y efectivamente es así porque, en ocasiones, nos podremos preguntar qué prima sobre qué. ¿Las reflexiones son el sustento de los hechos o es justo lo contrario?
En otro orden de cosas, las aventuras y desventuras de Tunoye ocurren en la ciudad de Sevilla pero nos vamos a encontrar una Sevilla muy distinta, alejada de tópicos y estereotipos donde la lluvia hace acto de presencia mucho más de lo esperado. En su afán de cambiar, Tunoye no reconoce Sevilla como tal, de hecho le cambia el nombre y la hace llamar Puentes de Isla, como si la ciudad también lo acompañara en esa transformación personal.
Las mujeres imposibles, escrita en primera persona y salpicada con un estilo coloquial, cuenta con una prosa rica, densa y con un toque barroco, en el que las metáforas y los símiles se enzarzan en una suerte de ejercicio circense. Todo ello resulta necesario si tenemos a Mario Tunoye como protagonista cuya personalidad también es igualmente densa. Tengo que confesar que a mí me ha llevado mi tiempo leer la novela. No creo que Las mujeres imposibles sean lectura para todo tipo de público, no es para esos lectores que buscan novelas a devorar. Con Las mujeres imposibles esa clase de lectura es imposible. En primer lugar porque el propio Tunoye, como dije antes, te va a desesperar en más de una ocasión. No conviene pasar muchas horas seguidas con él pues corres el riesgo de cogerle tal tirria que no desees volver a encontrarlo en tu vida. Y en segundo lugar, porque la pluma del autor no conoce superficiales.
En definitiva, Las mujeres imposibles es una novela que se aleja enormemente de esa literatura olvidable y de fácil digestión. Estamos ante una historia que requiere calma y un caminar parsimonioso junto a un personaje peculiar que crispará tus nervios más de una vez, a mí me ha sacado de quicio con frecuencia, pero en el que, ocasionalmente, puedes hallar rasgos de ternura.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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