Editorial: Seix Barral.
Fecha publicación: febrero, 2019.
Precio: 18,00 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 288
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-322-3464-4
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Autora
Alba Carballal nació en Lugo en 1992. Es arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid y tiene estudios en Derecho por la UNED. Ha sido redactora en la revista especializada Arquitectura Viva y escribe también en otros medios de comunicación y difusión cultural, como la web literaria Zenda. Ha traducido textos periodísticos y libros. En 2016 obtuvo una beca de residencia literaria en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba, durante la que desarrolló su primera novela, Tres maneras de inducir un coma.
Sinopsis
La enigmática llamada que recibe Federico en la piscina municipal de Chamberí y una extraña oferta de trabajo son el punto de inicio de una aventura detectivesca protagonizada por un cuarentón sin perspectiva alguna de futuro. Obligado por las circunstancias a convertirse en una suerte de espía mercenario, se verá envuelto sin remedio en una realidad turbia en la que nada es lo que parece.
Un Madrid contemporáneo y underground sirve como escenario para la ópera prima de Alba Carballal, que, partiendo de referentes como Eduardo Mendoza, John Kennedy Toole y Pedro Almodóvar, desarrolla una farsa burlesca que coquetea con el humor negro.
Estos últimos días vengo hablando de voces jóvenes, nuevos narradores, nacidos hace poco más de una veintena, exponentes de una generación complicada -¿cuál no lo ha sido?-, que vienen pisando fuerte y se asoman a la literatura después de haberse impregnado del estilo literario de grandes nombres. Es el caso de Alba Carballal, arquitecta y novelista, o novelista y arquitecta que, tras su paso por la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores con una beca en el curso 2016 - 2017, ve su nombre impreso en lo que es su primera novela, Tres maneras de inducir un coma, -e intuyo que no será la última vez-, un relato que empezó a gestarse antes de que se mudara a la capital cordobesa pero fue allí, con Séneca, Maimónides y Averroes como testigos, donde terminó de fraguarse.
Estamos ante un estreno de lentejuelas y luces brillantes bajo un escenario construido por Seix Barral. Con un título tan misterioso y una cubierta inspirada en una foto de Ouka Lele, Carballal invita al lector a adentrarse en el mundo coral que nos ofrece, del que paso daros detalles.
Federico Ramírez Leal es un hombre de unos cuarenta años que vive con su madre. Licenciado en Geografía e Historia, parece un pobre diablo al que la vida le ha vuelto la espalda y no le ha concedido la independencia propia de su edad. Tras poner un anuncio en el periodo instigado por su madre, una mujer preocupada por el porvenir de su retoño cuando ella falte, Federico recibirá una llamada extraña con un propósito laboral. El interlocutor cita al protagonista para exponerle los términos del trabajo y, aunque él esperaba a un hombre -a juzgar por la voz al otro lado de la línea telefónica-, se presenta una mujer, Natalia. La joven es una belleza descomunal que antes llevaba por nombre Eduardo, Eduardo Mendoza para más señas. Pero un buen día descubrió su verdadera identidad sexual y salió del armario, transformando su cuerpo en lo que realmente sentía por dentro. Natalia es transexual. Aquel cambio de género provocó una catástrofe en su familia. Rechazada por un padre que había puesto en él todas sus machistas y misóginas esperanzas, la madre pone pies en polvorosa para apartarse de semejante terremoto familiar. Natalia se queda sola pero sabe que su nuevo yo traerá consecuencias de índole material. Sospecha que su padre, Joaquín Mendoza, un empresario textil montado en el dólar, piensa castigar el desagravio de su hijo-hija excluyéndola de la herencia. Así que, encarga a Federico trabar falsa amistad con el padre para enterarse de todo lo que pretende el empresario. Y así pasa nuestro protagonista, de desgraciado sin sitio donde caerse muerto a detective privado. Lo que ocurre es que todo se complicará de tal forma que el desenlace nos dejará atónitos.
Al triángulo compuesto por Natalia, Federico y Joaquín se unirán una cohorte de personajes dispares que, en mayor o menor medida, también tendrán su parte de protagonismo. Tendremos a la madre de Federico -personaje del que jamás sabremos su nombre-, a Loli, una mala pécora en boca de Natalia, a Susana una socorrista que lleva doble vida, a Javi, gerente del bar en el que para Joaquín para ahogar sus penas. Todos ellos parecen tener un rasgo en común pero sobre eso hablaremos más tarde.
Dice Alba Carballal que Tres maneras de inducir un coma se puede catalogar como una comedia negra. Sin duda, como buena sátira que es, no le falta humor, caracterizado por su mordacidad y su cinismo. El humor empleado por Carballal recuerda muchísimo al utilizado por otro autor que señalaré más tarde. No obstante, bajo es manto de comicidad que cubre toda la trama, se esconde la intención de abordar temas de más calado y es que la vida de esos personajes provoca de todo menos risa. Sin embargo, el humor siempre es un buen punto de vista.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Estamos ante un estreno de lentejuelas y luces brillantes bajo un escenario construido por Seix Barral. Con un título tan misterioso y una cubierta inspirada en una foto de Ouka Lele, Carballal invita al lector a adentrarse en el mundo coral que nos ofrece, del que paso daros detalles.
Federico Ramírez Leal es un hombre de unos cuarenta años que vive con su madre. Licenciado en Geografía e Historia, parece un pobre diablo al que la vida le ha vuelto la espalda y no le ha concedido la independencia propia de su edad. Tras poner un anuncio en el periodo instigado por su madre, una mujer preocupada por el porvenir de su retoño cuando ella falte, Federico recibirá una llamada extraña con un propósito laboral. El interlocutor cita al protagonista para exponerle los términos del trabajo y, aunque él esperaba a un hombre -a juzgar por la voz al otro lado de la línea telefónica-, se presenta una mujer, Natalia. La joven es una belleza descomunal que antes llevaba por nombre Eduardo, Eduardo Mendoza para más señas. Pero un buen día descubrió su verdadera identidad sexual y salió del armario, transformando su cuerpo en lo que realmente sentía por dentro. Natalia es transexual. Aquel cambio de género provocó una catástrofe en su familia. Rechazada por un padre que había puesto en él todas sus machistas y misóginas esperanzas, la madre pone pies en polvorosa para apartarse de semejante terremoto familiar. Natalia se queda sola pero sabe que su nuevo yo traerá consecuencias de índole material. Sospecha que su padre, Joaquín Mendoza, un empresario textil montado en el dólar, piensa castigar el desagravio de su hijo-hija excluyéndola de la herencia. Así que, encarga a Federico trabar falsa amistad con el padre para enterarse de todo lo que pretende el empresario. Y así pasa nuestro protagonista, de desgraciado sin sitio donde caerse muerto a detective privado. Lo que ocurre es que todo se complicará de tal forma que el desenlace nos dejará atónitos.
Al triángulo compuesto por Natalia, Federico y Joaquín se unirán una cohorte de personajes dispares que, en mayor o menor medida, también tendrán su parte de protagonismo. Tendremos a la madre de Federico -personaje del que jamás sabremos su nombre-, a Loli, una mala pécora en boca de Natalia, a Susana una socorrista que lleva doble vida, a Javi, gerente del bar en el que para Joaquín para ahogar sus penas. Todos ellos parecen tener un rasgo en común pero sobre eso hablaremos más tarde.
Dice Alba Carballal que Tres maneras de inducir un coma se puede catalogar como una comedia negra. Sin duda, como buena sátira que es, no le falta humor, caracterizado por su mordacidad y su cinismo. El humor empleado por Carballal recuerda muchísimo al utilizado por otro autor que señalaré más tarde. No obstante, bajo es manto de comicidad que cubre toda la trama, se esconde la intención de abordar temas de más calado y es que la vida de esos personajes provoca de todo menos risa. Sin embargo, el humor siempre es un buen punto de vista.
A su vez, y de nuevo como buena sátira, la novela se transforma en un vehículo perfecto para ejercer una crítica ácida sobre cuestiones que el lector irá descubriendo en el avance de la lectura. Por poner un ejemplo, Federico reflexionará sobra el afán del ser humano por mostrar apariencias, criticará también la transformación de una ciudad, Madrid, que ve como sus barrios más sencillos, humildes y de toda la vida, se han convertido en otra cosa mucho más moderna pero también mucho más descafeinada, donde vivir es casi imposible para la gente de a pie.
Y ya que he mencionado Madrid, habría que indicar que la villa del reino juega un papel muy importante en la novela pues su idiosincrasia y su mestizaje encaja perfectamente en una trama capitaneada por personajes tan singulares como los que ha construido la autora. Como nos comentó Carballal en la entrevista que le hicimos hace unas semanas (puedes leerla aquí) será frecuente que el lector pasee junto a Federico por las plazas y calles de Madrid, que veremos transformada, mientras él va reflexionando sobre las cosas que le están ocurriendo. Se podría tomar un mapa e ir trazando los lugares por los que Federico transita mientras pone en orden su mente. Estos paseos por la ciudad sirven para reencontrarse con espacios y verlos desde otro ángulo.
Pero si hay que hablar de personajes tendríamos que hacer parada y fonda para analizar los que pululan por las casi trescientas páginas. Federico Ramírez sería el cabecilla del reparto. A lo que he comentado anteriormente, debería añadir que se trata de un personaje de clase baja que siempre viste en chándal y al que le falta todo el glamour para moverse por según qué círculos. Puede resultar un personaje caricaturesco pero a medida que lo vamos conociendo te das cuenta que tiene buen fondo, es iluso, enamoradizo, entregado, buen amigo,... vale, le puede la avaricia pero eso lo hace más humano todavía. A mí me ha provocado mucha compasión porque hasta él mismo se da cuenta del papel que le ha adjudicado la vida y reconoce que es un perfecto idiota. Un pobre desgraciado que se verá envuelto en una situación delicada.
En cuanto a Natalia, la elegancia que muestra su cuerpo exuberante y lleno de curvas se torna en horterada en cuanto se queda sola consigo misma. Es un personaje resentido -motivos no le faltan-, está dolida, recela de todo el mundo y solo quiere venganza. El rechazo que le ha lanzado su padre a la cara como un guante le ha dolido enormemente pero más le duele pensar que se va a quedar sin los millones que adornan la cuenta corriente del empresario textil. Por eso contratará a Federico, para adelantarse a los movimientos de su progenitor. Aunque al principio entendí sus motivaciones, Natalia es en realidad una arpía a la que le mueve los impulsos más bajos y a la que no le importa llegar lejos aunque se lleve por delante a algún inocente.
Sobre Joaquín Mendoza habría que empezar diciendo que sus poros rezuman un machismo recalcitrante. Mujeriego, putero y juerguista, lo peor que le podía pasar es que le saliera un hijo 'rarito, tú ya me entiendes' (es lo que él diría a quien quisiera escuchar su desgracia). Siendo un hombre conservador, ¿cómo iba a tolerar que su hijo fuera un transexual? Y a pesar de ser un tipo carca y rancio, a mí también me ha dado un poquito de pena porque Joaquín está muy solo y por eso acoge a Federico con los brazos abiertos. Intenta hacer de él el hijo que tuvo y que ahora es hija, o el hijo que nunca tuvo.
Pero de soledad también está impregnada la vida de la madre de Federico. Abandonada por un marido alcohólico y conviviendo con un hijo cuarentón sin oficio ni beneficio, esta mujer pasa las tardes plantada delante de la televisión, en bata y zapatillas, viendo los programas más rancios, incluidos aquellos de quiromancia y artes adivinatorias. No obstante, percibiremos una leve modificación en su proceder que tendrá su justificación posterior.
Y en un plano aún más secundario, el resto de personajes. Como dije antes, creo que todos ellos tienen un nexo en común, la soledad. Todos están faltos de cariño o han tenido una infancia complicada, se han tenido que buscar la vida y se han visto obligados, por una circunstancia u otra, a alejarse del núcleo familiar. Por eso, y aunque no de forma constante y continua, creo que el lector podrá empatizar con ellos en algún momento de la narración. El dibujo que Alba Carballal hace de sus personajes es muy humano. Todos tienen luces y sombras, todos tienen defectos y todos se equivocan alguna vez.
Tres maneras de inducir un coma contiene una historia de desamor, de sueños rotos, de dolor, de rencor y de venganza en la que navega un elenco sin par de personajes. Son buenos mimbres para tratarse del debut de Carballal pero diría que, por encima de la trama y el perfil psicológico de los protagonistas, prima mucho el estilo narrativo de la autora. Y al hilo de esto, retomo lo que comenté antes, el humor que destila la novela y que recuerda muchísimo al incomparable Eduardo Mendoza. Tres maneras de inducir un coma se puede entender un homenaje a la narrativa del autor, al que Carballal admira, y fruto de ese homenaje será también la elección del nombre y apellido de los personajes más principales. El texto está lleno de guiños explícitos y otros que corresponden a la esfera más privada de Alba. En realidad, toda la novela es un reflejo de los gustos de la autora y no solo a nivel narrativo. No hay más que echar un vistazo a las citas que abren los tres bloques en los que se divide el relato, tres partes que además, a través de los títulos, recuerdan a la novela picaresca.
Con una narración inteligente y una prosa estilizada, Tres maneras de inducir un coma se articula a través de una estructura peculiar que no va a dejar indiferente a ningún lector. Existen capítulos que vienen encabezados por una indicación horaria. Son fragmentos protagonizados únicamente por Natalia. Al principio, creí que se trataba de conversaciones que ella mantiene con otra persona vía telefónica. No tardé mucho en entender que se trataba de monólogos interiores, conversaciones que ella mantiene consigo misma, donde ella saca su lado más macarra y que me han resultado muy divertidos. Y bajo esa cúpula estructural que descubrirá el lector al acercarse a esta historia, una insólita mezcla de géneros que van desde la propia narrativa, pasando por los guiones de cine empleando todos los tecnicismos del género (y es que esta novela tiene mucho de cinematográfico con escenas cortas que se desarrollan en capítulos cortos), una pieza teatral representada en un juzgado y hasta el género epistolar.
Podría seguir enumerando todas las peculiaridades de esta novela pero creo que toca ya cerrar esta reseña e invitaros a leerla. A mí me ha sorprendido enormemente el debut de esta autora tan joven. Cierto es que la construcción de la historia parte de unos pilares básicos, pero sus personajes están muy bien construidos, cuenta con un estilo que a mí me ha resultado muy maduro y la estructura del texto supondrá un viaje lleno de dinamismo hasta llegar a un desenlace poco habitual.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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