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VANESSA MONTFORT: 'Con esta novela tengo la sensación de que cierro una etapa y abro otra'

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Se me acumula el trabajo de los últimos meses. En muy poco tiempo, he tenido un buen número de encuentros con autores que, poco a poco voy publicando por aquí. Así que hoy le toca el turno a Vanessa Montfort, una mujer todoterreno con la que he tenido el gusto de hablar en más de una ocasión. Conversar con ella es de los momentos más gratos que me proporciona este mundo porque tiene una alegría innata muy contagiosa y siempre está embarcada en múltiples proyectos de los que te habla con muchísima ilusión. Con respecto a sus novelas, acostumbra a construir historias que embelesan, con personajes de los que siempre se puede aprender mucho. Hoy hablamos de su última publicación, El sueño de la crisálida, una historia que a Vanessa le llegó como testimonio y confesión, con lo que os podéis imaginar que está basada en un hecho real, las vivencias de una mujer dentro de una orden religiosa de la que fue expulsada. Si no la habéis leído os recomiendo que lo hagáis ya porque la vida de Greta, así como su transformación, bien merece la pena conocerla. 

Marisa G.- Vanessa, antes de entrar en materia, ¡enhorabuena por las veintidós ediciones de 'Mujeres que compran flores'!

Vanessa M.- Gracias. Cuando hicimos la entrevista, cómo nos íbamos a figurar nosotras que esto iba a ocurrir.

M.G.- Es que aquella historia era muy inspiradora y luego tiene ese título tan bonito..., porque, ahora que lo menciono, ¿tú de dónde sacas estos títulos tan preciosos? 'La leyenda de la isla sin voz, Mujeres que compran flores, El sueño de la crisálida,... Son todos muy atractivos. 

V.M.- ¿Te gustan? Pues para mí es un verdadero trauma. Empezar una novela y sobre todo terminarla, se me da muy bien pero los títulos,... Es que le doy cien mil vueltas. Es lo único que no me sale de primeras.

M.G.- Pues te costará pero luego te quedan genial. Bueno, hablamos de 'La crisálida...' Empecé a leer la novela y a las dos páginas anoté en mi bloc: 'Da la sensación que la historia es real, que la ha vivido'. Y te juro que lo escribí sin saber leído ninguna declaración tuya.

V.M.- Bueno, ya nos conocemos un poco... Efectivamente, esta historia la he vivido. 'El sueño de la crisálida' recoge el relato que me contó una persona real que, en ese momento, no sabía que yo era escritora y me cuenta su vida como la gente cuenta sus cosas. Hay mucha gente que te dice que tiene una vida de novela o que es un personaje literario en sí pero no es verdad. La mayoría de nosotros no somos personajes literarios, ni yo misma pero Greta sí. Así que esta novela tiene una importante dosis de realidad, como también lo tiene Patricia, la mujer a la que Greta le cuenta su historia en la novela. Es la primera vez que me decido a construir un alter ego propio. A Patricia le he prestado muchas cuestiones mías pero era necesario porque en la historia de Greta, que ha sacado mi vocación periodística, he mezclado realidad y ficción, y en esa realidad me he metido yo misma.

Lo que me llamó la atención de esta historia es poder hablar de un tema del que se ha hablado muy poco, como es la situación de la mujer dentro de la Iglesia, su falta de valoración y su invisibilidad. Más allá de eso, hubo otras dos cuestiones con las que empaticé mucho, primero con la idea de poder contar lo que ocurre intramuros y segundo, la fase de reconstrucción a la que tiene que someterse Greta, todo lo que tiene que hacer para empezar a vivir en nuestro mundo porque ella viene del interior al exterior. En cambio, a Patricia le pasa justo lo contrario. Patricia está en el exterior y pocas veces ha viajado a su interior. Lo va a hacer de la mano de Greta y va a terminar cuestionándose su estilo de vida. 

El acoso y derribo que ha vivido Greta es brutal. Según me contaba su historia dejé de verlo como algo asociado a su condición de religiosa. Me di cuenta que, en realidad, lo suyo era un acoso laboral al uso, algo que yo también había vivido. Lo he vivido yo como lo han vivido casi todas las personas de mi alrededor o las que voy conociendo, o bien tienen gente cercana que lo ha vivido. Me dije que igual era el momento de hablar de este tema y de ver por qué se está hablando tanto de cualquier tipo de maltrato sistemático. Esa llama del periodismo se me agita porque es una historia de interés humano, es una historia de las que a mí me interesan porque hacen un retrato social, algo que tiene siempre mis novelas y mis obras de teatro, historias que tienen algo que contarnos sobre nuestra sociedad. 

M.G.- Y tiene que contarnos mucho porque, por un lado, abordas esa lacra social del acoso laboral y por otro lado, nos muestras a la Iglesia, inmersa en tantos casos de abusos últimamente. Se conocen muchas historias de niños abusados pero no de niñas o mujeres. En este sentido, tu novela es una pieza más de la oscuridad de la Iglesia.

V.M.- Y también de la impunidad. Conste que mi familia es católica y ha leído la novela. De momento, nadie se me ha enfadado aunque podría ocurrir. Pero no se trata de poner ahora a la Iglesia en el punto de mira, no es que se quiera denunciar que estos sucesos ocurren en la Iglesia. Lo que se pretende es constatar que también (y recalco el 'también') ocurren dentro de la Iglesia. Creo que no deben de existir islas donde no se pueda mirar, ni islas, ni países, ni comunidades religiosas, ni nada. Cuanto más tiempo pasemos sin mirar en un sitio que nunca se ha mirado, peor porque ahí pasan cosas. Lo mismo ocurre con nuestro interior. Cuanto más tiempo pasemos sin mirar dentro de nosotros, también peor y esta es otra de las partes de la novela, quizá la más importante. Hay que mirar en nuestro interior. 

M.G.- Patricia y Greta son los personajes principales, dos mujeres aparentemente muy distintas pero, en realidad, no lo son tanto.

V.M.- Es que, en esencia, todos los seres humanos nos parecemos muchísimo. Si nos diferenciamos es en cosas muy superficiales pero ya está. Lo que pasa es que no nos enseñan a aceptar la diversidad. A todos se nos llena la boca cuando hablamos de la diversidad y manifestamos que hay que entenderlo todo pero es mentira. La mayoría, por lo general y a priori, rechazamos lo que es totalmente distinto a nosotros aunque la diferencia sea mínima. Cualquiera que salta del plano, ya sea por su color, o porque es más alto, o más bajo, o lo que sea, nos empeñamos en recortar la pieza del puzle para hacerla encajar a toda costa y si no encaja, la atacamos. ¿Y cuándo no se ataca al diferente? Pues cuando ha obtenido reconocimiento social. En ese caso se acepta todo, cualquier rareza, cualquier extravagancia, pero llegar ahí es todo un calvario, y es el que viven algunos personajes de la novela. 

Como siempre, hablo de la oscuridad desde la luz porque no me apetece deprimirme ni deprimir a los lectores pero sí quería hacer una radiografía o una crítica social, con su pizca de humor a veces y con su profundidad, otras. Quería hablar de dos personajes en su momento de reconstrucción. En el caso de Patricia, reconstruye su estilo de vida, de esa sociedad de la prisa, de esa rueda del hámster de la que quiere tirarse en marcha. En el caso de Greta su reconstrucción es total, desde la forma de vestirse y peinarse hasta su sexualidad. 

M.G.- Me gustan tus personajes porque les creas toda una personalidad completa. En esta novela, nos vas contando toda su infancia porque eso le da solidez al personaje.

V.M.- Sí. Con Patricia vamos a tener chispazos de su vida anterior. Hay 'flashbacks' que ella hace a caballo de la historia de Greta. 

Con Greta es distinto. Cuando ella le dice que le va a contar ese episodio de su vida para intentar que vuelva al periodismo, tiene que contarle toda su vida para que Patricia comprenda cómo acaba en una comunidad religiosa.

M.G.- La palabra libertad se repite mucho. Son dos mujeres que, de una manera u otra, han estado encerradas. 

V.M.- Lo bueno de un personaje como Greta es que, al mirar nuestro estilo de vida con ojos nuevos, también ayuda a Patricia a cuestionarse mil cosas. Ella no entiende cómo una gran parte de la población tiene que dormir mordiendo un plástico para no destrozarse las mandíbulas. No ve normal que te despiertes mirando un móvil o que la gente se vaya chocando por la calle porque no es capaz de apartar la mirada de un dispositivo. Tampoco ve normal la velocidad a la que se vive ni que todo se haga de forma telemática, sin mirar a los ojos a un ser humano al que contarle lo que te está pasando. Ella viene de todo lo contrario. Viene del silencio, de la oración, del recogimiento, viene de un aislamiento físico y relacional, y vale que tiene acceso a Internet y tal, pero su cerebro siempre ha estado en una caja

Y Patricia lleva demasiado tiempo en esa rueda del hámster, sin llegar a ningún sitio, sin sentir un alivio real. Se siente auto-explotada. Tiene una falsa sensación de libertad por muy free-lance que sea. Es esclava de sí misma y no se puede revelar contra ella misma porque es su propia tirana. Así que, llega un momento en el que se hace necesario un cambio, las dos necesitan cambiar, siendo una la cicerone de la otra, y ambas intentan encontrar un equilibrio, al  igual que el resto de los personajes de la novela.

M.G.- Aparte de todo lo que te ha contado esa persona que inspira el personaje de Greta, ¿has tenido que indagar mucho en la vida de los conventos, de las comunidades religiosas?

V.M.- No. Sí he entrevistado a otras religiosas, a misioneras, a personas que siguen dentro de las instituciones religiosas, y otras que se han salido o que han sido expulsadas. He indagado en todo lo que ocurre entre esos muros hablando con estas personas. El propio personaje que inspira a Greta me puso en contacto con otras personas que han vivido situaciones similares dentro de su misma congregación. Me he dado cuenta que lo de Greta no es un caso aislado. No es que pase todos los días en todas las congregaciones pero es algo que incluso empieza a salir en prensa. Hace poco, el periódico L'Osservatore Romano publicaba un reportaje que trataba precisamente de cómo se sienten las mujeres religiosas dentro de la Iglesia, pero ya no solamente por el hecho de haber sufrido algún tipo de maltrato, sino como asistentes de los sacerdotes cuando resultan que son mujeres que han hecho un doctorado, muy cultas o que querían estudiar algo para lo que realmente estaban capacitadas y, sin embargo, solo estudian Ciencias religiosas para luego impartir catequesis. Tanto es así que el propio Papa Francisco ha dicho recientemente que no hay que confundir servir con servidumbre pero estas mujeres viven como en un panal en el que no tienen individualidad, no pueden tener afectos particulares, y no están valoradas. Son como abejas.


M.G.- Qué duro, pero, aparte de Patricia y Greta, hay otros personajes como Santiago, el terapeuta de Patricia, Leandro, y otros tantos que forman un grupo de meditación. ¿Son personajes que también cobran importante protagonismo?

V.M.- Sí. Leandro es casi otro gran protagonista, de hecho da título a la novela, es el que la estructura y el que hace las grandes metáforas. Es el amigo sabio de Patricia, un entomólogo, un biólogo animalista y otro rebelde con causa que se mete en líos de colores porque se dedica a liberar a los animales de los laboratorios vecinos. Y luego está la instagramer Serena, que decide dejar de maquillar su vida. A partir de un punto cambiará y empieza a recibir un montón de ataques tremendos de todos aquellos que antes la adoraban. Y también tenemos a una enfermera de urgencias, en ese grupo de meditación, que acaba teniendo bastante importancia. Y a mí me gustan mucho las madres de Patricia y Greta, Pilar y Felisa, que las van ayudando en su camino. Son dos personajes muy bonitos. Y Santiago, el terapeuta de Patricia, que es el que le da la perspectiva científica de lo que le está pasando, mientras que Leandro se encargará la parte más emocional. Y por último, la maestra de meditación que al principio Patricia no la soporta, no la puede ver porque cree que es una iluminada pero que también le ofrece la perspectiva del budismo. 

Es como si, de alguna manera, Patricia estuviera encontrando en la ciencia, en la psiquiatría, en diferentes religiones,... diferentes estilos y filosofías de vida, cosas que le sirven para encontrar un equilibrio, que ya estaban ahí  y que a lo mejor, de todas ellas juntas se puede aprender algo. No es una casualidad que yo empiece esta novela con cinco citas, una de Jesús, de Mahoma, Buda,...

M.G.- Es que tiene un toque muy espiritual.

V.M.- Pero no he pretendido que estas dos mujeres parezcan dos iluminadas. Me gusta mucho el viaje de las anti-heroínas, personajes que contra viento y marea son absolutamente rebeldes para convertirse en algo más fuerte. El camino no es fácil pero ellas, que han sido víctimas de algo en el pasado, deciden seguir luchando para no ser víctimas en el futuro. 

M.G.- Cuando una novela se sustenta sobre dos historias que caminan de forma paralela, a veces una domina a la otra. En el caso de Greta, su parte aporta todo el suspense.

V.M.- Aparte de su lado emocional, de amistad, de reconstrucción, el 'thriller' de la novela está en la historia de Greta. Por su parte, Patricia intenta volver al periodismo con una historia que le han contado pero que va a resultar muy difícil de publicar. Y antes de todo eso, Patricia tendrá que ir descubriendo poco a poco qué le ha pasado a Greta de verdad, porque casi se lo tiene que sacar con un sacacorchos. Desconfiará incluso a veces si Greta le está contando la verdad porque no la conoce de nada en realidad. Pero me he dejado llevar, he querido que la historia principal, esa entrevista que durante un año Patricia ha estado haciendo a Greta, saliera poco a poco. Al principio tuve la sensación de que Greta estaba más desdibujada que Patricia pero es que es Patricia la que lleva de la mano a Greta y soy consciente de que el lector va a empatizar más con Patricia que con una ex religiosa porque el lector va a tener los mismos prejuicios que tiene Patricia. Greta irá creciendo de la mitad de la novela hacia el final. Siempre tuve la sensación, por mis propios prejuicios, que si entraba rápidamente en la historia de Greta y no teníamos el traductor simultaneo que es Patricia, era fácil que nuestros propios prejuicios nos llevaran a desconfiar del personaje y de la historia.

M.G.- No sabes lo que me alegro que me digas esto porque he advertido que la historia de Greta avanzaba más lenta que la de Patricia. Se ralentizaba mucho.

V.M.- Claro porque tiene que ir saliendo poco a poco. Es por lo que te digo, la empatía la vas a tener siempre con el personaje más cercano a ti. Luego Greta irá ganando en profundidad, en intensidad y descubres que no es tan diferente a ti.

M.G.- ¿El final es luminoso?

V.M.- En mis novelas no encontrarás finales de angustia y de tristeza, si acaso, alguna lagrimita. Siempre voy de la oscuridad a la luz y si se llama 'El sueño de la crisálida' es porque iremos de la oruga a la mariposa, así que, el propio título te da la pista.

M.G.- Hay mucha nostalgia en esta novela, en los agradecimientos e incluso en el detalle que has tenido de presentarla en un lugar de Madrid que está muy relacionado con tus primeras novelas.

V.M.- Sí. Con esta novela tengo la sensación de que cierro una etapa y abro otra. No sé si se debe a los números redondos, a esos veinte años de profesión. Cuando supe que uno de los escenarios principales de 'El ingrediente secreto' se había reabierto, no me lo pensé. Presentamos allí y fue un día muy emocionante.

M.G.- Y has estrenado obra de teatro hace nada. 

V.M.- Sí, el pasado día 23 en el Teatro Valle-Inclán y la dirige Miguel Ángel Lamata. La protagoniza Cristina Gallego, una actriz brutal, haciendo de María Lejárraga, un personaje maravilloso, del que hoy sabemos que es uno de los nombres más importante del siglo XX español. Hasta hace poco no se sabía que las noventa obras que escribió durante sus cien años de vida y que todos creíamos que eran de Gregorio Martínez Sierra, su marido, pues resulta que eran de ella. He seguido la pista de muchas investigaciones, partiendo de lo planteado por Patricia O'Connor, una investigadora americana, que fue la que encontró las cartas de la pareja y que demuestran que, acto a acto, ella le iba mandando las obras de teatro al marido. Escribió cuarenta obras de teatro como el clásico 'Canción de cuna' que se ha llevado al cine varias veces o 'El amor brujo' de Falla, 'El sombrero de tres picos', 'Las golondrinas', la ópera 'Margot' de Turina y varias novelas. Era políglota, traductora y si hoy tenemos 'Rojo y negro' de Stendhal es gracias a ella. Fue una mujer espectacular y en 'Firmado Lejárraga', como he titulado la obra, ya que me apetecía que por una vez su nombre subiera al cartel dado que es la primera obra de ficción que se hace sobre ella, he querido contar su vida. En realidad, la obra ha sido un encargo pero, como pasa a veces, se ha convertido en la obra que más me ha fascinado y la más personal de mi carrera como dramaturga. Y encima tengo a Eduardo Noriega que se sube por primera vez a escena. Me ha hecho muy feliz que aceptara este trabajo porque sé que durante años, le han ofrecido hacer teatro. Noriega interpreta a Gregorio Martínez, un papel muy complicado.

M.G.- Pues Vanessa espero poder ver esa obra de teatro por aquí. 

V.M.- Ojalá.

M.G.- Mientras tanto me quedaré con Patricia y Greta. Gracias por este nuevo encuentro.

V.M.- Gracias a ti. 

Solo me queda reiteraros lo que os decía al principio. ¡Leed El sueño de la crisálida!




Ficha novela

Editorial: Plaza & Janés.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 560
Publicación: Marzo, 2019
Precio: 18,90€
ISBN: 9788401021077
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí



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