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RAFAEL TARRADAS: 'Es una pena que no escuchemos más a nuestros abuelos'

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Enfrentarse a una primera novela no debe ser tarea fácil. Hay personas que sienten en su interior la necesidad de contar una historia, de sacar a la luz un relato intimista, real, palpable, o de fabular, construyendo un universo que, hasta el momento, solo ha tenido existencia en su magín. Lo que nace sin una pretensión específica puede llegar a convertirse en un fenómeno de éxito.¿Suerte? ¿Trabajo? ¿Capacidad? ¿Destino? Sea como fuere, lo cierto es hay novelas que nacen con estrella, dentro de un mundo tan complicado como el de los libros, y novelistas que parecen haber estado escribiendo toda su vida. 

Rafael Tarradas Bultó, un segundo apellido familiar muy vinculado al mundo del deporte -es nieto del fundador de Montesa y Bultaco, sobrino del tristemente fallecido Álvaro Bultó y primo de Sete Gibernau-, se sienta un día a contar la historia de su familia durante la guerra civil. Lo que empezó como un pasatiempo se ha convertido en El heredero, una novela de 664 páginas que ya espera a los lectores en las librerías. 

Marisa G.- Rafa, la novela que te has marcado es espectacular. Tú, que vienes del mundo de la comunicación y de una familia muy encaminada al deporte, ¿siempre tuviste inquietudes literarias?

Rafael T.- He leído mucho, desde pequeño. La lectura y el deporte han sido mis grandes aficiones. Desde hace mucho tiempo, tenía en mente la idea de escribir y empecé a hacerlo en una cabaña que tengo por Gredos. Allí no hay luz y cuando voy los fines de semanas, no hay gran cosa que hacer. Veía alguna película en el ordenador, entraba en Internet y poco más. Así que me puse a teclear anécdotas familiares. A los pocos días, me di cuenta que la historia iba derivando hacia la ficción. Me divertía mucho construir algo nuevo partiendo de las historias de mi familia que, en realidad, ocupan solo el 20% de esta novela. El resto es ficción. Fueron dos años escribiendo y, cuando acabé, se la regalé a mis padres y hermanos por Navidad. Les encantó pero, claro, ¡qué iban a decir! Sin embargo, luego empezaron a pedírmelo mis primos. Tengo muchísimos y a mí me costaba imprimir cada libro setenta euros. Así que lo colgué para que cada uno se imprimiera el suyo. No te imaginas la sorpresa que me llevé cuando veía las estadísticas de venta. En ocho días, se habían vendido quinientos cuatro libros. Aquello ya no podía ser mi familia.

En paralelo a todo eso, contacté con la revista Hola y publicaron una pequeña reseña. Otra amiga de Vanitatis también consiguió que publicaran alguna cosa del libro. 

M.G.- Y de una plataforma digital pasas a una editorial.

R.T.- Sí, porque a raíz de esas publicaciones en prensa, Espasa se entera y me manda un mensaje por Instagram. Rosa Pérez, la editora, estaba interesada en el libro. Se lo mandé a las nueve de la mañana y pensé que me darían alguna respuesta negativa a los dos meses pero no, resultó que a las tres de la tarde, Rosa me dice que iba por la mitad del libro y que muy mal se tenía que poner la historia para no ofrecerme un contrato a la mañana siguiente. Y así ocurrió. A las ocho de la mañana del día siguiente me mandó un mensaje pidiéndome que la llamara porque tenía muy buenas noticias para mí. Increíble. Y así fue todo. 

M.G.- De una historia con la que tú no pensabas hacer nada especial, de repente te encuentras con la novela en las librerías.

R.T.- Totalmente. Esto ha sido como si coges un Vespino y ganas el Gran Premio de Jerez. 

M.G.- El heredero cuenta la historia de dos familias burguesas. Los Bultó-Marqués y los Sagnier, y en paralelo la historia de un anarquista, Antonio Campo, que sueña con cambiar el mundo. Es un personaje muy vinculado a una de estas dos familias, aunque él no lo sepa.  El heredero es una novela que cuenta con muchos elementos de género, principalmente es una saga familiar. El lector asiste al devenir de estas familias.

R.T.- Sí. Primero me gustaría aclarar que El heredero no es un libro sobre la guerra civil. Es una novela cuya trama se sustenta sobre tres familias, llevadas al límite, durante la guerra civil. Son familias que están en una situación que no les toca y encima no saben que están relacionados por un poderoso secreto que el lector sí conoce. Por un lado, vamos a encontrar una familia burguesa, que tiene que abandonar España porque son asaltados en su masía y tienen que exiliarse. Luego tenemos a una familia aristócrata que vive en Puigcerdá, un pueblo de la Cerdaña española, pegada a Francia. Y, por último, está Antonio Campo, una persona totalmente desfavorecida socialmente. A él le tocaba ser el heredero pero, por circunstancias de la vida y de la sociedad, termina trabajando en una fábrica donde es testigo del accidente laboral de un compañero, al que, los que pueden, no le prestan ayuda. Este suceso cambiará totalmente a Antonio. Él ve en la guerra la única vía para cambiar la realidad y hacer una sociedad más justa. 

En cualquier caso, aunque son personajes distintos y que pertenecen a estratos diferentes, tienen una idea de la guerra similar. Con el paso del tiempo, todos ellos ven que la guerra no es como la habían pintado, que no se trata de los buenos contra los malos, sino que, en ambos bandos, hay buenos y malos. He intentado construir personajes muy humanos.  

M.G.- Es decir, la guerra civil es un trasfondo y en ningún momento vamos a ver un posicionamiento hacia un lado u otro, ¿no?

R.T.- No, no me posiciono. Tengo 42 años, no viví la guerra ni el franquismo y creo que mi generación debe ver las cosas desde arriba y ser objetivos. Aquello fue un desastre. Ganarían los nacionales, pero perdió todo el mundo porque se quedó el país hecho polvo. 

Por otra parte, en mi entorno familiar hay gente de los dos lados. Tengo abuelos republicanos y abuelos franquistas. Cuando yo hablaba con unos u otros, jamás les oí decir qué malo es el abuelo Tarradas o qué malo es el abuelo Bultó. Ellos tenían unas circunstancias concretas y delicadas. A veces intentamos entender problemas del pasado con la mentalidad de ahora. Ni rojos, ni fachas. Hay que hablar de personas y superar todo eso de una vez. En la novela, hablo de que tu vida da un vuelco de un día para otro y tienes que reaccionar. Creo que ahí está la gracia del libro.

M.G.- Imagino que tu intención era recopilar las historias familiares para que no se perdieran con el tiempo.

R.T.-  Sí. Tengo una familia muy grande, con muchas anécdotas familiares que se iban perdiendo con el tiempo. Mis primos olvidaban cosas que habían contado mis abuelos sobre la guerra. No quería que ocurriera eso. De todos modos, también a mí se me estaban olvidando cosas. Comenzaba a tener lagunas en historias que mis abuelos me habían contado con muchísimo detalle. Y tuve que ir rellenando con algo de ficción o con vivencias de los abuelos de mis amigos.

M.G.- ¿Y de la historia de tus abuelos, recuerdas especialmente algo que te sorprendiera mucho?

R.T.- Sí, sí. El estallido de la guerra, tal y como se explica en el libro, es real. La familia Bultó tenía, y tiene todavía a día de hoy, una masía en el Penedés. Hasta allí se desplazó una milicia, justo en el momento en el que estaban dando misa. Los campesinos, al ver llegar a los milicianos, se colocaron todos delante de la puerta de la casa. Querían defender a mi familia porque sentían que siempre habían sido bien tratados. La casa se incautó pero ellos pudieron huir.Se fueron al aeródromo del Prat y desde allí, volaron a San Remo.

Por otro lado, la familia Sagnier estaba pasando el verano en Puigcerdá. Mi bisabuelo era coronel y mi bisabuela era una mujer muy fría, que mantenía mucho las distancias. No era una snob pero sí alguien que repelía. Cuando estalla la guerra, aparece el panadero y les dice que se marchen inmediatamente, que están en peligro. Mi abuela me contó que su madre les dijo que cogieran el cepillo de dientes y el rosario rápidamente, que se tenían que marchar. Esa combinación de cepillo de dientes y rosario siempre me ha hecho mucha gracia (Risas). Mis bisabuelos tenían catorce hijos, aunque en el libro digo que eran diez, y todos tuvieron que cruzar la frontera en pijama. En nada de tiempo, sus vidas cambió totalmente. Quedaron desposeídos, no podían volver a España, y vivieron con lo poco que consiguieron de un reloj de mi bisabuelo y un anillo que llevaba ella. Pero claro, con catorce niños... Se fueron a Italia, a San Remo, porque pensaban que Francia era más afín a la República. Y allí vivieron muy frugalmente. Aún así, mi abuela recordaba que aquellos años fueron los más libres de su vida. En Barcelona tenían que ir siempre con carabina, vestir guantes y sombrero, no podían relacionarse con todo el mundo ni acudir a según qué sitios. Y, de repente, todo cambió. Podían hacer lo que quisieran.

M.G.- Todo lo negativo tiene algo positivo.

R.T.- Pues sí. El personaje de mi abuela casi vive con angustia. Ella siente que se lo está pasando muy bien, aunque sabe que los hombres de su familia están arriesgando la vida en España, y eso le provoca remordimientos. Hay momentos en el libro que se enfada consigo misma, porque no quería pasárselo bien. El personaje se ve sometido a esa contradicción. Se dio cuenta de que era como una beata, de esas que no te dejan que te rías, ni estés alegre, porque si el momento requiere tristeza, hay que estar triste. 

M.G.- Oye, ¿qué pensarían del libro tus abuelos?

R.T.- Creo que les gustaría mucho. A mis abuelos les encantaba contar historias y, en realidad, he hecho lo que ellos hacían. Eran unas personas muy especiales porque, a pesar de tener tantos hijos y nietos, tenían tiempo para todos. Cada nieto se sentía el favorito. Ellos se preocupan por todos y sabían perfectamente qué hacía cada uno y cómo eran nuestras vidas.

M.G.- El libro empieza en 1909, ¿hasta qué año llega?

R.T.- Hasta 1940, el año en que mis abuelos se casaron. Ese episodio también es real. Voy a hacer un poco de spoiler pero bueno. Ellos se casaron en Santa María del Mar, en Barcelona. La iglesia se quemó entera al inicio de la guerra y en las fotos de la boda, se ve perfectamente a los novios, con el fondo negro. No hay imágenes, ni nada. Lo único que había eran muchas flores porque en cada capilla se pusieron grandes centros para que el escenario no fuera tan siniestro.

M.G.- Y a partir de 1940, ¿crees que los personajes darían de sí para continuar con la historia familiar?

R.T.- Sí. La vida de mis abuelos fue muy completa y los personajes de la novela también darían para más. Lo que pasa es que tengo que ver qué giro se le pueda dar a la historia, porque la posguerra me parece muy triste. Si la guerra fue un episodio trágico, las consecuencias reales, las verdaderamente penosas, se vieron más tarde, durante la posguerra, con esa España dividida, enfadada y gris. 

Este libro lo escribí sin ninguna pretensión de venta, pero sí lo escribí para que me gustara a mí y fuera divertido. Quiero que el siguiente también lo sea. Por eso, mientras encuentro el enfoque, me he centrado en la época anterior. 

M.G.- Me estás hablando de una precuela.

R.T.- Sí, sí.

M.G.- ¿Y vamos a encontrar personajes de El heredero

R.T.- Creo que podría encontrar la manera de enlazar una historia con otra. Quizá no con los mismos personajes, pero sí podría establecer una conexión. 

M.G.- Rafa, esta novela es muy coral. Hay muchísimos personajes. Siendo tu primer trabajo literario, ¿cómo haces para manejarlos y construirlos?

R.T.- En los primeros capítulos, he procurado mostrarlos de tal modo que los lectores puedan llegar a entenderlos bien, que queden muy bien definidos. Una vez que hago esto, los voy alternando, para que no te olvides de ninguno. Así que, te encuentras con varias historias que van avanzando a la vez y se van entrelazando. Al final, es una novela muy coral, como dices, pero creo que los personajes están muy bien definidos para que nadie se pierda. De todas formas, al inicio de la novela hay una relación con todos los nombres.

M.G.- Sí, como un dramatis personae. Siempre ayuda. ¿Pero quiénes son los grandes protagonistas de esta historia?

R.T.- Para mí, el protagonista y el héroe es Antonio Campo. Es un personaje que le ha tocado vivir en una sociedad muy injusta. De hecho, él no tiene ni idea de cuán injusta es. Le corresponde ocupar el puesto de heredero y, sin embargo, trabaja en una fábrica. Por ser hijo ilegítimo, está desposeído de todo. Aún así, es una persona buena de corazón, que sabe ver más allá. Antonio lo tiene todo en contra pero eso no lo empuja a deshumanizarse.

M.G.- Vinculado a Antonio, hay otro personaje que me llamó mucho la atención. María Ceballos es una mujer de origen burgués pero que funda un prostíbulo.

R.T.- María Ceballos es un personaje que me encanta porque ha entendido muy bien el punto en el que está. Toma la decisión de abrir un prostíbulo, sin importarle lo que puedan pensar de ella. Si mañana puede estar muerta, ¿para qué se va a preocupar por eso? Tampoco le preocupa lo que piense su padre, si se lo han llevado y no sabe ni dónde está. Ella lo que quiere es que acabe la guerra y la pille de pie. Le da todo igual. Se ha enterado que ha caído una bomba en la casa de tolerancia de Madrid y, como su casa está cerca del frente, se le ocurre abrir un prostíbulo. Es la solución que ve a ciertos problemas. Acoge a las prostitutas que se han quedado sin casa tras el bombardeo y encima, da servicio a los soldados. 

Esta visión práctica la aplica a todo lo que la rodea, al negocio, a su relación de pareja con Antonio, a todo. ¿Para qué voy a hacerme la estrecha si lo mismo Antonio muere dentro de cinco días?

M.G.- Pero no todos los personajes son así, no todos son buenos. Hay alguno por ahí que es el que da caña en esta novela. 

R.T.- Sí. Ese es Javier Fierro, el gran villano. Es un personaje que se mueve únicamente por odio. Es una persona al que le incautan su finca y como se queda sin nada, está dispuesto a ser la persona más cruel. Además es un gran cínico, porque se muestra encantador con las mujeres pero es muy perverso.

M.G.- Un encantador de serpientes.

R.T.- Exacto. Javier es ese personaje del que no sabes por dónde va a salir. Un gran cobarde que se las ingenia para no luchar pero, a la vez, hace sufrir a los demás. 

M.G.- Imagino que habrás tirado de mucha documentación familiar.

R.T.- Sí. Tengo la suerte de que la masía de la novela, San Antonio, sigue en el mismo sitio y sigue siendo como era entonces. Los muebles, los libros,... todo está prácticamente igual a como estaba durante la guerra. Además, hay muchísima documentación en la casa. Hay muchas cartas de la guerra donde se describen las emociones de aquellos años. Me encontré con una carta escrita por un primo de mis abuelos que era aviador. En ella les explica que ha estado implicado en una batalla aérea, inmerso en una lluvia de balas, y que era todo muy emocionante. A mí me sorprendió que hablara de emoción en una situación así. Era la guerra y lo podían haber matado. Y luego, en otras cartas, el tono es muy triste. Con esas cartas, comprendes las sensaciones que vivían.

Y luego hay muchísimos libros sobre la guerra civil. Cualquier dato histórico que quieras buscar, lo encuentras fácilmente. 

M.G.- Me gusta mucho las fotos que incorporas al final, donde podemos ver a uno de los personajes, a Inés Sagnier.

R.T.- Son gente de otra época. Tenían unas vidas totalmente diferentes a las nuestras. Es una pena que no escuchemos más a nuestros abuelos. Ahora que ya no están, me arrepiento no haber pasado más tiempo con ellos. Tendemos a menospreciar lo que llamamos "sus batallitas". Ellos vivieron una época épica pero tienes la posibilidad de que te lo cuenten los protagonistas y no prestamos atención. Los que tengan abuelos, que los escuchen, por favor. 

M.G.- Pero la historia no solo transcurre en Cataluña. Los personajes se mueven.

R.T.- No, no. Hay más escenarios. La guerra los hace moverse en muchos sentidos. Les cambia el carácter, les lleva al límite y les traslada de un lugar a otro. Antonio se mueve por el frente de Aragón, tendrá que ir a Teruel. Ellos se van moviendo según avanza la guerra. Pasan por un montón de sitios: Gijón, San Sebastián,... Una guerra como aquella, que duró tanto, da para que se muevan por muchos lugares.

M.G.- Rafa, la novela, por la trama, por los escenarios, por los personajes, por el contexto político-social,... encajaría muy bien como serie televisiva.

R.T.- (Risas) Sí, bueno, a ver qué pasa. De momento, no hay noticias.

M.G.- Tiempo al tiempo. En cualquier caso, estás ya escribiendo otra novela y la situación tiene que ser distinta. Esta la escribiste sin pretensión pero está teniendo mucho éxito, algo que debe añadir presión a la escritura de la segunda.

R.T.- Ahora hay presión, sí. Pero ¿sabes qué pasa? Si algo te apetece, tienes que hacerlo. Mira que yo no soy de dar consejos pero esto es así. Muchas veces dejamos de hacer cosas por vergüenza, por el qué dirán. Si quieres hacer algo, hazlo sin miedo. Mientras que tú te lo pases bien y a ti te guste, qué importa lo demás. 

Este libro lo podía haber metido en un cajón y guardarlo para mí, por vergüenza. 

M.G.- Con la vergüenza no se llega a ningún lado.

R.T.- Claro que no. ¿Qué mal hay en que hagas algo que a ti te guste, y a otra persona no? Si te gusta a ti, es suficiente.

M.G.- Sabias palabras, Rafa. Lo vamos a dejar aquí. Te agradezco este rato de conversación y te deseo mucha suerte con esta novela y con las próximas que vengan.

R.T.- Muchas gracias a ti. Gracias.

Sinopsis: Un majestuoso landó avanza en dirección a la imponente finca de los Marqués. Con tan solo siete años, la pequeña Josefa entra a trabajar como sirvienta en la casa, incapaz de imaginar cómo su presencia cambiará para siempre la historia de dos poderosas familias.

Treinta años más tarde los Marqués se ven abocados a huir de su casa y abandonar su más que acomodada posición social. No serán los únicos, pues los Sagnier habrán de exiliarse y otros, como Antonio, pobre pero idealista, intentará dar un giro a la sociedad. Todos ellos, defendiendo sus ideales, son ajenos al caprichoso destino que los une mediante un poderoso lazo y un asombroso secreto.

Barcelona, San Sebastián, Madrid, Gijón, o Teruel son los escenarios de esta fascinante historia de amor, coraje, lealtad y traición, basada en hechos reales, que nos revela cómo en un mundo donde la lucha por la supervivencia hace aflorar lo peor del ser humano el amor es una fuerza poderosa capaz de hacernos superar las mayores adversidades.




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