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TODO ARDE de Nuria Barrios

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Editorial: Alfaguara.
Fecha publicación: enero, 2020. 
Precio: 18,90 € 
Género: Narrativa. 
Nº Páginas: 296 
Encuadernación: Tapa blanda con solapas. 
ISBN: 9788420438498 
[Disponible en eBook y Audiolibro; 
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Nuria Barrios es autora de las novelas El alfabeto de los pájaros (2011) y Amores patológicos (1998); de los libros de relatos Ocho centímetros (2015), El zoo sentimental (2000) y Baleria (2000), y de los libros de poemas La luz de la dinamo (2017), ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, Nostalgia de Odiseo (2012) y El hilo del agua (2004), ganador del Premio Ateneo de Sevilla. Como cuentista está presente en numerosas antologías, la más reciente: Tsunami, miradas feministas.

Sinopsis

¿Alcanza el amor para salvar una vida del desastre?

Esta es la historia de dos hermanos. El pequeño se llama Lolo y tiene dieciséis años. Su hermana mayor, Lena, está enganchada al crack y a la heroína. Lleva un año fuera de casa y nadie conoce su paradero. Un día de agosto, Lolo la encuentra en el aeropuerto de Barajas, donde obtiene dinero con pequeños hurtos. Para convencerla de que vuelva a casa con él, decide acompañarla al poblado chabolista donde Lena compra la droga y parece que vive. Cuando llegan allí, cae la noche y Lolo se encuentra con una realidad aparentemente caótica e infernal. Lena le da esquinazo y él se ve de repente, solo, perdido y en medio de una lucha de clanes. En el momento en que ella se entera de que la vida de Lolo corre peligro, sale en su busca. Por separado, cada hermano intenta encontrar al otro en una carrera contrarreloj.

¿Hasta dónde es capaz de llegar una yonqui por salvar a su hermano? ¿Dejará que lo maten si él pone en peligro su consumo? Y ¿hasta dónde es capaz de llegar Lolo para salvar a su hermana, que se hunde en el abismo? ¿Arriesgará su propia vida?

Todo arde habla de lo que significa la familia, de la fina línea que separa la normalidad del desastre y del rastro de luz que deja siempre el amor. 

[Información tomada directamente del ejemplar]



Recordaba que Nuria Barrios ya me había hablado de yonquis, drogas y poblados. Rescaté de mi estantería aquel volumen de relatos con el que la descubrí. En Ocho centímetros (Páginas de Espuma), hay piezas que nos hablan de todo esto. Revolví el cajón de mis recuerdos y encontré que le había preguntado por aquellos ambientes durante la entrevista que me concedió en 2015.

Todo arde conduce al lector a un poblado chabolista en Madrid, donde la vida se desdibuja y en los ojos de sus habitantes se perciben reflejos de cristal, que diría Víctor Manuel. En aquel laberinto de calles embarradas, hogueras, casas medio derruidas, miseria, letargo y muerte se mueve una de las protagonistas de esta novela. Elena, conocida por todos como Lena, tiene veinticinco años y una vida por detrás, más que por delante. Enganchada al crack y a la heroína, dejó el refugio familiar hace un año y sus padres no han vuelto a verla. Ya no sueñan con recuperarla. Tiraron la toalla y eliminaron su rastro del hogar. Sin embargo, su hermano Lolo, de dieciséis años y recién llegado de un año de estudios en Irlanda, se ha propuesto sacar a su hermana de esa inmundicia. Tras localizarla en el aeropuerto de Barajas, donde perpetra pequeños robos y engaños con los que conseguir dinero para más droga, la acompaña al asentamiento chabolista, y pasa junto a ella casi veinticuatro horas, de un atardecer a un amanecer. En ese submundo, Lolo hará todo lo posible por convencer a su hermana, por animarla a dejar las drogas, a volver a la vida de antes, y por alejarla de aquel entorno sórdido y terrible. Pero Lena,... Bueno, es que Lena está bien. O eso dice ella. 

Me gustó la narrativa de Nuria Barrios en Ocho centímetros. No eran relatos fáciles como tampoco lo es la historia que contiene Todo arde. La autora madrileña dibuja un inframundo, un Hades que suele estar oculto a los ojos de los demás, y al que se desplaza Lolo como el Orfeo que busca a su Eurídice, esa Lena que también tiene un tobillo mordido. Debo admitir que la novela refleja con suma nitidez el sórdido mundo de los poblados, donde se ve y se consume droga, donde los yonquis trapichean aquí y allá para conseguir una dosis que ya no es suficiente. Todas las descripciones me parecen muy visuales, esas reuniones alrededor de las fogatas, los fumaderos, las rencillas entre clanes están magníficamente construidas. De igual modo, la autora reconstruye perfectamente las difíciles relaciones entre padres e hijos,  o esa ceguera que solo sufren los dependientes, capaces de engañar pero solo a ellos mismos. Yo salgo de esto cuando quiera, le dirá Lena a Lolo. Y todos sabemos, incluso el lector, que no es verdad. 

De Todo arde hay muchas cosas que me han gustado. El bochorno que destilan las páginas del libro, a través de una acción que transcurre en un caluroso mes de agosto madrileño, con ese cielo plomizo y grisáceo, esa calima como la llamamos aquí, que lo hace todo aún más asfixiante. Cuesta trabajo respirar en el poblado, y no solo por el calor. El humo de las múltiples hogueras que se encienden aquí allá para señalar los puntos de venta, vuelven densa la atmósfera exterior. 

El uso del lenguaje es otro de los aspectos a destacar. Si Nuria Barrios sabe cómo es la vida en los asentamientos donde la droga campa a sus anchas, si también sabe qué efectos provoca el crack o la heroína en los consumidores, que quedan aletargados, como cuerpos inertes a merced de lo inhalado, la autora también sabe cómo se habla en ese lugar recóndito y oscuro. Los yonquis, los clanes gitanos, auténticos capos de la droga, tienen su propio idioma. Entre ellos se entienden y entre ellos se expresan, con términos llenos de contracciones, con amenazas, con insultos. Si a unas descripciones muy visuales se le suma un lenguaje muy real, la trama cobra vida ante nuestros ojos y se vuelve un cuadro hiperrealista. 

En cuanto a los personajes, aunque la novela es muy coral, Lena y Lolo son los protagonistas principales. Considero que Barrios hace un trabajo extraordinario en la construcción del adolescente. Aunque se hace uso de un narrador en tercera persona, el lector se asoma al poblado a través de los ojos del muchacho, que se mueve de aquí para allá, conociendo a toda la fauna que puebla el lugar. Lolo es un joven que tiene problemas de tartamudez. Desde niño ha sentido ese defecto como un gran estigma, que ha marcado toda su vida. Es el personaje que más me ha gustado y, aunque no hay ninguna referencia en el texto, en todo momento he tenido la sensación de que Lolo tiene cierta discapacidad. No tengo muy claro si es psíquica o simplemente emocional. Me ha parecido un joven débil, vulnerable e inmaduro. Es cierto que solo tiene dieciséis años pero, los adolescentes de ahora son de otro modo. Lolo está muy perdido, muy desorientado. Quizá por eso insiste tanto, una y otra vez, una y otra vez, en recuperar a Lena, en convencerla para que vuelva con él a casa. Y es que Lena parece ser su faro, su apoyo en la vida aunque ahora se haya convertido en un referente podrido. O por eso también, por esa necesidad de amarre que tiene Lolo, el chico se apropia de un cachorro de pitbull blue que le puede costar la vida. A alguien tiene que salvar. De este modo, el animal funciona más como una metáfora, un símil como otros que salpican el texto.

En cuanto a Lena no he llegado a conocerla interiormente. Me he acercado a ella más desde un plano físico, imaginándomela con una delgadez extrema, con costras y heridas en la piel, sucia y desaliñada, con un cabello que ya ha perdido todo su brillo, y un cerco oscuro enmarcando sus ojos. He reconocido en Lena a esos jóvenes que no saben ni en qué mundo viven, con argumentos peregrinos, que la conducen a cometer un error tras otro. Ella es feliz en el poblado. Ahí es donde está su verdadera familia. El mundo más allá de ese asentamiento es solo un lugar donde se exprime al ser humano por cuatro duros y por eso, ella, que tiene estudios de Educación Infantil, no quiere trabajar en una guardería. 

Sobre Lena no sabremos mucho, ni siquiera qué fue lo que la empujó a las drogas. ¿Un asunto familiar, tal vez? ¿La convivencia con sus padres eran tan insoportable que se vio abocada a drogarse para aguantar su existencia? Tampoco importa mucho cuál fue el detonante de su adicción. La novela arranca con una joven enganchada hace tiempo y lo que verdaderamente interesa es el ahora. Y tampoco importa quién tiene la culpa de la vida que lleva porque, en Todo arde, no hay juicio moral.  

Respecto a los escenarios, más allá de una breve escena en el aeropuerto, todo transcurre en el poblado, un lugar que podría estar en cualquier ciudad de España. Al fin y al cabo, todos serán iguales. Lo que queda claro, y creo que lo apunté anteriormente, es que Nuria Barrios conoce perfectamente estos ambientes, de ahí que todo resulte tan visual. Si buscas alguna entrevista actual, o incluso con motivo de publicaciones anteriores, la oirás decir que ha visitado asentamientos de este tipo, que siempre le ha interesado la cultura gitana y por eso sabe cómo se mueven los clanes.

Y dicen que Todo arde es un thriller con su tensión. A mí no me lo ha parecido. Cuenta con un ritmo muy pausado y si sintetizamos la trama, no se puede decir que la novela tenga mucha acción. Eso sí, se lee con muchísima agilidad pues la mayor parte del texto es diálogo. Y es que, aquí también tengo que alabar la labor de Nuria, los personajes se describen a través de sus palabras. 

Pero con esta historia de amor y salvación, como Barrios la cataloga, no he terminado de conectar. Me he sentido engullida por una espiral de la que quería salir. La lectura me cansaba, me agobiaba, me aturdía. Pensándolo un poco, quizá esa era la intención de la autora, hacer sentir al lector como se sienten los yonquis, sumidos en un ambiente pegajoso y asfixiante, del que solo tenía ganas de huir. 

Sea como fuere, creo que Todo arde no es lectura para los que buscan algo liviano que echarse a los ojos tras un día duro de trabajo. Me atrevería a decir que estamos ante una novela que requiere una lectura dosificada, a pequeños sorbos. Y es que estoy convencida de que vais a necesitar sacar la nariz de entre las páginas, con mucha frecuencia, para aspirar una bocanada de aire fresco. 







 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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