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ÁNGELA QUINTAS: 'En nuestro intestino tenemos unos doscientos millones de neuronas, tantas como las que podemos encontrar en el cerebro de un perro'

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La semana pasada nos visitó Ángela Quintas. Licenciada en Ciencias Químicas, enfocó su carrera profesional hacia el mundo de la alimentación y la nutrición, un campo que cada vez tiene más adeptos. "Somos lo que comemos" es una frase que, según cuentan, es achacable a Ludwig Feuerbach, un filósofo y antropólogo alemán. Desconozco si este dato es verídico pero, es innegable que los alimentos que ingerimos afectan y repercuten en nuestro organismo a todos los niveles. Debemos cuidar nuestra alimentación, prestar atención a nuestra dieta y tratar no solo de cuidarnos por fuera, sino también por dentro. 

Con Ángela Quintas hablamos de su último libro, El secreto de la buena digestión, y nos desveló cosas tan curiosas como las que vienen a continuación.

Marisa G.- Ángela eres licenciada en Ciencias Químicas pero ¿en qué momento empiezas a sentir interés por la nutrición? ¿Y por qué?

Ángela Q.- Hice la especialidad de Química orgánica. En aquella época no existía lo que luego fue la diplomatura de dietética y nutrición. Más allá de los endocrinos, no había nadie que divulgara de una manera más cercana. Pensé en adentrarme por ese terreno pero, al hablar con dos profesores de la facultad, me dijeron que no lo hiciera, que era un mundo que no tenía salida y que, mejor, hiciera un máster de aguas. Pero yo seguí con mi idea. Hice un máster en alimentación y luego me doctoré. Poco a poco, me fui metiendo más en este área, que era lo que realmente me interesaba.

M.G.- En la solapa del libro aparece que eres asesora nutricional en películas. ¿Cómo es esto?

A.Q.- Pues eso, que asesoro sobre nutrición en los rodajes. Empecé haciendo la película Gordos, hace ya unos once años. El protagonista, Antonio de la Torre, tuvo que engordar algo más de veinte kilos para desempeñar el papel. Esa fue mi primera película. Luego han ido saliendo otros proyectos en los que han participado otros actores muy conocidos, por ejemplo, Eduard Fernández. En Mientras dure la guerra, este actor tuvo que adelgazar para ponerse ese traje de militar que le quedaba tan estrecho, porque llevaba el brazo izquierdo colocado detrás. También he participado en El fotógrafo de Mauthausen, con Mario Casas. Como hacía de refugiado en un campo de concentración, tenía que tener un físico acorde a su papel.

M.G.- ¡Qué curioso! Cuando hablamos de cine, o vemos una película, jamás nos ponemos a pensar en que hay una persona encargada de la alimentación de los actores, sometidos a un proceso de adelgazamiento o engorde, por exigencias del guion. 

A.Q.- Claro, ahí estoy yo. Además no es un proceso fácil porque tienen que adelgazar o subir de peso, pero sin que sus analíticas se vean afectadas. Así que, cuando a un actor le dicen que tiene que engordar veinticinco o treinta kilos, enseguida piensa que se va a poner morados de tanto comer. Luego se llevan una decepción porque tienen que engordar comiendo comida sana.

M.G.- (Risas) ¡Qué chasco! De todos modos, Ángela, ahora hay muchos libros sobre nutrición. ¿Eso significa que hay más interés por cuidar nuestra alimentación o es justo lo contrario, por haber más libros a nuestro alcance, estamos más interesados en este tema?

A.Q.- No sabría decirte. Desde luego, cada vez se habla más sobre alimentación y nutrición en los medios de comunicación. Hay muy buenos divulgadores  hablando sobre nutrición y eso ayuda a sensibilizar a la población. Cada vez nos preocupamos más por lo que comemos. 

M.G.- Has publicado un par de libros más, Adelgaza para siempre y Las recetas de adelgaza para siempre. Ahora nos hablas de la digestión. ¿Qué vamos a encontrar en este libro exactamente?

A.Q.- Pues intento explicar cómo hacemos la digestión, hablar de forma sencilla sobre este proceso tan complicado, lleno de reacciones químicas, enzimas,... Pongo ejemplos y anécdotas. Me costó mucho encontrar el tono porque mi idea era que, abrieras el libro por donde lo abrieras, te apeteciera seguir leyendo. Luego también incorporo términos nuevos como microbiota, probióticos, prebióticos. Son términos que se utilizan ahora pero que no se sabe muy bien qué son. Así que lo que he pretendido es divulgar, con un fundamento científico detrás, pero de tal manera que la gente entendiera con palabras sencillas, qué es lo que pasa dentro de nuestro cuerpo.

M.G.-  Digamos que el libro nos permite hacer un recorrido desde que nos metemos el alimento en la boca hasta que eliminamos los desechos.

A.Q.- Sí, exacto. El primer capítulo del libro se centra en eso, en hacer ese recorrido desde que elegimos el alimento, lo masticamos, y llega al estómago. Luego, el segundo capítulo lo he querido dedicar a las cacas. Me parecía un tema importante, muy tabú, del que nadie habla pero que todo el mundo hace. La caca nos puede dar mucha información. Antes, cuando no se tenían las analíticas que tenemos ahora, examinar la caca era una manera de averiguar nuestro estado de salud. Más allá de todo esto, me centro también en la microbiota, lo que antes se llamaba flora intestinal, y mirar qué es lo que está pasando con esos bichitos que tenemos dentro, mirar qué patologías se pueden producir cuando esa microbiota se encuentra alterada. Y además, también hablo sobre el momento del parto, tan importante, donde el bebé se empieza a infectar de esos bichitos que tiene la madre en la vagina. Es un momento crucial. 

M.G.- ¿Pero también tocas la digestión de los bebés? He leído en alguna sección que mencionas el reflujo. Tengo muchas amigas cuyos hijos han sufrido de reflujo y lo pasan verdaderamente mal.

A.Q.- Sí que lo pasan mal. Hablo de eso, y del meconio, la primera caca del bebé, o por qué un bebé puede mamar y respirar a la vez. Pero una cuestión que siempre ha interesado mucho es por qué los bebes regurgitan todo el tiempo la comida. Esto se debe a un problema físico que cuento en el libro. He ido tocando todos los campos y cómo a lo largo de la historia hemos llegado a donde estamos ahora. Hoy conocemos muy bien el funcionamiento de nuestro aparato digestivo, pero hace unos años, te hablo de 1800, no teníamos ni idea de lo que pasaba ahí adentro. Solamente a través de ciertos experimentos que hoy son del todo impensables, se averiguó que en nuestro cuerpo había ciertos químicos que descomponían los alimentos. Y también, cuando se descubrieron los rayos X, se pudo ver el recorrido que hacían los alimentos a través de nuestro interior. Para ello, se usaban animales a los que se les daba alimentos impregnados en sales de bismuto. Se colocaba al animal detrás de una pantalla y se veía cómo ese alimento iba recorriendo una cadena zigzagueante, el intestino. 


M.G.- Cuando hablamos de ciertas dolencias estomacales, es normal que lo relacionemos con el aparato digestivo. Sin embargo, dices algo muy llamativo, la depresión y la migraña pueden deberse a problemas alimenticios y de digestión. 

A.Q.- En nuestro intestino tenemos unos doscientos millones de neuronas, tantas como las que podemos encontrar en el cerebro de un perro. Por poner un ejemplo, se ha detectado en diversos estudios sobre ansiedad, depresión, Alzheimer, o esclerosis múltiple, que los pacientes que presentan estas patologías tienen una alteración en su microbiota. Pero es algo que se está empezando a estudiar. No sabemos si es la enfermedad la que produce la alteración en la microbiota, o si a raíz de esa alteración, aparece la enfermedad. 

Otro detalle importante tiene que ver con la serotonina. Este neurotransmisor, causante de la felicidad y el placer, se fabrica en un 90% en nuestro intestino. Si nuestro intestino está alterado, produciremos menos serotonina, con lo que nos sentiremos tristes por la tarde, tendremos ganas de llorar y nos apetecerá comer dulces. Y también dormiremos peor porque la serotonina se tiene que convertir en melatonina. 

M.G.- ¿Cuáles son las falsas creencias que giran alrededor de la alimentación y la nutrición?

A.Q.- Lo más típico, que no te puedes bañar después de comer. Desde que se ingiere el alimento hasta que el alimento sale en forma de heces pueden llegar a pasar entre treinta y una y treinta y cinco horas. Es un camino muy largo. Es verdad que, dependiendo de lo que yo coma, ese alimento va a pasar más o menos tiempo en mi estómago, mezclándose con los jugos gástricos.

Otro tema es el estreñimiento. La gente acaba tomando laxantes aunque no haya necesidad. Se considera normal ir al baño una o dos veces al día, pero también se considera normal hasta tres veces por semana. En el libro cuento una anécdota que me llamó mucho la atención. Una chica se fue a vivir con su pareja y veía que él iba al baño todos los días. Pensó que ella estaba estreñida y empezó a tomar laxantes. Pero antes de tomar ningún medicamento, es necesario revisar si estamos ingiriendo suficiente fibra, agua. Y luego, si es necesario, mirar la microbiota. Pero sí tú usas laxantes para ir al baño, lo que estás haciendo es impedir que se asimilen ciertas sustancias como el calcio, el hierro, o algunas vitaminas liposolubles

M.G.- No da lugar a que se asimilen, ¿no?

A.Q.- Exacto. Luego tuvimos otro caso en consulta. Vino una madre con su niña de cuatro o cinco años. La madre iba al baño todos los días y pretendía que la niña hiciera lo mismo. La pequeña, en cuanto se dio cuenta de que hablábamos de eso, se puso muy nerviosa. Y es que la madre, cada vez que la niña regresaba del colegio, la sentaba en el baño y la pobre, con tanta presión, no hacía nada. Al final terminaba por ponerle un enema o un supositorio. De este modo, la niña jamás tenía ganas de ir al baño por sí misma, porque la madre la vaciaba cada día. Era un bucle. Tuvimos que hablar con la madre porque estaba traumatizando a la niña. 

M.G.- El libro está plagado de experiencias reales. ¿Son vivencias de los pacientes que acuden a tu consulta?

A.Q.- Sí, he ido cogiendo aquellos casos que son más llamativos o que me han servido para ir tejiendo el hilo del libro. He incluido anécdotas para que la gente se sienta identificada.

M.G.- ¿Cuáles son las consultas más comunes? ¿Por qué acude la gente a tu consulta?

A.Q.- Tengo un equipo multidisciplinar. Hay nutricionistas que colaboran con psicólogos,... Tenemos dos tipos de consultas. Unas que son para adelgazar o engordar, más lo primero que lo segundo. Y luego hay otro tipo de consulta donde hacemos reparación intestinal.

Me fui a Francia para formarme sobre prebióticos, probióticos, cómo podemos utilizarlos para mejorar la microbiota. Es algo que está en los inicios, estamos trabajando todavía con muy pocas cepas, pero en determinadas ocasiones dan muy buenos resultados.

M.G.- Ángela, hoy en día encontramos a lo que se llama "influencers" que hablan de todo, incluido de hábitos alimenticios. ¿Cómo ves este tema?

A.Q.- Tenemos que ver de dónde procede la información que recibimos. Hay gente muy buena y muy preparada que está divulgando muy bien. Pero luego hay información con la que hay que tener cuidado. En el libro hablo de la moda del agua con limón. He llegado a leer que es un quema grasas, pero no hay ninguna evidencia científica que le otorgue al agua con limón alguna propiedad adelgazante o detox. Es una bebida muy ácida, tanto como lo es el vómito, y puede llegar a dañar tu placa dental e incluso tu dentina. De hecho, los dentistas están poniendo la voz de alarma y aconsejan beber este líquido con pajita, para que no toque tus dientes.

M.G.- Te confieso que yo estuve bebiéndola un tiempo.

A.Q.- Mucha gente, pero no es un quema grasas. No hay nada probado.

M.G.- Antes has mencionado una de las cuestiones más tabús cuando hablamos de alimentación, la caca. No nos gusta hablar de esto pero como bien dices, tiene mucha información sobre nuestra salud.

A.Q.- Sí, así es. Cuando los niños pequeños entran en tu vida, te das cuenta que tienes que lidiar con la caca todos los días. Estás pendiente de si tu hijo hace una caca blanda, dura, más grande, más pequeña. Incluso desde la guardería nos llega esa información. Y no pasa nada. Luego nos hacemos mayores y nadie habla más sobre la caca. El color, la forma, la textura... son datos que nos pueden ayudar a entender cómo estamos por dentro. En el libro cuento una historia que me llamó mucho la atención. Antiguamente, los reyes tenían una persona que se encargaban de mirar las heces reales todos los días. Hoy nos parecería un trabajo que nadie querría y, sin embargo, en aquella época era un trabajo muy bien considerado. Estabas cerca del rey y, a la larga, terminabas por conseguir un buen puesto dentro del reino.

Hoy en día, el váter que tenemos, de estilo francés, no ayuda para nada a controlar nuestras heces. El agujero está en la parte posterior y aquello se va rápidamente. Muchos cánceres de colon se han detectado en un estado muy temprano porque la persona ha detectado sangre en las heces. Aunque no siempre que encontremos sangre en las heces quiere decir que tengamos cáncer de colon, no nos asustemos. Pero sí es verdad que si miramos nuestras heces y detectamos algo anormal, podemos evitar un daño mayor. Eso es muy importante. Hay que mirarlas y no  pasa nada.

M.G.- A mí me ha parecido un capítulo muy interesante donde hablas también sobre la escala de Bristol. ¿Qué es esto?

A.Q.- La escala de Bristol se llama así porque surgió en la Universidad de Bristol, hace muy poco, en 1997. Es algo muy útil. Cuando alguien viene a consulta y le preguntamos cómo son sus heces, no sabe qué decir. Entonces, para romper el hielo, le digo que le voy a enseñar unas fotos y claro, se descomponen. En realidad son unos dibujos que muestran distintos tipos de heces. Según cómo sea, obtenemos una información u otra sobre si el paciente  toma suficiente fibra, el tránsito está siendo muy ligero, o si hace suficiente ejercicio. Debemos de normalizar el tema cacas de una vez.

M.G.- Explicas otra cosa muy curiosa. La posición con la que hacemos caca no es la más idónea.

A.Q.- Pues no. La que tenemos ahora no funciona. Los niños pequeños que usan pañales, cuando están haciendo caca, se ponen en cuclillas. Esa es la posición natural para hacer caca. Hay un músculo, el puborectal, que lo que hace es que, a nivel de lazada, se encuentra rodeando la parte final del intestino grueso. Cuando nos sentamos en el váter, en la posición normal, ese músculo está tirando  hacia atrás del intestino y se forma una curva. Sin embargo, si elevo los pies, los pongo encima de un banquito o de una cajita, o me pongo tacones -si quiero darle glamur a todo esto, (risas)-, ese músculo deja de tirar, de tal manera que consigo la verticalidad perfecta. Es mucho más fácil.

M.G.- Ángela, no dejas de contarnos cosas interesantes. Pero unido a la caca, otro tema son los pedos. De lo que tampoco hablamos.

A.Q.- Pues es otra cosa que da mucha información, porque los gases se producen por las bacterias que tenemos en el colon. Todo el mundo tiene gases y se tira pedos. Hasta hace poco no se conocía ni la composición. En el libro cuento la anécdota de cómo se supo la composición de un pedo, a través de un pantalón al que le pusieron un filtro. Así se pudo recoger un pedo y analizarlo. 

Y profundizando en el tema, empezamos a investigar cómo lo hacían los astronautas. ¿Cómo se las apañan? Pues resultan que llevan un filtro en la parte de abajo para que se absorban esos gases. 

M.G.- Hablemos ahora de las intolerancias y las alergias.

A.Q.- Hay que diferenciar entre alergia e intolerancia. En las alergias hay un factor genético y tu sistema inmune entra en juego. En el caso de las intolerancias no es así. Puede aparecer por una alteración de nuestra microbiota. 

Existen varias teorías en cuanto al aumento de las intolerancias. Una de ellas tiene que ver con las cesáreas. En España, el 25% de los partos es por cesárea, cuando las recomendaciones giran entre un 10% y un 15%. Hay países peores como Brasil, o incluso Egipto que están llegando al 40%. ¿Por qué decimos lo de las cesáreas? Porque en el momento del parto, tan crucial, el bebé se infecta de las bacterias de la madre a través del canal de parto y ahí empieza a ser colonizado con su propia microbiota. Pero claro, con las cesáreas, esto no ocurre. Y luego viene la lactancia, a través de la cual la madre también le pasa al bebé su microbiota. Pero vivimos en un mundo en el que estamos obsesionados por la limpieza. Las mamás llevan distintos tipos de toallitas en el bolso, no dejan que el niño se ensucie, que juegue, que tenga mascotas. Por supuesto, también tiene que ver los aditivos y el tipo de alimentación que tenemos ahora, pero esto que te he contado, también es importante.

M.G.- Ángela, muy interesante todo lo que nos has contado. Confío en que el libro funcione muy bien y todos aprendamos mucho.

A.Q.- Esa es la idea.

M.G.- Muchas gracias por este momento.

A.Q.- Gracias a ti.


Sinopsis: Nos sentamos a la mesa, pinchamos con el tenedor un trozo de comida, nos la llevamos a la boca, la masticamos, la deglutimos… ¿Y luego qué?

Comemos al menos tres veces al día durante toda nuestra vida, pero no sabemos casi nada de lo que ocurre dentro de nosotros cuando ingerimos un alimento. Como consecuencia, a menudo tampoco entendemos el modo en que nuestro cuerpo reacciona frente a lo que hemos comido. ¿Por qué hay cosas que nos sientan bien y otras que no? ¿Qué relación hay entre lo que comemos y las enfermedades que desarrollamos a lo largo de la vida? ¿Qué nos dice el estómago cuando hace ruido? El mal aliento, las migrañas, las hinchazones abdominales, las alergias, la obesidad y hasta las depresiones pueden tener su origen en una mala digestión.

Este libro, lleno de curiosidades, toca cada aspecto relevante de nuestro proceso digestivo, incluso hasta llegar a esa gran desconocida: la caca, que tanto puede contarnos sobre nuestra salud. Entender de manera sencilla la complejidad del intestino nos hará más conscientes a la hora de decidir qué vamos a comer mañana para sentirnos mejor.


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