Nacionalidad: EE.UU.
Director: Joel Edgerton.
Reparto: Lucas Hedges, Nicole Kidman, Russell Crowe, Joel Edgerton, Xavier Dolan, Jesse Malinowski, Troye Sivan, Ron Clinton Smith, Emily Hinkler, Jesse LaTourette, Madelyn Cline, Victor McCay, David Joseph Craig, Matt Burke, David Ditmore, William Ngo, Tim Ware, Flea, Randy Havens.
Género: Drama. Homosexualidad
Sinopsis: El hijo de un predicador baptista de una pequeña ciudad norteamericana, se ve obligado a participar en un programa para "curar" su homosexualidad, apoyado por la Iglesia. Cuando a los 19 años, Jared Eamos cuenta a sus padres, Nancy y Marshall Eamons, que es gay, el joven comienza a ser presionado para que asista a un programa de terapia de conversión gay, o de lo contrario será rechazado por su familia, sus amigos y la iglesia. Dentro del programa, Jared entrará en conflicto con el terapeuta jefe Victor Sykes.
[Fuente: Filmaffinity]
Arkansas-Land of Opportunities. Eso reza en la matrícula del coche de los Eamons, una familia norteamericana, bien avenida y feliz. Arkansas - Tierra de oportunidades pero ¿para quién?
Jared Eamons (Lucas Hedges) fue un hijo querido y amado. En los primeros minutos de la película lo veremos de pequeño, a través de diversos vídeos domésticos. Era un niño feliz, que le gustaba el baloncesto, que quería ser piloto de motos cuando fuera mayor. Y ese niño crece, cobijado por el amor de sus padres, Marshall (Russell Crowe), director de un concesionario de coches y predicador baptista, y Nancy (Nicole Kidman), ama de casa, devota y fiel esposa. Jared entra en la adolescencia, estudia y tiene novia. Sí, los Eamons son felices, de misa los domingos, de ayuda al prójimo, de bondad y vida cristiana, que ruegan a Dios ante cualquier contratiempo. Así que, cuando el demonio llama a la puerta de esta familia, cuando descubren que su hijo es homosexual, saben a quién acudir. Imploran a Dios y piden consejo a los hombres más sabios de la comunidad. Y ellos aconsejan erradicar el mal, purificar a Jared, ayudarlo a volver al redil.
Inmediatamente, el joven es ingresado en un centro de "desintoxicación". Será sometido a un programa de terapia durante doce días. Allí, acompañado de otros jóvenes, de otros chicos y chicas homosexuales, será reconducido hacia la senda del Señor, con la ayuda de unos terapeutas, otras personas que ya tuvieron la tentación de apartarse del camino correcto y que, con la ayuda de Dios, han recuperado su verdadera identidad. A Jared no le queda más remedio que pasar por ese trance.Él no quiere disgustar a sus padres. Sabe que su familia lo está pasando mal, que es una vergüenza para la Iglesia, esa en la que su padre pronuncia la palabra de Dios cada semana. ¿Qué van a pensar del pastor Marshall si tiene un hijo maricón? El joven se sentirá tan presionado, se sentirá tan desbordado por la situación, tan confuso y aturdido por sus sentimientos que hará todo lo que sus padres dicten pero, ¿y si ellos están equivocados?
Identidad borrada es una película denuncia, que narra la historia real de Garrad Conley, un joven americano, homosexual, conocido activista por los derechos humanos del colectivo LGTBI hoy en día, y autor de la obra Boy Erased: A Memoir, donde recoge sus vivencias. Este largometraje quiere colocar ante los ojos del espectador las barbaridades que se hicieron, que se han hecho y que se siguen haciendo, tratando a los homosexuales como si sufrieran algún tipo de trastorno mental, alguna enfermedad, alguna desviación del alma. Y es que, según he leído, hasta la propia OMS consideraba la homosexualidad como una enfermedad mental hasta 1990 (leer aquí). Sinceramente, es para echarse las manos a la cabeza. Y lo que es aún peor, en los créditos finales de esta película se denuncia que en 36 estados de Estados Unidos, todavía existen centros donde se ofrecen terapias de conversión, donde, bajo una estricta instrucción religiosa, invaden la intimidad de los ingresados, los humillan públicamente, los flagelan, los someten a una presión psicológica brutal, anulan su voluntad, los manipulan y los despojan de lo más importante en el ser humano, su dignidad. Hasta incluso celebran una especie de exorcismo.
Seguimos viviendo en una sociedad en la que todavía hay personas a las que les da vergüenza asumir su verdadera identidad, que sienten pudor y se esconden, que, aunque desean gritar que si a ti te gusta A, a ellos les gusta B, no lo hacen por el qué dirán. Tan hipócritas seguimos siendo, tan crueles, tan despiadados. Ya bastante tendrán con sus dudas, con sus miedos, con sus inseguridades, como para que ahora vengamos los demás a dar lecciones de moral. Y aunque la película establece una conexión entre barbarie y religión, lo cierto es que uno puede ser creyente y dejar vivir. Como dice Nancy Eamons en una escena: Quiero a Dios y Dios me quiere a mí. Pero yo también quiero a mi hijo. O como dice un médico al que la familia consulta en busca de esa pastilla que borre de un plumazo la homosexualidad de Jared: Creo en Dios pero soy mujer de ciencia. Mantener ese equilibrio no es fácil. En realidad, todo es mucho más sencillo de lo que parece. Basta con dejar vivir a cada cual su propia vida. Uno nace alto, bajo, rubio, moreno, de ojos castaños o azules. Y uno también puede nacer dentro de un cuerpo en el que no se siente cómodo o con unos gustos que ni siquiera son distintos (no me gusta emplear esta palabra) sino que son "sus" gustos. ¿Quién eres tú para decir si lo tuyo vale y lo del otro no? ¿Por qué eres tú mejor que otro?
Bueno, después de haber soltado este alegato en favor del "dedícate a tu vida y deja la de los demás, en paz" regreso a la película. Identidad borrada es una película dura, pero necesaria. Podríamos pensar que la acción se desarrolla en la década de los años 70 o los años 80 (eso pensé por el estilismo de Nicole Kidman), pero no. En realidad, al verdadero protagonista de esta historia le ocurrió todo esto en los primeros años del cambio de milenio. A mí me parece todo tan surrealista. Aunque la película se centra principalmente en el tiempo que Jared pasa en el centro de reconversión, conoceremos parte de su pasado reciente a través de diversos flashbacks: el momento en el que empieza a intuir que algo es diferente, cuando empieza a sentir atracción por los chicos, cuando ingresa en la universidad y,... Bueno, este detalle no os lo cuento.
Como digo, la temática de esta película es reflejo de una cruda realidad y sin embargo, al guion le falta algo de gancho, de fuerza narrativa. Los jóvenes que se encuentran ingresados en esos centros lo pasan realmente mal pero el dolor no llega al espectador. Me ha parecido una película algo lenta, que se desarrolla con excesiva parsimonia. Por suerte, el último tercio de la cinta agiliza un poco el ritmo, momento en el que Jared coge el toro por los cuernos.
En cuanto a las interpretaciones, el verdadero protagonista es Lucas Hedges. Lo he visto contenido la mayor parte del metraje. Quiero creer que es la actitud que exigía su papel, la de un joven que se deja llevar, que se deja hacer porque no quiere hacer daño, porque prefiere pensar que tiene un verdadero problema (cuando el problema lo tienen los demás). Sin embargo, hay dos escenas brillantes, de esas que se producen cuando uno dice: Hasta aquí he llegado.
Por su parte, un orondo Russell Crowe y una Nicole Kidman de cabello oxigenado y largas uñas, son buenos secundarios. Ambos tienen secuencias que los sitúan en un primer plano, resuelven bien y apoyan la interpretación de Hedges con solidez. Además están bastante bien caracterizados, a juzgar por las imágenes de los verdaderos protagonistas de esta historia, que se muestran en los créditos finales.
Pero hay un personaje al que no debemos dejar atrás. Victor Sykes, interpretado por el propio director de la película, Joel Edgerton. El cineasta encarna a unos de los terapeutas del centro, uno de esos que ya vivieron una reconversión en su propia carne. No os voy a decir nada sobre el personaje, a mi juicio muy bien interpretado pero, si veis la película, atención a lo que se dice de él en los créditos finales.
Con una bonita banda sonora y algunas escenas rodadas en penumbra, lo que confiere esa sensación de recogimiento interior,Identidad borrada podía haber dado más de sí. Con un tema tan potente como el que tiene este largometraje, se podría esperar una tensión narrativa más punzante. En cualquier caso, a mí me ha parecido conmovedora, tierna y valiente. No es una película memorable, pero es interesante verla para despertar conciencias.
Y cierro diciendo que amo a la gente que no es como yo, que no piensa como yo, que no siente como yo, que tiene otros gustos distintos a los míos, que son valientes, capaces de ser ellos mismos, que van por la vida con la cabeza bien alta, que se sienten orgullosos de lo que son y de cómo son. Y también amo a todos aquellos que todavía no han encontrado el valor de salir de su encierro. Espero que algún día lo consigan.
Inmediatamente, el joven es ingresado en un centro de "desintoxicación". Será sometido a un programa de terapia durante doce días. Allí, acompañado de otros jóvenes, de otros chicos y chicas homosexuales, será reconducido hacia la senda del Señor, con la ayuda de unos terapeutas, otras personas que ya tuvieron la tentación de apartarse del camino correcto y que, con la ayuda de Dios, han recuperado su verdadera identidad. A Jared no le queda más remedio que pasar por ese trance.Él no quiere disgustar a sus padres. Sabe que su familia lo está pasando mal, que es una vergüenza para la Iglesia, esa en la que su padre pronuncia la palabra de Dios cada semana. ¿Qué van a pensar del pastor Marshall si tiene un hijo maricón? El joven se sentirá tan presionado, se sentirá tan desbordado por la situación, tan confuso y aturdido por sus sentimientos que hará todo lo que sus padres dicten pero, ¿y si ellos están equivocados?
Identidad borrada es una película denuncia, que narra la historia real de Garrad Conley, un joven americano, homosexual, conocido activista por los derechos humanos del colectivo LGTBI hoy en día, y autor de la obra Boy Erased: A Memoir, donde recoge sus vivencias. Este largometraje quiere colocar ante los ojos del espectador las barbaridades que se hicieron, que se han hecho y que se siguen haciendo, tratando a los homosexuales como si sufrieran algún tipo de trastorno mental, alguna enfermedad, alguna desviación del alma. Y es que, según he leído, hasta la propia OMS consideraba la homosexualidad como una enfermedad mental hasta 1990 (leer aquí). Sinceramente, es para echarse las manos a la cabeza. Y lo que es aún peor, en los créditos finales de esta película se denuncia que en 36 estados de Estados Unidos, todavía existen centros donde se ofrecen terapias de conversión, donde, bajo una estricta instrucción religiosa, invaden la intimidad de los ingresados, los humillan públicamente, los flagelan, los someten a una presión psicológica brutal, anulan su voluntad, los manipulan y los despojan de lo más importante en el ser humano, su dignidad. Hasta incluso celebran una especie de exorcismo.
Seguimos viviendo en una sociedad en la que todavía hay personas a las que les da vergüenza asumir su verdadera identidad, que sienten pudor y se esconden, que, aunque desean gritar que si a ti te gusta A, a ellos les gusta B, no lo hacen por el qué dirán. Tan hipócritas seguimos siendo, tan crueles, tan despiadados. Ya bastante tendrán con sus dudas, con sus miedos, con sus inseguridades, como para que ahora vengamos los demás a dar lecciones de moral. Y aunque la película establece una conexión entre barbarie y religión, lo cierto es que uno puede ser creyente y dejar vivir. Como dice Nancy Eamons en una escena: Quiero a Dios y Dios me quiere a mí. Pero yo también quiero a mi hijo. O como dice un médico al que la familia consulta en busca de esa pastilla que borre de un plumazo la homosexualidad de Jared: Creo en Dios pero soy mujer de ciencia. Mantener ese equilibrio no es fácil. En realidad, todo es mucho más sencillo de lo que parece. Basta con dejar vivir a cada cual su propia vida. Uno nace alto, bajo, rubio, moreno, de ojos castaños o azules. Y uno también puede nacer dentro de un cuerpo en el que no se siente cómodo o con unos gustos que ni siquiera son distintos (no me gusta emplear esta palabra) sino que son "sus" gustos. ¿Quién eres tú para decir si lo tuyo vale y lo del otro no? ¿Por qué eres tú mejor que otro?
Bueno, después de haber soltado este alegato en favor del "dedícate a tu vida y deja la de los demás, en paz" regreso a la película. Identidad borrada es una película dura, pero necesaria. Podríamos pensar que la acción se desarrolla en la década de los años 70 o los años 80 (eso pensé por el estilismo de Nicole Kidman), pero no. En realidad, al verdadero protagonista de esta historia le ocurrió todo esto en los primeros años del cambio de milenio. A mí me parece todo tan surrealista. Aunque la película se centra principalmente en el tiempo que Jared pasa en el centro de reconversión, conoceremos parte de su pasado reciente a través de diversos flashbacks: el momento en el que empieza a intuir que algo es diferente, cuando empieza a sentir atracción por los chicos, cuando ingresa en la universidad y,... Bueno, este detalle no os lo cuento.
Como digo, la temática de esta película es reflejo de una cruda realidad y sin embargo, al guion le falta algo de gancho, de fuerza narrativa. Los jóvenes que se encuentran ingresados en esos centros lo pasan realmente mal pero el dolor no llega al espectador. Me ha parecido una película algo lenta, que se desarrolla con excesiva parsimonia. Por suerte, el último tercio de la cinta agiliza un poco el ritmo, momento en el que Jared coge el toro por los cuernos.
En cuanto a las interpretaciones, el verdadero protagonista es Lucas Hedges. Lo he visto contenido la mayor parte del metraje. Quiero creer que es la actitud que exigía su papel, la de un joven que se deja llevar, que se deja hacer porque no quiere hacer daño, porque prefiere pensar que tiene un verdadero problema (cuando el problema lo tienen los demás). Sin embargo, hay dos escenas brillantes, de esas que se producen cuando uno dice: Hasta aquí he llegado.
Por su parte, un orondo Russell Crowe y una Nicole Kidman de cabello oxigenado y largas uñas, son buenos secundarios. Ambos tienen secuencias que los sitúan en un primer plano, resuelven bien y apoyan la interpretación de Hedges con solidez. Además están bastante bien caracterizados, a juzgar por las imágenes de los verdaderos protagonistas de esta historia, que se muestran en los créditos finales.
Pero hay un personaje al que no debemos dejar atrás. Victor Sykes, interpretado por el propio director de la película, Joel Edgerton. El cineasta encarna a unos de los terapeutas del centro, uno de esos que ya vivieron una reconversión en su propia carne. No os voy a decir nada sobre el personaje, a mi juicio muy bien interpretado pero, si veis la película, atención a lo que se dice de él en los créditos finales.
Con una bonita banda sonora y algunas escenas rodadas en penumbra, lo que confiere esa sensación de recogimiento interior,Identidad borrada podía haber dado más de sí. Con un tema tan potente como el que tiene este largometraje, se podría esperar una tensión narrativa más punzante. En cualquier caso, a mí me ha parecido conmovedora, tierna y valiente. No es una película memorable, pero es interesante verla para despertar conciencias.
Y cierro diciendo que amo a la gente que no es como yo, que no piensa como yo, que no siente como yo, que tiene otros gustos distintos a los míos, que son valientes, capaces de ser ellos mismos, que van por la vida con la cabeza bien alta, que se sienten orgullosos de lo que son y de cómo son. Y también amo a todos aquellos que todavía no han encontrado el valor de salir de su encierro. Espero que algún día lo consigan.
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