Año: 2019
Nacionalidad: España
Director: Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga.
Reparto: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara, José Manuel Poga, Emilio Palacios, José María del Castillo, Carlos Bernardino, Adrián Fernández, Nacho Fortes, Marco Cáceres, Joaquín Gómez, Esperanza Guardado, Óscar Corrales, Enríque Asenjo, Estefanía Rueda.
Género: Drama.
Sinopsis: Higinio y Rosa llevan pocos meses casados cuando estalla la Guerra Civil, y la vida de él pasa a estar seriamente amenazada. Con ayuda de su mujer, decidirá utilizar un agujero cavado en su propia casa como escondite provisional. El miedo a las posibles represalias, así como el amor que sienten el uno por el otro, les condenará a un encierro que se prolongará durante más de 30 años.
[Fuente: Filmaffinity]
La trinchera infinita es una película para degustar. Nos acerca a una realidad de la Guerra Civil, a otra más, aunque el tema ya se ha abordado en otros largometrajes, como Los girasoles ciegos, película dirigida por el recién fallecido José Luis Cuerda en 2008, y protagonizada por Maribel Verdú, Javier Cámara y Raúl Arévalo. Aquella cinta estaba basada en el volumen homónimo de relatos firmado por Alberto Méndez. Aún así, no deja de ser interesante el retrato de la vida de los "topos", como se llegó a conocer a todos esos hombres que, con el advenimiento de la guerra, vivieron encerrados y ocultos en sus propios domicilios durante años, gente que solo se atrevió a dejar su prisión a partir de la publicación del decreto-ley de 1969, declarando la prescripción de todos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939.
La acción de La trinchera infinita se inicia en Andalucía, en el año 1936. Quiero entender que se desarrolla en algún pueblo sevillano, por las referencias a los municipios de Arahal y Carmona, que también forman parte de la provincia de Sevilla. En ese pueblo, del que no sabremos su nombre pero que representa a cualquiera de los muchos que componen el horizonte andaluz, amanece un día con revueltas. El tranquilo descanso de los aldeanos se ve interrumpido por voces y gritos. Llegan los militares. Rebuscan en las casas, desordenan todo, y detienen a todos los que figuran en una lista maldita. Andan buscando a los rojos y especialmente a todos aquellos que formaban el antiguo gobierno republicano del municipio. Higinio Blanco (Antonio de la Torre) es uno de los objetivos. Recién casado con Rosa (Belén Cuesta), intenta evitar el fusilamiento que se le avecina, tras una detención y huída, consigue refugiarse en su casa, ocultándose en un hueco cavado en la cocina de su hogar. Es un pueblo dividido como lo estuvo España. Los que antes mandaban ahora son perseguidos. Los que un día perdieron a un ser querido en un fusilamiento, claman ahora venganza. Solo queda guarecerse bajo tierra y esperar, esperar a que todo pase, a que surja la posibilidad de huir y alejarse del pueblo, pero la ocasión no se presenta. Higinio queda emparedado. Y mientras, Rosa hará frente a lo que se le ponga por delante, siempre en el filo de la picota, con la sospecha persiguiéndola día y noche. ¿Dónde está tu marido, Rosa? Tras la Guerra Civil, llegará la II Guerra Mundial que trae la esperanza de los Aliados, pero los años pasan, uno tras otro, con una cadencia que hace insoportable la vida del matrimonio. ¿Hasta cuándo así?
De La trinchera infinita me han gustado muchas cosas. Creo que una historia como esta debe despertar el interés y la curiosidad de todos. ¿Cómo es posible que una persona pueda vivir treinta años oculta en su casa, sin poner un pie en la calle? ¿Cómo se hace eso en un pueblo pequeño en el que, a duras penas, se puede guardar un secreto? Así ocurrió, y esta película no es más que el reflejo de una realidad, que dio como resultado la "resurrección" de muchos hombres tras aquel decreto-ley de 1969, como ocurrió con Protasio Montalvo (38 años oculto); Juan y Manuel Hidalgo España (28 años ocultos); o Manuel Cortés Quero (30 años oculto). Tienes toda la información en este reportaje de La Sexta.
Pero la trama viene potenciada por las interpretaciones de Antonio de la Torre y Belén Cuesta que se mimetizan perfectamente con sus personajes. Ambos retratan con acierto a esos hombres y mujeres de pueblo, con sus expresiones propias, con su acento marcado, que han tenido siempre una vida sencilla hasta el momento del Alzamiento. Aunque claro, también había otro lado de la barrera. De la Torre y Cuesta conectan y si él está magnífico, ella está inconmensurable. Se llevó el Goya. No es para menos. Esta mujer, a la que muchas veces hemos visto en papeles con tintes cómicos sabe lo que es el drama. El brío, la potencia y la garra que pone en su personaje es digna de admirar. Tiene miedo, titubea ante los interrogatorios, la muelen a palos, vive escenas humillantes, tiene que cometer un acto deleznable, y su tristeza es tan infinita como esa trinchera en la que su marido vive sin vivir. Solo tiene un sueño, y a pesar de todo, lo cumplirá. Aunque para ello tenga que mirar hacia otro lado y no cuestionarse aquello que no le interesa, aunque tenga que estar sola para todo, soportando sobre su propia espalda no un secreto, sino dos, esquivando las malas intenciones de los vecinos que andan husmeando y al acecho constantemente.
En La trinchera infinita, la atmósfera es otro personaje más. Los años van pasando y la melancolía, la nostalgia y la pesadumbre lo va envolviendo todo. A Higinio, la vida se le ha escapado de las manos, pero también a Rosa. Ni un paseo por el pueblo, ni una celebración familiar, ni unas vacaciones, ni siquiera aquel viaje de novios a Marbella que jamás pudieron hacer y que ahí sigue, con la esperanza de una liberación. Y la luz, o la ausencia de ella, tan bella, pues se hace necesario salvaguardar el interior de la casa de las posibles miradas, ocultar el secreto más terrible. Penumbra que embellece una fotografía, en la que destaca algún tímido rayo de sol que se cuela por la ventana, mientras en el aire flota las motas de polvo. Es casi poético.
Pero también tengo que admitir que hay aspectos que no me han gustado. En cine, el sexo es un recurso que a veces solo sirve de relleno. No tiene por qué haber sexo en todas las películas, ni en todas las novelas. En La trinchera infinita, las escenas apasionadas entre Higinio y Rosa me han sobrado. No me resulta creíble que la pareja, que tiene el agua al cuello, con el enemigo al otro lado de la pared, cuyas voces se filtran por los muros, se entreguen a una excitación desenfrenada. Quizá me equivoque, pero creo que el miedo a ser descubierto anula todo deseo.
De La trinchera infinita me han gustado muchas cosas. Creo que una historia como esta debe despertar el interés y la curiosidad de todos. ¿Cómo es posible que una persona pueda vivir treinta años oculta en su casa, sin poner un pie en la calle? ¿Cómo se hace eso en un pueblo pequeño en el que, a duras penas, se puede guardar un secreto? Así ocurrió, y esta película no es más que el reflejo de una realidad, que dio como resultado la "resurrección" de muchos hombres tras aquel decreto-ley de 1969, como ocurrió con Protasio Montalvo (38 años oculto); Juan y Manuel Hidalgo España (28 años ocultos); o Manuel Cortés Quero (30 años oculto). Tienes toda la información en este reportaje de La Sexta.
Pero la trama viene potenciada por las interpretaciones de Antonio de la Torre y Belén Cuesta que se mimetizan perfectamente con sus personajes. Ambos retratan con acierto a esos hombres y mujeres de pueblo, con sus expresiones propias, con su acento marcado, que han tenido siempre una vida sencilla hasta el momento del Alzamiento. Aunque claro, también había otro lado de la barrera. De la Torre y Cuesta conectan y si él está magnífico, ella está inconmensurable. Se llevó el Goya. No es para menos. Esta mujer, a la que muchas veces hemos visto en papeles con tintes cómicos sabe lo que es el drama. El brío, la potencia y la garra que pone en su personaje es digna de admirar. Tiene miedo, titubea ante los interrogatorios, la muelen a palos, vive escenas humillantes, tiene que cometer un acto deleznable, y su tristeza es tan infinita como esa trinchera en la que su marido vive sin vivir. Solo tiene un sueño, y a pesar de todo, lo cumplirá. Aunque para ello tenga que mirar hacia otro lado y no cuestionarse aquello que no le interesa, aunque tenga que estar sola para todo, soportando sobre su propia espalda no un secreto, sino dos, esquivando las malas intenciones de los vecinos que andan husmeando y al acecho constantemente.
En La trinchera infinita, la atmósfera es otro personaje más. Los años van pasando y la melancolía, la nostalgia y la pesadumbre lo va envolviendo todo. A Higinio, la vida se le ha escapado de las manos, pero también a Rosa. Ni un paseo por el pueblo, ni una celebración familiar, ni unas vacaciones, ni siquiera aquel viaje de novios a Marbella que jamás pudieron hacer y que ahí sigue, con la esperanza de una liberación. Y la luz, o la ausencia de ella, tan bella, pues se hace necesario salvaguardar el interior de la casa de las posibles miradas, ocultar el secreto más terrible. Penumbra que embellece una fotografía, en la que destaca algún tímido rayo de sol que se cuela por la ventana, mientras en el aire flota las motas de polvo. Es casi poético.
Pero también tengo que admitir que hay aspectos que no me han gustado. En cine, el sexo es un recurso que a veces solo sirve de relleno. No tiene por qué haber sexo en todas las películas, ni en todas las novelas. En La trinchera infinita, las escenas apasionadas entre Higinio y Rosa me han sobrado. No me resulta creíble que la pareja, que tiene el agua al cuello, con el enemigo al otro lado de la pared, cuyas voces se filtran por los muros, se entreguen a una excitación desenfrenada. Quizá me equivoque, pero creo que el miedo a ser descubierto anula todo deseo.
Por otra parte, este largometraje tiene una duración de 147 minutos, una longitud excesiva, a mi juicio, para una historia en la que el eje principal es el encierro de Higinio, que se mantiene ocupado escuchando la radio, ayudando a su mujer en las tareas de costura, haciendo lo deberes de su hijo, mientras giran alrededor de ese núcleo, unos acontecimientos colaterales que repercuten de un modo u otro en la reclusión del protagonista. Considero que hay episodios de los que se podía haber prescindido o compactado; o hacer un mayor uso de la elipsis narrativa. Digamos que en el segundo tercio de la cinta, se vuelve algo más ralentizada, pero ganando ritmo minuto a minuto, para llegar a un último bloque en el que se alternan situaciones de estrés y acción con escenas preciosas, cargadas de nostalgia. La vida ha pasado ya, Higinio, mientras tú estabas ahí encerrado. Eso es lo que parece pensar el personaje, mientras acaricia con sus dedos los muebles de la casa, mientras observa viejas fotografías, mientras, camuflado en la penumbra, observa la transformación de su pueblo. Toda la vida perdida por unos ideales políticos. ¿Merece la pena? En la película, Higinio se responde a sí mismo.
Y llegamos a un desenlace pletórico, potente, enérgico, una discusión entre Higinio y Rosa.Él se siente derrotado, acogotado por el miedo que le ha corroído las entrañas. Ella es un huracán. Solo por esa escena, solo por ese instante, merece la pena ver esta película. Belén Cuesta inmensa y gloriosa. Y una escena final que no deja una pregunta en el aire, sino una respuesta.
En un punto intermedio, la caracterización. Si dividimos en tres partes los treinta años que pasa Higinio emparedado, diría que en el segundo tercio, de la Torre está perfectamente caracterizado. Diez años más viejo, se le nota fondón, con el pelo algo ralo y el rostro más abotagado. Sin embargo, me falta ver a Belén Cuesta con esos diez años más, me falta notar el cansancio en su rostro. Por el contrario, en el último tercio de la cinta, ocurre todo lo contrario. A ella se le nota una vejez natural, con la piel más apergaminada, y el cuello lleno de arrugas, pero él no soporta primero planos. Se nota excesivamente los emplastos de látex.
En cambio la dirección de la película es un capítulo que no debemos olvidar. Los primeros minutos del largometraje, la acción es acelerada. Hay que correr, hay que huir de un fusil dispuesto a acabar con tu vida, y para ello, la cámara acompaña a Higinio en su huída por el prado. Hay que adaptarse ligeramente al vaivén del objetivo, poca cosa, a cambio de conseguir la sensación de verosimilitud. Pero luego, qué buen efecto causa esa cámara enmarcando constantemente los ojos de un Higinio que, encerrado entre penumbras, intenta otear a través de rendijas lo que ocurre fuera de su zulo.
La trinchera infinita es un largometraje muy cuidado. Con una acción que se desarrolla a lo largo de treinta años, se hace necesario acudir a diversos recursos para situar al lector en el tiempo.La música, con temas como La Campanera de Joselito (que también fue banda sonora de Manolito Gafotas), y un Julio Iglesias cantando La vida sigue igual, nos ayudan a entender en qué década estamos. Sirven también las noticias que escucha Higinio en la radio, como la entrada de España en la ONU, o las que lee en las revistas, como el boom del turismo en la Costa del Sol. Y para espectadores despistados, es fácil localizar en alguna secuencia aquellos almanaques publicitarios que todos hemos tenido en casa. Y es que, como digo, todo está cuidado, no solo la peluquería y el vestuario, sino también todos esos objetos decorativos de la casa de Higinio y Rosa, que nos trasladan al pasado.
Con algún toque de humor -"Parece una señora disfrazada", le dirá Rosa a Higinio al ver a Franco en el Nodo-, y alguna escena más protagonizada por el cartero y su amor, La trinchera infinita está estructurada como en capítulos, cada uno de ellos encabezado por una palabra y su correspondiente definición -Campeada, Encerrar, Amnistía,...- que, de algún modo, resumen ese fragmento de película.
Poco más voy a aportar. ¿Me ha gustado la película? Pues sí, me ha gustado mucho la historia, la interpretación de Antonio de la Torre y, especialmente, la de Belén Cuesta, me ha gustado la dirección, la fotografía, la atmósfera. Eso sí, creo que la excesiva duración le ha restado brillo al largometraje. Aún así, la volvería a ver y, por supuesto, la recomiendo.
Tráiler:
Puedes adquirirla aquí: